sábado, 28 de octubre de 2017

Los documentos desclasificados de JFK: un tesoro para investigadores y conspiranoicos
Por Peter Baker y Scott Shane


Credito Cecil Stoughton/The White House, vía John F. Kennedy Presidential Library

WASHINGTON — El presidente Trump ordenó el jueves la largamente esperada desclasificación de más de 2800 documentos relacionados con el asesinato del presidente John F. Kennedy, pero cedió ante la presión de la CIA y el FBI para mantener clasificados miles de documentos adicionales a los cuales todavía les faltan seis meses más de revisión.

Aunque están incompletos, los documentos fueron una búsqueda del tesoro para los investigadores, historiadores y para quienes se dedican a divulgar teorías de conspiración, que han pasado medio siglo buscando pistas para descubrir qué pasó realmente en Dallas ese fatídico día de 1963. Los archivos incluyen afirmaciones falsamente esperanzadoras sobre gánsters y cubanos y espías, la sospecha del Kremlin de que Lyndon B. Johnson —el vicepresidente que ocupó la presidencia tras la muerte de Kennedy— estuvo detrás del asesinato y el temor de las autoridades de que el público no aceptaría la versión oficial de los hechos.

Pasar las hojas de los documentos en línea la noche del jueves fue similar a explorar una caja de papeles encontrados en un ático. Había imágenes borrosas de fotos de vigilancia de la CIA de principios de la década de los sesenta, un registro de visitantes de diciembre de 1963, incluido un oficial de la CIA, al rancho de Johnson en Texas y reportes de que Lee Harvey Oswald obtuvo municiones a través de un grupo paramilitar de derecha.

Algunos de los documentos transmiten algo del drama y el caos de los días posteriores al asesinato del presidente. Entre ellos está un memorando aparentemente dictado por J. Edgar Hoover, el director del FBI en ese entonces, el 24 de noviembre de 1963, poco después de que Jack Ruby asesinara con un arma de fuego a Oswald cuando era trasladado del cuartel de la policía a una cárcel local.

“No hay más información sobre el caso Oswald excepto que él está muerto”, comienza diciendo el memorando de manera concisa, antes de recitar los acontecimientos del día.

Trump, quien ha disfrutado su propia especulación sobre el magnicidio, ha expresado impaciencia por finalmente abrir los últimos archivos del gobierno, para toparse con una campaña de último minuto de las agencias de inteligencia para censurar ciertos documentos. A regañadientes otorgó a las agencias un plazo, que vence el 26 de abril, para revisar de nuevo los documentos restantes y darlos a conocer.

Para quienes divulgan teorías de conspiración, el asesinato de Kennedy ha sido el premio mayor, uno que ha producido una interminable cadena de libros, reportes, conferencias, artículos, sitios web, documentales y películas de Hollywood. Fue el primer asesinato de un presidente estadounidense en la era de la televisión, lo que inició una ola de luto mundial por un joven y carismático líder y también generó una industria de escepticismo y cuestionamientos sobre la versión oficial de los hechos.

Cada institución gubernamental que ha examinado la investigación de su muerte, desde la Comisión Warren a los investigadores del congreso, concluyeron que Kennedy fue asesinado por Oswald, quien realizó tres disparos con un rifle que compró y recibió por correo desde el sexto piso del depósito de libros escolares de Texas cuando la caravana presidencial pasó por allí el 22 de noviembre de 1963. Pero eso nunca ha satisfecho a los que dudan, y las encuestas han indicado constantemente que los estadounidenses todavía creen que alguien que no fue Oswald debió haber estado involucrado.

Mientras la Comisión Warren concluyó que Oswald actuó en soledad, el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos dijo en un reporte de 1979 que Kennedy “fue probablemente asesinado como el resultado de una conspiración”, pero no identificó quienes pudieron ser esos conspiradores. Eliminó como sospechosos a los gobiernos soviético y cubano, a los cubanos organizados que se oponían a Fidel Castro, a la mafia, el FBI, la CIA y el Servicio Secreto, aunque el comité dijo que no podía excluir que individuos afiliados con algunos de esos grupos pudieran haber estado involucrados.


Lee Harvey Oswald habló con los reporteros el 23 de noviembre de 1963, un día después del asesinato de Kennedy. Credito Associated Press

Como ocurrió en el pasado, el plazo dado por Trump a la CIA y el FBI invariablemente conducirá a sospechas de que el gobierno todavía mantiene ocultos secretos de gran importancia sobre el caso. Funcionarios del gobierno de Trump dijeron que no hay encubrimiento, solo la intención de evitar poner en riesgo la seguridad nacional, el cumplimiento de la ley o los métodos de inteligencia para obtener información.

La CIA, que durante años ha sido el blanco de las sospechas de los novatos de las teorías del asesinato, hizo un gran esfuerzo el jueves para tratar de ahuyentar las acusaciones de que escondía evidencia importante.

La agencia emitió un comunicado en el cual indica que la gran mayoría de registros relacionados con el asesinato han sido hechos públicos y que las partes censuradas tienen la intención de “proteger información cuya liberación podría dañar la seguridad nacional —incluidos los nombres de activos de la CIA, así como oficiales actuales y retirados de la CIA, además de métodos y alianzas específicos de inteligencia que permanecen vigentes para proteger a Estados Unidos actualmente—”.

La desclasificación de los documentos le debe tanto al cineasta Oliver Stone como a otros. Después de JFK, su película conspiracionista de 1991, Stone impulsó un renovado interés y el congreso aprobó la Ley de Registros John F. Kennedy, que fue promulgada por el presidente George Bush el 26 de octubre de 1992. La ley instruía que todos los registros del asesinato debían ser desclasificados a más tardar 25 años después de esa fecha, que se cumplió el jueves, a menos de que el presidente de ese momento autorizara a que se mantuvieran la confidencialidad por razones de seguridad nacional.

En los años que han transcurrido desde que la ley fue aprobada, Archivos Nacionales y Administración de Documentos de Estados Unidos ha dado a conocer el 88 por ciento de esos documentos de manera íntegra y un 11 por ciento con partes censuradas. Hasta el jueves, solo el uno por ciento había sido mantenido completamente clasificado.

De los 2891 documentos desclasificados el jueves, solo 53 por ciento habían sido dados a conocer por los Archivos Nacionales, el resto había sido hecho público con censura.

Los documentos cubren un gran espectro, y aunque muchos no están directamente relacionados con el asesinato, otros agregan contexto. Uno relata la reacción de la Unión Soviética al magnicidio, al reportar que algunos en Moscú asumieron que era un “golpe de Estado” de parte de la “extrema derecha” por el cual culparían a la Unión Soviética. Un informante cuyo nombre no fue registrado le dijo a los espías estadounidenses que la KGB —el órgano de espionaje de la entonces Unión Soviética— tenía pruebas de que “el presidente Johnson fue responsable del asesinato”.

Un cable del FBI de abril de 1964 reconstruyó el viaje en autobús de Oswald a México semanas antes del asesinato, incluidos los nombres de las personas que se sentaron a su alrededor e incluso qué ropa vestía: “Una camisa deportiva de manga corta y color claro y sin abrigo”.

En el memorando de Hoover dos días después del asesinato, el entonces director del FBI expresó preocupación de que el asesinato de Oswald podría generar dudas entre los estadounidenses. “Lo que me preocupa”, escribió, “es emitir algo de manera que podamos convencer al público de que Oswald es el asesino verdadero”. Hoover también estaba preocupado de que al revelarse que Oswald contactó a la Embajada de Cuba en Ciudad de México y envió una carta a la Embajada de la Unión Soviética en Washington podría “complicar nuestras relaciones exteriores”.

Hoover calificó el asesinato de Oswald como “imperdonable”, especialmente después de “nuestras advertencias al Departamento de Policía de Dallas” y la alerta sobre los vínculos con la mafia de Jack Ruby, que pronto generarían una industria de investigación y especulación. “No tenemos información confirmada sobre Ruby, aunque hay algunos rumores de actividad ilícita en Chicago”, escribió Hoover.

Los documentos recién desclasificados no pondrán punto final al debate o la especulación (y algunos podrían atizar las dudas). En una comparecencia de 1975, por ejemplo, Richard Helms, el exdirector de la CIA, fue cuestionado: “¿Hay alguna información relacionada con el asesinato del presidente Kennedy que de alguna manera muestre que Lee Harvey Oswald fue de alguna forma un agente de la CIA o un agen…”. Pero el documento termina ahí y no está la respuesta de Helms.



Fuente: nytimes.com

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