jueves, 23 de enero de 2014

Cataluña, ¿hacia un proceso constituyente? (I)



Fue la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto de Autonomía de Cataluña el año 2010 un punto de inflexión para las relaciones de Cataluña con el resto del Estado. La construcción de un nuevo modelo de autogobierno para Cataluña junto al reconocimiento de la nación catalana quedó recortada y marginada por las instituciones del Estado. 
 
De esa fecha para aquí el conflicto nacional en Cataluña ha ido aumentando su intensidad de forma extraordinaria. Se ha pasado apenas en tres años del “Som una nació. Nosaltres decidim” (Somos una nación. Nosotros decidimos), multitudinaria manifestación del 2010, a la “Via Catalana” de la Diada Nacional del 2013. No cabe duda que ha habido, y probablemente hay, un proceso de radicalización de la cuestión nacional en Cataluña, prueba de ello también son las encuestas. Esto no es un hecho aislado, la crisis económica del capitalismo iniciada en 2008 y la imposición de las políticas neoliberales por parte de la troika han sido y son los hechos fundamentales que marcan la agenda política no solo de Cataluña sino que de toda Europa.

Es de recibo preguntarse de dónde viene y a dónde va la izquierda catalana y española ante tales acontecimientos.

La Transición

La Transición (1975-1982) se saldó con una gran derrota de la izquierda. No solo a nivel electoral, sino en su aspecto más importante, la renuncia a la movilización y a la construcción del poder popular en la perspectiva de crear un bloque social y político capaz de transformar la realidad. La reconversión del PCE-PSUC en poco más de una maquina electoral de la mano del eurocomunismo, fue un aspecto clave de esta derrota. La renuncia a realizar la ruptura con el régimen franquista y la aceptación de la reforma, trajo como resultado la pérdida de la tradición unitaria del pueblo de Cataluña.

La resistencia por parte de los comunistas catalanes a este proceso provocó la crisis, que acabó en ruptura, de 1981-1982 y la posterior aparición del Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC). Así también, como algunas rectificaciones posteriores en el seno del PCE en la que vale la pena destacar Convocatoria por Andalucía y unos meses más tarde el nacimiento de Izquierda Unida. En Cataluña también seria el proceso complicado con la presencia de IC (Iniciativa per Catalunya) y la posterior fundación de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA).

Lo cierto es que arrastramos más de 30 años de derrota, no solo en las expresiones electorales, también en el sindicalismo, especialmente el mayoritario, instalado aun en las lógicas de la concertación -que ya no volverán-, desorientado, a la defensiva y en retroceso, además de los problemas internos y sus insuficiencias democráticas son otro punto importante de nuestra derrota. Tampoco somos optimistas con el estado actual de los movimientos sociales. Mientras no se trabaje teniendo en cuenta la necesidad de la confluencia entre ellos mismos, los sindicatos y los partidos para la conformación de plataformas o frentes unitarios globales, no podrán conseguir más que pequeñas victorias defensivas parciales. La crítica y la responsabilidad en este sentido se reparten a partes iguales.

Consideramos que el proceso de construcción nacional en Cataluña ataca directamente la línea de flotación del régimen del 1978 o como también lo llamamos, la 2ª Restauración borbónica. Ya sea una República catalana federada dentro de un hipotético marco ibérico o una Cataluña independiente no caben dentro del diseño político post-franquista. Este diseño, plasmado en la Constitución de 1978, no ofrece posibilidades para un verdadero desarrollo federal -tampoco la constitución de la II República- ni contempla un derecho democrático tan básico como el derecho a la autodeterminación de las naciones.

Dentro de la ofensiva de la oligarquía española, no solo encontramos la privatización de los servicios públicos, la laminación de los derechos civiles etc. Existe, y es paralela, una ofensiva neo centralista -PP y UPyD principalmente- que concuerda con su visión profundamente españolista y que responde a una concepción de reorganización del poder por parte de los sectores más poderosos.

Catalanismo y lucha de clases

En Cataluña hay distintos catalanismos, producto de la lucha de clases [1]. Existe ese catalanismo excluyente, que basa la nacionalidad a la identidad, a unos rasgos, a unas tradiciones; propio de la derecha conservadora del país (agrupada mayoritariamente en CiU). Algunas fracciones –importantes- de los sectores poderosos catalanes –claramente alineados con la derecha- plantean el soberanismo para proteger y aumentar sus intereses, evidentemente. La gran burguesía catalana se ha destacado históricamente por escoger siempre la defensa de sus privilegios de clase en lugar de los nacionales.

Los que pertenecemos a la tradición política del PSUC, rechazamos frontalmente ese catalanismo, es más, lo criticamos y lo combatimos. Apostamos por un proyecto basado en el catalanismo popular [2], uniendo la lucha social y nacional y defendiendo la realidad catalana de un solo pueblo, impidiendo que puedan consolidarse comunidades diferenciadas por razones étnicas o lingüísticas son elementos que han sido constantes a lo largo de nuestra historia y que constituyen una de las mejores aportaciones de los comunistas de Cataluña a nuestro país.

Las tesis del catalanismo popular han sido y son lo suficientemente inclusivas para acoger en un mismo proyecto nacional elementos sociales de relieve sucedidos en Cataluña. Prueba de ello fueron las migraciones producidas dentro del Estado a mediados del siglo XX por parte de comunidades rurales (por ejemplo, Andalucía) a territorios industrializados como Cataluña. La capacidad política del PSUC –también de CC.OO- de soñar un país que viera la pluralidad cultural como un factor social positivo escribió buena parte de la lucha nacional y social de todas las izquierdas.

Es de obligado mencionar –la actualidad apremia- que la unidad histórica de parte de la izquierda entorno al catalanismo progresista hoy se encuentra fracturada. [3]

El PSC –reproduciendo dinámicas estatales- está en una auténtica huida hacia delante, el fracaso del Estatuto, junto a la última etapa de Zapatero ha dejado sin rédito político a la formación, que se encuentra en una auténtica guerra interna. Pero parece ser que no únicamente está pagando la resaca del anterior ciclo político, sino que se está saliendo de sus posicionamientos políticos clásicos de defensa del derecho a la autodeterminación. De otros posicionamientos, como los del socialismo o la socialdemocracia, ya se salieron hace tiempo. Es de recibo comentar que quien pretenda reformular la socialdemocracia –o ocupar su espacio político- está abocado al fracaso ante la inminente ruptura del bipartidismo. En Cataluña ya se ha producido-y en España está al caer. 

Y ERC, que ha conseguido atar la agenda nacional de CiU abandonando buena parte de la tarea social. Debería ser la guía de una política de izquierdas – en la disyuntiva actual- cuestionar los Tratados europeos, proponer una Auditoria de la deuda y/o hacer un plan de shock contra la pobreza en nuestro país (entre otras políticas). La agenda nacional ha conseguido ablandar las demandas sociales. 

Esto pone de relieve que la situación política de hoy no es comparable a la de ayer y que es necesaria una nueva política de alianzas –dentro y fuera de Cataluña- que afiance un proyecto nacional y social próspero y atractivo para Cataluña.

La consulta

El pasado 13 de diciembre hubo un acuerdo entre buena parte de las fuerzas políticas de Cataluña –CDC, UDC, ERC, ICV, EUiA y CUP- para realizar una consulta en Cataluña a finales de 2014. Los partidos mayoritarios en el Congreso no han tardado en expresar que harán todo lo posible para pararlo. 

Hay que aprovechar la contradicción que genera la Constitución con el principio democrático básico del voto. La consulta pone en cuestión el núcleo duro del consenso del 78 y hay movimiento suficiente para hacer un pulso al régimen. Este proceso tiene que ser aprovechado –tanto por la izquierda española como por la catalana- para agudizar la crisis del Estado.

Los comunistas de Cataluña debemos ser capaces de ayudar a articular un proyecto nacional junto al resto de la izquierda, desde los partidos hasta los movimientos sociales pasando por los sindicatos, bajo un programa común de ruptura democrática. El movimiento democrático catalán, llevado hasta sus últimas consecuencias puede y debe desbordar al partido de la estabilidad –del régimen- que es CiU. La movilización debe jugar un papel preponderante que abra un proceso constituyente –tanto en Cataluña como en España- que nos dé la oportunidad de construir otro país. 

Notas:
[1] Conferència sobre el Fet Nacional del PCC (1999) (Català) (Revista Realitat núm 2-3)
[2] El Catalanismo Popular y el derecho a decidir en la lucha por la liberación nacional - Joan Josep Nuet i Pujals (Sin Permiso) (Castellano)
[3] Canvis en el catalanisme polític i els seus efectes en les esquerres – Toni Salado (Bloc Politikon) (Català)

David Moreno y Albert Medinaes son miembros del Comité Nacional de la CJC-Joventut Comunista y militantes de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA)

Fuente: Rebelion.org

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