Israel desvía el Nilo de África
Al-Ajbar (edición en lengua inglesa)
Traducción para Rebelión de Loles Oliván |
Los fracasos políticos egipcios y sudaneses han hecho que se cierna una amenaza estratégica sobre el recurso más importante de ambos países: el Nilo. Israel acaba de firmar un acuerdo con las autoridades de Sudán del Sur sobre los derechos del preciado recurso acuífero del país.
En Egipto y en
Sudán se ha producido un clamor por la firma la semana pasada de un
acuerdo de cooperación entre Israel y Sudán del Sur sobre
infraestructura de agua y desarrollo tecnológico. No deja de advertirse
que el pacto entre el gobierno de Juba y la Compañía de Industrias
Militares Israelíes representa una amenaza para la seguridad hídrica de
los dos países por los que atraviesa el río y que debe ser
contrarrestada. Se ha pasado por alto que es en la propia inacción de
ambos países donde recae la principal responsabilidad.
Los
planes israelíes sobre las aguas del Nilo y los recursos del continente
africano no son nuevos. Durante años, Israel ha dedicado muchos
esfuerzos a establecer vínculos con diversos Estados africanos y a
fortalecer su presencia en el continente por razones tanto económicas
como de seguridad.
En Sudán del Sur, Israel ha hecho alarde de
sus vínculos con el Movimiento de Liberación del Pueblo Sudanés (MLPS)
—en la actualidad el gobernante absoluto del nuevo país— y con otros
dirigentes de las facciones del sur desde que comenzara en la década de
1950 la primera rebelión del sur en Sudán. Ello formaba parte de una
vieja doctrina estratégica retomada en una conferencia del ex ministro
de Seguridad israelí, Avi Dichter, en 2008 sobre la estrategia regional
de Israel.
Esta doctrina sostiene entre otras cosas que no se
debe permitir que Sudán, con sus vastos recursos y su potencial
económico, se convierta en un activo del poder del mundo árabe en su
conjunto. Como el desarrollo en un Sudán estable supondría una amenaza
para Israel a pesar de su distancia geográfica, Israel y sus agencias
deben fomentar activamente la desestabilización del país alimentando
sucesivas crisis hasta que la inestabilidad se torne crónica.
El otro motivo reconocido para la intervención israelí en Sudán es que
el país constituye la “profundidad estratégica” de Egipto. En este
sentido, nada podría suponer una mayor preocupación estratégica tanto
para Egipto como para Sudán que una potencial amenaza a sus suministros
de agua del Nilo. Israel ha conseguido crear tal amenaza mediante este
reciente pacto con Sudán del Sur y a través de acuerdos previos en los
últimos años con otros Estados ribereños del Nilo.
La decisión
se produce en un contexto de tensiones respecto a los problemas del agua
entre Egipto y Sudán, y la mayoría de los otros países de la Cuenca del
Nilo (los otros Estados ribereños son Etiopía, la República Democrática
del Congo, Kenia, Eritrea, Tanzania, Ruanda, Burundi y Uganda).
La mayoría de los países río arriba quieren que se establezcan cambios
importantes en los acuerdos que han gobernado durante mucho tiempo la
gestión de las aguas del Nilo. Estos incluyen un acuerdo de 1929 que
exige que Egipto apruebe cualquier proyecto de agua a gran escala en los
países de aguas arriba si afecta al flujo de las aguas del Nilo.
También se oponen a un pacto de 1959 que asigna 55.5 mil millones
anuales de metros cúbicos de agua del Nilo a Egipto y 18.5 millones de
metros cúbicos a Sudán, lo que consideran injusto. Seis países han
exigido una reasignación de acuerdo con la propuesta de un nuevo Acuerdo
de Entebbe, pero Egipto y Sudán lo han rechazado. Ambos —especialmente
Egipto, que desde tiempos antiguos ha dependido del Nilo para más del
95% de su agua— prefiere mantener su asignación histórica, e insiste en
que no se puede producir un nuevo acuerdo sobre agua hasta que no se
resuelvan contenciosos previos.
Las objeciones egipcias y
sudanesas no lograrán, sin embargo, que Sudán del Sur —que con su
independencia se ha convertido en el undécimo Estado ribereño del Nilo—
ni otros países, continúen con los proyectos de agua a gran escala para
satisfacer sus urgentes necesidades de desarrollo. Estos están
destinados a aumentar su consumo e impiden el flujo de agua. Sudán del
Sur goza de una ubicación estratégica en este sentido, con un 45% del
agua de la cuenca del Nilo en su territorio, y un 28% del agua del río
que fluye a través de él a Sudán y Egipto.
Sin embargo, ambos países podrían haber actuado para evitar llegar a este punto.
Las relaciones de Sudán con Sudán del Sur comenzaron a deteriorarse
desde el momento en que se produjo la secesión de éste desencadenándose
la confrontación militar en cuestión de meses debido a conflictos
políticos, territoriales y financieros. La oportunidad de entablar
negociaciones sobre qué proporción de asignación de agua de Sudán
obtendría el Sur de Sudán, que habría permitido a Jartum salvaguardar
sus intereses, se perdió antes de la independencia. Las cuestiones del
agua han quedado eclipsadas por otras disputas.
Para Egipto,
la cuestión del agua del Nilo podría decirse que representa el mayor de
los muchos fracasos de la política exterior del país en la era Mubarak.
El régimen anterior descuidó diplomáticamente a África y no fue capaz
de mantener las firmes relaciones que Egipto tenía con los países
referidos. Su fracaso más tangible, en ese sentido, fue su incapacidad
de persuadir a Sudán del Sur de que aceptase la reanudación de las obras
del proyecto durante mucho tiempo estancado del Canal Jonglei, diseñado
para ahorrar entre 40 y 50 millones de metros cúbicos de agua del Nilo
que se evaporan anualmente.
Israel ha sido rápido ocupando su
lugar. Ha aprovechado todas las oportunidades posibles para ofrecer su
respaldo a proyectos de agua en los países río arriba con los que, por
un lado, presionar tanto a Egipto como a Sudán, y por otro, aprovechar
una influencia que contribuya a superar su propia escasez de agua.
Fuente: Rebelion.org
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