sábado, 30 de abril de 2011

Los grandes riesgos en los gasoductos árabes

Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

De nuevo esta semana hubo que cerrar el Gasoducto Árabe –lo que detuvo el flujo de gas a Israel y Jordania-. Una “banda armada desconocida” atacó con bombas el terminal de gas al-Sabil cerca de la ciudad costera de el-Arish, a menos de 350 kilómetros al noreste de El Cairo en la península Sinaí. 
 
La península Sinaí es una zona roja de facto. Dominan los beduinos locales. La seguridad es irregular. Armas contrabandeadas a Gaza y otras partes de Medio Oriente pasan por Sinaí, es decir, dentro de una distancia alcanzable del Gasoducto Árabe.

El Gasoducto Árabe es la estrella del ‘ductistán’ árabe, lleva el gas egipcio al norte hacia Israel y al sur hacia el Golfo de Aqaba y de ahí a través de Jordania a Siria y vía Damasco al Líbano.

El Gasoducto Árabe tiene el potencial de crecer hacia el este y el oeste –si lo permiten las turbulencias políticas y la economía-. De Damasco podría ir al sur de Turquía y luego conectarse al eternamente atribulado, pero aún en progreso, proyecto Nabucco que exporta gas a Europa. La otra posibilidad es una extensión hacia Italia y España, incluyendo gas libio y argelino.

En el estratégico el-Arish, el Gasoducto Árabe se divide en dos; uno de los brazos va hacia el noreste, a la ciudad israelí de Ashkelón. El gasoducto el-Arish-Ashkelón ha estado suministrando a Israel desde 2008. Por el momento, Israel recibe 1.700 millones de metros cúbicos al año; antes de la Plaza Tahrir había planes de aumentar a 2.100 millones. Tal como están las cosas, Egipto provee cerca de un 10% del total de la energía de Israel, y es responsable de más de un 30% de la electricidad de Israel. Más de la mitad de todo el gas natural consumido en Israel proviene de Egipto.

Es posible que pocos sepan que Egipto –con 63.000 millones de metros cúbicos anuales- es uno de los mayores productores de gas natural en África. Solo está por debajo de Argelia (80.000 millones). Mientras Egipto aumenta la producción, Argelia la disminuye. El Cairo y Argel son feroces competidores en el mercado del gas natural. Al mismo tiempo, Egipto está invirtiendo considerablemente en gas natural licuado (GNL) –transportado por mar– para poder contrarrestar su peligrosa dependencia del ‘ductistán’ de Medio Oriente.

Las exportaciones egipcias de gas son de importancia estratégica regional –pero en especial para Israel-. El sabotaje puede afectar a la economía israelí y a su seguridad militar/energética. Pero también afecta la credibilidad regional e internacional de Egipto como un centro del gas; el régimen de Hosni Mubarak tenía mucho cuidado de cultivar esa imagen.

Como el presidente Anwar Sadat y luego Mubarak destruyeron todo intento de diversificar la economía egipcia, el país tiene que depender del turismo: de las remesas de trabajadores egipcios en el extranjero; de aranceles en el Canal de Suez; del pago por dudosas privatizaciones; de sus exportaciones de petróleo y especialmente de gas. Una buena parte de esos ingresos terminaron en las cuentas bancarias de Mubarak en Suiza.

No es ninguna maravilla que Israel haya defendido a Mubarak hasta el último minuto. Los hijos de Mubarak, Gamal y Alaa, se embolsaron cientos de millones de dólares en “comisiones” por la venta de gas egipcio a Israel. Tanto como Tel Aviv pagó esas “comisiones” para conseguir gas a un precio ridículamente bajo, los egipcios de a pie ni siquiera podían soñar con obtener al menos un cierto beneficio del trabajo en los campos de gas. No es sorprendente que a mediados de abril el nuevo primer ministro egipcio Essam Sharaf haya ordenado una seria investigación de la fijación de precios con Israel.

La nueva fiebre del gas

Actualmente hay otro inmenso negocio en juego en el ‘ductistán’ árabe: Nobel Energy, basada en Texas, ha encontrado masivos depósitos de gas natural –millones de millones de metros cúbicos– en el Mediterráneo oriental. Las aguas se extienden sobre toda una serie de protagonistas regionales esenciales: Israel, el Líbano, Chipre, Gaza, Egipto y Turquía. No existen tratados que demarquen esas aguas territoriales. Lo que todos podrían llegar a tener es nada menos de más de 300 años de energía asegurada; por lo menos en teoría, eso podría significar el fin de una guerra regional por la energía.

Turquía está involucrada actualmente en un complejo impulso para desarrollar un ‘ductistán’ regional no solo a lo largo de un eje este-oeste sino también norte-sur; esto significa que tiene que desarrollar una compleja red de relaciones con no menos de nueve países –Rusia, Azerbaiyán, Georgia, Armenia, Irán, Iraq, Siria, el Líbano y Egipto-. Antes de la Plaza Tahrir, ya se desarrollaban serias negociaciones con respecto a un ‘ductistán’ árabe ampliado que vincularía El Cairo, Amman, Damasco, Beirut y Bagdad. Eso haría ciertamente más por unificar y desarrollar Medio Oriente que cualquier “proceso de paz”.

Lo mismo vale para el gas recientemente encontrado en el Mediterráneo Oriental. Un mundo ideal se orientaría hacia una corporación multinacional a cargo de explotar esos nuevos hallazgos de gas, posiblemente con sede en Chipre que es neutral y miembro de la Unión Europea (UE). Eso simplificaría la venta de gran parte a Europa hambrienta de energía, aliviando así su dependencia del gas ruso.

Es seguro que el gigante energético ruso Gazprom no dejará de participar en la acción. Ya ha ofrecido al Líbano sus servicios de exploración. China ya está en el escenario, lista para comprar a cualquiera. Por el momento, el centro de la acción en esta nueva fiebre del gas es el aeropuerto de Chipre. La corporación Delek -que controla la segunda cuota por tamaño, después de Noble Energy, de los derechos de extracción en Israel– quiere instalar una refinería de GNL en Chipre, en un lugar estratégicamente ubicado entre dos bases navales de EE.UU.

Por lo tanto la realidad será un lío, en especial porque los intereses israelíes/estadounidenses tratan de llevar ventaja mientras los gobiernos árabes piensan que podrán utilizar este nuevo auge del gas como un camino para romper la hegemonía económica/militar de Israel.

Podría parecer que por lo menos un frente de la gran revuelta árabe de 2011 podría anunciar un futuro halagüeño en el “gas natural”: materia prima, capital e infraestructura que conduzcan a desarrollo para todos. O tal vez no; y eso sería otro capítulo letal en las continuas guerras por la energía.

Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com.


Fuente: Rebelion.org

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