Entrevista a Kristinn Hrafsson, portavoz de Wikileaks
"Cada vez que el gobierno de EE.UU. ofrece alguna
justificación, a los pocos días se producen nuevas revelaciones que lo
desmienten”
El gobierno de
Estados Unidos no encuentra salida del lío en el que se encuentra debido
a la cosecha de secretos que ha revelado al mundo el ex analista
informático de la CIA Edward Snowden, actualmente asilado en Moscú. Se
trata, según Le Monde, de “un sismo planetario”. Y en medio del
remolino, “el presidente Barack Obama se está viendo realmente mal”,
asegura el vocero de Wikileaks, el periodista islandés Kristinn Hrafsson, en entrevista con La Jornada.
“No
ha logrado ofrecer una sola explicación mínimamente creíble, ni para
sus propios ciudadanos ni para los gobiernos aliados que han sido
sujetos a estas operaciones de monitoreo. Y cuando ofrece alguna
justificación mediante su jefe de Inteligencia James Clapper –a quien yo
lo llamo el jefe del espionaje-- a los pocos días se producen nuevas
revelaciones que lo desmienten”.
Hrafsson reconoce que hoy, en el
esplendor de la “saga de Snowden”, el clima social y mediático ha sido
más benigno para las labores de denuncia de los whistleblowers –esa
elocuente palabra inglesa sin traducción precisa, pero que puede leerse
como “reveladores de secretos” o “denunciantes de abusos”—que el que
tuvieron que capotear él y sus compañeros en 2010, cuando salieron a la
luz de las primeras filtraciones de Wikileaks. En 2010, después del
primer impacto y la visibilidad que les dio el haber compartido los
archivos del cablegate con los cinco medios impresos de mayor
peso del mundo, el equipo enfrentó el desdén de los mismos periódicos
que se beneficiaron de los cables secretos, la autocensura y la
descalificación de muchos otros medios y una causa penal en curso en
Estados Unidos que orilló a su director, Julián Assange, a pedir asilo
en la embajada de Ecuador en Londres.
En el “capítulo dos” de esta
historia de transparencia informativa, admite Hrafsson, “el mundo y los
medios han cambiado su percepción sobre el trabajo de quienes revelan
información confidencial”. Hace menos de cinco meses Snowden lanzó a la
luz pública –principalmente a través de los periodistas Glen Greenwald y
Laura Poitras-- los archivos de la Agencia Nacional de Seguridad con
información masiva recolectada ilegalmente a gobiernos amigos y enemigos
y a ciudadanos estadunidenses y extranjeros. Aun no se alcanza a ver la
magnitud de esta metadata. Pero el descontento por este espionaje sin límites ha sido generalizado.
“Hoy
se comprende mejor el sentido de nuestro trabajo y hay mayor aprobación
de las audiencias y lectores, lo que no deja de sorprenderme. Millones,
en todo el mundo, han aprendido a descifrar lo que quiere ocultar el
gran aparato de propaganda de Washington y pueden ver más allá de las
mentiras y la desinformación de la gran prensa corporativa. De 2010 a
2013 la opinión pública mundial ha madurado”.
Kristinn Hrafsson es
un reportero multipremiado. Su nombre en islandés significa “hijo de
cuervo”. Era gran figura de la televisión de Reikiavik hasta hace
algunos años. Hace cuatro años dio el salto del periodismo convencional a
la plataforma Wikileaks cuando vio el video titulado “Asesinato
colateral”, sobre el ataque del ejército estadunidense a civiles
iraquíes en una calle de Bagdad en 2007. La grabación, que muestra cómo
dos helicópteros del ejército ametrallan a civiles desarmados, fue
divulgada por Wikileaks en abril de 2010.
“Me cimbró tener en las
manos la evidencia de un asesinato a sangre fría”. Viajó a la capital de
Irak y buscó a los dos niños sobrevivientes del ametrallamiento aéreo.
Entre los civiles muertos estaba su padre. Entonces resolvió sumarse al
equipo de Assange, a quien había conocido poco antes. “Los dos venimos
de dos ambientes muy distintos. Yo vengo de un medio periodístico muy
convencional en Islandia, Julian formaba parte de un grupo de jóvenes
locos por el ciberespacio en Melbourne, chicos que se guiaban por
códigos éticos muy claros. Pero nos identificamos de inmediato,
compartimos los mismos ideales”.
El gran reacomodo de la prensa mundial
--¿Qué
hay diferente en la forma como ha reaccionado el mundo ahora, en 2013, a
como fueron recibidas las primeras grandes revelaciones de Wikileaks,
los archivos de Afganistán, Irak, el Cablegate hace tres años?
--Creo
que el periodismo vivió un reacomodo muy profundo. Washington nos trató
desde el primer momento como traidores. A pesar de que la prensa
corporativa, la de las grandes empresas, se comportó de una manera
notablemente mezquina, autocensurando la información de Wikileaks,
regateando la verdad y prestándose al aparato de propaganda de
Washington que nos quiso presentar como terroristas, la información
logró llegar a la gente. A Snowden también lo tachan de traidor y es
perseguido judicialmente. Pero las sociedades en todo el mundo, que se
sienten agraviadas por ser objeto de espionaje sin justificación alguna,
están dando cuenta de una gran madurez.
--¿Qué cambió entre 2010 y 2013?
--En
marzo de 2011, cuando estábamos en pleno torbellino de las filtraciones
de Wikilieaks, la trasnacional de encuestas IPSOS Mori hizo un sondeo
en 25 países sobre Wikileaks. La mayoría, en todos los países excepto
uno, respondió que estábamos haciendo algo correcto. El promedio global
fue de 75 por ciento de una opinión favorable, pero en algunos países
era abrumador el apoyo. En Sudáfrica 95 por ciento, en la India 76 por
ciento. Sólo en Estados Unidos la opinión favorable fue menos del 20 por
ciento.
“Quedé estupefacto. ¿Cómo era posible que hubiera tan
buena opinión sobre nosotros, si el propio vicepresidente de Estados
Unidos John Biden nos había calificado de terroristas? La mayoría supo
entender quién es el bueno de la película. Es esperanzador saber que la
gente, a pesar de tantas mentiras, a pesar de Fox News y similares, sigue conservando su capacidad crítica.
“Pero
va más allá: hoy en día son pocos los que ignoran que la prensa
estadunidense ha sido complaciente con las mentiras de su gobierno. Han
ocultado historias y después no han podido negarlo.
--¿Ejemplos?
--Uno, que para mí es más grave. The Washington Post
literalmente se sentó sobre el video de “Asesinato Colateral” en Bagdad
por nueve meses. Y nunca salió a la luz hasta que nosotros lo sacamos.
La nota la tenía David Finkel; él mismo lo confiesa en su libro, El buen soldado,
sobre su trabajo como periodista encamado en Irak en 2003. Es un libro
curioso, Finkel da la impresión de que pasó muchos días en misión con
las unidades militares pero yo entrevisté personalmente a muchos de los
soldados que él cita. Y casi todos me dicen lo mismo: ah, ese cuate que
casi nunca salió del complejo de la base militar y que nos entrevistaba
cuando regresábamos de alguna operación.
Y otro: el programa de televisión 60 Minutes tuvo
en su poder las fotografías de las torturas de prisioneros iraquíes en
Abu Ghraib a manos de militares estadunidenses un año antes de que
salieran a la luz pública. El gobierno de George Bush pidió que no las
sacaran, porque era malo para su imagen. Y la única razón por la que
decidieron desbloquear la censura es porque supieron que Symour Hersh,
de The New Yorker, tenía ya una copia y estaba a punto de
publicar un reportaje sobre la violación de derechos humanos por parte
del ejército estadunidense en esa prisión.
Mentiras que caen por su propio peso
Recientemente
funcionarios de Washington aseguraron que ellos “jamás” habían
monitoreado información privada de la poderosa canciller alemana Angela
Merkel. Pero el miércoles pasado, Obama recibió en la oficina oval una
llamada furiosa desde Berlín. Merkel quería saber si –como revelaban los
archivos de Snowden—su celular oficial había sido “pinchado” por los
agentes de la NSA. Un día antes, el jefe de la diplomacia estadunidense
John Kerry llegó en visita oficial a París. El ministro de Relaciones
Exteriores Fabius Laurent, malencarado, lo recibió en Quay d´Orsay.
Justo ese día Le Monde publicaba evidencias de que, entre el 10
de diciembre de 2012 al 8 de enero de 2013, había 73 millones de
“entradas” a su sistema, de teléfonos de ciudadanos franceses comunes y
corrientes, intervenidos por la NSA. Además de que las actividades
diplomáticas francesas en diversos países habían sido espiadas
sistemáticamente.
“Nada. A todo esto no hay una sola explicación
viable y sí muchas mentiras que caen por su propio peso. Un caso
concreto: Washington aseguró que nunca ha realizado espionaje económico y
comercial. No tardó ni un mes en aparecer la evidencia del espionaje a
Petrobras para obtener ventajas en negociaciones comerciales con
Brasil”, dice Kristinn Hrafsson, quien estuvo en días recientes en
México.
Y más. Se refiere a las declaraciones que hizo hace
algunas semanas el general Keith Alexander, jefe de la NSA, quien
aseguró que con las operaciones de espionaje –en el lenguaje oficial
usan el eufemismo “recolección de inteligencia”-- se habían conjurado 52
planes terroristas. Después corrigió, durante una audiencia en el
Congreso, donde fue interrogado de manera mucho más específica, que
habían desarticulado sólo ocho “complots”, todos de carácter doméstico,
según él.
“No precisó más, nadie sabe de qué tipo de amenazas se
trata. Podían ser unos cuantos lunáticos intercambiando mensajes sobre
planes delirantes o si hubo algún plan serio para volar un edificio o
algo así. Lo importante es que Obama no ha podido comprobar que estas
actividades de espionaje han tenido algún resultado realmente útil. Con
la presión que tienen encima ya hubieran presentado alguna prueba, si la
tuvieran”, asienta el vocero de Wikileaks.
Sarah Harrison entra a escena
--Cuando
irrumpe la saga de Snowden, como le llamas, el proyecto Wikileaks
estaba bajo una presión tremenda. ¿Las revelaciones de la NSA les quitan
a ustedes un poco el peso?
-Por una parte sí, ya que la atención
de nuestros críticos y de los que nos quieren perseguir tiene que
dividirse, tienen que ir también detrás de su nuevo enemigo. Pero
nosotros también nos involucramos en la defensa de Snowden. Desde el
primer momento entendimos que era nuestro deber. Él estaba ahí, solo,
con ese montón de secretos y sin que nadie lo apoyara. Por eso viajó
nuestra compañera Sarah Harrison a Hong Kong, para estar con él.
--¿Cuál fue el papel de Sarah? ¿Quién es ella?
--Es
una periodista joven, muy brillante y bastante conocedora de las leyes
de asilo y de las formas de superar los obstáculos para conseguir
protección. Con el caso de Julian nos volvimos medio expertos en el
tema. Su gesto muy valiente, por cierto, al viajar a Hong Kong para
auxiliar a Snowden en un momento en el que él estaba prácticamente
incomunicado, conociendo –él mejor que nadie—los peligros del internet
en sus condiciones.
--¿Cuál es su situación migratoria actual? ¿Está asilada, como Snowden?
--Más
bien una especie de autoexilio. Si algo explica sus riesgos es
justamente lo que le pasó a David Miranda, el brasileño compañero de
Glen Greenwald cuando fue detenido en Londres en su paso de Berlín a Río
de Janeiro, bajo el pretexto de una ley terrorista. Su país, Gran
Bretaña, podría actuar con ella de manera parecida. Ella va a necesitar
algún tipo de protección, ya que es parte de nuestra organización, que
es perseguida.
--A propósito de Gran Bretaña, hay una imagen
que es más expresiva que mil palabras, la fotografía de las computadoras
del diario de The Guardian destruidas a martillazos por los servicios antiterroristas ingleses…--
--Cierto,
es todo un símbolo contemporáneo de la situación de la prensa, hoy en
día. Antes que nada, es una estupidez. ¿Para qué destruir una máquina en
perfecto estado cuando es obvio que la información que contenía está
resguardada y debidamente encriptada en algún otro lugar? Fue un acto
brutal de poder, una forma de decirle al periodista: no estás seguro,
donde quiera que te encuentres. Pero lo que más me sorprendió es que el
editor de The Guardian no dijera nada de lo sucedido sino hasta un mes después.
--¿Por qué lo hizo?
--Ellos
dicen que estaban esperando el mejor momento. Para mi es una
explicación inaceptable. Pisotearon los principios básicos del
periodismo y no denunciaron de inmediato. Es un escándalo.
--¿Crees
que los periodistas de Estados Unidos han cambiado su forma de cubrir
las guerras desde Vietnam, en los años sesenta, cuando fue precisamente
Hersh quien desde Estados Unidos, no desde Saigón, descubrió y reveló la
matanza de Mai Lai?
--Hace poco hablaba de esto con John Pilger, el periodista australiano, autor del libro Basta de Mentiras.
Me decía cómo los grandes reporteros, como Wilfred Burchet, que reveló
lo de la bomba de Hiroshima, o el propio Hersh, los que sacan a la luz
esas exclusivas históricas siempre nadaban a contracorriente del poder.
Es desde su visión de disidentes que desenmascaran los mitos de la
guerra.
--Tres australianos –Pilger, Burchett, Julian Assange--¿tienen algo en común?
--Por
lo menos, son tres periodistas extremadamente tercos. Y tienen un
profundo sentido de la justicia. Y no les importa ir contra la
corriente, si es que están convencidos de ello.
Wikileaks tiene futuro, pese a todo
--El editor de The New York Times que recibió los cables del Cablegate
hace tres años dijo entonces que un golpe mediático de este tipo no se
volvería a dar en la historia porque las filtraciones de Wikileaks
justamente provocarían que se crearan los antídotos para este tipo de
filtraciones. Decía que realmente nada había cambiado en el periodismo.
--Sí, una afirmación suena como de Bill Kelly. Pero…ahora está Snowden.
--¿Wikileaks tiene futuro?
--Estoy
seguro de ello. Hace tres años no lo habría podido afirmar con esta
seguridad. Pero han sucedido cosas que hace tres años nadie hubiera
podido prever… como el desmoronamiento de la economía global, el Tea Party estadunidense arrodillando a la Casa Blanca. ¿Cómo estará el mundo? ¿Cómo estará Wikileaks en ese contexto?
Tenemos
que ser totalmente sinceros. La información confidencial ha seguido
fluyendo, hay muchos informantes que siguen confiando en nosotros. Pero
nuestra capacidad de acción está seriamente afectada por el bloqueo
económico. Sería irresponsable de nuestra parte volver a abrir la
plataforma que tenemos para recibir información, si no tenemos los
recursos y el equipo para analizarlo como se debe, para procesarlo. Es
tanta la información que se necesitaría un enorme equipo…que simplemente
no tenemos ahora.
Hay que decirlo abiertamente. En 2010 y 2011
agotamos todos nuestros recursos para la divulgación de nuestros
materiales y para defendernos de los procesos judiciales. Como sigue el
bloqueo de los bancos y la persecución, tenemos que bajar el ritmo y la
intensidad de nuestro trabajo. Por ahora volamos bajo el radar.
--¿Cómo va la investigación criminal contra Assange y Wikileaks en Estados Unidos?
--Sigue.
Eric Holden, el procurador general de Estados Unidos, ha admitido la
existencia del caso. Sabemos que han recopilado centenares de miles de
folios. Hemos sabido que la investigación criminal va contra seis
personas, Julian Assange y otros cinco.
--¿Tu nombre está en esa lista?
--No lo han hecho público. Hasta ahora.
Hrafsson
pone en la mesa el caballito de tequila que ha degustado en la última
hora de entrevista. En la terraza al aire libre el frío aprieta.
Kristinn se pone de pie, cuan largo es, y se despide con esa afabilidad
suya, de nórdico que nunca se altera.
Fuente: Rebelion.org