El coste humano de una guerra contra Irán
Consortium News
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
A finales de 2002,
justo antes del inicio de la campaña “conmoción y pavor” de EE.UU.
contra Irak, me invitaron a unirme a una reunión de analistas de
inteligencia en el U.S. Army War College en Carlisle, Pennsylvania, para
participar en un ejercicio de “juegos de guerra” sobre Irak. Nos
asignaron roles específicos y se nos pidió que “interpretáramos”
diversos escenarios políticos y diplomáticos que podrían tener lugar
después de un ataque estadounidense a Irak.
Un alto y
robusto, iraquí-estadounidense que estaba presente como observador y
sentado junto a mí el último día, señaló en voz baja: “Toda esta gente
está hablando de temas estratégicos, políticos y militares; nadie habla
de los cientos de miles de personas –de mi pueblo– que van a morir”.
Sus
palabras me impresionaron por su trágica profundidad y las lágrimas que
se acumulaban tras sus oscuras gafas me hicieron sentirme
repentinamente avergonzada de estar allí, consciente de la total
ausencia de consideración por los iraquíes. Me esforcé por encontrar
algo que decir a fin de consolar al hombre, pero no tuve esa suerte.
Tantos
años después ese incidente vuelve a atormentarme mientras nos acercamos
al precipicio de otra guerra mortífera. ¿Permitiremos que nos cieguen
de nuevo?
Mientras los dirigentes israelíes se involucran
en frenéticas posturas respecto a un posible ataque militar a Irán, de
nuevo tenemos eruditos, expertos y comentaristas que especulan sobre
cómo se desarrollaría una ofensiva israelí. Buscan el significado de la
retórica inflamatoria del ministro de Defensa Ehud Barak y del primer
ministro Benjamin Netanyahu y meditan sobre el impacto de una guerra en
los intereses políticos, estratégicos y económicos de Occidente.
Como
en el caso de los juegos de guerra a los que asistí en el War College
hace 10 años, su estrecho enfoque sobre aspectos estratégicos y tácticos
de un conflicto potencialmente serio evita convenientemente el hecho de
que estamos hablando de asesinatos y mutilaciones masivas de civiles
iraníes, así como de muchos otros en la región.
Ataque contra Bushehr: ‘Miles de muertos’
En
un artículo sobre el tema que invita a la reflexión, la profesora
Marsha B. Cohen, especialista en temas iraníes-israelíes, señala que un
trabajo de 114 páginas encargado en 2009 por el Centro de Estudios
Internacionales y Estratégicos: “Estudio sobre un posible ataque israelí
contra instalaciones de desarrollo nuclear de Irán”, dedicó solo dos
páginas al tema de las pérdidas humanas previstas (p. 90-91).
El
estudio dice que “cualquier ataque al reactor nuclear Bushehr causará
la muerte inmediata de miles de personas que viven en la zona y miles de
muertes subsiguientes por cáncer o hasta cientos de miles dependiendo
de la densidad de la población a lo largo de la pluma de contaminación”,
y agrega que Bahréin, Catar y los Emiratos Árabes Unidos serán
fuertemente afectados por los radionúclidos”.
En otras
palabras, el documento reconoce que dado que la propagación de la
radiación nuclear no se detiene en fronteras nacionales, las poblaciones
civiles de toda la región, incluidas las de aliados de EE.UU., se verán
obligadas a sufrir las horribles consecuencias de cualquier aventura
militar israelí en Irán.
El trabajo enumera la gama de
sufrimiento humano y muerte por radiación según el grado de exposición,
yendo de 0 a 5 Roentgen: “ningún efecto obvio, posiblemente pequeños
cambios en la sangre”, hasta 5.000 Roentgen: “incapacitación casi
inmediata; todos las personas expuestas morirán en el plazo de una
semana”. Un mapa de la región muestra los patrones de viento
prevalecientes, indicando hacia dónde es probable que se desplace la
radiación.
Sin más discusión de la dimensión humanitaria,
la página siguiente pasa a hablar de los diversos atributos técnicos de
los sistemas de misiles israelíes e iraníes.
La empatía humana, ¿víctima de una cultura de la guerra?
¿Por
qué parecen sentir tan poca compasión los responsables políticos de
EE.UU. y los de las comunidades de las agencias de inteligencia y think tanks
que los apoyan por las víctimas de sus decisiones políticas y
militares? ¿Se han alejado tanto del sufrimiento ajeno, mientras son
llevados de reunión a reunión por chóferes en sus todoterreno y
limusinas?
El tema del sufrimiento humano es casi tabú
entre esas elites y generalmente solo se menciona cuando la publicidad
negativa en los medios, o su posibilidad, los obligan a tomar medidas.
¿Alientan
los medios noticiosos dominantes una cultura de la guerra que
condiciona a sus ciudadanos para que no piensen en los sufrimientos
humanos de los ciudadanos en el extranjero? ¿Podría ser que nuestros
medios controlados por las corporaciones no quieran que los
estadounidenses se interesen por el hecho de que los cuerpos de hombres,
mujeres y niños en Irán sean desgarrados por los masivos bombardeos,
ataques aéreos, o que se deterioren lenta y dolorosamente por
enfermedades relacionadas con la radiación que acompañarán la exposición
al uranio empobrecido de las bombas “revienta-búnkeres”?
¿Cuándo
aparecieron por última vez en las pantallas de televisión esas
secuencias de muertos y heridos de las guerras de Irak, Afganistán o
Pakistán? Incluso para los estadounidenses que buscan fuentes en los
medios alternativos es probable que la transmisión en WikiLeaks del ahora famoso video “Asesinato colateral” pueda haber sido la primera –y posiblemente última– exposición a la brutalidad de esas guerras.
El programa alemán “Panorama” sobre el video “Asesinato colateral”
elaboró una excelente secuencia que muestra al soldado estadounidense
Ethan McCord, que llegó después de la matanza y desobedeció órdenes al
ir de prisa a llevar a uno de los niños heridos para que recibiera
atención médica.
El hecho de que tal programa se
presente en Alemania, donde tuvo una amplia e intensa resonancia, pero
no en EE.UU., dice mucho de la autocensura que ahora domina en los
medios noticiosos estadounidenses cuando se trata de la muerte y
destrucción causadas por las guerras de EE.UU.
Los medios
noticiosos estadounidenses no fueron siempre tan reticentes a mostrar
las sangrientas realidades de la guerra. Cuando la televisión de EE.UU.
transmitió imágenes gráficas, a la mejor hora, de soldados
estadounidenses heridos y de aldeanos aterrorizados en Vietnam, los
estadounidenses reaccionaron formando un masivo movimiento contra la
guerra que terminó por imponer el final del conflicto en el Sudeste
Asiático.
El experto neoconservador Norman Podhoretz,
enérgico partidario de la Guerra de Vietnam, así como de las guerras de
Irak y Afganistán, se molestó por la retirada de EE.UU. del Sudeste
Asiático y consideró que era necesario que la sociedad estadounidense
superara el “Síndrome Vietnam”, es decir lo que calificó de
“inhibiciones enfermizas contra el uso de fuerza militar”.
Un
importante objetivo de relaciones públicas de los gobiernos de Reagan y
de Bush hijo fue curar al pueblo estadounidense de ese “Síndrome
Vietnam”, un proceso que progresó durante las pequeñas guerras de los
años ochenta, como la invasión de Granada, la invasión de mediano tamaño
de Panamá, hasta la Guerra del Golfo Pérsico de mayor escala contra
Irak. Después de la matanza de esa guerra terrestre de 100 horas, el
presidente George H.W. Bush declaró: “¡Por Dios!, hemos eliminado de una
vez por todas el Síndrome Vietnam”.
Desde el inicio de
las guerras de EE.UU. en Afganistán e Irak después del 11-S, los medios
dominantes controlados por las corporaciones han tenido un éxito notable
en la tarea de mantener las realidades de la guerra lejos de las
pantallas de la televisión. Los ejecutivos de los programas de noticias
han cedido ante las quejas de los halcones belicosos que se quejaban de
una cobertura “antipatriótica” de la guerra y han tomado duras medidas
contra imágenes que podrían influenciar negativamente a la opinión
pública.
Hasta hace poco, esa censura de las víctimas de
la guerra incluía la prohibición transmitir imágenes de ataúdes
militares que llegan a la Base Dover de la Fuerza Aérea. La ignorancia
de las tristes realidades de la guerra también ha permitido glorificarla
a través de programas de televisión como “Stars Earn Stripes”.
La
ausencia de voces favorables a la paz en los medios dominantes también
ha contribuido al aislamiento de los estadounidenses de las realidades
de la guerra, al fomento de temores irracionales y a deshumanizar a las
víctimas de la guerra como si fueran el anónimo “Otro”.
El
valor de la compasión por el prójimo se describe a menudo como
debilidad en el discurso de los medios dominantes, una actitud que debe
otorgar inmensa satisfacción a Podhoretz y a otros de su calaña que
denunciaron las “enfermizas inhibiciones” contra la violencia que
infectaron a los estadounidenses después de la Guerra de Vietnam.
A
medida que aumentan los riesgos de una participación de EE.UU. en una
imprudente e insensata aventura militar israelí contra Irán, no debemos
olvidar que los que propugnan tales guerras están casi siempre
confortablemente situados en lugares y estilos de vida que aseguran que
nunca tendrán que ver un campo de batalla, un cadáver mutilado o un niño
deformado.
Elizabeth Murray sirvió como Oficial Adjunto
de Inteligencia Nacional para Medio Oriente en el Consejo Nacional de
Inteligencia antes de su retiro después de una carrera de 27 años en el
gobierno de EE.UU., donde se especializó en análisis político y
mediático de Medio Oriente. Es miembro de Profesionales Veteranos de la
Inteligencia por la Cordura (VIPS, por sus siglas en inglés).
Fuente: Rebelion.org