sábado, 6 de agosto de 2016

La bondad puede ser contagiosa
Ser testigo de la bondad inspira bondad, haciendo que se extienda como un virus.

Por Jamil Zaki

Las personas no solamente imitan las particularidades de las acciones positivas, sino también el espíritu que subyace en ellas. Esto implica que la bondad en sí es contagiosa y que puede tener un efecto cascada sobre la gente, adoptando nuevas formas a lo largo del camino. Crédito: ImageSource (MARS)

La conformidad tiene mala reputación, y a menudo se la merece. Las personas abusan de las drogas, desfiguran los parques nacionales, y se gastan $150.000 en bolsos de mano después de ver a otros hacer lo mismo. Sin embargo, la presión de grupo no tiene que ser siempre mala. Las personas también imitan a otros a la hora de votar, comer alimentos saludables, y conservar el medio ambiente. También “se contagian” de la cooperación y la generosidad de los demás. Dígale a alguien que sus vecinos han donado a una organización benéfica, y esa persona aumentará su propio donativo, incluso hasta un año después. Este tipo de conformidad parece positiva, pero también superficial. Experimentos previos, por ejemplo, se centran casi exclusivamente en personas que observan como otras participan en una acción positiva en particular (por ejemplo, el reciclaje) y luego imitan esa acción.

En una serie de nuevos estudios, mis colegas y yo mostramos una clase más amplia de conformidad positiva. Averiguamos que la gente no solo imita las particularidades de las acciones positivas, sino también el espíritu que subyace en ellas. Esto implica que la bondad es contagiosa y que puede tener un efecto de cascada sobre toda la gente, adoptando nuevas formas a lo largo del camino. Para ser una fuerza social potente, la conformidad positiva requiere de flexibilidad. No todo el mundo puede permitirse el lujo de donar a causas benéficas o pasar semanas de viaje ayudando en Haití. Ser testigo de la generosidad de los demás, entonces, podría inhibir a los bienintencionados que sienten que no pueden hacer algo comparable. Nuestro trabajo sugiere que la bondad de un individuo, no obstante, puede inspirar a otros a extender la positividad de otras maneras.

A los participantes de nuestro estudio se les dio un "bono" de $1, además de su pago por participar. Luego vieron descripciones breves de 100 organizaciones benéficas, y decidieron si querían dar parte de su bono a cada una de ellas. Después de hacer cada donación, los participantes vieron lo que creían que era el promedio de donación hecha por las últimas 100 personas que participaron en el estudio. De hecho, manipulamos estas "donaciones de grupo" para influenciar las creencias de los participantes. Algunos participantes entendieron que vivían en un mundo generoso, en el que las personas donaban cerca de tres cuartas partes de su bono a la caridad. Otros creían que vivían en un mundo mezquino, donde las personas donaban solo alrededor de una cuarta parte de su bono.

Al igual que otros científicos, encontramos que los participantes que creían que otros habían sido generosos fueron más generosos también. Después, pusimos a prueba nuestra verdadera pregunta: ¿puede el contagio de la bondad trascender la mera imitación? En un estudio de seguimiento, las personas observaron como otros donaban de forma generosa o mezquina, y luego completaron lo que pensaban era una tarea no relacionada de "correspondencia". Se les dio a leer una nota en la que otra persona describía los altibajos de su último mes, y se les pidió que contestaran. Las personas que habían visto como otros daban generosas donaciones escribieron notas más amigables, más empáticas y más solidarias que las escritas por los que habían visto como otros se comportaban mezquinamente. Esto sugiere que la bondad evoluciona a medida que se difunde, "infectando" los comportamientos a través de los que el nuevo individuo se expresa.

Los participantes en nuestros estudios ni siquiera necesitaron ver a otros hacer cosa alguna para copiar su bondad. En otro estudio de seguimiento, la gente leyó historias sobre el sufrimiento de las personas sin hogar. Después de cada historia, vieron lo que creían era el nivel medio de la empatía que otros participantes habían sentido hacia el protagonista. Algunas personas se enteraron de que otros participantes se preocupaban mucho, mientras otros aprendieron que sus predecesores eran bastante insensibles. Al final del estudio, dimos a los participantes un bono de $1 y la oportunidad de hacer una donación a un refugio para personas sin techo. Los participantes que creían que otros habían sentido empatía por las personas sin hogar también mostraron preocupación y donaron dos veces más que los participantes que creían que otros habían sentido poca empatía.

Todavía no entendemos completamente las fuerzas psicológicas que controlan el contagio de la bondad. Una posibilidad, como se muestra en nuestro estudio, es que la gente valora la afinidad con otras personas. Por ejemplo, hemos encontrado que cuando las personas aprenden que sus propias opiniones coinciden con las de un grupo, emplean regiones del cerebro asociadas con la experiencia de recompensa y que esta actividad cerebral se corresponde con los esfuerzos posteriores para alinearse con un grupo. De este modo, cuando las personas se enteran de que otros actúan amablemente pueden llegar a apreciar más la bondad ellos mismos.

Por supuesto, la conformidad no es siempre una fuerza para el bien. De hecho, el resentimiento que ahora envuelve a Estados Unidos refleja a menudo como las personas siguen el ejemplo de los demás. Las personas que tienen actitudes extremas las expresan de forma rotunda; cuando los individuos moderados siguen esa pauta, los grupos se atrincheran más en sus posiciones opuestas. La creciente y amarga brecha entre izquierda y derecha en la política estadounidense muestra lo volátil que puede ser esa polarización. Nuestro trabajo, sin embargo, sugiere que la conformidad puede llevar no solo a la animosidad, sino también al compromiso, la tolerancia y el afecto.

La batalla entre la conformidad positiva y la negativa probablemente depende de qué normas culturales la gente observa con mayor frecuencia. Alguien que está rodeado de grandilocuencia y antagonismo tenderá hacia comportamientos hostiles y excluyentes. Alguien que percibe que otros valoran la empatía se esforzará en ser empático, incluso con personas diferentes. Al hacer hincapié en las formas de empatía-positiva, podemos ser capaces de ejercer poder sobre la influencia social para así combatir la apatía y el conflicto de formas nuevas. Y, en este momento, cuando se trata de reparar las divisiones ideológicas y cultivar la amabilidad, necesitamos todas las estrategias que podamos encontrar. 



Fuente:  scientificamerican.com

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