domingo, 1 de septiembre de 2013

El duelo entre el halcón y el cóndor

Hace cien años, un duelo entre dos aeroplanos fascinó a una multitud de observadores mendocinos. Sobre el parque San Martín. 



El duelo entre el halcón y el cóndor
Hace unos días, se cumplió el centenario de una demostración aérea poco conocida, en la cual participaron los pilotos Castaibert y Casale.

Ese día, ambos estremecieron a la multitud que se dio cita, a mediados de agosto de 1913, en las tribunas del club Regatas en el Parque General San Martín. Fue una exhibición épica: dos aeroplanos volaban juntos por primera vez y se batían a duelo dos aviadores.

El halcón francés

A principios de agosto de 1913, llegó desde Buenos Aires el reconocido constructor y piloto francés Paul Castaibert quien se radicó en nuestro país en 1909.

Este joven mecánico, de 29 años, se interesó en la construcción de aeroplanos y, como autodidacta,  aprendió a volar.

Castaibert fue un osado piloto capaz de realizar importantes demostraciones aéreas en el país. Ya en la provincia, ensambló su aeroplano (que bautizó con su apellido) y lo puso a punto para  ejecutar varios vuelos de ensayo.

En Mendoza, un piloto local llamado Mario Casale se encontraba también preparando una demostración con su aparato. Ambos decidieron encontrarse el mismo día, en el mismo lugar.

El cóndor mendocino

Italiano de nacimiento, Mario Casale se estableció desde niño en nuestra provincia. Ya en su adolescencia, Casale se sintió atraído por el aire y muy pronto se dedicó a la aviación.

En 1906 trabajó en la construcción de una nave y, ese mismo año, levantó un hangar en Los Tamarindos, que lo contó entre sus pioneros.

Seis años después, obtuvo en Buenos Aires el brevet Nº 18 de piloto internacional, pasando el riguroso examen con excelentes calificaciones.

En diciembre de 1912 realizó una prueba con su biplano despegando desde el Parque General San Martín. Una multitud lo acompañó en aquella hazaña y lo recaudado fue donado para la aviación argentina.

Desafío entre titanes

Los medios de la época anunciaban en sus páginas el duelo entre los dos aviadores. El lugar elegido para aquel match serían unos terrenos aledaños al lago del parque.

Por la tarde, las máquinas estaban preparadas para volar.

El día estaba soleado pero, de repente, un fuerte viento comenzó a soplar, anunciando que el tiempo desmejoraría.

Los pilotos aguardaron por más de una hora para que las condiciones meteorológicas mejoraran pero, al ver que podía empeorar, el piloto francés Paul Castaibert decidió volar en primer término. Se subió al aparato, se sentó y despegó a gran velocidad.

En pocos segundos se elevó a unos  80 metros del  suelo. En un momento, el fuerte viento hizo que vibraran  sus alas durante una maniobra peligrosa.

Estuvo unos minutos en el cielo y decidió aterrizar, pero se le complicó al ver que el público estaba mal ubicado en la pista de aterrizaje. Gracias a su gran pericia y sangre fría, el aviador pudo desviar la trayectoria y aterrizó perfectamente evitando una tragedia.

En el improvisado campo de aviación se encontraba Casale haciendo sus preparativos. Sus amigos y público intentaban, en vano, convencerlo de que era peligroso decolar con ese viento. Pero el piloto mendocino, con cara sonriente, decidió emprender el vuelo para no defraudar a las personas que allí estaban esperando este duelo.

Inmediatamente, probó la marcha del motor y partió veloz. Con un vuelo recto se elevó y, a gran altura, su aeroplano dibujó en el cielo un hermoso giro semicircular, que desde tierra  fue aplaudido por los miles de participantes. Después comenzó el descenso y el aterrizaje fue magistral. Cuando llegó, el público corrió hacia el avión de Casale para felicitarlo.

Otra vez tocó el turno a Castaibert, quien tomó ese vuelo como un desafío. Partió y se elevó rápidamente y, cuando estaba a unos 120 metros, se lanzó en picada sobre el trencito del parque que estaba estacionado muy cerca del campo de aterrizaje.

Los ocupantes del convoy, que habían bajado para presenciar el vuelo del francés, empezaron a salir desesperados cuando el aparato se les vino encima. Pero la experiencia del piloto descomprimió la angustia de los curiosos.

Luego hizo otras maniobras y aterrizó.

Pero faltaba la frutilla del postre en aquella exhibición. Ambos pilotos partieron con sus máquinas voladoras y comenzó el último duelo.

El público pudo apreciar las diferencias que había entre el prototipo de Castaibert y la aeronave de Casale.

Mientras el monoplano del galo volaba como una libélula gigante, el biplano del mendocino se desplazaba con mayor potencia pero con mayor peso para las maniobras aéreas.

Los dos se dirigieron en diferentes direcciones y aterrizaron. Al llegar, ambos fueron ovacionados por los presentes.

A pesar de las condiciones desfavorables del tiempo, habían ejecutado una gran proeza. A aquella jornada se la bautizó como el  duelo entre halcón y el cóndor.  
Fuente: Los Andes Online

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