viernes, 7 de agosto de 2015

Avanza la construcción del Polo Espacial Punta Indio
Emotiva recorrida por la fábrica que fue y la que será.




Con la nostalgia de lo que ya no está, pero el firme convencimiento de que lo mejor está por venir, un grupo de ex operarios de Corcemar recorrió las instalaciones de la fábrica junto al intendente Hernán Yzurieta y los ingenieros y técnicos de CONAE, Veng y MISA que hoy están trabajando en la limpieza y acondicionamiento del predio donde se construirán los lanzadores de satélite Tronador.

Embargados por una emoción inmesa media docena de viejos pipinenses esperaron al intendente en lo que era el viejo sector de duchas y vestuarios, hoy convertido en la sala de monitoreo desde donde los científicos controlarán el despegue de los vectores de prueba que se lancen desde Capetina, Punta Piedras; dos jóvenes de la localidad limpiaban hacendosas pisos y escritorios.

Tras el meticuloso permiso que especialmente gestionaron para esta visita, los hombres se encontraron con que en lugar de viejos azulejos amarillos con cañerías oxidadas ahora hay paredes vidriadas con mesas y una veintena de computadoras; y donde los mosaicos rajados, alfombra con olor a recién colocada y ventanas de aluminio hechas por manos cooperativistas.




Nuto Rodríguez, Norberto Sampedro, Carlo Villarreal, Marguelich, Juan Pedro García y Edgardo Cuello se colocaron el casco amarillo y emprendieron el camino rumbo a lo que era la parte de Mecánica. El pasto corto y los cardos extirpados colaboraron con la caminata, interrumpida por las preguntas de los encargados de dirigir la demolición de paredes que no se usarán, o rellenar fosas que surgen, imprevistamente en medio de las obras.




Por su parte Yzurieta mostraba detrás de donde alguna vez fue tornería, dónde colocarán un galpón de 70×30 que llegará específicamente para albergar la planta de soldadura de aluminio en frío, la primera de Latinoamérica. “Acá estaba el chancho”, acota uno de los ex trabajadores, en referencia a uno de los molinos que picaba las piedras que llegaban para luego, rociadas, convertirse en cemento.




En plena recorrida uno de los encargados de la decena de jóvenes puntaindienses que anda merodeando el lugar les pide que dejen de manipular el polvillo para no entorpecer la marcha de la visita. Ellos, que cumplen ocho horas de trabajo en blanco con tiempo para refrigerio y vacaciones pagas, son los responsables de aventar la cal añeja que hay incrustada en paredes y aberturas, y de colaborar con cualquier tarea que requieran los que dirigen la obra civil, según el proyecto de CONAE.




“La última vez que entré acá, del depósito de materiales salió una vaca; ¡me dio una tristeza!”, comentó Nuto Rodríguez en el alto que se hizo frente al galpón de los molinos. “Hoy estoy contento no sólo porque esto se reactive y le dé trabajo a los chicos jóvenes; también porque con esto se reactiva el pueblo. Antes de que llegaran estas máquinas el pueblo estaba mudo, del todo, hoy a la mañana ya se escuchan los ruidos, se sabe que en este lugar hay gente trabajando”, agregó.




Mientras el que guía la visita junto a Yzurieta algunos rezagados recuerdan dónde quedaba su oficina, dónde el laboratorio que Loma Negra hizo cuando compró la planta, a principios de los 90 para eliminar a la competencia y algunas anécdotas de cuando el tren llegaba con vías y todo al sector donde funcionaba la embolsadora. Casi nada queda de aquello, porque la empresa de Amalita se las rebuscó para desmantelar todo al sacar máquinas, tornos y herramientas sin poner la cara; sólo la nostalgia de quienes, como Edgardo Cuello, piensan con tristeza que “ver todo esto como está te da un poco de pena; pero desde otro punto hay que pensar que la fábrica se terminó, se fue, y ahora hay que pensar que la vida es otra, que se vive de otra forma, y que se viene otra Pipinas; esperemos que esto sea fuente de trabajo no sólo para limpieza, sino también para que se pueda producir”, anheló.




“Esto es parte de la reconstrucción de Pipinas y de una Argentina que hace unos años se fue destruyendo de a pedacitos; y Pipinas es una muestra de las dos cosas: de cómo se caía y de cómo ahora empieza a recuperarse, a partir de la decisión política de un gobierno nacional que avanza en ese sentido. El primer paso lo dimos cuando tuvimos la llave de la tranquera, cuando se compró la fábrica, y lo dimos del modo más complicado, porque podríamos haberlo hecho fácil, con una cárcel que diera trabajo rápido, pero elegimos este camino que es el de la ciencia, la tecnología, del futuro, y estamos orgullosos”, resaltó el intendente Yzurieta.




Sampedro, con casi 90 años de edad 43 de fábrica, también está asombrado por lo que sus retinas le permiten observar. Ve todo “muy cambiado” pero, como sus compañeros, destaca y confía que “ojalá que esto ande bien para otros”, aunque sabe que en esos galpones, inmensos y tan adecuados por su altura y su estructura (los encargados de limpiar revelaron lo difícil que les fue romper algunas partes por el hierro y el cemento) para fabricar vectores de satélites y probar sus motores, son el futuro y la esperanza de muchos otros.




La gira entre la memoria de lo que fue, la realidad que está siendo y la esperanza de lo que será hizo un alto cuando ya había pasado más de media hora. Fue para sacarse una foto todos: los viejos obreros cementeros, los nuevos operarios que se apropiaron de los rincones de la fábrica y de los funcionarios que hicieron posible que esto sea una realidad. “Yo tengo la esperanza de que algo nuevo tiene que venir. Personalmente creí que iba a ser imposible, pero no; y hoy le doy las gracias a Dios y a todas estas personas porque si bien la fábrica es algo muy sensible para mi, también hay que ver que hay etapas en la vida y esto que se viene es una nueva etapa de la vida que trae esperanza de un nuevo futuro para ustedes, los jóvenes”, resumió Juan Pedro García. 


Fuente: El Colono Digital (via argentinaenelespacio.blogspot.com.ar)

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