viernes, 29 de marzo de 2013

Papeles secretos Chile-Reino Unido: el debate por la venta de uranio en la era Pinochet
Por Constanza Hola Chamy 
 



La decisión se había tomado. “El uranio está listo para ser suministrado el próximo año”.
 
Mediante un memo confidencial entre el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Departamento de Intercambio Comercial, el gobierno británico explicaba su decisión de suministrar combustible nuclear a Chile. Era el 3 de diciembre de 1982.

Eso sí, no había sido una decisión fácil.

De hecho, habían demorado un año en ponerse de acuerdo. Por un lado estaban los intereses económicos y un acuerdo de cooperación previo. Por el otro, lo sensible del tema, dados los cuestionamientos internacionales al gobierno de facto chileno.

El debate quedó registrado en el archivo confidencial ahora desclasificado “Cooperación Nuclear entre Chile y Reino Unido”, al cual BBC Mundo tuvo acceso.

Una visita peculiar

La discusión comenzó en enero del mismo año, cuando a la cancillería británica le pidieron autorización para un peculiar envío a Chile: el Centro de Investigación de Armas Atómicas (AWRE) quería saber si tenían luz verde para apoyar la decisión de la nación sudamericana de incrementar su potencial nuclear.

“Los chilenos han expresado interés en aumentar la capacidad de su reactor tipo ‘Herald’, el cual fue diseñado por Fairey Engineering Limited y entregado a principios de los años 70″, se lee en la transcripción de una conversación entre funcionarios de los dos departamentos.

Para ello, necesitaban la visita de uno de sus científicos: Derek Hindley, “la única persona con la experiencia necesaria para realizar un estudio preliminar sobre el aumento de capacidad”.

“El efecto de este aumento de capacidad hará que el reactor tome un 20% en vez de un 8% de uranio enriquecido”, dice la comunicación firmada por I. Knight Smith, de la oficina para Sudamérica de la Cancillería.

Y tras un acuerdo de cooperación nuclear no bélica entre Reino Unido y Chile, el primer país proveería al segundo de combustible nuclear.

Hasta ahí, nada extraño. Excepto que Chile vivía bajo un gobierno de facto.

Un reactor sin democracia

 
 
Técnicamente, el reactor llegó a Chile a principios del gobierno de Augusto Pinochet y su primera reacción nuclear se registró a las 8:27 am del 13 de octubre de 1974, según datos del Centro de Estudios Nucleares La Reina. Es decir, casi un año después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. La adquisición había sido el resultado de un acuerdo de cooperación nuclear no bélico realizado en 1969, durante el primer gobierno laborista de Harold Wilson en Reino Unido y el de Eduardo Frei Montalva en Chile.

Pero entre el acuerdo y la llegada del reactor, el panorama político chileno había cambiado.

Aun así, en mayo de 1975, durante el segundo gobierno de Wilson, Hindley “habría aparentemente asesorado a los chilenos” en una visita secreta, según consta en los documentos.

Casi una década después y luego del revuelo internacional por las denuncias de violaciones de derechos humanos del gobierno de Augusto Pinochet, un vínculo de cooperación nuclear entre ambos países a través de un enviado experto en armas atómicas era un tema delicado para la imagen del gobierno británico.

“La visita a Chile de un miembro de la AWRE, de hacerse pública, podría ser vergonzosa y difícil de defender por los ministros en el Parlamento, a pesar de que la última visita de Hindley se realizó después del golpe de Estado, en la época del gobierno laborista”, asegura el documento.

En consecuencia, la decisión inicial era no enviar al experto. Por el momento.

“Nuestra posición sobre la visita de Hindley deberá ser consistente con nuestra decisión sobre la propuesta para proveer combustible nuclear a Chile, la cual es parte del mismo proyecto”, se lee en el memo.

Vender o no vender, he ahí el dilema

El reactor nuclear chileno se inauguró un año después del golpe de Estado liderado por Pinochet.

Durante los meses siguientes Reino Unido tuvo preocupaciones más importantes que el suministro de material nuclear a Chile.

Febrero y marzo fueron clave en la creciente tensión con Argentina por las islas Falklands/Malvinas, la cual derivó en la invasión argentina el 2 de abril.

Sin embargo, el tema no decayó. Durante esos dos meses circuló entre los departamentos afectados primero un borrador, y luego un documento restringido, que recomendaba permitir la provisión del combustible nuclear, así como la visita de expertos.

“Sería recomendable que desde el punto de vista de la presentación, cualquier experto enviado a Chile debe llevar claras credenciales de ‘uso pacífico’”, especificaban estos documentos.

Sobre el primer borrador, Knight Smith dejó registro manuscrito de la importancia de destacar dos puntos: “que (a) el rechazo sería una infracción contra el tratado de 1969 y (b) no hay alternativa al envío de un hombre de la AWRE para hacer el estudio preliminar”. “En resumen, a pesar de que esta materia puede causar preguntas para ser contestadas en el Parlamento, el rechazo a la provisión (de material nuclear) no podría ser justificado por razones de ‘no proliferación’ y sería una infracción contra el acuerdo de 1969″, concluye el documento.

Finalmente, el tema se resolvió a favor de la venta.

“Tras el acuerdo ministerial de la presentación del señor Kenyon el 16 de marzo, intercambiamos correspondencia con los chilenos el 23/24 (…) para esta venta de uranio enriquecido. El uranio está listo para ser suministrado el próximo año”, aclara el memo confidencial de diciembre de 1982.

Y aunque la visita de expertos se aprobó en los términos que se especifican anteriormente, los detalles de la visita de Hindley quedarán inmersos en el misterio histórico. 
 

Telegramas secretos revelan dificultades británicas en Malvinas/Falklands
por Peter Biles

telegrama británico informa ataque argentino a Puerto Stanley
Telegrama británico informa del ataque argentino a Puerto Stanley el 2 de abril de 1982.

Una serie de telegramas recién desclasificados de los tiempos del ataque de Argentina a las islas Malvinas/Falklands revelan las dificultades de Reino Unido para conseguir un barco lo suficientemente grande como para enviar tropas al Atántico Sur, la quema de documentos delicados y los intensos esfuerzos diplomáticos para detener el envío de misiles franceses a Buenos Aires.

Un registro de las comunicaciones está en los papeles del gobierno británico dados a conocer por los Archivos Naciones en Londres, treinta años después de los eventos.
Las fuerzas argentinas desembarcaron en las Malvinas/Falklands la mañana del 2 de abril de 1982. A las 10:30 GMT, el ministro de Relaciones Exteriores británico, Lord Carrington envió un telegrama urgente al gobernador del archipiélago.

"Tiene la autorización mía y del ministro de Defensa de hacer estallar la pista de aterrizaje, si puede hacerlo, para evitar que sea usado después de la invasión para enviar suministros a una fuerza invasora".

Sin embargo, las comunicaciones entre Londres y la capital de las islas, Puerto Stanley (llamada Puerto Argentino por Buenos Aires), se habían hecho intermitentes y en un apunte manuscrito en el registro del telegrama se lee: "Este mensaje nunca fue recibido".

Papeles destruídos

Para el día siguiente, 3 de abril, el gobernador británico, Rex Hunt, había sido evacuado a la fuerza por los argentinos a Montevideo, capital de Uruguay.

Desde allí ofreció a la cancillería británica un resumen de sus últimas horas en la Casa de Gobierno en Puerto Stanley/Puerto Argentino.

"Destruimos todos los papeles secretos y los equipos de codificación, excepto por dos Mark Vs, sobre los que esperábamos instrucciones cuando las comunicaciones se cortaron y se nos acabó el tiempo. Los Mark V fueron dejados en una bóveda y espero que queden inutilizados cuando los argentinos tengan que volar la puerta para entrar".

Mientras tanto, el embajador británico en Buenos Aires, Anthony Williams, había estado tomando sus propias "medidas de precaución".

Misil francés Exocet
Los Exocet generaron roces entre Londres y París.
Un telegrama del 1 de abril dice: "Hemos empezado ya la destrucción de todo el material delicado anterior a 1981 y, más recientemente, los de mayor sensibilidad".

"Esperamos completar esta operación discretamente en unas 18 horas, o en menor tiempo, si fuera apropiado usar el incinerador en esta zona libre de humo".

Problemas de transporte

Mientras Reino Unido reunía la fuerza de tarea que zarparía para el Atlántico Sur, se hizo evidente que no había suficientes barcos. La solicitud principal era de un crucero que transportara 1.700 hombres.

Con el permiso de la Reina, fue invocada la Prerrogativa Real para requisar un buque de la empresa PO, el Canberra, y un carguero, el Norsea, el que llevaría vehículos y equipos.

Una carta dirigida a la oficina de la primera ministra de ese entonces, Margaret Thatcher, reza: "Sin estos barcos, la evaluación de los jefes del Estado Mayor es que las capacidades militares de la fuerza se verían severamente degradadas".

Gregory Freemont-Barnes, especialista en estudios de guerra en la academia militar británica de Sandhurst, sugiere que el plan de Reino Unido fue bastante "ad hoc".

"No había planes de contingencia para retomar las Malvinas/Falklands", asegura.

"Los documentos de los Archivos Nacionales muestran que el gobierno se vio en cierta manera tomado por sorpresa. Sin embargo, una vez que llegó la noticia de la invasión, operaron extremadamente rápido y la fuerza de tarea salió el 9 de abril, una semana después de la invasión".

Entre Francia y Perú

Margaret Thatcher y Ronald Reagan
Thatcher tuvo el apoyo de Ronald Reagan durante la crisis.
En el frente diplomático, Thatcher recibió una muy bienvenida oferta de asistencia de parte del presidente de Francia, Francois Mitterrand, el 3 de abril.

Mitterrand telefoneó a Thatcher para decirle: "Si hay algo que podamos hacer para ayudar, nos gustaría hacerlo".

Pero unas pocas semanas después, cuando la guerra de las Malvinas/Falklands entraba en una fase crítica, las relaciones entre París y Londres se agriaron.

Los documentos gubernamentales revelan los intensos esfuerzos diplomáticos hechos por Reino Unido para evitar la venta de misiles franceses Exocet a Perú.

En un telegrama confidencial dirigido al presidente Mitterrand, fechado el 30 de mayo, Margaret Thatcher hablaba de la consternación en Londres ante la perspectiva de que los misiles franceses terminen en Argentina.

"Debo pedirle, con todo el énfasis y la urgencia a mi alcance, que encuentre maneras de postergar el envió de esos misiles desde Francia por al menor un mes más. Naturalmente nosotros preferiríamos que no fueran suministrados en lo absoluto pero las próximas semanas van a ser particularmente cruciales":

Thatcher escribió que un barco peruano había sido devuelto de Francia vacío, pero que otro navío estaba en ruta a Francia para recibir el armamento. Perú estaba reclamando a Francia por rompimiento de contrato.

El mensaje de Thatcher al presidente Mitterrand llevaba una advertencia implícita: "Si se hiciera conocido, como ciertamente lo sería, que Francia estaba entregando armas a Perú que con toda seguridad serían pasadas a Argentina para ser usadas contra nosotros, un aliado de Francia, esto tendría efectos devastadores en las relaciones entre nuestros dos países".

Esas diferencias no existían en cambio entre Reino Unido y Estados Unidos. Un telegrama de la embajada británica en Washington, fechado el 3 de mayo, muestra que el Secretario de Defensa, Caspar Weinberger, había expresado su "deseo a darnos (a los británicos) el máximo apoyo". EE.UU incluso ofreció el uso de un portaviones, el Eisenhower.

Victoria con problemas

tropas argentinas desembarcan Malvinas/Falklands en abril de 1981
Para los británicos el gran número de argentinos capturados fue un problema logísitico.

La guerra terminó en sólo 10 semanas, pero el diario de la Tercera Brigada de Comando británica presenta un sombrío panorama de las condiciones en las islas cuando unos 15.000 militares argentinos se rindieron el 14 de junio.

Los argentinos habían estado atrincherados durante semanas y muchos de ellos sufrían de malnutrición y enfermedades. Eso fue un problema para las victoriosas tropas británicas que entraban en Puerto Stanley/Puerto Argentino.

"Cuasi motín como resultado de demasiados prisioneros de guerra movilizados desde el aeródromo", fue un comentario escrito en el diario de la brigada.

El clima se deterioraba. Los helicópteros no podían volar. Las fuerzas británicas no disponían de suficiente munición de artillería y el fin de las hostilidades no fue confirmado inmediatamente desde Buenos Aires.

"El impulso del ataque británico había perdido fuelle en términos de logística. No en términos de moral o del brillante liderazgo de sus comandantes, pero sí en términos de suministro", asegura el historiador Gregory Fremont-Barnes.

Me atrevo a decir que si los argentinos hubieran presentado una dura resistencia en Puerto Stanley y en sus alrededores, las fuerzas británicas podrían haberse encontrado en grandes dificultades".

Sin embargo, el diario de la Tercera Brigada de Comando capta el ánimo a medida que se hace evidente que la guerra ha terminado: "Consolidar, reorganizar, ordenar y dar un respiro de alivio".

Fuente: BBC Mundo y fundacion-malvinas.org.ar

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