Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
El 11 de agosto, el Ejército Popular de Liberación (EPL) de China, inició su mayor maniobra militar en décadas. Unos 50.000 soldados, provenientes de cada uno de los siete comandos militares, fueron desplegados mediante “transporte por ferrocarril y avión” a territorios que les eran poco familiares, lejos de sus bases de entrenamiento. El objetivo del ejercicio era “mejorar la capacidad de proyección de largo alcance [del EPL], informó la agencia oficial de noticias china Xinhua.
El EPL, por lo tanto, no realizaba maniobras para prepararse para una hipotética invasión de Taiwán, como lo ha hecho en muchos de sus ejercicios en el pasado. Esas “maniobras Taiwán” tenían muy poco uso práctico, ya que muchos generales han admitido que incluso si China atacara la isla, lo haría con cohetes y misiles, no tratando de desembarcar miles de soldados en las playas de Taiwán.
Esas maniobras sirvieron sólo para ejercer presión psicológica sobre la población taiwanesa. Tuvo éxito en cierto grado, en el sentido de que los taiwaneses se atemorizaron, pero tuvo un efecto contraproducente porque los taiwaneses no fueron intimidados para que se sometieran a China, sino al contrario, fueron convencidos de que resistieran los esfuerzos de reunificación de China.
Desde esas iniciativas contraproducentes, el EPL se ha hecho más perspicaz, pero todavía tiene objetivos políticos tras cada una de sus maniobras anunciadas. En este caso, el EPL está pensando en proyección de largo alcance, es decir en el envío de soldados fuera del territorio chino con propósitos especiales. Un territorio que necesita soldados y donde podrían ser desplegados soldados chinos es Afganistán.
Con sus últimos ejercicios, China podría estar guiñando el ojo a la OTAN y a EE.UU. – que están actualmente involucrados en Afganistán – diciendo, tenemos soldados, están entrenados, y podríamos enviarlos.
La OTAN necesita más soldados en Afganistán. Aunque la cantidad combinada de soldados extranjeros asciende actualmente a unos 100.000, el territorio es terriblemente montañoso e inhospitalario. Tiene el doble del tamaño de Italia, y es ligeramente más pequeño que el Estado de Texas.
Con 33 millones de habitantes, más de la mitad de menos de 25 años, la edad promedio del país es de 17,6 años; es decir más de la mitad de la población nació y creció sin ver otra cosa que guerra. Más de un 80% de la población es analfabeta, pero la mayoría de los hombres son orgullosos dueños de rifles, que han utilizado muchas veces.
Gran parte de la economía se basa en el narcotráfico (según cálculos, Afganistán produce cerca de un 70% de la producción total de opio del mundo) y en la ayuda internacional – dos elementos contaminadores en cualquier sociedad y aún más en un país desgarrado por la guerra durante los últimos 30 años.
Ante esta situación, en vista de la guerra de los retrógrados y hostiles talibanes y los líderes tribales contra el gobierno de Kabul, la cantidad de soldados desplegados es miserable.
Aparte de los cerca de 100.000 soldados extranjeros, hay “contratistas” (es decir mercenarios que trabajan para Kabul) que podrían ser unos 40.000. El objetivo actual del gobierno de Barack Obama es aumentar las fuerzas de seguridad afganas a hasta 250.000.
El grandioso y optimista total sería por lo tanto de 400.000 soldados para controlar un país en el cual hay por lo menos 10 millones de hombres jóvenes, coléricos, analfabetos, duros y armados. En comparación, Italia, sin una verdadera insurgencia, y con 60 millones de habitantes, tiene más de 600.000 policías y soldados que enfrentan a sólo unos pocos miles de criminales armados en un territorio de la mitad del tamaño de Afganistán.
Semejantes comparaciones son difíciles, pero ciertamente esas cifras nos dicen que ni siquiera 400.000 soldados pueden llevar la seguridad a Afganistán en la situación actual. Y la cifra de 400.000 es muy optimista por muchos motivos, como ser el que se dé por sobrentendida la lealtad de la tropa afgana.
En esta situación, incluso si China enviara 50.000 soldados – todos los que participaron en la maniobra en agosto – podría influir en el resultado, pero no lo suficiente. Por más hombres que necesite en el terreno, Kabul requiere una mejor situación política a lo largo de sus fronteras para hacer que sean efectivos.
El primer problema es Pakistán. El país es un refugio bien establecido para los talibanes, que pueden cruzar a voluntad la porosa frontera para lanzar incursiones hacia Afganistán.
Los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad paquistaníes han entrenado y financiado desde hace tiempo la beligerancia en Cachemira dividida, donde los yihadistas cruzan hacia Cachemira administrada por India para afrontar a las fuerzas de seguridad indias. [1] Técnicamente, Pakistán ha dejado de apoyar a esos yihadistas, pero sigue monitoreándolos, manteniendo por lo tanto activos sus canales de comunicación y colaboración.
Muchos de esos militantes cachemiríes tienen buenas conexiones con los talibanes afganos. En muchos casos se trata de la misma gente – oran en las mismas mezquitas, han estudiado en las mismas madrazas (seminarios), y pueden combatir igual de bien en Cachemira como en Afganistán. De esta manera, las fuerzas de seguridad paquistaníes, al ayudar a la causa cachemirí, también ayudan a la causa talibán.
Pakistán no oculta el hecho de que no le gusta el gobierno de Kabul, que considera demasiado “favorable a Nueva Delhi”, y no es un secreto que Islamabad teme ser puesto en aprietos por un control indio de Afganistán. De esta manera, conviene a Pakistán mantener viva la insurgencia cachemirí, por lo menos para molestar a los indios y tener más cartas de cambio con ellos – también es de interés para Pakistán “avivar” las cosas en Afganistán.
Por cierto, la situación puede avivarse demasiado para el propio bien de Pakistán, ya que los talibanes han establecido su control en gran parte de las áreas tribales. Sin embargo, aunque las altas temperaturas son peligrosas, también significan mayor atención de EE.UU., de ahí, más ayuda e influencia política paquistaní en Washington.
Incluso el cultivo de la amapola de opio tiene su lugar en este acertijo. Las amapolas son cultivadas en Afganistán, pero llegan al mundo con la ayuda de gente en Pakistán e Irán, que se está enriqueciendo y por lo tanto dejaría que la situación se encone. Hay que encontrar una política de erradicación de amapolas de opio, pero sólo será posible imponerla si se reprime a los traficantes.
En suma, si no hay una solución política con Pakistán que detenga concluyentemente su apoyo a los combatientes cachemiríes o talibanes, Afganistán nunca estará en paz.
Afganistán conoció la paz sólo antes de la invasión soviética de 1979, cuando el país mantuvo un equilibrio con sus vecinos y se basó fuertemente en Pakistán. Después que los soviéticos – aliados de los indios en la Guerra Fría – invadieron Afganistán, Islamabad se sintió presionado y luchó dura y exitosamente por atraer a los estadounidenses al conflicto.
Incluso ahora, si Pakistán no está totalmente de parte de las tropas extranjeras en Afganistán, los talibanes nunca serán vencidos. La busca de la seguridad en Afganistán en la situación actual equivaldría a tratar de vaciar una tina llena de agua abriendo el desagüe pero manteniendo el grifo abierto.
Una solución para EE.UU. en Afganistán sería simplemente retirarse y dejar toda la seguridad en manos de los paquistaníes, mientras mantiene un ojo vigilante sobre los acontecimientos en Pakistán y Afganistán. Fue la situación en los años noventa, con la excepción de que EE.UU. simplemente olvidó el control de los eventos, no escuchó los pedidos de ayuda de Pakistán, las cosas anduvieron mal, y los talibanes llegaron al poder en 1996.
Idealmente, Pakistán e India debieran hallar una solución al problema de Cachemira. Eso iniciaría un círculo de confianza bilateral que llevaría al control de los combatientes. Pero no se ha encontrado una solución para Cachemira en más de 60 años, de modo que cuesta esperar una solución ahora.
De un modo menos ideal, pero más práctico, China podría enviar tropas a Afganistán y abrir un diálogo regional exhaustivo sobre ese país, involucrando también a los rusos e iraníes – aparte de estadounidenses, paquistaníes y afganos.
El valor de soldados chinos en el terreno podría ser político. En los últimos 60 años, China ha sido un aliado inquebrantable de Pakistán, y su presencia en el terreno podría ser un compromiso para mantener a Afganistán en “manos paquistaníes.” Por otra parte, India debiera dejar Afganistán a Pakistán, a cambio de una concesión paquistaní respecto a Cachemira. Este último acuerdo sería muy difícil, pero podría ser facilitado mediante un acuerdo de India a tropas chinas en Afganistán.
Todo esto no serviría sólo el propósito de tener más soldados en el terreno, serviría el interés paquistaní de arrancar Afganistán de manos de los talibanes. Pakistán debería cerrar el grifo para que se seque el flujo de combatientes.
Sin una solución política y un objetivo político, toda solución militar será derrotada por definición.
Este razonamiento se basa en un objetivo político – minimizar tanto la insurgencia talibán que Afganistán pueda ser cruzado con seguridad por oleo y gasoductos, carreteras, bienes y turistas. Esto, sin consideración a quién gobierna en Kabul – sea el actual presidente Hamid Karzai o cualquier otro, o si el gobierno es una democracia u otra cosa.
Nota
1. Vea la entrevista del autor con Zhang Xiaodong “L'Iran tra Cina e Usa” La Stampa, 3 de marzo de 2009.
Francesco Sisci es editor de Asia de La Stampa.
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