EE.UU. siembra la discordia en el Sur de Asia
Asia Times Online
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Dos modelos de la
política regional debilitan seriamente la campaña de EE.UU. para poner
de rodillas a Pakistán en la jugada final en Afganistán. Uno es que
Delhi se ha distanciado de la campaña estadounidense y mantiene una
política independiente repecto a Islamabad.
El segundo factor que
frustra las políticas de EE.UU. para aislar a Pakistán es la cordialidad
de la nación surasiática con Irán. Pakistán estaría bastante aislada si
hubiera habido una aguda rivalidad con Irán respecto a la etapa final
afgana. El actual nivel de cordialidad en la relación posibilita que
Islamabad se concentre en la desavenencia con EE.UU. e incluso reciba
aliento de Teherán.
Un montón de tonterías
Una
reciente declaración del ministro de Exteriores indio, S M Krishna,
sobre la desavenencia entre EE.UU. y Pakistán subrayó que India no está
de acuerdo con el enfoque estadounidense. (Vea “
EE.UU. aumenta la presión sobre Pakistán”,
Rebelión, 22 de octubre de 2011). Fue cuidadosamente cronometrada para
señalar a Washington (y a Islamabad) que Delhi desaprueba fuertemente
cualquier forma de acción militar de EE.UU. contra Pakistán.
Existe
mucha evidencia que sugiere que la dirigencia paquistaní aprecia la
posición india. El cuartel general en Rawalpindi actuó rápidamente el
domingo para devolver a India en de horas el helicóptero con tres altos
oficiales militares a bordo que se extravió sobre territorio paquistaní
durante mal tiempo en el sector altamente conflictivo de Siachen. El
portavoz oficial en Delhi declaró oficialmente que India aprecia el
gesto paquistaní. Semejantes gestos conciliatorios son raros (por ambas
partes) en la crónica de la relación entre Pakistán e India.
De
nuevo la semana pasada, India votó por la candidatura de Pakistán para
el lugar de Asia-Pacífico entre los miembros no permanentes del Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas y el embajador paquistaní respondió
rápidamente que trabajará con su homólogo indio en Nueva York.
Irónicamente, la ONU había sido escenario de frecuentes confrontaciones
entre India y Pakistán por el problema de Cachemira.
Mirando
hacia el futuro, es probable que los primeros ministros de India y
Pakistán se reúnan al margen de la cumbre de la Asociación Surasiática
por Cooperación Regional en Male el 10 y 11 de noviembre. Washington
habría insistido rápidamente en que actuó como “facilitador” para
promover la mejora del clima en las relaciones entre India y Pakistán.
Pero en lugar de hacerlo, EE.UU. observa con un grado de malestar que su
complicada sinfonía surasiática lanza notas irritantes. La calibración
de las tensiones entre India y Pakistán constituyó tradicionalmente un
elemento clave de la diplomacia regional de EE.UU.
Washington ha
“tomado represalias” por la declaración de Krishna emitiendo una
advertencia a los nacionales estadounidenses de que no viajen a India
por un aumento de las amenazas terroristas. Delhi, por su parte,
fastidió a Washington diciendo que considera que la acción de EE.UU. es
“desproporcionada”, una manera graciosa de decir que la alerta no es más
que un montón de tonterías.
Retirada de Jundallah
Lo
que sucede en las relaciones entre Pakistán e Irán es aún más
exasperante para EE.UU. Ha habido una serie de visitas de alto nivel
entre Islamabad y Teherán y las dos capitales han llegado a un
entendimientos sobre una variedad de intereses de seguridad. La semana
pasada, Teherán reconoció que no ha habido un solo ataque del grupo
terrorista Jundallah desde el lado paquistaní de la frontera en la
región Baluchistán durante los últimos 10 meses.
Teherán ha
acusado a EE.UU. de organizar a los terroristas de Jundallah a fin de
que realicen operaciones clandestinas para desestabilizar Irán. Sin
embargo, desde la detención del agente de la CIA, Raymond Davis, en
Lahore en enero, Islamabad ha tomado medidas drásticas contra cientos de
agentes de inteligencia de EE.UU. que operaban en suelo paquistaní,
limitando seriamente la capacidad de EE.UU. de enviar a terroristas de
Jundallah a Irán.
Teherán está satisfecho de que el establishment
de seguridad paquistaní esté por fin actuando decididamente para
aplastar la red Jundallah respaldada por EE.UU. Reciproca la buena
voluntad de Pakistán con el intento de armonizar su política afgana y al
evitar escrupulosamente señalar a Pakistán por el asesinato del jefe
del Consejo Afgano de Paz, Burhanuddin Rabbani, quien era un cercano
aliado de Teherán.
Esencialmente, Irán aprecia que el “desafío
estratégico” de EE.UU. por Pakistán tendrá lugar en función del interés
de la estabilidad regional, y el resultado final es que Teherán está
ansioso de obligar a las tropas estadounidenses a abandonar la región.
Teherán
tuvo éxito en la busca de un objetivo similar en Iraq al influenciar a
las elites políticas chiíes en Bagdad para que no accedan a los
desesperados ruegos de EE.UU. de que se permita que las tropas
estadounidenses sigan allí incluso después del plazo estipulado para la
retirada en diciembre de 2011 según el acuerdo del Estatus de Fuerzas.
Pero Afganistán es otra cosa y una estrategia común con Pakistán será
útil.
Pakistán mantiene una actitud ambivalente sobre el tema de
una presencia militar a largo plazo de EE.UU. en Afganistán, pero puede
contar con que los talibanes se opondrán enérgicamente a los planes de
EE.UU. en relación con las bases militares. No es sorprendente que
Teherán mantenga una actitud multifacética hacia los talibanes.
Esfuerzo común
En
suma, el escenario regional en general es más bien poco favorable para
EE.UU. El aflojamiento de las tensiones en las relaciones de Pakistán
con India e Irán debilita la estrategia de EE.UU. de enquistarse en la
región.
La advertencia contra los viajes de EE.UU. tenía el
propósito de provocar irritación en India respecto a la inminente
posibilidad de actividades terroristas apoyadas por Pakistán. De nuevo,
la desinformación auspiciada por EE.UU. reaparece con afirmaciones de
que China y Pakistán conspiran contra India estableciendo bases
militares chinas en las áreas septentrionales de Pakistán, que forman
parte de Cachemira.
Esto coincide con una evidente mejora en la
situación de seguridad en el Valle de Cachemira, hasta el punto de que
el ministro jefe Omar Abdullah propugnó abiertamente la semana pasada en
Srinagar que se abandonen poco a poco regulaciones de emergencia de
hace décadas y que Delhi realice un serio acercamiento a Pakistán para
resolver el problema de Cachemira.
La propaganda respaldada por
EE.UU. sobre la posibilidad de bases militares chinas en la parte
paquistaní de Cachemira pretende servir un doble propósito: crear
discordia entre Pakistán e India y en las relaciones chino-indias.
El
primer ministro indio Manmohan Singh hizo una declaración importante la
semana pasada al decir que está “convencido” de que la dirigencia china
quiere una solución pacífica de todos los problemas entre India y
China, incluida la antigua disputa fronteriza. Significativamente
expresó su “sincera esperanza [de que] sea posible que encontremos la
forma por la cual los dos vecinos pueden vivir en paz y amistad a pesar
de la persistencia del problema fronterizo”.
Las observaciones de
Manmohan fueron importantes ya que los dos países deben realizar dentro
de poco la vuelta número 15 de conversaciones sobre el tema fronterizo
en Nueva Delhi. En un acto significativo, el Ministerio chino de
Exteriores respondió a la oferta política de Manmohan. Pekín dijo que
China está “dispuesta a trabajar con India para realzar la cooperación
estratégica entre China e India”. La declaración dice:
Como
importantes vecinos, China e India han mantenido un dinamismo sano en
la relación bilateral. En cuando al problema fronterizo heredado de la
historia, las dos partes han estado buscando una solución justa,
razonable y mutuamente aceptable mediante consultas amigables. A la
espera de una solución final, las dos partes están comprometidas con el
mantenimiento de la paz y la tranquilidad en las áreas fronterizas.
Una temporada de propaganda
Los
informes especulativos, no atribuidos –y no verificables– de las
intenciones chinas de establecer bases militares en los tramos
superiores de la región de Cachemira bajo control paquistaní aparecen
nuevamente en un punto formativo en la seguridad regional. Su tesis
elaborada es que Delhi debería ser extremadamente cautelosa respecto a
las “taimadas” intenciones de China y Pakistán y deberí actuar a ritmo
lento respecto a la normalización de relaciones con esos vecinos
“traicioneros”.
Curiosamente, al mismo tiempo también se
bombardea Delhi con propaganda estadounidense de que Washington está
llegando a un “gran pacto” con Pakistán sobre el problema afgano según
el cual habrá un acomodo mutuo de las preocupaciones de uno y otro, que
podría incluir la intervención de EE.UU. para mediar en el problema
cachemirí y presión de EE.UU. sobre Delhi para reducir su presencia en
Afganistán.
En un comentario de la semana pasada en la revista Foreign Policy en la víspera de la visita de la secretaria de Estado Hillary Clinton a Islamabad, dos destacados miembros de think-tanks
estadounidenses trataron alternativamente de tentar a Islamabad y
atemorizar a Delhi colocando sobre la mesa los ingredientes del “gran
pacto”. Verdaderamente, todo esto se está convirtiendo en una temporada
de propaganda.
Lo más importante del asunto es que EE.UU. está
desesperado por llegar a un acuerdo estratégico con el gobierno del
presidente Hamid Karzai en Kabul que permita el establecimiento de una
presencia militar a largo plazo de EE.UU. en Afganistán.
El
lunes, cientos de afganos se manifestaron en Kabul contra bases
estadounidenses. Ese mismo día, la cámara baja del parlamento afgano
rechazó condiciones que guían las operaciones del acuerdo existente
entre el gobierno afgano y la Fuerza Internacional de Ayuda [ISAF]
porque viola la soberanía del país. El ambiente en el Parlamento afgano
parece hostil.
Karzai está convocando a una loya jirga
(gran consejo) con el fin de de buscar apoyo para el pacto entre EE.UU. y
Afganistán. Se llegará al punto crítico cuando se reúna el 16 de
noviembre. Karzai promete que el pacto estadounidense-afgano se enviará
al Parlamento para su aprobación después de discutirlo en la jirga. Washington insiste en que la jirga
apruebe el borrador del pacto antes de la que tenga lugar en diciembre
la conferencia Bonn II. El futuro político de Karzai depende de si puede
cumplir el pacto.
Parlamentarios, algunos ex miembros, un tercio
de los miembros del consejo provincial, representantes de la sociedad
civil, algunas personalidades distinguidas, eruditos religiosos y
dirigentes tribales influyentes han sido invitados a la jirga.
Doscientos treinta representantes de las comunidades de refugiados
afganos en Pakistán, Irán y los países occidentales, también asistirán a
la jirga de 2.030 participantes.
El 13 de septiembre,
el consejero nacional de seguridad afgano Dadfar Spanta dijo a los
parlamentarios afganos que EE.UU. puede establecer bases militares en
Afganistán después de la firma del pacto, pero que el pacto no se
firmará a menos que sea aprobado por el Parlamento. Spanta agregó que:
“Las preocupaciones de nuestros vecinos [por el pacto EE.UU.-Afganistán]
son genuinas, pero no permitiremos que nuestro suelo se utilice contra
ellos”.
El Parlamento teme, sin embargo, que Karzai pueda preferir dejarlo de lado después de extraer el apoyo de una jirga dócil
e interpretarlo como la opinión colectiva de la nación afgana. El
Parlamento instruyó a su presidente el lunes para que dirija una
comunicación oficial a Karzai destacando su prerrogativa constitucional
de aprobar los temas de política exterior.
La jugada final afgana
entra en una fase crucial; mucho dependerá de la política regional. El
peor de los casos para EE.UU. es que subsumiendo las contradicciones en
las relaciones interregionales entre Pakistán, Irán, India y China, esos
países podrían tener una opinión convergente sobre el tema de las bases
militares estadounidenses.
Una acentuación de esas
contradicciones serviría, por lo tanto, los intereses geopolíticos de
EE.UU. en la coyuntura actual, de ahí la estrategia de “dividir para
gobernar” de EE.UU.
El embajador M. K. Bhadrakumar fue
diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus
funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka,
Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía
Fuente: Rebelion.org