miércoles, 20 de julio de 2011

Un museo para Guillaumet y aquel puestero que lo salvó

Desde ayer, el museo de San Carlos exhibe documentos y elementos sobre el aterrizaje forzoso de Henri Guillaumet, ocurrido en 1930 cerca de la Laguna del Diamante.

miércoles, 20 de julio de 2011

Gisela Manoni - gmanoni@losandes.com.ar

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Tenía 14 años, vivía en un puesto sancarlino y él fue el que avistó al piloto perdido. (Miguel Videla / Los Andes)

Juan Gualberto García tenía 14 años cuando su madre lo envió con alimentos hasta lo de su padre que estaba "boleando" guanacos en el Cerro Negro, en San Carlos.

De no haber desobedecido las órdenes de sus papás y haber tomado otro sendero, nunca habría dado con el piloto francés Henri Guillaumet, quién había caído con su avión cerca de la laguna del Diamante y llevaba siete días perdido en la montaña y a punto de congelarse. Lo llevaron a su puesto, le dieron de beber caña y leche de cabra y le salvaron la vida.

Este encuentro sucedió el 19 de junio de 1930. Después Guillaumet volvió a su país, luchó en varias guerras convirtiéndose en un héroe nacional. Ya de grande, el puestero mendocino viajó a Francia, donde en 2001 recibió de manos del entonces presidente Jacques Chirac, la máxima condecoración que puede recibir un extranjero por aquel gesto solidario.

La anécdota es conocida. En ella se inspiró el entrañable amigo de Guillaumet, Saint Exupéry, para escribir Tierra de hombres y hasta fue llevada al cine por Jean Jacques Annaud.

Actualmente, cientos de turistas de Francia y otras latitudes visitan el Valle de Uco para hacer la ruta que devolvió la vida al famoso piloto. Pero hasta ayer, no existía un espacio que recuperara patrimonialmente aquel suceso que vinculó para siempre a los pueblos de Tolouse y San Carlos.

A los 95 años, Juan Gualberto cumplió su sueño de inaugurar una sala en el museo El Fuerte de San Carlos, donde los visitantes podrán conocer de manera condensada aquella odisea andina. Mapas, documentos, fotografías y diversos elementos -muchos de ellos donados por el propio puestero- estarán expuestos en este museo, frente a la plaza departamental.

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En el lugar se pueden encontrar desde fotos que muestran cómo quedó el biplano Potez 25 F-AJDZ hasta los artículos periodísticos que daban cuenta del hallazgo en 1930.

Una vitrina expone las condecoraciones y obsequios que recibió Don Gualberto del gobierno francés. Más allá, un viejo cartel donde la Compagnie Generale Aeropostale -firma para la cual trabajaba Guillaumet- publicitaba los recorridos aéreos de su servicio de correo que unía Francia con América del Sur.

Rodeado de libros sobre la historia de la aviación, diplomas de honor y fotografías varias, se encuentra un documento de gran valor histórico. Es el acta que labró la Policía cuando el padre de Don Gualberto pudo bajar hasta la comisaría más cercana para dar aviso del hallazgo. El escrito reza "Ha sido encontrado por una señora llamada Manuela Romero de García el aviador perdido en la cordillera?" y más abajo las autoridades policiales responden a la novedad con la orden: "Un avión a buscar al aviador perdido y regreso con él a ésa".

Recuerdos

"Entramos a la cocina, el hombre se sentó allí y pegó un suspiro. Mi mamá le pasó una copita de caña y pidió otra. Me hizo hervir agua y completó la taza con leche de cabra. Entonces cruzó los brazos en la mesa y se quedó dormido", relató don Juan Gualberto, deteniéndose en cada detalle. Alegre por el reconocimiento, el hombre de 95 años compartió con los presentes todo lo que recuerda de aquel 19 de junio.

Hace años que vive en el barrio La Favorita, en el oeste de la capital provincial, en condiciones humildes. Siempre reclamó que el gobierno francés le había prometido una ayuda, que nunca llegó. Por su estado de salud, hoy está al cuidado de una enfermera.

"Creo que una de las razones por las que sigue vivo es porque esperaba este homenaje", acotó después del acto el intendente de San Carlos, Jorge Difonso. El funcionario destacó la intención de rescatar este espacio como un aporte más a la rica historia del departamento.

"Dios me iluminó para que tomara otro camino", reflexionó Don García. El puestero rememoró la confusión que sintió al ver del otro lado del arroyo a ese hombre, vestido de negro y con raros zapatos, que agitaba una bufanda y gritaba palabras que no entendía. "Al principio pensé que era un chileno, pero era invierno y la cordillera estaba cerrada por la nieve. Entonces dije: es un loco y volví a lo de mi mamá para protegerla", cuenta el puestero.

Doña Manuela había escuchado por radio que buscaban a unos aviadores que cayeron en la montaña y enseguida ató cabos. Contra su voluntad, porque seguía pensando que era un loco, el pequeño Juan García preparó el caballo y salió con su madre a buscar a ese extraño sujeto. Lo demás es historia conocida. 

Un héroe de la aviación

Henri Guillaumet, héroe de la aviación francesa, era uno de los tantos avezados pilotos que trabajaba para una compañía aeropostal, que distribuía correspondencia por América Latina.

En 1927, le asignan a Guillaumet el servicio que unía Mendoza con Santiago de Chile. Se estima que entre ese año y 1931 cruzó la cordillera unas 400 veces.

"Era un lujo para el país contar con esos pilotos", resalta el escritor e investigador sancarlino, Alberto Piatelli.

Realizaba el trayecto una vez por semana. Ese 13 de junio había salido a las 15 de Chile y se encontró con un fuerte viento Zonda que lo llevó a desistir de la ruta por Uspallata y elegir la de la Laguna del Diamante. El viento era terrible y aterriza accidentadamente a las orillas de la laguna. "Se da cuenta de que no puede volver a Chile.

Entonces espera a que pase la tormenta cubierto por el paracaídas y al otro día emprende el camino hacia el lado argentino, después de que pasara un avión y no percibiera sus luces de bengala. Sabía que si se quedaba allí, se moría.

Entonces comienza a descender por una huella cubierta de nieve, pero se desbarranca y cae a un precipicio. Se salva, agarrándose de los montes. Allí pierde la valija y todo lo que tenía para sobrevivir", relata Piatelli.

Guillaumet se encontró en el arroyo Yaucha y desde allí caminó seis días con temperaturas de unos 20 grados bajo cero, comiendo nada más que algas y rompiendo el hielo con los pies para beber.

Al séptimo día lo encuentra este puesterito de 14 años que, en su libro Tierra de hombres, Exupéry llamará el 'ángel de los Andes'. El escritor había sobrevolado la zona cordillerana con su avión para buscarlo.

"Sentí que te estaba velando en una gran catedral de hielo", relata en el ejemplar Exupéry. Otro sancarlino, homónimo del anterior, Juan Gualberto Gómez, tenía entonces 12 años y estaba cosechando maíz cuando vio que un avión pedía pista para aterrizar.

Un lugareño lo guió haciendo flamear una bandera argentina, según relata el hombre ahora de 93 años. El autor de El Principito descendió porque había divisado un auto en aquel lugar y la intuición le dijo que se trataba de su amigo. "Te juro hermano que lo que yo hice, ni un animal lo hubiera hecho", le dijo Guillaumet a su amigo. Lo ayudaron a subir al avión, aún no podía caminar, y Exupéry lo llevó hasta Mendoza. 

Fuente: Los Andes Online

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