Putin enloquece a Washington
Asia Times Online
| Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Olvidad
el pasado (Sadam, Osama, Gadafi) y el presente (Assad, Ahmadineyad). Se
puede apostar una botella de Pétrus 1989 (el problema es la espera de
seis años para recibirla) por el futuro previsible; el máximo espíritu
diabólico de Washington –y de sus socios delincuentes de la OTAN y sus diversos socios de los medios de comunicación– no será otro que el presidente ruso Vladimir Putin, de regreso al futuro.
Y
que no quepa la menor duda: a Vlad Putin le encantará. Ha vuelto
exactamente adonde quiere estar: comandante en jefe de Rusia a cargo de
las fuerzas armadas, la política exterior y todos los asuntos de
seguridad nacional.
Las
elites angloestadounidenses todavía se retuercen ante la mención de su
legendario discurso de 2007 en Múnich cuando criticó al gobierno de
George W Bush por su agenda imperial obsesivamente unipolar “mediante un
sistema que no tiene nada que ver con la democracia” y su continua
violación de las “fronteras nacionales en casi todas partes”.
Por
lo tanto Washington y sus acólitos ya están avisados. Antes de la
elección del pasado domingo, Putin incluso publicó su hoja de ruta. Lo
esencial: no a la guerra en Siria; no a la guerra en Irán; no a los
“bombardeos humanitarios” ni a las “revoluciones de color”, todo
integrado en un nuevo concepto: “instrumentos ilegales de poder blando”.
Para Putin el Nuevo Orden Mundial diseñado por Washington no tiene
futuro. Lo que vale es “el principio consagrado de la soberanía de los
Estados”.
No es sorprendente. Cuando Putin considera Libia ve las consecuencias gráficas, regresivas, de la “liberación” por parte de la OTAN
mediante “bombardeos humanitarios”: un país fragmentado, controlado por
milicias vinculadas a al Qaida; la atrasada Cirenaica separándose de la
más desarrollada Tripolitania; y un pariente del último rey llevado
para gobernar el nuevo “emirato”, para delicia de esos demócratas
modélicos de la Casa de Saud.
Más
elementos esenciales: no a las bases que rodean a Rusia; no a la
defensa de misiles sin una admisión explícita y por escrito de que el
sistema nunca tendrá a Rusia como objetivo; y una creciente cooperación
con el grupo BRICS de las potencias emergentes.
En
su mayor parte esto ya estaba implícito en la anterior hoja de ruta de
Putin, su documento “Un nuevo proyecto de integración para Eurasia: el
futuro en gestación”. Fue el ippon de Putin –adora el judo– contra la OTAN,
el Fondo Monetario Internacional y el neoliberalismo de la línea dura.
Ve una Unión Eurasiática como “unión económica y monetaria moderna” que
se extienda por toda Asia Central.
Para Putin, Siria es un detalle importante (no solo por la base naval rusa en el puerto mediterráneo de Tartus que a la OTAN
le encantaría eliminar). Pero el meollo del asunto es la integración de
Eurasia. Los atlantistas enloquecerán en masa cuando invierta todos sus
esfuerzos en la coordinación de “una poderosa unión supranacional que
puede convertirse en uno de los polos del mundo actual y un eficiente
vínculo entre Europa y la dinámica región Asia-Pacífico”.
La hoja de ruta opuesta será la doctrina Pacífico de Obama y Hillary. ¿Hasta qué punto es excitante el asunto?
Putin apuesta por el Ductistán
Putin
encabezó casi en solitario la resurrección de Rusia como
mega-superpotencia energética (el petróleo y el gas representan dos
tercios de las exportaciones de Rusia, la mitad del presupuesto federal y
un 20% del producto interno bruto). Por lo tanto hay que contar con que
el Ductistán siga siendo clave.
Y
estará centrado sobre todo en el gas; aunque Rusia representa al menos
un 30% de los suministros globales de gas, su producción de gas natural
líquido (GNL) es menos de un 5% del mercado global. Ni siquiera es uno
de los diez productores principales.
Putin
sabe que Rusia necesitaría mucha inversión extranjera en el Ártico –de
Occidente y sobre todo de Asia– para mantener su producción de petróleo
de más de 10 millones de barriles diarios. Y necesita llegar a un
complejo y exhaustivo acuerdo de billones de dólares con China centrado
en los yacimientos de gas de Siberia Oriental; el ángulo petrolero ya se
ha cubierto mediante el oleoducto ESPO (siglas en inglés de Siberia
Oriental-Océano Pacífico). Putin sabe que para China –en términos de
asegurar la energía– este acuerdo es un contragolpe vital contra el
tenebroso “pivoteo” de Washington hacia Asia.
Putin
también hará todo por consolidar el oleoducto South Stream, que puede
acabar costando 22.000 millones de dólares (el acuerdo de los
accionistas ya se ha firmado entre Rusia, Alemania, Francia e Italia.
South Stream es gas ruso entregado bajo el Mar Negro a la parte sur de la UE,
a través de Bulgaria, Serbia, Hungría y Eslovaquia). Si South Stream
tiene éxito, el oleoducto rival, Nabucco, estará jaque mate; una
importante victoria rusa contra la presión de Washington y los
burócratas de Bruselas.
Todavía está todo en juego en la intersección crucial de la geopolítica dura y el Ductistán. Una vez más Putin enfrentará otra hoja de ruta de Washington, la no exactamente exitosa Nueva Ruta de la Seda. (Vea US's post-2014 Afghan agenda falters, Asia Times Online, 4 de noviembre de 2011.)
Y luego tenemos la gran incógnita, la Organización
de Cooperación de Shanghái (SCO). Putin querrá que Pakistán sea miembro
pleno, tal como China está interesada en incorporar a Irán. Las
repercusiones serían trascendentales, como si Rusia, China, Pakistán e
Irán coordinaran no solo su integración económica sino también su
seguridad mutua dentro de una SCO fortalecida, cuyo lema es
“no-alineamiento, no-confrontación y no-interferencia en los asuntos de
otros países”.
Putin
ve que con el control por parte de Rusia, Asia Central e Irán de al
menos el 50% de las reservas de gas del mundo, y con Irán y Pakistán
como virtuales miembros de la SCO, el nombre del juego se convierte en integración de Asia, si no de Eurasia. La SCO se desarrolla como una fuerza motriz económica y de seguridad mientras, paralelamente, el Ductistán acelera la integración plena de la SCO como un contragolpe para la OTAN. Los propios protagonistas regionales decidirán qué tiene más sentido – esto o una Nueva Ruta de la Seda inventada en Washington.
Que
no quepan dudas. Tras la interminable satanización de Putin y la
miríada de intentos de deslegitimar las elecciones presidenciales de
Rusia, se encuentran algunos sectores muy encolerizados y poderosos de
las elites de Washington y angloestadounidenses.
Saben
que Putin será un negociador ultra duro en todos los frentes. Saben que
Moscú aplicará una coordinación cada vez más estrecha con China: en la
frustración de bases permanentes de la OTAN
en Afganistán; en el apoyo a la autonomía estratégica de Pakistán; en
la oposición a la defensa de misiles; en garantizar que no se ataque a
Irán.
Será
el demonio predilecto porque no podría haber un oponente más formidable
a los planes de Washington en el escenario mundial, se llamen Gran
Medio Oriente, Nueva Ruta de la Seda, Dominación de Espectro Completo o Siglo Pacífico de EE.UU. Señoras y señores, preparémonos para el estruendo.
Pepe Escobar es el autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su nuevo libro, recién aparecido, es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto: pepeasia@yahoo.com.
Fuente: Rebelion.org


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