miércoles, 30 de marzo de 2016

“Ojalá pudiéramos encontrar un microbio en Marte”
Miguel San Martín, jefe de ingenieros de la NASA.

por Marcelo Larraquy




Si hubiese que elegir el punto de inicio podría ser el artículo de la revista “Mecánica Popular” que llegó a sus manos, en la que se anunciaba la preparación de la misión “Viking” a Marte en 1975. A partir de entonces, a los 15 años, todos los pasos de Miguel San Martín se dirigieron hacia el mismo planeta. Estudió en el colegio industrial Pio IX de Almagro, en Buenos Aires y a los 20 años ya estaba solo en Estados Unidos, con un inglés precario, dispuesto a estudiar ingeniería electrónica en Syracuse University y luego hizo un master en Ingeniería aeronáutica y astronáutica en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Su especialidad era el guiado de navegación. Quería bajar las naves en Marte. Cuando se graduó, la NASA golpeó a su puerta. Y lo convocó a Pasadena, Los Ángeles, con una misión a Venus, para controlar la trayectoria de una nave espacial. Había logrado su meta, pero no estaba satisfecho. Quería trabajar en la oficina de Guiado y Control. Hasta en 1992, casi 20 años después de aquel artículo de “Mecánica Popular”, lo designaron jefe de ingenieros para una nueva misión, la Mars Pathfinder, justamente la que sucedió a las misiones del Viking que lo habían deslumbrado. 



San Martín se hizo cargo de todo el sistema de trayectoria y descenso de la nave. “Tenía un radar para encender los motores-cohete en el momento indicado y abrir el paracaídas. Las bolsas de aire funcionaron, la comunicación, con una antena que apuntaba a la Tierra, también. La nave llevaba como pasajero a un robot pequeño, de 10 kg, que empezó a moverse a buscar evidencia de agua.

¿Fue la primera vez que algo se movió en Marte enviado desde la Tierra?

Exacto. Porque cuando aterrizó el Viking, sacó una foto, vio una piedra que estaba a cinco metros y su brazo robótico tenía sólo dos. Fue una gran frustración. Entonces surgió la idea de poner un vehículo robótico.

San Martín continuó con sucesivas misiones a Marte: “Spirit” y “Opportunity” y en 2012 hizo aterrizar el “Curiosity”, un programa que tuvo un costo de 2.500 millones de dólares. “Todavía está operativo. Ahora está en la ladera del monte Sharp (5.000 metros). Se mueve a base de energía nuclear. También el Opportunity, que descendió en 2004 y se esperaba que funcionara tres meses, se sigue moviendo. El Curiosity tiene una mecha, como la de un taladro, que permitió penetrar 7 cm en la superficie de Marte y recogió información de que hubo un lago con agua prácticamente potable, que llegaba hasta las rodillas, consistentes con la teoría de que hubo condiciones de vida. Pero todos estaríamos contentos si se encontrase evidencia de al menos un microbio en Marte. Ojalá. Porque podría probar que hubo vida fuera de la Tierra, aunque fuera a nivel elemental”, explica San Martín, en entrevista con Clarín, mientras ya trabaja en una misión tripulada a Marte, entre otros proyectos.  



Fuente: Clarín

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