sábado, 3 de diciembre de 2016

Fergus Simpson: “La especie humana podría extinguirse en menos de 700 años”
Este cosmólogo de la Universitat de Barcelona cree que la humanidad ha vivido ya más de la mitad de su existencia 
por Josep Fita

El cosmólogo Fergus Simpson (F. S.)


La estadística lo apunta. Las matemáticas parecen corroborarlo. La especie humana camina hacia su desaparición si el hombre no toma cartas en el asunto. Alguien puede pensar que el final está todavía lejos, que el margen es lo suficientemente amplio para no empezar a preocuparse todavía. Pero hay investigaciones que acortan este tiempo de manera preocupante, como la del cosmólogo escocés Fergus Simpson, investigador del Institute of Cosmos Sciences de la Universitat de Barcelona (ICCUB). Este físico defiende que es probable que a la humanidad le queden menos de 700 años de vida. No deja de ser una conjetura, pero da cierto vértigo.

Simpson ha revisado el llamado argumento del juicio final (Doomsday argument) el cual sostiene, evaluando el número de personas que han nacido a lo largo de la historia de la humanidad, que es probable que la vida de la especie humana se encuentre ya a mitad del camino. “Se pensó que era posible sortear las conclusiones del ‘Doomsday argument’, pero mis cálculos muestran que, desafortunadamente, no hay vía de escape”, explica Simpson a La Vanguardia.

Gráfica del Doomsday argument en el que se hace una estimación de la probabilidad de la extinción de la especie humana hasta el año 2150, donde habría un 18% (LV)

El planteamiento del argumento del juicio final es simple a la vez que complicado de concebir. Simpson lo intenta explicar, para los neófitos en la materia, mediante el siguiente ejemplo: “Si yo intento aprender a tocar el violín me puedo preguntar, ‘¿cómo de bueno seré?’. Probablemente no seré el mejor del mundo, pero hay muchas posibilidades de que tampoco sea el peor. Tengo la expectativa de estar en el medio”.

Pues algo similar se plantea en el Doomsday argument. “Para el 50% de todas las personas que han formado parte de la historia de la humanidad, es correcto plantear la siguiente idea: ‘menos gente nacerá después de mí de la que nació antes’. ¡Esto es un hecho irrefutable!”, subraya Simpson. Y añade: “La pregunta importante es: ¿formas parte tú de ese 50%? Si es así, nacerán menos de cien mil millones de personas en el futuro [cifra de habitantes que hasta la fecha se calcula que ha tenido nuestro planeta]”.

Tenemos, pues, la posible cifra del total de nacimientos que acontecerán en el futuro –menos de cien mil millones- y sabemos cuántos alumbramientos hay cada año –ni más ni menos que 140 millones, una cifra que se ha mantenido inalterable en las tres últimas décadas-. A partir de ahí, el cálculo es simple: “Si cada año somos 140 millones más de personas, nos extinguiremos en menos de 700 años”, sentencia Simpson.

Es precisamente en la mezcla de estos dos guarismos –las personas que han nacido hasta el día de hoy y las que nacen cada año- que este físico escocés, a través de una maraña de ecuaciones matemáticas, llega a la conclusión de que los postulados del Doomsday argument son verosímiles. “La idea de que la humanidad haya vivido ya más de la mitad de su existencia es bastante probable”, afirma.

Este cosmólogo escocés se vio en la tesitura de intentar validar el argumento del juicio final para ratificar su teoría sobre el tamaño de los planetas que podrían llegar a albergar vida inteligente, una investigación que publicó en la prestigiosa revista especializada MNRAS. En este curioso estudio, Simpson defiende que de haber vida inteligente en el Universo, ésta probablemente residiría en planetas más pequeños que la Tierra. A la vez, sostiene que los extraterrestres, de existir, serían de un tamaño mucho mayor que los humanos.

¿Y cómo llega a estas conclusiones este investigador del ICCUB? En primer lugar, sostiene que la mayoría de seres humanos vive en países grandes y muy poblados. Sin embargo, el país típico por excelencia es el pequeño, porque hay muchos más. Repasando los números, el planteamiento se hace difícil de rebatir. Hay sólo 12 países que superen los 100 millones de habitantes en el mundo. El resto, casi 200, están por debajo de esa cifra. Es por eso que Simpson entiende que un planeta grande y poblado es una anomalía en el Universo y que por tanto no puede ser considerado como algo habitual.

De ahí que plantee que los otros planetas que hipotéticamente puedan albergar vida inteligente sean más pequeños y, a la vez, menos poblados. Esta visión podría chocar con el hecho de que muchos de los exoplanetas descubiertos hasta al momento son mayores que la Tierra, aspecto que Simpson atribuye a que todavía no existe la tecnología “para detectar los planetas de menor tamaño”.

Siguiendo con el razonamiento, cuando más pequeña –a nivel numérico- es la población de una especie, más grande suele ser su talla. “Solo hay que comparar la población de elefantes respecto a la de humanos”, recuerda Simpson. “Nosotros somos como hormigas”, señala. En consecuencia, si como se ha apuntado antes, de haber vida inteligente ésta residiría en planetas más pequeños que la Tierra y menos poblados, eso significaría que el tamaño de sus singulares habitantes sería mayor que el de los seres humanos. Simpson incluso lo llega a cuantificar y pronostica que un alienígena inteligente, en caso de existir, probablemente podría llegar a pesar más de 300 kilos.

Toque de atención

Más allá de conjeturas, lo que parece estar meridianamente claro es que el ser humano, como especie, debe reaccionar si quiere alargar más su presencia sobre la faz de la Tierra. “Mi teoría no deja de ser un aviso a la sociedad para que se proteja, lo mismo que hacemos cada uno de nosotros con nuestra salud. Hay un peligro y debemos ser cuidadosos”, arguye Simpson, quien entiende, basándose en las teorías del astrónomo británico Martin Rees, que el fin de la humanidad no llegará producto de un fenómeno meteorológico, sino por vía de una catástrofe promovida por el hombre. En este sentido, Rees dibuja cuatro escenarios catastróficos: el uso de armas nucleares, la llegada de la inteligencia artificial, la biotecnología y, por último, la nanotecnología. Esperemos que ni uno ni el otro estén en lo cierto.  



Fuente:  lavanguardia.com

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