Dragones neoliberales, sueños húmedos surasiáticos, y fantasías de Robocop
¿Un mundo de confrontación de espectro completo?
Tom Dispatch
| Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Introducción del editor de Tom Dispatch
En diciembre pasado, un súper-secreto RQ-170 Sentinel, parte de un extenso programa de vigilancia de drones de la CIA sobre Irán, descendió (o fue derribado, o secuestrado por ordenador y obligado a descender) y recuperado intacto por los militares iraníes. Esta semana, un general iraní anunció orgullosamente que expertos de su país habían logrado acceder al ordenador del avión –ofreció información que lo prueba– y ahora estaban realizando “ingeniería inversa” del drone para crear uno propio.
La mayoría de, o todas sus afirmaciones, han sido ampliamente puestas en duda, ridiculizadas, o simplemente descartadas en nuestro mundo, y que yo sepa lo que hizo fue ciertamente pura fanfarria y bluf. Pero si fuera así, igual se las arregló para echar mano de un deseo ardiente que subyace desde hace un par de siglos de historia global: adaptar los aspectos más sofisticados de Occidente para resistir a Occidente. Ese deseo ha sido esencial para la forma en que se ha desarrollado nuestro planeta. Después de todo, gran parte de los dos últimos siglos podría llevar el título en términos tecnológicos, económicos, e incluso políticos, de “La historia de la ingeniería inversa”.
Desde que en el Siglo XVIII en el Imperio Otomano, en China o en cualquier otra parte los barcos europeos con cañones parecían derribar puertas y conquistar países o someterlos a una voluntad ajena, el tema de la ingeniería inversa siempre estuvo al alcance de la mano. Durante interminables décadas, la cuestión preeminente, lo esencial a discutir, era precisamente lo que se podría adaptar del arsenal occidental de armas, política, tecnología, e ideas, y cómo podía fusionarse con la cultura local, cómo podría acceder a “características” otomanas, indias, chinas, japonesas y lograr que controlara o revirtiera el curso de los eventos. El ascenso de Japón en el Siglo XIX y el más reciente crecimiento espectacular de China son, sin duda alguna, casos de historia de ingeniería inversa.
Sean cuales sean los éxitos y fracasos de ese proceso, la pregunta actual –mientras EE.UU. decae, Europa se estanca, y los explosivos países del BRICS van de camino al centro del escenario– es probablemente la siguiente: ¿Puede realmente llevarnos más lejos la ingeniería inversa, o simplemente terminará por derribarnos? ¿No es hora de que haya algo nuevo en el universo de la ingeniería o tal vez para la llegada de la ingeniería inversa-inversa a este planeta nuestro de clima abominable y puesto a prueba?
¿Quién puede ofrecernos mejor una pequeña visión de ese planeta, de un extremo al otro, integral, en este momento de estrés global que el propio autor peripatético de Asia Times y TomDispatch, Pepe Escobar? Él lo ha visto todo. Ahora, también lo veréis. Tom
¿Un mundo de confrontación de espectro completo?
Dragones neoliberales, sueños húmedos surasiáticos y fantasías de Robocop
Goldman
Sachs –por medio del economista Jim O’Neill– inventó el concepto de un
ascendiente nuevo bloque en el planeta: los BRICS (Brasil, Rusia, India,
China, Sudáfrica).
Goldman espera ahora que los países del BRICS
representen casi un 40% del producto interno bruto global (PIB) en el
año 2050, y que incluyan a cuatro de las cinco principales economías del
mundo.
Dentro de poco, de hecho, es posible que haya que
expandir ese acrónimo para incluir a Turquía, Indonesia, Corea del Sur
y, sí, Irán nuclear: ¿BRIIICTSS? A pesar de sus bien conocidos problemas
como nación bajo bloqueo económico, Irán también avanza como parte de
los N-11, otro concepto embriagador. (Simboliza las próximas 11
economías emergentes).
La pregunta multibillonaria global sigue
siendo: ¿es la emergencia de los BRICS una señal de que hemos entrado
verdaderamente a un nuevo mundo multipolar?
El sagaz historiador
de Yale Paul Kennedy (famoso por la expresión “sobre-estrés imperial”)
está convencido de que estamos a punto de cruzar o de que ya hemos
cruzado un “punto clave histórico” que nos lleva lejos, más allá del
mundo unipolar post Guerra Fría de “la única superpotencia”. Existen,
argumenta Kennedy, cuatro razones principales para eso: la lenta erosión
del dólar de EE.UU. (antes representaba un 85% de las reservas
globales, ahora menos de un 60%), la “parálisis del proyecto europeo”,
el ascenso de Asia (el fin de 500 años de hegemonía occidental) y la
decrepitud de las Naciones Unidas.
El Grupo de Ocho (G-8) es cada
vez más irrelevante. El G-20, que incluye a los BRICS, podría, sin
embargo, ser lo que se necesita. Pero hay mucho que hacer para cruzar
ese punto clave en lugar de ser simplemente arrastrado de grado o por
fuerza: la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y
sobre todo la reforma del sistema de Bretton Woods, especialmente esas
dos instituciones cruciales, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial.
Por otra parte, puede que este sea, de grado o
por fuerza, el rumbo del mundo. Después de todo, como celebridades
emergentes, los BRICS tienen una tonelada de problemas. Es verdad, en
solo siete años Brasil ha agregado 40 millones de personas como
consumidores de clase media; en 2016, habrá invertido otros 900.000
millones de dólares –más de un tercio de su PIB– en energía e
infraestructura; y no está tan expuesto como algunos miembros del BRICS a
los imponderables del comercio mundial, ya que sus exportaciones
representan solo un 11% del PIB, incluso menos que EE.UU.
A pesar
de todo, el problema clave sigue siendo el mismo: falta de buena
administración, para no mencionar un cenagal de corrupción. La descarada
nueva clase adinerada resulta que no es menos corrupta que las
antiguas, arrogantes, elites compradoras que solían dirigir el país.
En
India, la alternativa parece estar entre un caos manejable y otro
inmanejable. La corrupción de la elite política del país podría
enorgullecer a Shiva. El abuso del poder estatal, el control nepotista
de contratos relacionados con la infraestructura, el saqueo de recursos
minerales, los escándalos con la propiedad de bienes raíces, lo tiene
todo, incluso si India no es un Pakistán hindú. Todavía no, en todo
caso.
Desde 1991, “reforma” en India ha significado solo una
cosa: comercio desenfrenado y sacar al Estado de la economía. No es
sorprendente, por lo tanto, que no se haga nada por reformar las
instituciones públicas, que son un escándalo por sí solas.
¿Administración pública eficiente? Más vale olvidarlo. En resumen, India
es una dinamo económica caótica y sin embargo, en cierto sentido, no es
ni siquiera una potencia emergente, y ni hablar de una superpotencia.
Rusia,
también, todavía sigue tratando de hallar la mezcla mágica, incluida
una política estatal competente para explotar los abundantes recursos
naturales del país, su extraordinario espacio e impresionante talento
social. Tiene que modernizarse rápido ya que, fuera de Moscú y San
Petersburgo, sigue prevaleciendo un relativo atraso social. Sus
dirigentes siguen intranquilos ante la vecina China (conscientes de que
cualquier alianza chino-rusa dejaría a Rusia como un evidente socio
menor). No confían en Washington, están inquietos por la despoblación de
sus territorios orientales, y preocupados por la alienación cultural y
religiosa de su población musulmana.
Y luego ‘Putinator’ vuelve
como presidente con su fórmula mágica para la modernización: una
cooperación estratégica alemana-rusa que beneficiará a la elite del
poder y a la oligarquía empresarial, pero no necesariamente a la mayoría
de los rusos.
Muerte de Bretton Woods
El sistema de
Bretton Woods, posterior a la Segunda Guerra Mundial, está ahora
legítimamente muerto, es totalmente ilegítimo, ¿pero que planean los
BRICS al respecto?
En su cumbre en Nueva Delhi a fines de marzo,
presionaron por la creación de un banco de desarrollo de los BRICS que
pueda invertir en infraestructura y suministrarles crédito de respaldo
para cualesquiera crisis financieras que se encuentren por el camino.
Los BRICS saben perfectamente que Washington y la Unión Europea (UE)
jamás renunciarán al control del FMI y del Banco Mundial. No obstante,
el comercio entre esos países llegará a impresionantes 500.000 millones
de dólares en 2015, sobre todo en sus propias monedas.
Sin
embargo, la cohesión de los BRICS, en la medida en que exista, se
concentra en frustraciones compartidas con la especulación financiera al
estilo de los Amos del Universo que casi precipitó la economía global
por un despeñadero en 2008. Es verdad, la gente de los BRICS también
muestran una notable convergencia de política y opinión cuando se trata
del acosado Irán, un Medio Oriente de la Primavera Árabe y el Norte de
África. A pesar de todo, el problema que enfrentan por el momento es el
siguiente: no tienen una alternativa ideológica o institucional al
neoliberalismo y al dominio de la finanza global.
Como ha
señalado Vijay Prashad, el Norte Global ha hecho todo lo posible por
impedir toda discusión seria de cómo reformar el casino financiero
global (Vea “The G-77 awakes”, Asia Times Online, 17 de abril de 2012).
No es sorprendente que el jefe del grupo G-77 de naciones en desarrollo
(ahora G-132 en los hechos), el embajador tailandés Pisnau Chanvitan,
haya advertido contra la “conducta que indica el deseo de un nuevo
amanecer de otro neocolonialismo”.
Mientras tanto, las cosas se
desarrollan en todo caso, desordenadamente. China, por ejemplo, sigue
promoviendo informalmente el yuan como moneda globalizadora, si no
global. Ya está comerciando en yuan con Rusia y Australia, para no
mencionar toda Latinoamérica y Medio Oriente. Los BRICS apuestan cada
vez más por el yuan como su alternativa monetaria a un desvalorizado
dólar estadounidense.
Japón utiliza tanto el yen como el yuan en
su comercio bilateral con su inmenso vecino asiático. En realidad ya se
está formando una zona de libre comercio asiática no reconocida, en la
que participan China, Japón y Corea del Sur.
Lo que nos espera,
aún si incluye un futuro brillante de los BRICS, indudablemente será muy
complicado. Casi todo es posible (rayando en probable), desde otra Gran
Recesión en EE.UU. hasta un estancamiento europeo o incluso el colapso
de la eurozona, a una ralentización en todos los BRICS, una tempestad en
los mercados de divisas, el colapso de instituciones financieras, y un
crasc global.
Y hablando de complicado, quién podría olvidar lo
que dijo Dick Cheney en el Instituto del Petróleo en Londres en 1999,
cuando todavía era director ejecutivo de Halliburton: “Medio Oriente,
con dos tercios del petróleo del mundo y el menor coste, es donde se
encuentra en última instancia la recompensa”. No es sorprendente que,
cuando llegó al poder en 2001, su asunto de primer orden fuera “liberar”
el petróleo de Iraq. Evidentemente, ¿quién no recuerda cómo terminó el
asunto?
Ahora (otro gobierno pero la misma línea) tiene lugar un
embargo del petróleo junto con una guerra económica contra Irán. Los
dirigentes de Pekín ven todo el psicodrama iraní de Washington como un
complot de cambio de régimen, lisa y llanamente, que no tiene nada que
ver con armas nucleares. Una vez más, el ganador hasta ahora en el
embrollo iraní es China. Con el sistema bancario de Irán en crisis y el
embargo de EE.UU. causando estragos en la economía de ese país, Pekín
puede esencialmente dictar sus condiciones para la compra de petróleo
iraní.
Los chinos están expandiendo la flota de buques tanque
petroleros de Irán, un acuerdo por un valor de más de 1.000 millones de
dólares, y ese otro gigante de los BRICS, India, compra ahora más
petróleo iraní que China. Sin embargo, Washington no aplicará sus
sanciones a los BRICS porque estos días, desde el punto de vista
económico, EE.UU. los necesita más de lo que ellos necesitan a EE.UU.
El mundo a través de ojos chinos
Lo que nos lleva al dragón en el asunto: China.
¿Cuál es la máxima obsesión china? Estabilidad, estabilidad, estabilidad.
La
habitual autodescripción del sistema de ese país como “socialismo con
características chinas" es, claro está, tan mítica como una Gorgona. En
realidad, hay que pensar en un liberalismo de la línea dura con
características chinas, dirigido por hombres que tienen la firme
intención de salvar el capitalismo global.
Por el momento, China
está de lleno en medio de un cambio tectónico, estructural, de un modelo
de exportación/inversión a un modelo dirigido por los servicios y el
consumo. En términos de su explosivo crecimiento económico, las últimas
décadas han sido casi inimaginables para la mayoría de los chinos (y el
resto del mundo), pero según el Financial Times, también han
llevado al 1% más rico del país a controlar entre 40 y 60% de toda la
riqueza. ¿Cómo encontrar un camino para superar un daño colateral tan
impresionante? ¿Cómo hacer que un sistema con tan tremendos problemas
internos funcione para 1.300 millones de personas?
Es la hora de
la “manía de la estabilidad”. En 2007, el primer ministro Wen Jiabao
advirtió de que la economía china devendría “unstable, unbalanced,
uncoordinated, and unsustainable (inestable, desequilibrada,
descoordinada e insostenible)”. Los famosos “cuatro uns”.
En la
actualidad los dirigentes, incluido el próximo primer ministro Li
Leqiang, han dado un nervioso paso adelante, purgando “inestable” del
léxico del Partido. Para todos los propósitos prácticos, ya ha llegado
la próxima fase del desarrollo del país.
Será interesante observarlo en el futuro.
¿Cómo
conducirán a China más allá de las “Cuatro Modernizaciones” los
principitos, nominalmente “comunistas”, los hijos e hijas de altos
dirigentes del Partido revolucionario, todos inmensamente ricos gracias,
en parte, a sus cómodos arreglos con corporaciones occidentales, más
los sobornos, las alianzas con gángsteres, todas esas “concesiones” al
mejor postor y toda la oligarquía de compinches ligada a Occidente?
Especialmente con toda esa fabulosa riqueza que saquear.
El
gobierno de Obama, expresando su propia ansiedad, ha reaccionado ante la
evidente aparición de China como potencia con la que hay que contar a
través de un “pivote estratégico”, de sus desastrosas guerras en Gran
Medio Oriente a Asia. Al Pentágono le gusta llamarlo “reajuste” (aunque
las cosas están lejos de estar reajustadas o terminadas para EE.UU. en
Medio Oriente).
Antes del 11-S, el gobierno de Bush se había
concentrado en China como su futuro enemigo global número uno. Entonces
el 11-S lo reorientó a lo que el Pentágono llamó “el arco de
inestabilidad”, las principales zonas petroleras del planeta desde Medio
Oriente hasta Asia Central. En vista de la distracción de Washington,
Pekín calculó que podría gozar de una ventaja de unas dos décadas en la
cual la presión habría desaparecido en gran parte. En esos años podría
concentrarse en una versión precipitada de desarrollo interior, mientras
EE.UU. desperdiciaba montañas de dinero en su insensata “Guerra global
contra el terror”.
Diez años después, esa ventaja se borró de un
golpe ya que desde India, Australia y las Filipinas hasta Corea del Sur y
Japón, EE.UU. declara que ha vuelto al negocio de la hegemonía en Asia.
Cualquier duda de que ese era el nuevo camino estadounidense fue
disipada en noviembre de 2011 por el manifiesto de la Secretaria de
Estado Hillary Clinton en la revista Foreign Policy, titulado de un modo no demasiado sutil “El siglo del Pacífico de EE.UU.” (¡Y hablaba de este siglo, no del pasado!)
El
mantra estadounidense es siempre el mismo: “Seguridad de EE.UU.”, cuya
definición es: cualquier cosa que pase en el planeta. Sea en el Golfo
Pérsico rico en petróleo donde Washington “ayuda” a sus aliados Israel y
Arabia Saudí porque se sienten amenazados por Irán, o Asia, donde una
ayuda semejante se ofrece a un grupo creciente de países de los que se
dice que se sienten amenazados por China, siempre es en nombre de la
seguridad de EE.UU. En ambos casos, en casi cualquier caso, es lo que
supera todo lo demás.
Como resultado, si hay una Muralla de
Desconfianza de 33 años entre EE.UU. e Irán, hay una nueva, creciente,
Gran Muralla de Desconfianza entre EE.UU. y China. Recientemente, Wang
Jisi, decano de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad
Peking y un importante analista estratégico chino, presentó la
perspectiva de los dirigentes de Pekín sobre ese “Siglo del Pacífico” en
un ensayo influyente del que fue coautor.
China, escribe con su
coautor, espera ser tratada actualmente como potencia de primera clase.
Después de todo “superó exitosamente… la crisis financiera global de
1997-98” causada, desde el punto de vista de Pekín, por “profundas
deficiencias en la economía y política de EE.UU. China ha sobrepasado a
Japón, la segunda economía del mundo, y también parece ser número dos en
la política mundial… los dirigentes chinos no acreditan esos éxitos a
EE.UU. o al orden mundial dirigido por EE.UU.”
EE.UU., agrega
Wang, “es visto generalmente por China como una potencia decadente a
largo plazo… Ahora es cuestión de cuántos años, más que cuántas décadas,
tardará antes que China reemplace a EE.UU. como la mayor economía del
mundo… parte de una nueva estructura emergente.” (Pensad en: los BRICS.)
Resumiendo, como lo presentan Wang y su coautor, los chinos
influyentes ven que el modelo de desarrollo de su país provee “una
alternativa a la democracia occidental y experiencias para que aprendan
de ellas otros países en desarrollo, mientras que muchos países en
desarrollo que han introducido valores y sistemas políticos occidentales
padecen desorden y caos”.
En resumidas cuentas se tiene una
visión china de un mundo en el cual un EE.UU. que pierde efectividad
sigue sediento de hegemonía global y sigue siendo suficientemente
poderoso para bloquear a potencias emergentes –China y los otros BRICS–
de su destino en el Siglo XXI.
El sueño húmedo del Dr. Zbig
Ahora
bien, ¿cómo ve el mundo la elite política de EE.UU.? Prácticamente
nadie está mejor cualificado para tratar el tema que el ex consejero
nacional de seguridad, promotor del oleoducto BTC, y brevemente
consejero fantasma de Obama, Dr. Zbigniew ("Zbig") Brzezinski. Y no duda
en hacerlo en su último de libro: Strategic Vision: America and the Crisis of Global Power (Visión estratégica: EE.UU. y la crisis del poder global).
Si
los chinos tienen sus ojos estratégicos fijos en los demás BRICS, Dr.
Zbig sigue aferrado al Viejo Mundo, nuevamente configurado. Ahora
argumenta que EE.UU., para mantener alguna forma de hegemonía global,
debe apostar a un “Occidente expandido”. Eso significaría fortalecer a
los europeos (especialmente en términos energéticos), mientras acoge a
Turquía, que imagina como un modelo de nuevas democracias árabes, e
involucra a Rusia, política y económicamente, de una “manera
estratégicamente sobria y prudente”.
Turquía, a propósito, no es
un modelo semejante porque para el futuro previsible, a pesar de la
Primavera Árabe, no existen nuevas democracias árabes. A pesar de todo,
Zbig cree que Turquía puede ayudar a Europa, y por lo tanto a EE.UU., de
maneras mucho más prácticas, a resolver ciertos problemas energéticos
globales facilitando su “acceso sin impedimentos al petróleo y el gas de
Asia Central a través del Mar Caspio”.
En las actuales
circunstancias, sin embargo, esto también sigue siendo una especie de
fantasía. Después de todo, Turquía solo puede convertirse en un país de
tránsito crucial en el gran juego energético en el tablero de ajedrez
eurasiático que he llamado “Ductistán” si los europeos actúan
conjuntamente. Tendrían que convencer a la “república” autocrática de
Turkmenistán, rica en energía, para que ignore a su poderoso vecino ruso
y les venda todo el gas que necesitan. Y luego existe otro asunto
energético que parece poco probable por el momento: Washington y
Bruselas tendrían que abandonar sanciones y embargos contraproducentes
contra Irán (y los juegos de guerra que los acompañan) y comenzar a
trabajar seriamente con ese país.
Dr. Zbig propone, a pesar de
todo, la noción de una Europa a dos velocidades como clave para el
futuro poder estadounidense en el planeta. Hay que verlo como una
versión optimista de un escenario en el cual la actual Eurozona
semi-colapsa. Mantendría el papel dirigente de los ineptos peces gordos
burocráticos en Bruselas que dirigen actualmente la UE, y apoyaría otra
“Europa” (sobre todo los países meridionales del “Club Med”) fuera del
euro, con un movimiento nominalmente libre de personas y bienes entre
las dos. Su apuesta –y esta refleja una línea clave de pensamiento en
Washington– es que una Europa a dos velocidades, un Big Mac eurasiático,
todavía estrechamente unida a EE.UU. podría ser un protagonista clave
para el resto del Siglo XXI.
Y luego, claro está, Dr. Zbig
muestra todos sus colores de la Guerra Fría, ensalzando una futura
“estabilidad en Lejano Oriente” estadounidense inspirada por “el papel
que Gran Bretaña jugó en el Siglo XIX como estabilizador y balanceador
de Europa”. Estamos hablando, en otras palabras, del diplomático de la
cañonera número uno de este siglo. Concede gentilmente que una
“exhaustiva cooperación global estadounidense-china” todavía podría ser
posible, pero solo si Washington retiene una presencia geopolítica
significativa en lo que sigue llamando “Lejano Oriente” – “con o sin la
aprobación de China”.
La respuesta será “no”.
En cierto
modo, todo esto es algo familiar, como es gran parte de la verdadera
política actual de Washington. En su caso, es realmente un remix de su magnum opus de 1997.
The
Grand Chessboard (El gran tablero mundial) en el cual, vuelve una vez
más a certificar que “el inmenso continente trans-eurasiático es la
arena central de los asuntos mundiales”. Solo que ahora la realidad le
ha enseñado que Eurasia no se puede conquistar y que la mejor opción
para EE.UU. es tratar de admitir a Turquía y Rusia en el grupo.
Robocop manda
Sin
embargo, Brzezinski parece positivamente benigno si se comparan sus
ideas con los recientes pronunciamientos de Hillary Clinton, como en su
discurso en la Conferencia de Asuntos Mundiales del Consejo de la OTAN
2012. Allí, como hace regularmente el gobierno de Obama, destacó “la
perdurable relación de la OTAN con Afganistán” y elogió las
negociaciones entre EE.UU. y Kabul sobre “una cooperación estratégica a
largo plazo entre nuestras dos naciones”.
Traducción: a pesar de
haber perdido durante años la partida frente a una insurgencia
minoritaria pastuna, ni el Pentágono ni la OTAN tienen la menor
intención de reajustarse para salir de sus posesiones en Gran Medio
Oriente. Mientras ya negocia con el gobierno del presidente Hamid Karzai
en Kabul los derechos de quedarse después de 2024, EE.UU. tiene toda la
intención de conservar tres importantes bases estratégicas afganas:
Bagram, Shindand (cerca de la frontera iraní) y Kandahar (cerca de la
frontera con Pakistán). Solo los ingenuos terminales podrían creen que
el Pentágono es capaz de abandonar voluntariamente semejantes puestos
avanzados para el monitoreo de Asia Central y de los competidores
estratégicos Rusia y China.
La OTAN, agregó ominosamente Clinton,
“expandirá sus capacidades de defensa para el Siglo XXI”, incluyendo el
sistema de defensa de misiles que la Alianza aprobó en su última
reunión en Lisboa en 2010.
Será fascinante ver lo que podría
significar la posible elección del socialista François Hollande como
presidente francés. Interesado en una cooperación estratégica más
profunda con los BRICS, está comprometido con el fin del dólar como
moneda de reserva del mundo. La pregunta es: ¿Estropeará su victoria los
planes de la OTAN, después de estos años bajo el Gran Liberador de
Libia, el neo-napoleónico creador de imagen, Nicolas Sarkozy, (para
quien Francia no es más que mostaza en el steak tartar de Washington)?
No
importa lo que piensen Dr. Zbig o Hillary, la mayoría de los países
europeos, hartos de sus aventuras de agujero negro en Afganistán y
Libia, y con el modo en que la OTAN sirve ahora los intereses globales
de EE.UU., apoya a Hollande al respecto. Pero, a pesar de todo, será una
batalla difícil. La destrucción y derrocamiento del régimen libio de
Muamar Gadafi fue el clímax de la reciente agenda de cambio de régimen
de la OTAN en MENA (Medio Oriente – Norte de África). Y la OTAN sigue
siendo el plan B de Washington para el futuro, por si la red usual de think tanks,
fondos de donación, fondos, fundaciones, ONG, e incluso la ONU, no
logran provocar lo que podría ser descrito como “cambio de régimen
YouTube”.
En pocas palabras: después de ir a la guerra en tres
continentes (en Yugoslavia, Afganistán y Libia), de convertir
prácticamente el Mediterráneo en un lago de la OTAN, y de patrullar
ininterrumpidamente el Mar Arábigo, la OTAN se basará, según Hillary, en
“una apuesta al liderazgo y a la fuerza de EE.UU., como hicimos en el
Siglo XX, durante este siglo y más allá”. Por lo tanto, 21 años después
del fin de la Unión Soviética –la razón de ser original de la OTAN–
podría ser la forma en que termina el mundo; no con un estruendo, sino
con la OTAN, gimoteando, pero cumpliendo todavía su papel de perpetuo
Robocop global.
Y volvamos al Dr. Zbig y la idea de EE.UU. como
“promotor y garantía de la unidad” en Occidente, y como “equilibrio y
conciliador” en Oriente (para lo cual necesita bases desde el Golfo
Pérsico hasta Japón, incluyendo las afganas). Y no olvidemos que el
Pentágono nunca ha renunciado a la idea de lograr la Dominación de
Espectro Completo.
A pesar de toda esa fuerza militar, sin
embargo, vale la pena recordar que estamos claramente ante un Nuevo
Mundo (y tampoco será en Norteamérica). Contra los cañones y las
cañoneras, los misiles y los drones, está la potencia económica. Ahora
se libran guerras monetarias. Los BRICS, China y Rusia, tienen montañas
de dinero. Suramérica se une rápidamente. ‘Putinator’ ha ofrecido a
Corea del Sur un oleoducto. Irán planifica vender todo su petróleo y gas
en un canasto de monedas, ninguna de ellas dólares. China está pagando
para expandir su Armada y su armamento de misiles contra barcos. Puede
llegar el día en que Tokio llegue a comprender que mientras siga ocupado
por Wall Street y el Pentágono, vivirá en eterna recesión. Incluso
Australia puede llegar a negarse a ser forzada a una guerra comercial
contraproducente con China.
Por lo tanto este nuestro Siglo XXI,
se está conformando ahora mismo como una confrontación entre EE.UU./OTAN
y los BRICS, con todos los defectos de cada lado. El peligro: que en
algún momento se convierta en una Confrontación de Espectro Completo.
Porque no hay que equivocarse, a diferencia de Sadam Hussein o Muamar
Gadafi, los BRICS serán realmente capaces de defenderse.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente, que acaba de publicarse es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009).
Para contactos: pepeasia@yahoo.com
Fuente: Rebelion.org


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