martes, 16 de septiembre de 2014

El pánico por Escocia va más allá de Gran Bretaña y pone en alerta a Europa
Por Martín Rodríguez Yebra


En pánico, el premier conservador David Cameron, los líderes opositores y el poder económico británico se toparon la última semana con el peligro inminente de un cataclismo político y económico sin comparación en tiempos de paz.

Una victoria del independentismo en el referéndum que se celebrará el jueves próximo en Escocia empujaría a Gran Bretaña a una transformación impensable hasta hace unos días, antes de que se publicara una encuesta sorprendente que mostró al sí por primera vez en ventaja.

Tendrá que darse un nuevo nombre. Seguramente una nueva bandera. Pero eso sería sólo una anécdota.

Para empezar, la eventual ruptura de Gran Bretaña pondría en riesgo la continuidad del gobierno de Cameron y dejaría malherida a la oposición laborista, que tiene en Escocia un bastión electoral.

En el plano interno, se acumulan las especulaciones: si gana el sí, ¿resurgirán las tensiones autonomistas en Gales y en Irlanda del Norte?, ¿se afianzarán los ultraderechistas que pugnan por abandonar la Unión Europea (UE)?

Los analistas financieros descuentan un golpe a la estabilidad de la libra esterlina que derrumbaría los pronósticos alentadores para la sexta potencia mundial.

Como si no fuera poco, el miedo llega al continente y no sólo por las implicaciones económicas. La Unión Europea (UE) se vería obligada a discutir por primera vez qué hacer con un país que se separa de uno de sus miembros, justo cuando bullen las ansias secesionistas en otras regiones, como Cataluña.

Nadie parecía tomar demasiado en serio el escenario de ruptura hasta hace una semana. El giro ocurrió el domingo pasado cuando la consultora YouGov publicó una encuesta que colocó arriba al sí después de haber estado casi 20 puntos abajo al inicio de la campaña.

Desde entonces, otros tres sondeos mostraron al no otra vez primero, pero con un margen que obliga a contener la respiración.

La reacción de Cameron, sus aliados liberales y los opositores retrató una alarma colectiva. Se unieron para prometer más autonomía a Escocia si gana el no y viajaron al Norte con un mensaje sentimental. "Me partiría el corazón si esta familia de naciones se rompiera", dijo el primer ministro en Edimburgo.
La crisis perfecta

Perder las elecciones del jueves dejaría a Cameron en la cuerda floja. Él fue quien pactó el referéndum con los independentistas escoceses y quien diseñó la campaña del no.

"No podría aguantar mucho al frente de su partido si gana el sí. Y su caída podría facilitar el ascenso de los euroescépticos, que son mayoría entre los conservadores", señala el politólogo Michael Keating, de la Universidad de Aberdeen.

Para el líder laborista, Ed Miliband, la amenaza es igual de grave. Sin los parlamentarios de Escocia -una región socialdemócrata y refractaria a los conservadores-, será una proeza volver a constituir alguna vez una mayoría en Westminster, añade Keating.

En ese río revuelto podría pescar el ultraderechista UKIP, triunfador en los últimos comicios europeos con una receta nacionalista que promueve la salida británica de la UE.

Dificultades económicas inesperadas caerían sobre el gobierno que negocie con Escocia los términos de la fractura. Analistas de Morgan Stanley calcularon esta semana que la libra caería entre un 7 y un 10% si triunfa el independentismo, lo que desataría una fuga de inversiones.

Los políticos británicos también ponen el ojo en las otras naciones que integran la unión. En Belfast, el líder de Sinn Féin, Martin McGiunness, sugirió que el referéndum del jueves revivirá la presión por la unificación de Irlanda. Aunque menos reivindicativos, los nacionalistas galeses ya avisaron que aspiran a revisar sus pactos constitucionales para ampliar el autogobierno.

Europa sigue el desenlace en silencio, con la inquietud de que una victoria del separatismo escocés desencadene a mediano plazo la salida de Gran Bretaña de la UE. Cameron es partidario de mantenerse dentro, pero, para contener a los euroescépticos, anunció su intención de convocar un plebiscito en 2017.

"La salida de Gran Bretaña de la UE, que Cameron creía poder evitar mediante reformas, podría ser un efecto colateral [de una eventual independencia]", opina Keating.

El otro fantasma es la posibilidad de un contagio que desestabilice al bloque. Hace tres días, se vio cómo el independentismo catalán, que movilizó a cientos de miles de personas en Barcelona, abraza la causa de Escocia en busca de un impulso a su plan de romper con España. "Un sí en el referéndum quebraría el tabú de que no existen secesiones en Europa occidental. La clave del futuro de Cataluña está ahora en Escocia", indica Fernando Vallespín, catedrático en la Universidad Autónoma de Madrid.

Los unionistas entran en la recta decisiva con la esperanza de que surta efecto la brusca reorientación de la campaña que incluyó la oferta de más autogobierno, la enésima advertencia de que el Banco de Inglaterra no aceptará compartir la libra y la amenaza de los bancos escoceses de mudarse al Sur si gana el sí. En pocos días, se sabrá si la crisis perfecta fue sólo un susto pasajero o si Gran Bretaña deberá prepararse para habitar el cajón de la historia donde descansan la Unión Soviética, Yugoslavia y tantos otros viejos Estados rotos.
Fuente: lanacion.com.ar

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