lunes, 29 de abril de 2019

Sucesos paranormales en el Centro Cultural Reina Sofía de Cádiz
por José Manuel García Bautista


Centro cultural municipal Reina Sofia / GERMÁN MESA


Cádiz, la ciudad trimilenaria, tiene un rico patrimonio histórico. Por sus calles han visto los siglos pasar a los pueblos pre íberos, fenicios, cartagineses, romanos, musulmanes… Todo deja un fondo de sabiduría pero, también, un reducto de hechos que se pueden manifestar en el presente y para los cuales no tenemos una explicación racional.

Son los llamados “fenómenos paranormales” sucesos que no pueden ser predichos ni reproducidos a voluntad del ser humano, tienen la característica de ser atemporales, inesperados, rápidos –casi fugaces- y, a veces, inapreciables.

Nuestra tierra está plagada de puntos donde habita el misterio, donde se manifiestan esos mismos hechos y, en ocasiones, donde menos podemos imaginar. Es el caso que nos ocupa, el de un edificio importante, donde se cita la Cultura y el vestigio histórico de la ciudad: el Centro Cultural Reina Sofía de la capital gaditana.

Son muchas las personas que, a lo largo de los últimos años, han prestado su testimonio para narrar, cariacontecidos, sus experiencias en el interior de tan magno edificio. Hoy, en pleno siglo XXI, en la “Edad de las Comunicaciones”, nada es ya un secreto y pocos son los que no conocen algún hecho “extraño” sucedido dentro del mismo.

Debo comenzar, inexcusablemente, haciendo una referencia al pasado del edificio que antaño era el antiguo Gobierno Militar, que pasó a denominarse –con el cambio de uso- como “Centro Cultural Municipal Reina Sofía”, ubicado en el Paseo Carlos III. Con una simple mirada a su fachada se delata su antigüedad pues fue edificado entre 1758 y 1759 con un uso de instalaciones y viviendas para militares, inicialmente.

Javier Fornell es una de esas personas que conoce bien la Historia y las “historias” que se narran de apariciones y fantasmas, él mismo decía como allí se identificaba al espectro como un militar que tendría especial predilección por la zona de la azotea donde se manifestaría pero que cuando se acudía a ver, por los ruidos y la silueta observada, pues no había nada. Creyó, en cierta ocasión, el testimonio pues provenía de una persona seria y que quedó tan impresionada que jamás volvió a hablar de lo que le había ocurrido.

El salón también es una zona particularmente activa, en su interior, como si de otra época se tratara, se han escuchado pasos y murmullos, como si alguien estuviera en el interior: "He oído pasos con ritmo en horas en las que no hay nadie y, aunque hubiera, no se armaría tanto jaleo. También he oído cómo arrastraban muebles y parece que esto lo han oído otros muchos. Los bailes siempre los he oído por la tarde, a eso de las ocho".


Fachada del Centro Cultural Reina Sofía / GERMÁN MESA

No son los únicos fenómenos que se viven en su interior pues no es anormal que las luces “se apaguen y se enciendan solas” o que te sorprenda el portazo de una puerta que ha sido cerrada, violentamente, por unas manos invisibles que sobrecoge hasta al más escéptico de los mortales.

Los vigilantes de seguridad también tienen mucho que contar sobre todo lo que sucede en el Centro Cultural Reina Sofía, ellos son los encargados de las tareas de control dentro del mismo y los que, por su horario laboral, tienen la oportunidad de encontrarse con más hechos insólitos.
Más testimonios de lo imposible

Uno de ellos era Paco López Chaparro, que relataba al investigador José Manuel Serrano Cueto, y cuyo testimonio está recogido en uno de sus libros de la serie Cádiz Oculto, su tremenda experiencia: “Un domingo por la tarde estaba dando una ronda por la primera planta, en concreto por las dependencias de la academia hispanoamericana, y oí unos pasos que resonaban en el techo que da a una exposición de Juan Luis Vasallo en la segunda planta. Eran pasos pesados, como de alguien que llevara unas botas y, a cada paso, se oía también como si arrastrara algo pesado. Me vino a la mente alguien que arrastrara un baúl o algo parecido. Por descontado, en la segunda planta no había nadie".

Igualmente, caminando por las instalaciones, ha podido escuchar como lo llaman por su nombre, en un susurro tan gélido como aterrador que haría creer al más incrédulo que allí sucede algo muy extraño, que se manifiesta lo imposible… Normal no es que estando sólo, absolutamente solo, verbalicen tu nombre en la nada.

Una sensación, subjetiva, que se da con frecuencia, es la de sentirse vigilado, como observado, el valor es sólo testimonial pues no dejan de ser impresiones y sensaciones, pero “es incómodo hacer una ronda y sentir algo que no se puede ver pero que sabes que está contigo”, indicaba otro de los vigilantes de seguridad.

En el capítulo de experiencias hay más y las debemos conocer. Otro trabajador, desde la confidencialidad, decía: "Lo peor del edificio es pasar las noches allí, se escucha de todo, desde puertas que cierran y se abren y luego no hay nada abierto o el arrastrar de muebles en los pisos superiores."

John Pantoja es un interesado e investigador de todos estos temas misteriosos que tuvo una experiencia muy particular. Se encontraba visitando el edificio, en la noche, y le pareció ver “algo” que cruzaba por su campo de visión periférica –lo que se llama “el rabillo del ojo” popularmente-, al volver la vista hasta ese punto pudo escuchar como una puerta y el pomo estaba "ligeramente suelto".

Como posible explicación se habla, dentro de la rumorología aparejada a todos estos casos, que un joven soldado se habría quitado la vida dentro del edificio y su espíritu vagaría, como alma en pena por toda la eternidad, por aquellos pasillos y salones…

Caminar por el interior del edificio es llevarte, a determinadas horas, algún que otro susto pues los bustos que se exponen en determinadas salas formas figuras fantasmagóricas en la pared que nos hacen ver, en este caso, lo que no existe… Quizás entre estos bustos de encuentre la “figura del más allá” que atormenta a visitantes y trabajadores de un lugar tan ilustre como el Centro Cultural Reina Sofía de Cádiz.



Fuente:  diariodecadiz.es

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