Reclamos estratégicos sobre el mar
Por Rosendo Fraga
En
junio del año pasado, los ocho países con costa sobre el océano Artico
dieron un paso importante para dividirse el subsuelo de dicho océano.
Encabezados por Estados Unidos y Rusia -las dos potencias
militares más importantes del mundo-, Canadá, Dinamarca -junto con
Groenlandia-, Noruega, Islandia, Finlandia y Suecia firmaron un acuerdo
por el cual se repartieron la responsabilidad de las investigaciones
científicas y los rescates aéreos y marítimos sobre una región marítima
de 16.500.000 kilómetros cuadrados.
Es un paso que tiene una clara dirección: dividirse la
explotación de gas, petróleo y minerales en el fondo del Artico, donde
el Servicio Geológico de los Estados Unidos estima que está el 20% del
crudo y las reservas de gas del mundo recuperables y no exploradas del
mundo.
Esto sucede después de que en enero de 2011 Rusia firmara
un acuerdo con la empresa británica BP, un convenio de exploración en
el Artico, el que finalmente se lleva adelante con la Exxon de los
Estados Unidos. Al mes siguiente, Shell propuso un convenio de
exploración frente a la costa ártica de Alaska. Noruega, que en 2010
resolvió un conflicto de límites marítimos con Rusia, se apresta a abrir
áreas de exploración en su costa sobre el Artico y Groenlandia está
haciendo otro tanto.
Estos ocho países integran desde 1996 el llamado Consejo
del Ártico, que admitió incluir como observadores en el pasado a China,
Japón, Italia, Corea del Sur y la Comisión Europea. Los observadores no
comparten la decisión adoptada por el Consejo (que comienza a convalidar
las pretensiones de soberanía sobre el subsuelo de este océano), acerca
de que quienes no tienen costa sobre el mismo preferirían verlo bajo un
régimen internacional al igual que las organizaciones que protegen el
medio ambiente.
Al mismo tiempo, escaló a mediados del año pasado la
tensión entre China y Vietnam por los límites marítimos en el llamado
Mar del Sur de China. La marina vietnamita realizó ejercicios navales
con fuego real, al mismo tiempo que dio señales de acercarse a Estados
Unidos y a Rusia, las dos potencias con capacidad estratégica de
condicionar a la potencia asiática. Vietnam reclama su soberanía total
sobre este mar y ha acusado a China de hostigar en forma agresiva a los
buques vietnamitas que realizan prospección petrolífera.
En la reunión anual de diálogo estratégico entre
Washington y Pekín que se realizó el 25 de junio en Hawai, la diplomacia
china advirtió a la norteamericana que no se involucrara en este
conflicto. Uno de los temas que se discutió en la reunión fue la
influencia que ambas potencias están ejerciendo sobre ocho islas del
Pacífico reconocidas internacionalmente como Estados nacionales, entre
ellas Samoa, Tonga, Islas Salomon y Papua Nueva Guinea. Entre 2009 y
2010 China aumentó en 50% su comercio con estas islas-Estados.
Pero no se trata del único conflicto por la soberanía del
Mar del Sur de China. Filipinas ocupa ocho de las islas Spratly
reclamadas por China en base a la Zona Económica Exclusiva (ZEE), bajo
la ley del mar de Naciones Unidas, que es la zona marítima sobre la cual
un país tiene derechos de exploración, explotación y uso de los
recursos marítimos.
Malasia, por su parte, plantea reclamos limitados a la
plataforma continental y de ZEE, reclamando tres de las islas Spratly.
Ha construido un hotel en una y está elevando la tierra en otra para
realizar diversas obras. Brunei tiene también reclamos de ZEE sobre este
mar.
A su vez Taiwan, basado en registros históricos de siglos
atrás, reclama la mayor parte del Mar del Sur de China, incluidas las
islas Spratly, confrontando con la pretensión de la potencia asiática.
No son conflictos nuevos, pero se han reactivado ahora
por la sencilla razón de que la explotación de los recursos naturales
tanto del mar como su subsuelo adquieren creciente importancia económica
y viabilidad técnica.
No se trata del único conflicto de este tipo. En octubre,
Turquía amenazó con enviar buques de guerra a aguas con yacimientos de
gas si Chipre avanzaba en trabajos de prospección del Mediterráneo
oriental en los que tiene a Israel como socio.
Aunque no se trate de un conflicto de límites, la firma
en noviembre del acuerdo entre Estados Unidos y Australia, por el cual
el primer país tendrá en el segundo un contingente militar permanente de
2600 hombres en la localidad de Darwin, en la costa australiana más
próxima a China, generó reclamos de este país.
En América latina hay varios conflictos de límites
marítimos. Tal es el caso del planteado entre Chile y Perú, derivado de
la Guerra del Pacífico librada a fines del siglo XIX. En el Mar del
Caribe también comienzan a reactivarse conflictos de este tipo entre
varios países.
En paralelo, el conflicto por las islas Malvinas ha
adquirido una nueva dimensión. El reclamo de la Argentina por la
soberanía hoy no sólo tiene importancia por la explotación de
hidrocarburos en el subsuelo marítimo que se ha comenzado a explorar,
sino por la proyección sobre la soberanía de la Antártida. A partir de
la presencia británica en estas islas, el Reino Unido reclama soberanía
sobre un amplio espacio de la plataforma marítima sobre la Antártida,
superponiendo su reclamo con el espacio soberano de la Argentina y en
parte también del chileno.
Si bien hay un tratado que internacionaliza la Antártida
por varias décadas, lo que está sucediendo en el Artico indica que los
recursos naturales de ella pueden adquirir importancia económica en el
largo plazo. En la última semana de junio se realizó en Buenos Aires la
Reunión Consultiva del Tratado Antártico, ratificado sólo por 48 de los
192 miembros de la ONU, que este año cumple medio siglo. El ex primer
ministro socialista francés Michel Rocard, quien es el embajador de su
país para los polos, dijo públicamente que "las compañías petroleras y
algunos Estados probablemente vayan a presionar para que suspenda la
prohibición y poder ir a buscar y extraer petróleo y gas de la
Antártida".
En el continente americano se ha comenzado a tomar
conciencia de ello. No sólo la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur)
ha profundizado el apoyo al reclamo argentino por Malvinas, sino que se
han sumado los países del Caribe de habla inglesa, lo que era impensable
hasta un par de años atrás por su pertenencia a la Commonwealth.
Durante la última reunión del Consejo de Defensa de
Unasur realizado en Buenos Aires el año pasado, el entonces ministro de
Defensa de Brasil, Nelson Jobim, al ser preguntado por el apoyo de su
país al reclamo argentino de soberanía en Malvinas, explicó que
alcanzaba también a las islas Sandwich y Georgias, que están al este de
Malvinas y desde las cuales el Reino Unido ha ampliado su reclamo de
plataforma submarina y sobre la Antártida.
Los países que reclaman soberanía sobre la Antártida a
partir de su posición geográfica, además de la Argentina, Chile y el
Reino Unido, son Noruega, Nueva Zelanda y Australia. Francia lo hace,
sobre una estrecha franja dentro del sector australiano que es el más
grande.
En conclusión, a medida que los recursos naturales
adquieren importancia estratégica y el precio de las materias primas
aumenta, los reclamos de soberanía sobre el mar y su subsuelo se
intensifican y también los conflictos entre Estados derivados de ellos.
Es en este marco que debe analizarse el conflicto en torno a Malvinas,
más allá de los factores históricos, jurídicos, políticos y coyunturales
que lo determinan.
Fuente: lanacion.com.ar
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