Hollande aparece como el favorito frente a Sarkozy
Cierre de campaña con ventaja del socialismo
Página 12
La perspectiva, anunciada por las encuestadoras, de una victoria de Hollande plantea el interrogante de la relación entre socialdemócratas y el mercado después de diez años ininterrumpidos de gobiernos liberal-conservadores.
La campaña electoral
para las elecciones presidenciales se cerró a media noche casi con el
mismo dato constante con que empezó: siete sondeos de opinión ponen al
socialista François Hollande a la cabeza de la primera vuelta, que se
celebra este domingo. Su rival, el presidente Nicolas Sarkozy, aparece
en segundo lugar, a una distancia que oscila entre uno y dos puntos,
pero que, según la mismas encuestas, se amplía en hasta diez puntos en
la perspectiva de la segunda vuelta del próximo 6 de mayo. La
perspectiva, anunciada por las encuestadoras, de una victoria del
socialista François Hollande plantea el interrogante de la relación
entre socialdemócratas y mercados después de diez años ininterrumpidos
de gobiernos liberal-conservadores.
En el acto con el que lanzó
su candidatura, François Hollande pronunció la frase que nadie esperaba,
una suerte de hacha de guerra clavada en el corazón del liberalismo
predador: “Mi adversario, mi verdadero adversario, no tiene nombre, ni
rostro, ni partido. Nunca presentará su candidatura y, por consiguiente,
no saldrá electo. Sin embargo, ese adversario gobierna. Ese adversario
es el mundo de las finanzas”. Hace muchos años que el socialismo europeo
no recurría a su fondo de valores históricos. En respuesta a ello, la
derecha francesa, con su candidato a la cabeza, Nicolas Sarkozy, salió a
contar la historia del lobo: si ganan los socialistas habrá “caos”, los
mercados se abalanzarán contra el país con “ataques especulativos y
“Francia terminará de rodillas”. Con esos anuncios escatológicos, los
liberales buscaron resucitar los miedos que se apoderaron de los
mercados al día siguiente de la victoria del difunto presidente
socialista François Mitterrand, en mayo de 1981. Ahuyentados por el
famoso “programa común” de la izquierda, los capitales salieron
despavoridos y la Bolsa de París perdió en cuatro días 17,1 por ciento
de su valor.
El contexto actual es distinto. Los mercados aún no
anticiparon con signos negativos la probable victoria del socialismo
francés. El responsable de la sección economía de un gran banco francés
confiaba, bajo el anonimato, al diario Libération que “nadie imagina una
desconfianza repentina de los mercados financieros sólo porque Francia
esté gobernada por un socialista”. La mayoría de los analistas descartan
una “confrontación” entre el mercado y la socialdemocracia. En parte
porque la crisis es muy fuerte, en parte porque, por paradójico que
resulte, el PS adelantó fórmulas que los mercados juzgaron más
“coherentes” con la situación actual. Una de ellas, la esencial,
consistió en decir que el rigor económico y los ajustes sin crecimiento
no conducen a nada. Henri Sterdyniak, responsable del Departamento
Economía de la Globalización en el Observatorio francés de Coyunturas
Económicas, OFCE, señaló al semanario Challenge’s que “el candidato
socialista optó por una estrategia progresiva de reducción de la deuda
pública y del déficit. Tiene una estrategia. Su programa es prudente”.
Prudencia
no equivale a ausencia de metas. De hecho, el contexto de 2012 es muy
distinto del de las elecciones de 2007 y, sobre todo, de las de 2002,
cuando el ex primer ministro socialista Lionel Jospin perdió las
elecciones presidenciales tras caer en la primera vuelta, donde fue
superado por el candidato de extrema derecha Jean Marie Le Pen, a su vez
derrotado por Jacques Chirac. Jospin había creado un hito irrepetible
cuando, apenas empezó la campaña, dijo que su programa “no era
socialista”. Jospin solía decir “sí a la economía de mercado, no a la
sociedad de mercado”. François Hollande se ha mostrado a la vez más
preciso y más a la izquierda que Lionel Jospin. Bajo el gobierno de
Jospin (1997-2002) se llevó a cabo un amplio proceso de privatización de
las empresas públicas. Comparado con la derecha, 140 mil millones de
francos en privatizaciones (1986-1997), Jospin fue mucho más lejos:
210.000 millones. Parte de la visión socialista fue adelantada en una
entrevista exclusiva que Benoït Hamon, el representante del ala más a la
izquierda del PS y actual portavoz del partido, le dio a Página/12.
“En
Francia hacen falta cuatro o cinco leyes para modificar radicalmente la
naturaleza del lazo entre los mercados financieros y la economía real.
Con una ley sobre las transacciones financieras, otra sobre la
separación entre banco al público y banco de negocios, otra sobre las
comisiones bancarias, otra que apunte hacia una reforma de la jubilación
fundada sobre el impuesto al capital, otra ley sobre la fiscalidad para
que la renta pague tanto como las ganancias obtenidas mediante el
trabajo. Con esos textos ya hay un cambio considerable. No hay nada de
revolucionario en esto, todo es auténticamente socialdemócrata.”
En
el programa de François Hollande figuran como metas la reducción del
déficit del PIB a 3 por ciento en 2017 gracias al aumento de los
impuestos, la separación de los bancos en dos categorías, de depósito y
de especulación, alza del 15 por ciento de los beneficios bancarios,
eliminación de los productos financieros tóxicos y creación de una tasa,
impuesto, sobre todas las transacciones financieras. En cuanto a la
política fiscal, Hollande puso la barrera bien alta: 45 por ciento de
impuestos suplementarios más allá de 150.000 euros de ganancias, 75 por
ciento por encima del millón, restauración del impuesto sobre las
grandes fortunas, ISF, e imposición a los llamados “exiliados fiscales”,
es decir, a los ciudadanos que se domicilian en Mónaco, Suiza y
Lichtenstein para no pagar impuestos.
El punto de ruptura radical
del socialismo representado por François Hollande se sitúa a nivel
europeo. A diferencia de Sarkozy, Hollande ya se inscribió en un camino
de confrontación con la dominante Alemania de la canciller Angela
Merkel. En primer lugar, el aspirante socialista aseguró que
renegociaría el pacto presupuestario europeo aprobado hace unos meses y
mediante el cual se impone a los Estados de la Unión Europea una
disciplina fiscal férrea bajo, incluso, la amenaza de sanciones si no se
respetan sus criterios. Ese pacto es una creación alemana. Hollande
antepuso igualmente otro principio: en contra del rigor extremo como
única vía de la recuperación, una estrategia de crecimiento. El
socialista francés pagó cara su iniciativa.
El semanario alemán
Der Spiegel reveló la existencia de un pacto entre la canciller alemana,
Angela Merkel; el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy; el
primer ministro británico, David Cameron, y el presidente del Consejo
italiano, Mario Monti, para no recibir a François Hollande. Aunque se
negó la veracidad de ese pacto, Hollande no fue recibido por ninguno de
estos líderes. A ellos se les agregó luego el primer ministro polaco,
Donald Tusk. Los mercados se muestran hoy tan serenos como François
Hollande. ¿Reconciliación? ¿Conciencia mutua de que es preciso pactar
algunas concesiones y regular para evitar lo peor? ¿O simplemente un
compás de espera del liberalismo antes de una de sus ya reiteradas
estocadas? Una vez más, Benoït Hamon había señalado a Página/12 que de
lo que aquí se trataba era de “alejar la economía europea de las
convulsiones de los mercados”. Las propuestas de Hollande son modestas y
precisas. No hay un enunciado revolucionario ni de ruptura total. Más
bien una sensatez reguladora. La izquierda más ardiente encontrará que
es muy poco, que los estragos del liberalismo se merecen otra respuesta.
Otros dirán que el hecho mismo de poder hablar y de que haya medidas
detalladas en un programa es un gran paso. A este respecto, Benoït Hamon
había dicho a Página/12: “Creímos que podíamos construir un modelo con
los liberales. Por consiguiente, los socialdemócratas europeos tienen
una gran responsabilidad con la crisis actual”.
Fuente: Rebelion.org


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