lunes, 17 de abril de 2017

Los elusivos géiseres de Europa vuelven a manifestarse
por Daniel Marín



¿Existen o no géiseres en Europa, la luna de Júpiter? Es la pregunta del millón y de cuya respuesta depende en buena medida el futuro de varias misiones espaciales. En la rueda de prensa de hace unos días donde se dieron más pruebas sobre la existencia de fuentes hidrotermales en Encélado, satélite de Saturno, la NASA también aportó nuevas evidencias acerca de estos elusivos géiseres. ¿Caso cerrado al fin? 
 
Imagen compuesta de Europa donde se aprecian dos supuestos géiseres detectados por el telescopio Hubble en 2014 y en 2016 (NASA/ESA/W. Sparks (STScI)/USGS Astrogeology Science Center).

Veamos. En 2013 el telescopio espacial Hubble descubrió lo que parecían ser géiseres en Europa. En realidad el acontecimiento no fue tan espectacular como el descubrimiento de los géiseres de Encélado por parte de la Cassini en 2005, ni mucho menos. Lo que descubrió el espectrógrafo STIS del Hubble fue una concentración inusual de hidrógeno y oxígeno en el ultravioleta lejano proveniente de las cercanías de Europa mientras el satélite atravesaba el disco de Júpiter, eso sí, con una confianza estadística muy baja. La interpretación directa es que esta emisión en el ultravioleta proviene de una acumulación de vapor de agua que se origina en la corteza de Europa. Ergo, géiseres a la vista. No tan rápido: el problema es que toda la superficie de Europa está formada por hielo de agua y resulta difícil separar el ‘ruido acuoso’ proveniente de la corteza de la contribución de géiseres reales, especialmente si las observaciones se han hecho a casi 800 millones de kilómetros de distancia como ocurre con el Hubble. 


Representación artística de los posibles géiseres de Europa (NASA).

 
En 2014 datos adicionales del Hubble reforzaron la hipótesis de que había chorros de agua en el hemisferio sur de Europa que alcanzaban alturas de cerca de doscientos kilómetros, mientras que en 2016 STIS volvió a observar la emisión de hidrógeno y oxígeno en tres de diez imágenes. Estos nuevos resultados no nos permiten cantar victoria, pero sí indican que los géiseres tienen todas las papeletas para ser reales y, algo muy importante, recurrentes. Sin embargo, si son intermitentes lo lógico es que aparezcan en la misma zona y esto no estaba nada claro.

Pues bien, la NASA presentó hace unos días una imagen inédita del espectrógrafo STIS del Hubble tomada el 22 de febrero de 2016 en la que se ve un supuesto géiser de cien kilómetros de altura situado precisamente en la misma zona que un chorro de cincuenta kilómetros avistado el 17 de marzo de 2014. Según las estimaciones de los investigadores los chorros tendrían una duración media de una hora. Suena convincente, ¿no? De hecho las imágenes comparativas que abren esta entrada dejan poco lugar para la duda… hasta que recordamos que se tratan de imágenes compuestas usando los datos procesados de STIS con imágenes en el visible de Europa tomadas por la sonda Galileo. Si nos vamos a las observaciones reales del Hubble me temo que no son tan espectaculares:

a: imagen de STIS de 2014. b: imagen de 2016. c: suma de las dos imágenes y otras obtenidas por el instrumento. d: la imagen b pero al máximo de resolución (Sparks et al.).


¿Te convencen? Está claro que si la historia terminase aquí lo cierto es que las nuevas pruebas a favor de la existencia de géiseres en Europa no serían mucho más sólidas de lo que eran el año pasado. Pero, y esto es lo destacable, la zona en la que se originan los supuestos dos géiseres no es una región cualquiera. Tiene unos trescientos kilómetros de longitud (debido al error de las observaciones) y está situada en la latitud 16,5º sur, al norte del cráter Pwyll, justo donde la sonda Galileo detectó un exceso infrarrojo —o sea, una zona caliente— en 1998. La zona está atravesada por dos líneas oscuras —lineae—, que son fracturas en el hielo. Es decir, precisamente donde uno esperaría encontrar un géiser de agua en Europa.

La zona de los supuestos chorros de 2014 y 2016 (elipse verde a la izquierda) está situada cerca del cráter Pwyll y coincide con una zona caliente detectada por la sonda Galileo en 1998 (NASA/ESA/W. Sparks (STScI)/USGS Astrogeology Science Center).


Los modelos señalan que la velocidad de las partículas de los géiseres debe ser de unos 500 kilómetros por segundo como máximo (para una temperatura de unos 100º C bajo cero), consistente con lo observado en Encélado. La mayor gravedad de Europa provoca no obstante que los chorros europanos sean mucho más pequeños, con una altura de unos cien kilómetros para esa velocidad. Exactamente lo observado en las dos imágenes de 2014 y 2016. Por eso la altura de los géiseres deducida a partir de otras observaciones de 2014 —doscientos kilómetros— es tan difícil de hacer concordar con la teoría, ya que de ser cierta implicaría una velocidad de salida de 700 kilómetros por segundo.

Otra cuestión es cómo explicar la relación precisa entre la zona caliente de Galileo y los supuestos chorros. A diferencia de Encélado, desconocemos el grosor de la corteza de hielo de Europa y no hay un mecanismo claro que expliquen estos géiseres. En todo caso conviene dejar claro que los chorros podrían proceder de bolsas de agua encerradas en el hielo cerca de la superficie y no necesariamente de grietas conectadas con el océano global que creemos que existe en Europa. Resumiendo, ¿podemos celebrar que hay géiseres en Europa sin temor a equivocarnos? Me temo que todavía no, aunque ciertamente hoy tenemos más pruebas a favor que en contra.

Sonda Europa Clipper (aprobada)(NASA).


Hay mucho en juego si se confirma el criovulcanismo de Europa. Por un lado, esta luna de Júpiter se convertiría en un mundo todavía más atractivo merced a su inusual actividad geológica. Segundo, los géiseres son, como en el caso de Encélado, una oportunidad para estudiar el interior de Europa y su océano sin necesidad de aterrizar sobre el satélite ni usar un equipo de perforación petrolífero. La misión Europa Clipper —que llevará un instrumento exclusivamente para estudiar los chorros— vería por tanto aumentado su interés científico, mientras que propuestas como Europa Lander estarían más cerca de ser aprobadas. Y mientras esperamos a que Europa Clipper llegue a Júpiter en 2025 deberemos seguir confiando en las observaciones del Hubble. Y es que desgraciadamente no existe ningún otro telescopio espacial con la suficiente resolución capaz de observar en el ultravioleta que pueda aportar nuevos datos sobre este misterio.

Sonda Europa Lander (no aprobada)(NASA).



Fuente:  danielmarin.naukas.com

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