En Grecia, la clase media se rebela contra el ajuste
Cansados de las medidas de austeridad, algunos se niegan a pagar más impuestos; nuevos paros.
Una peligrosa y silenciosa revuelta se está gestando en Grecia.
Sentada en el modesto living de su casa, que comparte con
sus padres, su marido y sus dos hijos adolescentes, Stella Firigou, de
50 años, dice estar segura de una sola cosa: "No voy a pagar el nuevo
impuesto a la propiedad anunciado este mes por el gobierno. No puedo ni
quiero. Y estoy dispuesta a ir a la cárcel por ello", señala,
inflexible.
También Angelos Belitsakos, un comerciante de 60 años, se
niega a pagar más impuestos. "El Estado nos va a matar. No pagar es
actuar en defensa propia", explica. Y añade, desafiante: "Si es
necesario, iré a la quiebra y a la cárcel".
En la Grecia de hoy, estas historias se multiplican con
el correr de los días y comienzan a dar forma a una nueva y preocupante
revolución, que se gesta al interior de los hogares, lejos de las
calles: la de la clase media.
Durante décadas, los pequeños comerciantes fueron la
espina dorsal de la economía griega y sus fieles contribuyentes, en un
país donde la evasión de impuestos prolifera. Pero esta situación parece
estar cambiando.
Ante el deterioro de su vida cotidiana por la ola de
draconianas medidas de austeridad exigidas por acreedores
internacionales a cambio de fondos de rescate, la clase media griega
naufraga en un mar de aflicción, incertidumbre y hartazgo. Y ahora grita
"¡basta!".
"El gobierno está en guerra con los ciudadanos. Está
tomando decisiones cuyas consecuencias no sólo ahogan a la clase media,
sino que amenazan su existencia", advirtió Jens Bastian, economista de
la Fundación Helénica para Europa en Atenas.
Grecia se encuentra en la primera línea de la crisis de
deuda de la zona euro, y su población ha soportado varias rondas de
duras medidas de austeridad en el último año y medio.
Tan sólo la semana pasada, el gobierno anunció que
recortará aún más las pensiones, aumentaría el impuesto de propiedad y
pondría a decenas de miles de funcionarios en preaviso de despido para
asegurar más ayuda y salvar al país de la bancarrota, lo que no hizo más
que aumentar el dolor de cabeza de un electorado cada vez más
resentido.
"La tortura por goteo no puede continuar", reconoció
Dimitris Lintzeris, del gobernante partido socialista Pasol, tras
señalar que hoy votará para cambiar el impuesto de propiedades, pero que
no está tan seguro sobre más recortes.
Los impuestos, junto con los recortes de pensiones y
empleos, contribuyeron a elevar el desempleo juvenil al 40% y golpearon
con particular fuerza a los propietarios de pequeños negocios. Las
acciones y las propiedades valen una fracción de su antiguo valor y los
griegos temen el efecto de más recortes sobre la economía.
"Duele mucho, nuestros bolsillos están vacíos. Estamos
recortando en gastos todos los días", dijo el cartero Costas Apostolou,
de 50 años.
"Ya han reducido mi salario cerca del 15 por ciento. ¿Y
acaso nos sacarán estas medidas de la crisis? No lo creo", agregó
Apostolou, mientras caminaban por la plaza Syntagma, núcleo de las
protestas contra los recortes y donde se produjeron violentos
enfrentamientos en junio pasado.
Al igual que Apostolou, casi todos los griegos se quejan
por el efecto de los recortes. La conversación en los bares y
restaurantes de Atenas, o en la playa, vuelve constantemente a la
posibilidad de un default, a la recesión y la estrategia para afrontar
la colosal deuda griega de 350.000 millones de euros. También las
tertulias de televisión descienden a menudo a la bronca por la
austeridad.
Algunos dicen que no es justo, muchos culpan al sistema
bancario mundial y otros hacen planes para sacar su dinero del país o
emigrar para iniciar una nueva vida.
"Hemos construido nuestras vidas de forma diferente, con
préstamos bancarios y tarjetas. Ahora están recortando nuestros salarios
y las empresas están cayendo. ¿Cómo pagaremos?", se preguntó Kuriaki
Alexiou, un médico de 50 años. "Esto no nos lleva a ninguna parte. Si no
hacen algo para arreglarlo, la gente pasará hambre. Y en algún momento
explotarán y lo llevarán a las calles", advirtió.
El país también sigue amargamente dividido entre los
empleados del sector privado, que dicen que la inflada burocracia
estatal asfixia a los griegos, y los funcionarios, que dicen que los
principales problemas son la corrupción política y la evasión de
impuestos.
"Quiero creer que las cosas mejorarán, pero Europa es muy
lenta. Es verdad que cometimos muchos errores, pero no es sólo culpa
nuestra", dijo Alexiou. "Los bancos solían animarnos a pedir préstamos y
ahora dicen que no tienen dinero", afirmó.
Como Alexiou, muchos griegos temen caer en un círculo
vicioso: un círculo letal de más medidas de ajuste, que generen una
mayor contracción de la economía y una menor recaudación de impuestos,
lo que podría terminar por empujar al país a un default, a pesar de la
austeridad inicial.
Ante esta situación, los principales sindicatos de
transporte han convocado a más huelgas para octubre, mientras continúan
los paros que han sembrado el caos entre los usuarios, ralentizado el
comercio y golpeado a la importante industria turística. Agencia Reuters y The New York Times.
Fuente: lanacion.com
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