Análisis de las elecciones generales
Austria muestra el giro a la derecha de Centroeuropa
A pesar de sus pérdidas, el bipartito de socialdemócratas y de democristianos se mantiene en el poder en Viena. Sin embargo, el 30% del electorado ha dado su voto a un partido ultra. Los euroéscepticos han entrado en el Parlamento y no hay fuerza de izquierdas de importancia.
El bipartito
integrado por el Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ) y el Partido
Popular Austríaco (ÖVP) podrá iniciar otra legislatura más tras las
elecciones al Nationalrat (Consejo Nacional), el parlamento de la
República de Austria celebradas el pasado domingo. El canciller federal,
Werner Faymann, ya ha iniciado conversaciones con su socio
democristiano, Michael Spindelegger, sobre el nuevo pacto de coalición.
Pero el resultado no puede alegrar a ninguna de las dos formaciones.
Para el SPÖ su 27 % supone una pérdida de dos puntos, mientras que el
ÖVP ha bajado otros dos, llegando al 24 %. Con ello se mantienen en el
poder pero a medio plazo tienen que temer por sus posiciones ya que el
panorama político está cambiando.
El denominador común con
Alemania es que se está consolidando un bloque de derechas, pero le
diferencia que a la izquierda no se ha formado ninguna alternativa
política que podría equilibrar al menos la balanza aun sin hablar de
otro modelo político social.
Austria carece de un partido como el
Linke (La Izquierda), tercera fuerza política en Alemania. Existe el
Partido Comunista (KPÖ), que ha subido el 0,2%, situándose en el 1%, por
lo que se ha quedado fuera del hemiciclo de Viena y tendrá que
centrarse en la región y en los municipios donde tiene cierta
relevancia. Los Verdes han escalado dos puntos, hasta el 12 %, pero
desde el punto de vista de izquierda parecen ser la continuación del
SPÖ.
Aparte del ÖVP, existen al menos cuatro partidos que se
ubican a la derecha de los populares. El Partido de la Libertad de
Austria (FPÖ), con casi el 21 % se ha convertido en la tercera fuerza
política. Dado que subió tres puntos desde las últimas elecciones, su
jefe, Heinz-Christian Strache, se considera el principal ganador. El FPÖ
fue fundado por el difunto Jörg Haider, que llevó el expartido liberal
hacia la ultraderecha. Hace un par de años se produjeron una serie de
escisiones de las cuales las siglas originarias salen ganando ya que la
Alianza Futuro Austria (BZÖ), una refundación del propio Haider, no ha
logrado superar el límite del 4 % para entrar en el Parlamento.
Actualmente
el FPÖ ha moderado el tono con el fin de que alguna de las otras dos
fuerzas le llamen para formar gobierno. Su orientación ideológica hace
pensar en el ÖVP pero los números requieren un tercer socio.
Este
podría ser o el Team Stronach, un partido marcadamente eurocrítico,
creado y financiado por el multimillionario austrocanadiense Frank
Stronach, que ha irrumpido con casi el 6 % de los votos en la escena
política.
La otra opción sería el partido Nueva Austria (NEOS)
que ha obtenido el 4,8 % de los votos. Sus raíces lo vinculan con el
Foro Liberal, otra escisión del FPÖ, que cuenta con el apoyo de algunos
empresarios y es de índole liberal.
En este panorama, el FPÖ ha
optado por moderar sus críticas al euro para mejorar sus opciones de
formar gobierno porque la mayoría de los austríacos respalda aún la
moneda común europea.
Según algunos análisis, ha logrado llevarse
buena parte del voto obrero del SPÖ que, como en Alemania, se ha
quedado con el funcionariado y los obreros que dejaron de serlo. En su
mensaje, el FPÖ ha mezclado posiciones izquierdistas con el chovinismo
que le caracteriza. Por ejemplo, defiende el sistema social contra los
recortes decretados por el bipartito de Faymann, pero añade que solo
debería ser para los austríacos.
En política exterior se muestra
en favor de Israel y arremete contra los palestinos. Así encontrará más
fácil un potente socio de gobierno porque no se opone a lo
«políticamente correcto», tal y como hizo Haider en 2002 cuando visitó a
Sadam Hussein. Sus perspectivas son favorables porque el ÖVP se ha
centrado ante todo en su clientela tradicional, los pensionistas, cuyo
reloj biológico se parará antes que el de los votantes del FPÖ.
El
Team Stronach aún no ha mostrado su carácter de estadista porque en la
campaña pidió «un euro (como moneda nacional) para cada país» y la pena
de muerte para «asesinos profesionales».
Mirando hacia al otro
lado de los Alpes será interesante observar si tanto el éxito de
Stronach como el del FPÖ va a influir de alguna forma en la asimismo
euroescéptica Alternativa para Alemania (AfD), que no logró entrar en el
Parlamento hace dos semanas por 120 000 votos.
Todas estas
formaciones se presentarán a las elecciones europeas a finales de mayo
del 2014. Entonces les bastará el 3 % de los votos para estar presentes
en el hemiciclo de Estrasburgo. Esta perspectiva causa preocupación en
Bruselas porque el número de diputados eurocríticos podría duplicarse.
Actualmente se supone que cerca del 10 % de los 765 eurodiputados
rechaza a la moneda única e incluso a la UE como tal.
El
presidente del Parlamento europeo, el socialdemócrata alemán Martin
Schulz, ha dicho al respecto: «Claro que eso es un riesgo. Por eso es
importante que en la campaña electoral los partidos no compitan en si
uno está favor o en contra de la UE sino en cómo se puede gestionar y
dirigir la UE».
En la misma dirección piensa el canciller
austríaco Faymann que ha considerado el resultado electoral como «un
toque de atención». «Así no podemos seguir» afirmó, y añadió que «habrá
presentar proyectos para desarrollar Austria». Para ello no excluye la
colaboración con «más partidos» pero sin especificar a cuáles se
refiere.
Sin obviar las diferencias con Alemania, en ambos países
los poderes fácticos, responsables y beneficiarios de la crisis
financiera, disponen de bastantes opciones políticas para remodelar el
respectivo paisaje político a su gusto.
Les favorece la casi
completa ausencia de la izquierda en Austria. Si el Linke en Alemania
puede manifestarse como una alternativa, pero siempre dentro del sistema
político, depende ante todo de si el SPD entra en el gobierno de Merkel
en calidad de socio minoritario o no.
Una explicación para la
subida de los partidos ultra de índole euroescéptico es que desde la
izquierda no hay nadie que ofrezca una alternativa viable a la política
pro-euro. Aquellos sectores de la ciudadanía que se sienten subyugados
por las decisiones que les imponen Bruselas, Estrasburgo y Frankfurt,
sin olvidar a Berlín, piensan que solo a través de la AfD, del FPÖ o del
Team Stronach pueden expresar su rechazo al dictado de Merkel.
Para
la izquierda en general el asunto puede ir de mal en peor si «la
crisis» empieza a tocar a Alemania y Austria porque entonces se notará
más la ausencia de una alternativa política.
Fuente: Rebelion.org


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