viernes, 30 de abril de 2010

Crece el temor en Kandahar ante la esperada ofensiva de la OTAN

Radio Free Europa/Radio Liberty

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Los kandaharis no confían en que la próxima ofensiva pueda resolver los problemas de la ciudad.

Los habitantes de Kandahar viven en una antigua y vibrante ciudad que rivaliza con Kabul como corazón económico, político y cultural del país. Pero es una ciudad ferozmente disputada que no sabe lo que es vida normal desde hace muchos años.

Durante el día, la metrópoli de medio millón de habitantes está en manos del gobierno de la ciudad, que tiene al frente a Ahmad Wali Karzai, el controvertido hermano del Presidente afgano Hamid Karzai. Los vecinos se quejan de la corrupción rampante y de que la mayor parte de las unidades de la policía están controladas por poderosos elementos mafiosos locales.

Ahora existe un temor aún mayor ante la muy importante operación militar planeada por la OTAN para el verano próximo. Nadie sabe cuándo va a empezar. Los únicos indicios existentes se basan en algunas filtraciones ocasionales de los oficiales del ejército de Occidente que han comentado que podría ser en el mes de junio. Pero no se sabe nada acerca de las características que va a tener dicha operación, aparte de las sugerencias de los generales estadounidenses en el sentido de que no supondrá un asalto total contra la ciudad sino más bien una “oleada creciente de seguridad”.

En ausencia de mejor información, los kandaharis de a pie dicen temer lo peor. Y se sienten pesimistas de que cualquier nueva campaña militar –sin que importe lo cuidadosamente planeada que esté- puede resolver los problemas de la ciudad.

El escritor kandahari Abdul Ahmad Mohamadyar expresa las preocupaciones de muchos residentes locales: “Llevamos nueve años de operaciones militares en Afganistán, no es algo que nos pueda coger ya por sorpresa”, dice. “Y quien tuvo que sufrir esas operaciones fue la gente, y quien tuvo que soportar las consecuencias fue sólo la gente”.

Y cita, como ejemplo negativo, la operación militar en la vecina provincia de Helmand, donde las fuerzas de la OTAN desalojaron recientemente a los talibanes de la ciudad de Marjah.

“Si tomamos en consideración las operaciones en Helmand, el pueblo sufrió mucho, perdieron sus hogares y pasaron hambre”, dice Mohamadyar. “No creo que la operación militar en Kandahar, aunque sea parte de una nueva estrategia, vaya a tener resultados positivos o solucionar los problemas de inseguridad ni debilitar la fortaleza de las fuerzas antigubernamentales”.

Temor y huida

Los kandaharis suelen establecer frecuentes comparaciones entre la próxima operación y Marjah -donde se desató un tiroteo a escala total por sus calles-, a pesar de las seguridades oficiales de que no va a suceder lo mismo.

El alto comandante estadounidense y de la OTAN en Afganistán, el General Stanley McChrystal, ha dicho que no habrá “Día D” u “Hora H” en Kandahar.

Esos son términos que se refieren al asalto de un enemigo atrincherado, como sucedió en febrero en Marjah. Pero, de algún modo, todas esas seguridades se pierden por el camino y lo que más le preocupa a la gente es la seguridad de sus propias familias y amigos.

Un motivo de incertidumbre son los refugiados. Miles de personas llegaron de Helmand huyendo de la operación de Marjah y la mayoría siguen viviendo en campos de refugiados en las afueras de la ciudad. Sienten terror de tener que volver a las zonas donde se encuentran sus hogares porque fueron intensamente minadas por los talibanes antes de que estallara la batalla. Y tienen miedo de que los talibanes, que aún siguen activos en Helmand, se venguen en ellos.

También llegan a diario a Kandahar extensas familias de los distritos de la provincia de Kandahar donde a lo largo del pasado año la OTAN estuvo lanzando operaciones. Esos recién llegados sienten que van a estar más seguros en el centro de una ciudad importante que en sus pueblos natales, donde se espera que la OTAN trate de asegurar este verano gran parte de la provincia de Kandahar, además de la capital.

Muchos kandaharis dicen que la única forma de estabilizar Kandahar es creando un gobierno más eficaz que pueda atraer a los talibanes a la mesa de negociaciones.

“Hace tanto tiempo que no contamos con una administración del gobierno que ya no podemos tener influencia entre la gente”, dice Ahmad Shah Spahr, jefe de la organización de la sociedad civil Caravana de la Paz en Kandahar. “Creo que no se puede ni se debe nunca forzar a un pueblo ni imponerle nada. No puedes gobernar a punta de pistola. Debes conquistar los corazones de la gente. Si hay un buen gobierno que pueda conseguir atraerse los corazones y las mentes de la gente, entonces hasta los enemigos confiarán en ese gobierno y se podrán empezar conversaciones de paz”.

Una reciente investigación encargada por el ejército de EEUU entre casi 2.000 vecinos kandaharis, halló que esos son los sentimientos más extendidos entre la gente. El estudio encontró que los kandaharis a favor de las negociaciones con los talibanes, frente a los que querían que continuaran los combates, ganaban por un margen de 19 a 1. Y cuatro de cada cinco entrevistados dijeron que la mayoría de los integrantes de las fuerzas talibanes dejarían los combates si se les ofreciera trabajo. El estudio fue dirigido en diciembre por Glevum Associates, que tiene su sede en Massachusetts.

¿Qué objetivos perseguirían las negociaciones?

Aunque la mayoría de los kandaharis quiere mayor espacio para las soluciones políticas, es precisamente ese espacio el que parece encogerse cada vez más velozmente ante la planeada ofensiva. El 19 de abril, unos pistoleros dispararon y mataron al Vicealcalde de Kandahar, Azizullah Yarmal, cuando se encontraba rezando arrodillado en una de las mezquitas más grandes de la ciudad. El hecho de que fuera uno de los pocos funcionarios del gobierno que es muy admirado por su honestidad en Kandahar, hizo que el asesinato colmara aún de mayor desaliento las esperanzas de normalidad en la ciudad.

Un portavoz talibán dijo después a los medios que le habían matado por trabajar con el “gobierno-títere” de la ciudad.

Los oficiales afganos y de la OTAN confían en que la ofensiva venidera debilite lo suficiente a los talibanes para que se pueda poner fin a ese tipo de asesinatos y, por último, llevar a muchos de los militantes a la mesa de negociaciones.

Para lograr todo eso, está claro que habrá que desplegar una fuerza muy importante. Carl Forsberg, investigador y analista del Instituto para el Estudio de la Guerra en Washington, ha estudiado cuidadosamente la situación en Kandahar. Y dice que es probable que la próxima ofensiva necesite de la presencia de 25.000 soldados en la provincia.

“En términos de cifras totales, incluyendo las tropas de apoyo, va a haber probablemente entre 12.000 y y15.000 soldados de la coalición, y quizá se impliquen también entre 10.000 y 12.000 soldados afganos”, dice Forsberg. “Por tanto, unos 25.000 efectivos en total, entre las fuerzas de la coalición y las afganas”.

Presencia permanente

Espera que la mayor parte de esas tropas permanezcan en Kandahar durante meses.

“Tiene que ser una presencia permanente”, dice Forsberg. “No podemos estar entrando y saliendo, sino que deberíamos llegar, levantar bases con la población y después, presumiblemente, quedarnos allí durante un tiempo largo hasta que las fuerzas de seguridad afganas puedan controlar la seguridad. Por eso, creo que el nivel de tropas que están allí será muy parecido al de las que van a ir durante el verano [para la ofensiva] y que al menos se quedarán un año en Kandahar”.

El momento en el que las tropas puedan retirarse será cuando la policía de Kandahar asuma la tarea de mantener la seguridad en la ciudad, algo que es incapaz de hacer hoy en día. Forsberg dice que eso implicará, en primer lugar, “limpiar” las fuerzas policiales, erradicando la corrupción y estableciendo cadenas claras de mando que no existen ahora.

Lo que más anhela la gente normal de Kandahar es que se produzcan cambios para poder conseguir que los talibanes estén dispuestos a acudir a la mesa de negociaciones, que se ponga fin a la corrupción y que se establezca una buena gobernanza.

Pero tras años de buenos deseos, deberá perdonarse a los vecinos de esta ciudad si no alcanzan a sentir ya más que incertidumbre. Y en lugar de esperanza, la mayoría siente cada vez más temor según se va acercando la ofensiva.

Barakwal Myakhel es corresponsal en Afganistán de Radio Free Afghanistan/Radio Liberty. El escritor Charles Recknagel vive en Praga. El corresponsal de RFE/RL en Washington, Richard Solash, ha participado también en este informe.

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