miércoles, 15 de julio de 2015

El litio busca su destino
La Argentina exporta 17.000 toneladas de carbonato de litio por año sin poder sumarle valor agregado. Tres especialistas reflexionan sobre su potencial y sugieren estrategias en torno a este mineral tan buscado para la fabricación de baterías. 
por Vanina Lombardi



La Argentina, Bolivia y Chile constituyen el denominado triángulo del litio, que en total dispone del 85 por ciento de las reservas de litio en salmuera y el 50 por ciento del total en el mundo, ya que este mineral también puede extraerse de otras fuentes menos rentables. En la Argentina se extrae litio en las zonas de puna de Catamarca, Jujuy y Salta, principalmente para exportarlo como carbonato.

El carbonato de litio es uno de los componentes principales de las baterías que se utilizan en dispositivos electrónicos, como teléfonos celulares y computadoras, y se presentan como una tecnología del futuro por su potencial uso en el desarrollo de baterías de vehículos eléctricos y otros sistemas de almacenamiento energético. Según el ingeniero Marcelo Kloster, la demanda de baterías portables tuvo un primer crecimiento exponencial en la década del ochenta, impulsada por dispositivos como los reproductores de música portátiles y el desarrollo de la industria electrónica de consumo. En los noventa se obtuvo la batería de litio-ion, en donde esta tecnología ha logrado posicionarse con éxito.

Ahora, el potencial está visto en el desarrollo de vehículos eléctricos. “Lograr un auto a batería tendría grandes beneficios desde el punto de vista ambiental y también abriría una puerta gigante a una nueva industria que demandaría el sustrato del cual se hagan las baterías, que podría ser litio pero también otro”, explica Kloster. Y advierte que, por eso, la Argentina tiene hoy una ventana de oportunidad para el desarrollo de baterías con este mineral.

La idea de desarrollar baterías es compartida por el investigador Bruno Fornillo, del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), de la Universidad de Buenos Aires, que comenzó a involucrarse con el litio mientras hacía su tesis doctoral en Bolivia (adonde se adoptó un sistema de extracción estatal, diferente al argentino). De regreso al país, este historiador decidió investigar el potencial del mineral para el desarrollo local, puesto que lo considera un insumo clave para dar energía al transporte y también para el desarrollo de otras fuentes de almacenamiento energético urbano. “Durante tres años de investigación, nos fuimos dando cuenta que lo importante es agregar valor, que el litio es una materia prima significativa que se requiere necesariamente hoy en la confección de las baterías, pero que tienen un valor reducido. La clave del valor, sin duda, está en la batería”, dice.

El carbonato de litio se presenta como una tecnología del futuro por su potencial uso en el desarrollo de baterías de vehículos eléctricos y otros sistemas de almacenamiento energético.

Desde otro punto de vista, la especialista Anabel Marín, de la fundación CENIT, prefiere pensar en el desarrollo de proveedores locales que abastezcan a la industria minera ya existente, de modo de aprovechar las capacidades tecnológicas que ya se están necesitando para el proceso mismo de extracción. Así, no solo se aprovecharía la experiencia que necesariamente se adquiere durante el proceso productivo, sino que también se podría mejorar la actividad, volverla más eficiente y sustentable, y contribuir a una diversificación que reduzca la dependencia de este recurso.

“Los vínculos hacia atrás son necesarios, mientras que los vínculos hacia adelante son oportunidades”, explica la especialista -que actualmente está asesorando al Banco Interamericano de Desarrollo en un programa de investigación sobre minería y diversificación, en Brasil, Chile y Perú- y continúa: “Adonde hay una actividad minera se necesitan proveedores que pueden favorecerse por cercanía física de muchos productos. Pero, hacia adelante, depende de cada situación. En muchos casos, como en el del litio, que se transporta con total facilidad, no resulta tan obvia la existencia de las llamadas ventajas de localización”.

Lanzarse por la ventana

Sin dejar de promover la producción local de baterías de litio, Fornillo reconoce que este proceso de industrialización enfrenta algunas dificultades, como la disponibilidad del recurso en otras zonas geográficas y la imposibilidad de controlar el precio a nivel internacional. Por eso, tras su investigación –que aparecerá publicada en un libro que analiza la situación actual del litio con enfoques de distintas disciplinas, desarrollado con colegas del IEALC- sugiere que el desarrollo de esta industria necesita “una politica muy coordinada”, puesto que ha detectado una “participación atomizada por parte de muchos actores”, como los gobiernos provinciales, las empresas y los investigadores.

Por su parte, Kloster agrega otro riesgo que hay que tener presente al pensar en el desarrollo de una industria de fabricación de baterías de litio: la aparición de otras tecnologías, como las celdas de hidrógeno, que se espera estén disponibles para el año 2050. Y aclara que también “hay oportunidad de desarrollos tecnológicos importantes en los sustratos. Por ejemplo, se está trabajando en el desarrollo de baterías de litio-oxígeno, incluso en la Argentina”. Por eso, este consultor independiente –que junto a un equipo interdisciplinario de investigadores elaboraron un documento con recomendaciones sobre el uso del litio para el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MINCYT)- insiste en la oportunidad que presenta la industria de baterías para el transporte: “Hay que estar atento a qué otras baterías aparecen, para mejorar e ir siempre en un proceso de innovación continua de estas tecnologías”, dice.

El litio es una materia prima con un valor reducido y una posibilidad para agregarle valor es el desarrollo de baterías.

El especialista considera que la oportunidad puede llegar de la mano de la industria de trasporte, en particular de pasajeros, ya que “la Argentina tiene una tradición histórica de fabricación de colectivos con motor diesel y habría que crear las condiciones para la producción de colectivos eléctricos, que además serían urbanos y tendrían la autonomía controlada, puesto que recorren entre 90 y 100 kilómetros”, algo que con una buena batería estaría cubierto.

Otro aspecto relevante es la generación de demanda. “Tenemos capacidad real para hacer baterías, puesto que contamos con los recursos humanos y la curva de aprendizaje necesaria puede recorrerse en cinco años. La pregunta es qué hacer una vez que tenés la batería fabricada: hay que instalarla en un producto que tenga una demanda constante para que todo el esfuerzo financiero y económico tenga sentido”, destaca Kloster. Y agrega: “Estamos pensando en una fábrica para equipar colectivos urbanos de pasajeros que se podrían vender en América Latina. La Argentina vende 5000 unidades por año. No queremos que todos sean eléctricos, eso es utópico, pero podríamos hacer 800. Son ideas razonables, pero lo que se necesita es el apoyo del Ministerio de Industria, principalmente para generar las condiciones de protección para esa industria emergente”.

La ventaja de estar cerca

Mientras tanto, hoy en la Argentina, el litio se usa para grasas, vidrios, enlozados y otros productos especiales. “Su uso es limitado, restringido a industrias maduras en las que no se prevén grandes cambios”, explica Kloster y apunta que, a pesar de que “la Argentina produce, en el noroeste, unas 17.000 toneladas anuales de carbonato de litio, todo eso se exporta. El insumo para la demanda local, que es de 350 toneladas anuales, está ocurriendo por importación: nuestro litio sale por una punta y una parte muy pequeña vuelve a entrar por la otra”.

Esto es así debido a las condiciones favorables con las que cuentan las empresas mineras, que todavía se rigen por reglamentaciones establecidas durante la década de los noventa y que, por ejemplo, les ofrece estabilidad fiscal por 30 años, deducciones impositivas y regalías con tope máximo del tres por ciento del valor en boca de mina. Y aunque Jujuy ha declarado al litio como recurso estratégico y ha creado una empresa estatal, JEMSE (Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado), que se asoció con las dos firmas que van a explotar el litio (Exar y Sales de Jujuy), lo que implica que formará parte de la explotación y recibirá parte de esas ganancias, por el momento la Argentina sigue importando carbonato de litio para la industria local. 

“Estamos pensando en una fábrica para equipar colectivos urbanos eléctricos”, destaca Kloster.

“¿Por qué la Argentina tendría ventajas en la producción de baterías por estar cerca del litio, si Japón, que entiendo es uno de los más avanzados en el desarrollo de estos productos, puede conseguirlo al mismo precio y sin dificultades de transporte”, se pregunta Marín y considera que desarrollar baterías es una opción a seguir, pero dadas las condiciones actuales de extracción y comercialización, eso también podría pensarse aunque el litio no se extrajera de suelos argentinos.

Por eso, enfatiza en aprovechar otras ventajas de localización, por ejemplo, desarrollando proveedores para la industria minera: “Si uno mira la historia del desarrollo a partir de actividades vinculadas a recursos naturales en el mundo, la evidencia claramente indica que en la mayoría de los casos hubo un encadenamiento exitoso hacia otras actividades. La diversificación y la generación de actividades relacionadas se da mucho más hacia atrás que hacia adelante”, en la cadena de valor. Eso es lo que ha ocurrido en países como Australia, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos y Noruega, entre otros.

Esta estrategia de diversificación también permite generar conocimientos asociados a la explotación del litio, “que no necesariamente es útil para hacer baterías, ya que son tecnologías diferentes”. Del mismo modo, la diversificación también permitiría reducir la dependencia del recurso (en este caso del litio), “porque todas estas actividades tienen una vida útil, son agotables”, cierra Marín.   


Fuente:  Agencia TSS 

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