Al Qaida, Al Qaida… Un discurso público incesante y repetitivo
Al Qaida y la conciencia humana (Parte I)
Global Research
| Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández. |
Hay algo inquietante en la naturaleza del discurso público elaborado tras el 11-S. De forma incesante, a diario, los medios de comunicación occidentales, las autoridades de los gobiernos, los miembros del Congreso de EEUU, los analistas de Wall Street, etc., no dejan de referirse a Al Qaida como la causa subyacente de numerosos acontecimientos mundiales. Acontecimientos de importante naturaleza política, social o estratégica –incluidas las elecciones presidenciales estadounidenses- se clasifican rutinariamente en relación con Al Qaida, la presunta arquitecta de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Lo que resulta más
sorprendente es el alcance de la cobertura por parte de los medios de
comunicación respecto a los “sucesos relacionados con Al Qaida”, por no
mencionar las montañas de artículos de opinión y “análisis” autorizados
concernientes a “sucesos terroristas” en diferentes partes del mundo.
Las habituales menciones a los “fanáticos” y a los “yihadistas”
de Al Qaida se ha convertido –desde la perspectiva de las noticias- en
algo perenne. En los informes de los medios de comunicación oficiales se
despliega todo un ritual mundial al respecto. En el momento de escribir
estas líneas (24 de marzo de 2012), la frase “events [sucesos] al Qaeda” tenía 183 millones de entradas en Google y 18.200 entradas en las noticias.
Ante la opinión pública se presentan a diario toda una panoplia de
sucesos y circunstancias relacionados con Al Qaida que abarcan amenazas
terroristas, advertencias y ataques, investigaciones policiales,
insurgencias y contrainsurgencias, cambios de régimen a nivel de país,
conflictos sociales, violencia sectaria, racismo, divisiones religiosas,
pensamiento islámico, valores occidentales, etc.
A su vez, la
retórica sobre Al Qaida de la guerra contra el terrorismo impregna el
discurso político a todos los niveles del gobierno, incluyendo el debate
bipartidista en el Capitolio, en los comités del Senado y del Congreso,
en la Cámara de los Comunes británica y, no vayamos a olvidarlo, en el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Los políticos, los medios de comunicación dominantes, Hollywood y los think tank
de Washington explican todos estos acontecimientos relacionados con Al
Qaida bajo un único titular “los chicos malos”, en el que Al Qaida es
desenfadada y repetidamente señalada como “la causa” de numerosos
sucesos terroristas por todo el mundo.
La conciencia humana: Al Qaida y la mentalidad humana
¿Cómo afecta en la mente humana el bombardeo diario sobre Al Qaida en
relación a conceptos e imágenes canalizados hacia las cadenas de
noticias y redes de televisión occidentales?
Los conceptos de Al Qaida, repetidos ad nauseam,
tienen potencialmente impactos traumáticos sobre la mente humana y la
capacidad de los seres humanos normales de analizar y comprender el
“mundo exterior real” de la guerra, la política y la crisis económica.
Lo que está en juego es la conciencia y comprensión humana basadas en conceptos y en hechos.
Sin embargo, con Al Qaida no hay “hechos” ni “conceptos” verificables
porque Al Qaida se ha convertido en una mitología de los medios, una
leyenda, una construcción ideológica inventada, utilizada como una
herramienta poco sutil para la desinformación de los medios y la guerra
de propaganda.
Al Qaida constituye una abstracción estilizada,
falsa y casi folclórica del terrorismo que va impregnando la conciencia
interna de millones de seres por todo el mundo.
Las referencias a Al Qaida se han convertido en un dogma, una creencia que la mayoría de la gente apoya incondicionalmente.
¿Es eso un adoctrinamiento político? ¿Es un lavado de cerebro? Si así fuera, ¿cuál es el objetivo subyacente?
La capacidad de la gente para analizar de forma independiente los
acontecimientos del mundo, así como de abordar las relaciones causales
respecto a la política y la sociedad resultan dañadas de forma
significativa. ¡Ese es el objetivo!
El objetivo que se persigue
con el uso rutinario de Al Qaida para aportar explicaciones generales
sobre sucesos políticos es el de crear confusión, porque así se impide
que las personas puedan pensar.
La inquisición estadounidense
Se predica una noción de Al Qaida –“el enemigo exterior” que amenaza a
la civilización occidental- a partir de “una doctrina inquisitorial”. La
Seguridad Interna del Estado personifica lo que podría describirse como
“Inquisición estadounidense”. Y, como en el caso de la Inquisición
española, ni siquiera puede desafiarse el consenso respecto a la “Guerra
Global contra el Terrorismo”.
La referencia a Al Qaida como
paradigma central utilizado para comprender el mundo que habitamos tiene
como objetivo final inculcar temor e inseguridad. En palabras del grupo
de comediantes de los Monty Phyton: “¡Nadie espera a la Inquisición
española! Nuestra principal arma es la sorpresa… sorpresa y temor… temor
y sorpresa… Nuestras dos armas son el temor y la sorpresa… y una
eficiencia implacable… Nuestras tres armas son el temor, la sorpresa y
la eficiencia implacable… y una devoción casi fanática por el Papa…”
El sometimiento incondicional a la Seguridad Interna del Estado en los EEUU de hoy en día no es tan distinto del proceso de “devoción fanática”
que prevalecía bajo el orden feudal español. Lo que está en juego en
nuestro mundo contemporáneo, en palabras de Monty Phyton, es “el temor y la sorpresa” y la docilidad incondicional a la “eficiencia implacable” de un orden dominante a nivel político, económico y militar.
La Inquisición estadounidense se encarga de volver a definir todo el
marco legal y judicial. La tortura y los asesinatos políticos ya no son
una actividad secreta como en los buenos tiempos de la CIA, ocultos a la
mirada pública. Son “legales”, son objeto de amplia cobertura de los
medios y han sido sancionados por la Casa Blanca y el Congreso de EEUU. A
la inversa, aquellos que se atreven a enfrentarse al consenso de la
“Guerra contra el Terrorismo” reciben la etiqueta de “terroristas”.
Defender una justicia verdadera desafiando la “cruzada santa” de EEUU
contra Al Qaida se convierte en un categórico acto criminal.
Se
ha desplegado un umbral nuevo en la historia jurídica de EEUU.
Funcionarios de alto rango dentro del Estado y del Ejército ya no
necesitan camuflar sus crímenes. De hecho, ocurre más bien al contrario.
La tortura a los sospechosos de pertenecer a Al Qaida se ha convertido
en una política pública con un mandato humanitario:
“Sí,
ordenamos torturar, pero no es realmente tortura, no es realmente una
guerra, porque esas gentes son terroristas y “debemos combatir el mal”. Y
la forma de defender la democracia y la libertad es “ir tras los chicos
malos”, es “emprender la guerra contra los terroristas”. “Así servimos
al interés público”.
Además, cualquiera que cuestione nuestra
definición de “combatir el mal” (que desde luego incluye la tortura, el
asesinato político y los campos de concentración contra “los chicos
malos”) es también, por definición, “diabólico”, y puede acabar
arrestado, torturado y enviado a campos de concentración. (Michel
Chossudovsky, “ The Spanish Inquisition, Made in America ”, Global Research, 204).
Al Qaida es presentada ante la opinión pública como el instrumento del
terror del “Islam radical” que amenaza a la Patria, socavando la
civilización occidental y los valores morales. Todo el mundo debe acatar
esas afirmaciones y nadie se atreve a cuestionar a la “Inquisición
estadounidense”.
Al Qaida y la “Gran Mentira”
La leyenda de Al Qaida mantiene la “Gran Mentira” poniendo la realidad
patas arriba. Crea tanto una percepción como una creencia que no pueden
cuestionarse. Impregna la política exterior estadounidense y la conducta
de la diplomacia internacional. Al Qaida y la “Guerra Global contra el
Terrorismo” constituyen el componente fundamental de la doctrina militar
de EEUU.
Las afirmaciones estilo “Al Qaida hizo esto”, “Al
Qaida hizo aquello” esclarecen de forma simple y sin complicaciones
acontecimientos complejos mientras disfrazan y ocultan las “razones
auténticas”, a saber: la prohibida y secreta verdad tras esos hechos.
Nadie parece dispuesto a dedicar el tiempo necesario a examinar “quién
es ese escurridizo enemigo de Al Qaida”, que ha conseguido, con medios
militares limitados, enfrentarse a la maquinaria bélica multimillonaria
de EEUU.
La explicación general sobre Al Qaida no solo
ensombrece los canales normales de la comprensión humana, también impide
que se pueda acceder al siguiente paso de una explicación racional, que
consiste en decir: si Al Qaida es “la causa”, como se ha afirmado en
numerosos informes de prensa, entonces: “¿Qué es Al Qaida?” y “¿Quién
está detrás de Al Qaida?”.
Pero ese tipo de preguntas raramente
se plantean en la era posterior al 11-S. Investigar “quién está detrás
de los terroristas” no puede ni mencionarse siquiera, es un tabú
político, a pesar de las pruebas relativas al papel histórico de la
inteligencia estadounidense en la creación y promoción de la yihad islámica.
Hoy en día, si ocurriera que se llegara a revelar lo que realmente es
Al Qaida –por ejemplo, en el contexto de un específico ataque terrorista
de falsa bandera-, la legitimidad de la “guerra contra el terrorismo”,
así como la de los altos cargos que la apoyan, se vendría abajo como un
conjunto de naipes.
Aunque la identidad de Al Qaida está
totalmente documentada, incluidos sus vínculos con la inteligencia de
EEUU, la verdad no ha llegado a filtrarse hasta el grueso de la opinión
pública.

Reunión de Ronald Reagan en 1985 con los
comandantes muyahaidines afganos en la Casa Blanca (Reagan
Archives)
Al Qaida y el papel de la inteligencia de Occidente
La CIA ha reconocido que la yihad islámica “fue” un “activo de la
inteligencia” patrocinado por EEUU que data de cuando la guerra
afgano-soviética estaba en su apogeo (1979-1989).
La comunidad de la inteligencia admite que sí, que ellos crearon a los muyahaidines,
que levantaron los campos de entrenamiento y las escuelas coránicas
junto con los Servicios de Inter-Inteligencia de Pakistán (ISI).
Actuando en nombre de la CIA, el ISI se implicó en el reclutamiento,
entrenamiento y adoctrinamiento religioso de los “yihadistas” que el Presidente Ronald Reagan describió como los “Combatientes de la Libertad”.
Desde el comienzo de la guerra afgano-soviética en 1979 hasta el
momento actual, varias organizaciones fundamentalistas islámicas se
convirtieron de facto en instrumento de la inteligencia estadounidense
y, más en general, de la alianza militar EEUU-OTAN-Israel.
Aunque el público estadounidense lo desconoce, EEUU extendió las enseñanzas de la yihad islámica en libros de texto “made in America”, elaborados en la Universidad de Nebraska:
… EEUU gastó millones de dólares en proporcionar a los escolares
afganos libros de textos llenos de imágenes violentas y enseñanzas
islámicas militantes, como parte de una serie de intentos secretos para
estimular la resistencia a la ocupación soviética.
Los manuales, que se llenaron con charlas sobre la yihad
y destacados dibujos de armas, balas, soldados y minas, han servido
desde entonces como asignaturas comunes del sistema escolar afgano.
Incluso los talibanes utilizaban los libros que los estadounidenses
producían.
La Casa Blanca defiende el contenido religioso,
diciendo que los principios islámicos impregnan la cultura afgana y que
los libros “cumplen totalmente la legislación y la política de EEUU”.
Sin embargo, expertos legales se plantean si los libros no violan una
prohibición constitucional al utilizar los dólares de los contribuyentes
para promover la religión.
… Los funcionarios de la Agencia de
EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés)
dijeron en diversas entrevistas que dejaron intactos los materiales
islámicos porque temían que los educadores afganos rechazaran los libros
si no había en ellos una fuerte dosis de pensamiento musulmán. La
Agencia eliminó su logotipo y cualquier mención al gobierno de EEUU de
los textos religiosos, según declaró la portavoz de USAID Kathryn
Stratos.
“No es una política del AID la promoción de la
instrucción religiosa”, dijo Stratos. “Pero seguimos adelante con ese
proyecto porque el objetivo fundamental… es educar a los niños, que es
ante todo una actividad laica.”
… Los libros de texto,
publicados en las lenguas dominantes afganas del dari y pastún, se
desarrollaron a principios de la década de 1980 en virtud de una
subvención otorgada a la Universidad de Nebraska-Omaha y a su Centro de
Estudios Afganos. La Agencia gastó 51 millones de dólares en los
programas de educación de la universidad en Afganistán desde 1984 a
1994”. (Washington Post, 23 de marzo de 2002).
El
papel de las agencias de inteligencia occidental apoyando a las
organizaciones afiliadas a Al Qaida se esbozará en la Parte II de este
artículo, titulada “¿Quién está detrás de Al Qaida?”.
Michel Chossudovsky es autor de “La globalización de la pobreza”,
publicado en once idiomas. Es profesor de Economía en la Universidad de
Ottawa y director del Centro de Investigación de la Globalización, en
www.globalresearch.ca. También es colaborador de la Enciclopedia
Británica. Su libro más reciente se titula “America's War on Terrorism”,
Global Research, 2005.
Fuente: Rebelion.org


No hay comentarios:
Publicar un comentario