sábado, 21 de noviembre de 2015

Andrés Kreiner: “La Argentina está en una encrucijada histórica”
El investigador de la CNEA trabaja en un prototipo de acelerador de partículas con aplicación en tratamientos de cáncer. Habló con TSS sobre la necesidad de contar con tecnología propia y acerca de la carta que escribió de cara al próximo balotaje.
por Matías Alonso / Fotos: Pedro Roth




En una oficina en la que los papeles apilados dejan poco lugar para la circulación de las personas, Andrés Kreiner y su equipo trabajan en el desarrollo de un acelerador de partículas para aplicarlo al tratamiento de cáncer. Financiado por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), este artefacto tendrá la posibilidad de ser instalado en hospitales y de ser más selectivo que los tratamientos actuales para atacar células cancerosas. Kreiner –que se graduó en Física en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, se doctoró en la Universidad Técnica de Munich, en Alemania, y que se desempeña en la CNEA desde 1979– habló con TSS sobre la relevancia de desarrollar tecnología local en aceleradores de partículas y también sobre una carta que recientemente escribió, en la que plantea su visión frente a lo que considera que es una “encrucijada histórica” para el área de ciencia y tecnología en la Argentina, en referencia al próximo balotaje.

¿En qué consiste el desarrollo que están llevando a cabo?

Estamos tratando de desarrollar tecnología para aceleradores de partículas en la Argentina. Uno de sus usos, y quizás el que para nosotros ha sido el principal, es hacer un acelerador para producir neutrones para la terapia de boro por captura neutrónica. Pero la idea es desarrollar este tipo de tecnología de una manera más general, así como la Argentina supo desarrollar tecnología de reactores en la CNEA. Hasta el momento, en la Argentina hemos sido más que nada usuarios de aceleradores, ya que el TANDAR no es una máquina desarrollada localmente.

¿Qué cambia el uso de aceleradores en el tratamiento del cáncer?

El tratamiento en sí mismo no es diferente, lo que es diferente es cómo se generan los neutrones. Hasta ahora, las fuentes de neutrones que existen son predominantemente de reactores nucleares. En un reactor nuclear se produce la fisión del uranio, que libera neutrones que se pueden utilizar para muchas cosas, entre otras, para esta terapia por captura de neutrones. Pero no puedo instalar un reactor en un hospital. Entonces hay que buscar alternativas y son los aceleradores, que son máquinas relativamente sencillas comparadas con un reactor, que cuando uno deja de usarlas no tienen actividad radioactiva residual. Y son máquinas mucho más baratas que un reactor nuclear, no tienen el compromiso en relación a protección radiológica que tiene un reactor y tienen larga tradición de presencia en hospitales. En institutos dedicados a oncología hay aceleradores lineales, que producen radiación gamma de muy alta energía, que se usan para aplicaciones de radioterapia. Pero desde el punto de vista del médico, usar un acelerador u otro será lo mismo. Nosotros estamos tratando de desarrollar un acelerador capaz de generar los flujos neutrónicos necesarios para terapia por captura neutrónica.

“En el laboratorio participan varias ingenierías: la electrónica, la eléctrica, la civil y la mecánica”, dice Kreiner (izq.).

En la fuente de iones que desarrollamos se genera un plasma y se extrae a través de un orificio en la cámara de plasma. Con campos eléctricos se extrae lo que después va a transformarse en un haz, que posteriormente pasa por el tubo de aceleración. Así, uno acelera un haz y lo hace incidir sobre un blanco de material apropiado y genera una reacción nuclear que libera neutrones. Nosotros estamos trabajando en los componentes necesarios para este proceso, como fuentes de alta tensión y transformadores de aislación de alta tensión que sirven para energizar toda esta estructura. Los transformadores los estamos desarrollando junto con una empresa local, al igual que otros componentes.

¿Con qué material trabajan?

Hay varias opciones. Nosotros estamos apuntando a berilio 9, que es un metal muy abundante en la naturaleza, no isotópico y que resiste temperaturas relativamente altas. Estudiamos una reacción nuclear que consiste en bombardear el berilio con deuterones (núcleos del átomo de deuterio) y esa reacción es muy prometedora.

¿Cómo se hace para que el boro se adhiera a las células tumorales?

Lo que existe hoy en día es un compuesto (una molécula) que en su estructura molecular tiene átomos de boro 10, que es un isótopo estable del boro y bastante abundante en la naturaleza. Como las células tumorales tienen metabolismos diferentes que las células normales, eso hace que incorporen más de determinadas moléculas. Por ejemplo, la boro-fenilalanina es un precursor de la melanina que tiene que ver con melanomas. Hay algunos cánceres que incorporan selectivamente esa molécula y eso hace que, cuando se le da esa molécula a un paciente, las células tumorales la absorban más que las demás. Cuando uno irradia con neutrones al paciente, el neutrón es capturado por el boro 10, se forma un núcleo compuesto y efímero de boro 11 muy altamente excitado que se rompe en dos, un fragmento de litio 7 y una partícula alfa. Esas son partículas muy energéticas pero altamente ionizantes, que se frenan en un tamaño comparable con el de las células, con lo cual el daño que se busca es a nivel de ADN. De esa manera, la célula no puede proliferar, se la inactiva. Encontrar moléculas que tengan mejor selectividad con las células cancerosas es el trabajo de bioquímicos y de biólogos moleculares.

¿Cuánta gente trabaja en este proyecto?

Entre 20 y 25 personas, distribuidas entre ingenieros, físicos y técnicos. En el laboratorio de desarrollo participan varias ingenierías: la electrónica, la eléctrica, la civil y la mecánica. Esta última es muy importante porque la mayor parte de las piezas de precisión las hacemos acá. En estos últimos años, la CNEA se equipó con máquinaria de control numérico y hoy tenemos una cierta capacidad para hacer nuestras propias piezas. También tenemos físicos que provienen de la vertiente nuclear y gente que incursiona en la física médica, que es la interfaz entre lo que hacemos y la medicina.

“La máquina que hicimos es un acelerador de unos 200.000 voltios y con ella ya se pueden hacer cosas como producir radioisótopos”, dice el investigador.

¿El prototipo que desarrollaron es funcional? ¿Ya se puede usar para tratamientos?

No, todavía no tiene la energía suficiente y no tenemos un lugar físico donde poder desarrollar la máquina en su tamaño final. Pero tiene una concepción modular, de manera que lo que vamos a hacer es escalarla con módulos muy similares a los que tenemos y para eso necesitamos un nuevo laboratorio que ya está en construcción. La máquina que hicimos es un acelerador de unos 200.000 voltios y con ella ya se pueden hacer cosas como producir radioisótopos. Ahí también los aceleradores tienen un terreno en el que son una alternativa a los reactores.

¿Qué rol juega el apoyo del Estado en este tipo de proyectos?

La CNEA, que es la institución que apoya este tipo de desarrollos, se creó en la década del ’50 y pasó por diferentes períodos, algunos mejores y otros peores. En la década de los ’90 se la dividió en varias partes y transitamos por un período casi vegetativo. Pero, a partir de 2003, se tomó una decisión estratégica de revitalizar la actividad nuclear en la Argentina y eso ha dado frutos muy importantes, en particular en el sector tradicionalmente más fuerte, que es el de tecnología de reactores. Se logró terminar Atucha II, que había estado parada por unos 20 años y fue una hazaña poder recuperarla. Se está apuntando a desarrollar un reactor de potencia, el famoso CAREM. También se están desarrollando reactores de investigación y de producción de radioisótopos. En el mismo camino está el impulso de este programa de desarrollo de tecnología de aceleradores, que también tuvo mucho apoyo en los últimos años.

Hizo pública una carta en la que expresa su preocupación por la situación política de cara al próximo balotaje. ¿Qué lo llevó a escribirla?

La escribí porque creo que la Argentina está en una encrucijada histórica. Expresé mi posición frente a declaraciones públicas del principal candidato opositor, en las que expone no tener sensibilidad ni interés por el desarrollo científico-tecnológico. En la Ciudad de Buenos Aires hay una ley que dice que se debería invertir un 1% del presupuesto en el área, pero la inversión es absolutamente despreciable. Y hasta hubo manifestaciones públicas hablando disparates sobre ARSAT, como que no tiene sentido hacer satélites. Son cosas que demuestran que para ellos la ciencia y la tecnología no juegan un papel importante, cuando son una de las claves para el desarrollo del país porque es algo que impacta en la economía, en el nivel de vida de la gente.

“Hay muchos problemas que resolver, pero si uno los quiere resolver tiene que caminar en una cierta dirección y no en el sentido contrario”, sostiene Kreiner.

¿Considera entonces que se puede retroceder seriamente en el área de ciencia y tecnología?

Hay ciertas cosas que son difíciles de desmontar. Entiendo que ya se han comprometido a través de contratos sumas importantes. Rescindir contratos tiene un costo, pero todo se puede tirar para atrás. La verdad es que no escuché propuestas concretas desde el sector opositor sobre lo que pensarían hacer y denotan una falta de conocimiento, una ignorancia, por decirlo claramente, de la importancia que tiene la ciencia y tecnología en la sociedad moderna. Y acerca del rol del Estado, que es muy importante. La actividad privada debería invertir bastante más de lo que lo hace, lo que pasa es que uno de los problemas es que muchas de las actividades privadas que comercializan o impulsan la utilización de tecnología son empresas multinacionales o extranjeras donde la tecnología se desarrolla en sus países de origen. Entonces, nosotros somos, en esa constelación, consumidores de cosas que se producen en otros lugares, que le dan trabajo de buena calidad a los habitantes de esos otros lugares. Pero nosotros queremos darle trabajo de calidad a nuestra gente, a nuestros científicos y tecnólogos, para que puedan desarrollarse en su propio país y contribuir al desarrollo de esta sociedad. De ninguna manera tengo una visión de que esto sea algo que deba ser absolutamente reservado al Estado, pero sí creo que el Estado tiene que jugar un rol muy importante, como promotor de actividades que quizás en el corto plazo no son todavía rentables, pero que claramente lo pueden ser. La función del Estado es impulsar todas las acciones que necesita una sociedad para desarrollarse. Creo que en los últimos años se ha hecho bastante en ese sentido. Todo esto no quiere decir que todos los problemas estén resueltos, pero si uno los quiere resolver tiene que caminar en una cierta dirección y no en el sentido contrario. Por eso digo que hay una encrucijada muy dramática en este momento. Tenemos una opción que se ha manifestado con toda claridad en términos de continuar y profundizar las políticas que se llevaron adelante y otra opción que, por lo menos en ciencia y tecnología, no apoyó leyes ni iniciativas y ha mostrado un desinterés por este sector.   



Fuente: Agencia TSS

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