Conferencias desde la escuela, simulacros y jornadas en las bases preparan a los niños para el servicio militar y la reserva
Israel, ¿el país que tiene un ejército o el ejército que tiene un país?
Periodismo Humano
El sentimiento de amenaza exterior, la ligazón con la identidad de pueblo y el nacionalismo creciente sostienen el actual sistema
Asociaciones pacifistas reclaman la independencia del Ejército, el Gobierno y la calle, así como la profesionalización total
Israel, su ejército y su pueblo son tres realidades ensambladas a fuego en una sola. Imposible separarlas. Nacieron juntas, se forjaron juntas y juntas siguen, aunque cada vez se levanten más voces que reclaman una separación
de poderes efectiva que haga de Israel un país con ejército, como en el
resto del mundo, y no un ejército que domina un país. La milicia está
presente en cada parcela de la sociedad local, desde el Gobierno y el
Parlamento, compuesto por numerosos ex militares de carrera y donde la
voz de un jefe de Estado Mayor influye más que la de un ministro,
hasta la calle, donde los chicos que cumplen el servicio militar
obligatorio pasean de uniforme, de excursión, o van de fiesta con
minifalda y fusil, obligatorio no perderlo de vista durante la
instrucción. Coches con pegatinas, camisetas como souvenir y como
prenda diaria, llaveros o carpetas caquis para el colegio son algunos
de los signos evidentes del orgullo del país por sus Fuerzas Armadas,
hechas con el esfuerzo de abuelos, padres, hijos, nietos… “Israel es, simplemente, una sociedad militarizada”, reconocía al poco de nacer el estado su primer jefe de Gobierno, David Ben Gurion.
Eli
Karmon, experto en terrorismo y ex asesor de Defensa del Gobierno
israelí, lo justifica con un argumento simple: “Israel está rodeado de
naciones que, de acción o palabra, han demostrado que buscan la eliminación
del estado, al que todos nosotros, perseguidos por la Historia,
pertenecemos. Los tratados de paz, el riesgo a un conflicto mayor y las
presiones de la comunidad internacional mantienen las fronteras seguras,
por tanto se necesita de una base profesional pero también, irremediablemente, de una base social
que, en mayor o menor medida, con su nacionalismo militante, pueda
apoyar a la milicia en caso de emergencia”. Actualmente, además del
núcleo de profesionales, existe la mili obligatoria para
hombres (tres años) y mujeres (21 meses). Tras ese periodo, los jóvenes
(que acceden al servicio con 18 años) tienen la oportunidad de ser contratados en las IDF, bien unos años, bien como profesionales permanentes. Además, hasta los 45 años los israelíes siguen siendo reservistas (más
de medio millón), por lo que deben pasar al menos un mes al año en las
bases y cuarteles. También pueden ser reclutados en cualquier momento de
crisis. Lo habitual es repetir destino, por lo que al aprecio
ideológico que sienten los israelíes por su ejército se suman los “lazos
casi familiares” que se forjan en las unidades. La convocatoria para el
ejército se hace también a los israelíes residentes en el exterior, una
manera de recordar a los expatriados su compromiso con Eretz Israel (la tierra de Israel) y su defensa.
Vestir el uniforme es, en realidad, la culminación de una vida orientada al servicio militar, enraizada en la idea de que los años en las IDF “debe ser la mayor aspiración para un ciudadano israelí”,
según ha escrito el periodista palestino-estadounidense Elias Akleh.
“Lo es, es el momento de devolverle a nuestro país lo que nos da. Yo daría todo por asegurar la existencia de mi estado, cómo no. Lo contrario sería desleal
conmigo, mis antepasados y los que están por llegar”, reafirma Jana
Oren, dos años reenganchada en la Armada (en trabajo de oficina) y ahora
profesora en una de las mayores colonias, Ma´ale Adumim.
Ella es una de las encargadas de fomentar en su centro el “espíritu
marcial”. Cuenta que, cada año, y en función del presupuesto, organiza
uno o varios viajes escolares a bases militares para conocer la
rutina de los soldados. En ellos participan niños entre los seis y los
14 años. En ocasiones, los menores forman parte de simulacros y entrenamientos, en los que se ha usado munición real, según denuncia Human Rights Watch.
“Todo es seguro y deben verlo para aprender, como los lugares de
homenaje a los caídos o las exhibiciones de armas”, relativiza la
profesora, de 29 años, nacida en Nueva York y emigrada a Israel hace 17
años.
Cuando llegan las principales fiestas judías, Jana anima a sus alumnos a escribir cartas a los soldados “que no pueden estar con sus familias” e incluso hace colectas
para mandarles cestas con regalos (dulces, sobre todo). Lo que en otros
países puede entenderse como una movilización puntual en tiempos de
guerra (las campañas de ayuda al “soldado solitario” de la Segunda
Guerra Mundial, promovidos por EEUU o Reino Unido), en Israel es una
tradición, algo sistemático. Todos los años, en Yom Kippur o
Hanuka, aparecen anuncios en prensa pidiendo un guiño de cariño para
estos soldados, tal y como hacen la inmensa mayoría de los colegios. La
maestra reconoce que sus chicos envían cartas a los soldados de las fronteras de Gaza y Siria “cada dos o tres meses”, que lo hacen obligatoriamente y como parte de su tarea escolar, pero afirma en que le parece “poco delicado”
lo que hicieron sus colegas del norte del país en el verano de 2006, en
la guerra contra Hizbolá, cuando pidieron a los niños que firmaran las
bombas que iban a caer al otro lado, sobre los árabes. “¿Ves? Eso es lo
que salió en los medios. Yo no lo haría. Mi amor por las IDF es franco y
no busca la eliminación de nadie, sino la protección de los míos”, abunda.
Es
lo que ha detectado en varios libros de texto el profesor de la
Universidad de Haifa Eli Bodia. “Se perpetúa la imagen del árabe como
enemigo, pero lo más grave es que los currículos se diseñan para educar desde la infancia a los alumnos en una atmósfera militarizada, que glorifica lo marcial.
Así los preparan para su futuro”, explica. El problema se recrudece en
las escuelas religiosas que tienen a determinados rabinos como líderes
espirituales (Mordejai Eliahu, Eleazar Malmid), que justifican la
violencia contra “el contrario”. Pero eso es motivo de otro artículo…
Sobra la militarización de la infancia, Bodia recuerda que al menos un 15% de los actuales directores de centros han sido previamente militares de carrera.
“Son personas de confianza, el Gobierno sabe que responderán a sus
intereses, y las nombran por encima de otras con más mérito académico”,
denuncia. El Ministerio de Educación ha creado una pasarela profesional
para capacitar como directores a estos ex agentes de inteligencia y ex
soldados y en los centros más grandes hay varios chavales cumpliendo
servicios, como asesores y orientadores. “El objetivo es encontrar líderes
con habilidades especiales, más disciplinarias que educativas”, insiste
el profesor de Haifa. El propio ministro, Gideon Sa´ar (Likud),
confiesa habitualmente en sus discursos que tiene entre los objetivos “esenciales” de su sistema educativo el incremento de la tasa de alistamiento.
Por eso regularmente las IDF repasa las calificaciones de los alumnos
para ir viendo quién es bueno en Educación Física (posible buen soldado
de combate) o quien domina excepcionalmente los idiomas (futuro agente
de inteligencia, quizá).
Sa´ar se ha destacado por implementar el programa, puesto en marcha en 1999, por el que militares en activo visitan los colegios
para “concienciar y sensibilizar” a los chavales ante el reto que se
les presenta. Los trabajos y resúmenes posteriores son parte de la nota
final. Educación explica que existe un sistema de bonificaciones
económicas a las escuelas y docentes que sean más “eficientes” a la hora
de animar a sus estudiantes a hacer carrera en el Ejército. Las
becas se “multiplican” en las escuelas militares preparatorias (para
hombres o mixtas) orientadas a la enseñanza de militares de carrera (más
teórica) o de técnicos especialistas (similar a la Formación
Profesional) y con residencias propias a las que acuden,
mayoritariamente, jóvenes con pocos recursos o inmigrantes que tratan de
progresar socialmente. Es lo que denuncia la ACRI (Asociación de Derechos Civiles de Israel), que sostiene que las subvenciones llegan a multiplicar por cinco las que reciben las escuelas de Secundaria orientadas a materias civiles.
En las colonias es usual el modelo de las Yishovot Hahsadir,
instituciones religioso-militares de Secundaria, pagadas por el Tzahal,
dirigidas por rabinos.
Acabado el servicio militar, con 21 años,
los jóvenes de Israel (salvo los árabes y los religiosos, que están
exentos) salen al mercado de trabajo o a la universidad. No haber pasado
por ese trámite conlleva el ostracismo social y laboral,
complicado aquí entender por qué no se apoya sin reservas a las IDF.
Gary Adler está precisamente en la fase de descanso tras esa
experiencia, viajando de mochilero –desde La India envía su email-
tras servir en los Paracaidistas, una de las unidades más duras de las
IDF. Dice que la preparación de tantos años le ha servido para no perder
la calma en los momentos más duros. “El nuestro es verdaderamente un
ejército civil, no ganamos al día ni para comprar un café, pero es que
es impagable lo que nos aporta”, afirma Gary. Y enumera: “Gracias a
la formación militar tenemos mejores médicos, informáticos, ordenanzas…
Nos dan recursos para avanzar en nuestro nivel de vida, mejoran el
hebreo de los inmigrantes, ayudan a su asimilación y nos hacen valorar
la suerte que tenemos de vivir en un país fuerte con enormes aliados”,
explica.
Sus argumentos son casi políticos, delatan al joven de
las juventudes laboristas que hay detrás. Se acaba de afiliar, siguiendo
la saga familiar. Cuando regrese de su viaje, ya tiene pensado –además
de estudiar Empresariales-, convertirse en explorador jefe de uno de los
grupos de pequeños pioneros que hay en Jerusalén. Se trata de asociaciones similares a los boys scouts, pero con un fondo sionista claro. “Quiero trasladar a los niños lo que yo he aprendido de nuestras Fuerzas Armadas”, repite.
La tesis de Gary es la mantenida por Saul Singer y Dan Senor, autores de Start-up Nation: The Story of Israel’s Economic Miracle, un libro que arrasa en EEUU y que afirma que “el servicio militar es la principal cantera para forjar emprendedores
(…) porque enseña liderazgo, sacrificio, trabajo en equipo y
organización por objetivos. Firmas como WorkLight, de soluciones
tecnológicas; Life-Bond, de material quirúrgico; o Kata, de tejidos de
alta resistencia, han salido de cuadrillas de soldados, compañeros de
servicio, y son publicitadas constantemente por el Gobierno como un
ejemplo de las bondades comerciales del Ejército. Frente a esa visión
positiva, el legado “negativo”: “pérdida de masa laboral durante tres
años más el tiempo de reservistas, secuelas físicas y psicológicas
arrastradas, limitación en educación en valores como la no violencia, presupuesto inflado que impide la inversión en otras materias…”, enumera Danielle Cohen, miembro de New Profile, una organización pacifista, enclavada en la red War Resisters Internacional, a la que el Gobierno, denuncia, “impide” ir a los colegios a explicar “por qué hay que cambiar el concepto de Ejército y de guerra en este país”.
También en política, insiste Cohen, apoyándose en libros como Generals in the Cabinet Room, del que fuera asesor del primer ministro Isaac Rabin, Yoram Peri. La obra constata “que el
Ejército no se limita a aplicar la política de su área que aprueba el
Gobierno, sino que interviene activamente en ella, con enorme influencia
en el proceso de toma de decisiones. No lo hacen a espaldas de los
políticos, sino a la cara de todos. Los propios mandos forman alianzas
con los partidos que les convencen y son sus plenos aliados, son
inseparables. La caída y la gloria del político es la suya propia”,
abunda. También en el plano mediático: las informaciones relacionadas
con la seguridad nacional deben pasar el filtro de un censor,
especialmente en la pensa local (aunque en casos como el de este texto
también han sido informados previamente); no se edita el contenido, pero
se alerta si hay algo que es “arriesgado contar”. En los grandes medios
las IDF cuentan con aliados (grandes magnates, sobre todo) que frenan
las informaciones perniciosas, incluso si sólo se cita a ONG que
denuncian al Ejército; de ahí intentos como el de la ley, ahora
congelada, para revisar la financiación de las organizaciones que
critiquen a las IDF. Ahora, además de ser una mancha social, podría ser
un delito sancionable.
Claves de las IDF
Personal en activo: 187.000
Reservistas: 565.000
Personal disponible: 3 millones entre 18 y 49 años.
22% de los jóvenes logra quedar exento del servicio
Sólo un tercio de los reservistas cumple con todas sus obligaciones (se han duplicado las peticiones de demora en diez años).
Fuente: Ministerio de Defensa de Israel
http://periodismohumano.com/destacado/israel-%C2%BFel-pais-que-tiene-un-ejercito-o-el-ejercito-que-tiene-un-pais.html
Personal en activo: 187.000
Reservistas: 565.000
Personal disponible: 3 millones entre 18 y 49 años.
22% de los jóvenes logra quedar exento del servicio
Sólo un tercio de los reservistas cumple con todas sus obligaciones (se han duplicado las peticiones de demora en diez años).
Fuente: Ministerio de Defensa de Israel
http://periodismohumano.com/destacado/israel-%C2%BFel-pais-que-tiene-un-ejercito-o-el-ejercito-que-tiene-un-pais.html
Fuente: Rebelion.org


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