Cataluña, ¿hacia un proceso constituyente? (I)
Fue la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto de Autonomía de Cataluña el año 2010 un punto de inflexión para las relaciones de Cataluña con el resto del Estado. La construcción de un nuevo modelo de autogobierno para Cataluña junto al reconocimiento de la nación catalana quedó recortada y marginada por las instituciones del Estado.
De esa fecha
para aquí el conflicto nacional en Cataluña ha ido aumentando su
intensidad de forma extraordinaria. Se ha pasado apenas en tres años del
“Som una nació. Nosaltres decidim” (Somos una nación. Nosotros decidimos), multitudinaria manifestación del 2010, a la “Via Catalana” de la Diada Nacional
del 2013. No cabe duda que ha habido, y probablemente hay, un proceso
de radicalización de la cuestión nacional en Cataluña, prueba de ello
también son las encuestas. Esto no es un hecho aislado, la crisis
económica del capitalismo iniciada en 2008 y la imposición de las
políticas neoliberales por parte de la troika han sido y son los hechos fundamentales que marcan la agenda política no solo de Cataluña sino que de toda Europa.
Es de recibo preguntarse de dónde viene y a dónde va la izquierda catalana y española ante tales acontecimientos.
La Transición
La
Transición (1975-1982) se saldó con una gran derrota de la izquierda.
No solo a nivel electoral, sino en su aspecto más importante, la
renuncia a la movilización y a la construcción del poder popular en la
perspectiva de crear un bloque social y político capaz de transformar la
realidad. La reconversión del PCE-PSUC en poco más de una maquina
electoral de la mano del eurocomunismo, fue un aspecto clave de esta
derrota. La renuncia a realizar la ruptura con el régimen franquista y
la aceptación de la reforma, trajo como resultado la pérdida de la
tradición unitaria del pueblo de Cataluña.
La resistencia por
parte de los comunistas catalanes a este proceso provocó la crisis, que
acabó en ruptura, de 1981-1982 y la posterior aparición del Partit dels
Comunistes de Catalunya (PCC). Así también, como algunas rectificaciones
posteriores en el seno del PCE en la que vale la pena destacar
Convocatoria por Andalucía y unos meses más tarde el nacimiento de
Izquierda Unida. En Cataluña también seria el proceso complicado con la
presencia de IC (Iniciativa per Catalunya) y la posterior fundación de
Esquerra Unida i Alternativa (EUiA).
Lo cierto es que arrastramos
más de 30 años de derrota, no solo en las expresiones electorales,
también en el sindicalismo, especialmente el mayoritario, instalado aun
en las lógicas de la concertación -que ya no volverán-, desorientado, a
la defensiva y en retroceso, además de los problemas internos y sus
insuficiencias democráticas son otro punto importante de nuestra
derrota. Tampoco somos optimistas con el estado actual de los
movimientos sociales. Mientras no se trabaje teniendo en cuenta la
necesidad de la confluencia entre ellos mismos, los sindicatos y los
partidos para la conformación de plataformas o frentes unitarios
globales, no podrán conseguir más que pequeñas victorias defensivas
parciales. La crítica y la responsabilidad en este sentido se reparten a
partes iguales.
Consideramos que el proceso de construcción
nacional en Cataluña ataca directamente la línea de flotación del
régimen del 1978 o como también lo llamamos, la 2ª Restauración
borbónica. Ya sea una República catalana federada dentro de un
hipotético marco ibérico o una Cataluña independiente no caben dentro
del diseño político post-franquista. Este diseño, plasmado en la
Constitución de 1978, no ofrece posibilidades para un verdadero
desarrollo federal -tampoco la constitución de la II República- ni
contempla un derecho democrático tan básico como el derecho a la
autodeterminación de las naciones.
Dentro de la ofensiva de la
oligarquía española, no solo encontramos la privatización de los
servicios públicos, la laminación de los derechos civiles etc. Existe, y
es paralela, una ofensiva neo centralista -PP y UPyD principalmente-
que concuerda con su visión profundamente españolista y que responde a
una concepción de reorganización del poder por parte de los sectores más
poderosos.
Catalanismo y lucha de clases
En
Cataluña hay distintos catalanismos, producto de la lucha de clases [1].
Existe ese catalanismo excluyente, que basa la nacionalidad a la
identidad, a unos rasgos, a unas tradiciones; propio de la derecha
conservadora del país (agrupada mayoritariamente en CiU). Algunas
fracciones –importantes- de los sectores poderosos catalanes –claramente
alineados con la derecha- plantean el soberanismo para proteger y
aumentar sus intereses, evidentemente. La gran burguesía catalana se ha
destacado históricamente por escoger siempre la defensa de sus
privilegios de clase en lugar de los nacionales.
Los que
pertenecemos a la tradición política del PSUC, rechazamos frontalmente
ese catalanismo, es más, lo criticamos y lo combatimos. Apostamos por un
proyecto basado en el catalanismo popular [2], uniendo la lucha social y
nacional y defendiendo la realidad catalana de un solo pueblo,
impidiendo que puedan consolidarse comunidades diferenciadas por razones
étnicas o lingüísticas son elementos que han sido constantes a lo largo
de nuestra historia y que constituyen una de las mejores aportaciones
de los comunistas de Cataluña a nuestro país.
Las tesis del
catalanismo popular han sido y son lo suficientemente inclusivas para
acoger en un mismo proyecto nacional elementos sociales de relieve
sucedidos en Cataluña. Prueba de ello fueron las migraciones producidas
dentro del Estado a mediados del siglo XX por parte de comunidades
rurales (por ejemplo, Andalucía) a territorios industrializados como
Cataluña. La capacidad política del PSUC –también de CC.OO- de soñar un
país que viera la pluralidad cultural como un factor social positivo
escribió buena parte de la lucha nacional y social de todas las
izquierdas.
Es de obligado mencionar –la actualidad apremia- que
la unidad histórica de parte de la izquierda entorno al catalanismo
progresista hoy se encuentra fracturada. [3]
El PSC
–reproduciendo dinámicas estatales- está en una auténtica huida hacia
delante, el fracaso del Estatuto, junto a la última etapa de Zapatero ha
dejado sin rédito político a la formación, que se encuentra en una
auténtica guerra interna. Pero parece ser que no únicamente está pagando
la resaca del anterior ciclo político, sino que se está saliendo de sus
posicionamientos políticos clásicos de defensa del derecho a la
autodeterminación. De otros posicionamientos, como los del socialismo o
la socialdemocracia, ya se salieron hace tiempo. Es de recibo comentar
que quien pretenda reformular la socialdemocracia –o ocupar su espacio
político- está abocado al fracaso ante la inminente ruptura del
bipartidismo. En Cataluña ya se ha producido-y en España está al caer.
Y
ERC, que ha conseguido atar la agenda nacional de CiU abandonando buena
parte de la tarea social. Debería ser la guía de una política de
izquierdas – en la disyuntiva actual- cuestionar los Tratados europeos,
proponer una Auditoria de la deuda y/o hacer un plan de shock contra la pobreza en nuestro país (entre otras políticas). La agenda nacional ha conseguido ablandar las demandas sociales.
Esto
pone de relieve que la situación política de hoy no es comparable a la
de ayer y que es necesaria una nueva política de alianzas –dentro y
fuera de Cataluña- que afiance un proyecto nacional y social próspero y
atractivo para Cataluña.
La consulta
El pasado 13
de diciembre hubo un acuerdo entre buena parte de las fuerzas políticas
de Cataluña –CDC, UDC, ERC, ICV, EUiA y CUP- para realizar una consulta
en Cataluña a finales de 2014. Los partidos mayoritarios en el Congreso
no han tardado en expresar que harán todo lo posible para pararlo.
Hay
que aprovechar la contradicción que genera la Constitución con el
principio democrático básico del voto. La consulta pone en cuestión el
núcleo duro del consenso del 78 y hay movimiento suficiente para
hacer un pulso al régimen. Este proceso tiene que ser aprovechado –tanto
por la izquierda española como por la catalana- para agudizar la crisis
del Estado.
Los comunistas de Cataluña debemos ser capaces de
ayudar a articular un proyecto nacional junto al resto de la izquierda,
desde los partidos hasta los movimientos sociales pasando por los
sindicatos, bajo un programa común de ruptura democrática. El movimiento
democrático catalán, llevado hasta sus últimas consecuencias puede y
debe desbordar al partido de la estabilidad –del régimen- que
es CiU. La movilización debe jugar un papel preponderante que abra un
proceso constituyente –tanto en Cataluña como en España- que nos dé la
oportunidad de construir otro país.
Notas:
[1] Conferència sobre el Fet Nacional del PCC (1999) (Català) (Revista Realitat núm 2-3)
[2] El
Catalanismo Popular y el derecho a decidir en la lucha por la
liberación nacional - Joan Josep Nuet i Pujals (Sin Permiso)
(Castellano)
[3] Canvis en el catalanisme polític i els seus efectes en les esquerres – Toni Salado (Bloc Politikon) (Català)
David Moreno y Albert Medinaes son miembros del Comité Nacional de la CJC-Joventut Comunista y militantes de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA)
Fuente: Rebelion.org
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