Bolsonaro, responsable de la tragedia humanitaria que vive Brasil
Analistas brasileños ya encuadran la conducta del mandatario ultraderechista en la ley 2.889 de 1956 que define al delito de genocidio y establece penas para ello. El país se acerca a los 300 mil muertos.
Por Gustavo Veiga
Mientras se prolonga el desastre humanitario en Brasil, el apellido Bolsonaro acompañado por el adjetivo genocida ya asimila más de 11 millones de resultados en google. Son casi tantos como los infectados por covid-19 en un país que de atractivo turístico mundial, va camino a transformarse en un paria casi imposible de visitar en la actualidad. El presidente que este domingo cumplió 66 años es el máximo responsable de la tragedia – que se acerca a velocidad inusitada hacia los 300 mil muertos – pero no el único que gobierna. El partido militar, las cúpulas de sus fuerzas armadas, son cómplices. Más un sector civil donde sobresalen pastores evangélicos sumidos en un fanatismo místico suicida y hasta médicos negacionistas – ni siquiera hacen falta economistas - que bajan línea contra el lockdown de los gobernadores. Analistas brasileños ya encuadran la conducta del militar ultraderechista sin partido en la ley 2.889 de 1956 que define al delito de genocidio y establece penas para ello.
Las diatribas de Bolsonaro contra quienes le pedían sensatez a un insensato, su definición sarcástica y cínica del virus como “gripezinha”, a esta altura se volvieron folclóricas. Pero sus medidas para frenar el cierre de economías estaduales, su presentación ante el Tribunal Superior de Justicia para mantener la apertura de la actividad a cualquier precio, su veto a una ley aprobada en el Congreso que cedía más presupuesto para atender las necesidades de los médicos infectados por el virus o al blindaje en el Parlamento para que no se reduzcan los recursos contra la pandemia, incluso su negativa a comprar la vacuna china, son decisiones políticas concretas que causaron un daño irreparable. Todas ellas tuvieron consecuencias más problemáticas que los mentados cambios de ministro de Salud – ya van cuatro - que realizó desde que asumió el gobierno el 1° de enero de 2019.
El sitio jornalistaslivres.org es uno de los más críticos con la política que lleva adelante Bolsonaro. El periodista Homero Gottardello definió a la situación actual como “el genocidio brasileño de la covid-19” y trazó una comparación con datos arrojados por el Holocausto. “Ocupa el segundo lugar después de los campos de exterminio de Bełżec, Treblinka y Auschwitz”, escribió. En el mismo medio digital hay un artículo de Claudio Guedes ilustrado con una foto trucada, como de prontuario del presidente, y un cartel que sostiene con sus manos que dice: “genocida”.
El periodista sostiene que “el mandatario, ante la constatación de que el nuevo virus actuaba de manera diferente en distintos sectores de la población, afectando más gravemente a los ancianos y a las personas con enfermedades preexistentes, optó por no adoptar medidas restrictivas inmediatas y simples acciones preventivas que colaborarían con la no propagación del virus en el país, como ya se había hecho con innegable éxito en China, donde se detectó y enfrentó el virus por primera vez”.
Gottardello advierte que “en el país del bolsonarismo, la matanza llega a todos, independientemente de su orientación política, religión, edad o nivel socioeconómico. A finales de abril, habrá más de 350.000 víctimas de covid-19, más que el número de muertos en tres de los seis peores campos de exterminio nazis en la Segunda Guerra Mundial”. También señala que el exministro de Ciudadanía del militar, el neurólogo y actual diputado federal por Río Grande do Sul, Osmar Terra, “fue, como mínimo, el portavoz de la ‘solución final’ brasileña”.
El médico partidario de Bolsonaro es de tuitear mensajes que dicen: “La mitad o más de la población activa no puede parar, de lo contrario moriríamos de hambre o por falta de cuidados. Estas decenas de millones de personas, que salen todos los días a trabajar, vuelven a casa por la noche y pueden contaminarse ¡Dentro de la casa contaminan a toda la familia!”.
Sus argumentos podrían encuadrar en lo que Hannah Arendt llamó la “banalidad del mal” pero adquirieron espesura política cuando el propio Lula calificó al gobierno actual como “genocida”. La palabra utilizada para definir crímenes de lesa humanidad contra los armenios a comienzos del siglo XX hasta los tutsis de Ruanda en 1994, adquirió sentido jurídico universal en 1946. Su encuadre legal se remonta a fines de ese año, cuando se creó la Asamblea General de la ONU, que aprobó la Resolución 96. Ahí apareció por primera vez el término “genocidio” en un documento de la comunidad internacional. Se lo definió como “la negación del derecho a la existencia de grupos humanos enteros”.
La política de Bolsonaro también tiene propaladores entre los pastores que le aportaron un gran caudal electoral a su candidatura. Silas Malafaia es uno de ellos. Le pidió al presidente que debía “convocar a las fuerzas armadas para establecer la ley y el orden”. No lo hizo porque hubiera manifestaciones populares en la calle pidiendo la cabeza del militar, sino contra las medidas de los gobernadores que restringen movimientos porque los sistemas de salud están colapsados en la mayoría de los estados. “Nuestra democracia no puede tener salida así”, escribió Malafaia en twitter, el autor de una frase que causó estupor en 2020: “La iglesia es una agencia de salud emocional, tan importante como los hospitales”. El pastor aclaró que su mensaje al presidente no era “un pedido de golpe militar”.
Las declaraciones recientes del vicepresidente, el general Antonio Hamilton Mourao – que tiene casi 2 millones de seguidores en Twitter- dan pie a teorías conspirativas. Dijo que Bolsonaro era “responsable de todo lo que pasa o deja de pasar” cuando designó al médico Marcelo Queiroga en reemplazo del general Eduardo Pazuello en el Ministerio de Salud, aunque su discreto segundo plano ya no le permite esquivar su relación directa con la tragedia humanitaria. Es el segundo hombre del Estado. Un Estado cuyos puestos fueron colonizados de manera abrumadora por militares retirados y en actividad.
El partido de los uniformados según un artículo publicado en The Intercept Brasil “está activo y en campaña por la reelección”. “¿Con Bolsonaro?”, se preguntó: “Tal vez no. Otros nombres están sobre la mesa, incluido Sergio Moro”. En el mismo sitio digital, el periodista Leonardo Martins señaló que los policías militares consiguieron aportarle 14 millones de votos al jefe de Estado ultraderechista en 2018. Ahora –dice- “están decepcionados” con él. El mayor Olimpio, un senador que fue aliado político de Bolsonaro y murió por Covid-19 en los últimos días, era uno de ellos. Tuvo que poner la cara por el presidente cuando la fuerza se amotinó en varios cuarteles. Esos policías hoy consideran “un traidor” al principal responsable de la tragedia brasileña.
Bolsonaro apuesta a la desestabilización para salvarse
"La bandera brasileña nunca será roja", rugieron los fans de capitán cada vez que éste hizo alusiones directa, o indirectamente, a favor de un golpe o contra las medidas para frenar el contagio del coronavirus.
Por Dario Pignotti
Desde Brasilia
Un caos patriótico. Había globos verdes y globos amarillos, los colores de la bandera, en los jardines de la residencia presidencial este domingo cuando Jair Bolsonaro habló antes centenas de personas, algunas fuera de sí, aparentemente poseídas por la exaltación que les causa estar cerca de su guía. "La bandera brasileña nunca será roja", rugieron los fans de capitán cada vez que éste hizo alusiones directa, o indirectamente, a favor de un golpe o contra las medidas para frenar el contagio del coronavirus.
No pasa una semana sin que este admirador de Augusto Pinochet y Donald Trump formule algún comentario sobre sus planes desestabilizadores. Desestabilizadores de su propia administración. Esto que parece una contradicción en sus términos oculta la lógica del conspirador que va pavimentando el caos del que se valdrá para justificar una solución manu militare. Bolsonaro repite aquello de que si la situación se va de madre no le quedará más alternativa que declarar el Estado de Sitio o Estado de Defensa.
Unidas a las bravatas golpistas están las declaraciones que proyectan a Bolsonaro como un negacionista a escala mundial: en estos días recomendó a los infectados con la covid-19 la ingesta de ivermectina ("aquel remedio que mata los piojos pero no mata a nadie, dejen que las personas que quieran tomarlo lo hagan") .
Poco antes había enviado una misión oficial a Israel, encabezada por su hijo, el influyente diputado Eduardo Bolsonaro, y el canciller Ernesto Araújo, para comprar un spray nasal ( "parece que es un producto milagroso contra el virus").
Luego de tantas acciones y manifestaciones descabelladas fue encuadrado este lunes por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El organismo con sede en Ginebra, Suiza, le recomendó con todas las letras que "tome en serio" la pandemia y adopte "políticas de salud basadas en evidencias científicas" .
Horas después el presidente rebatió las orientaciones de la OMS al asegurar con dicción marcial, "somos uno de los pocos países que está a la vanguardia de la búsqueda de soluciones contra la covid". De locos.
Según trascendió, la OMS formó un comité especial para realizar un seguimiento exhaustivo de la deriva brasileña por lo que ésta significa como amenaza a la seguridad sanitaria global. Brasil es el segundo país del mundo en número total de muertos desde el inicio de la pandemia, este lunes superó los 295 mil, contra más de 542 mil en Estados Unidos.
Pero en el conteo de víctimas registradas cada 24 horas, el gigante latinoamericano ha ocupado el primer lugar mundial desde hace más de dos semanas, superando por amplio margen a los fallecimientos norteamericanos así como a los ocurridos en la Unión Europea. Brasil ya pasó los 2,2 mil muertos diarios en promedio y posiblemente llegará a los los 3 mil en abril o mayo.
La curva empinada que describe el aumento de muertos en las planillas de estadísticas se ve con más crudeza en la saturación de los cementerios como el de Vila Formosa, de San Pablo, donde el domingo pasado hubo colas de cuatro horas para que los familiares puedan ingresar a las ceremonias luctuosas.
Estas filas se formaron pese a que la alcaldía paulistana contrató recientemente 150 nuevos sepultadores y la semana pasada fueron cavadas 100 tumbas en un solo día en el necroterio de Vila Formosa, el mismo que se hizo famoso en abril de 2020 cuando el diario The Washington Post publicó en su tapa una foto con decenas de fosas recién cavadas ante la primera onda de covid, que fue superada por mucho en esta nueva fase.
Enviado de Dios
En el discurso del domingo, cuando frestejó sus 66 años entre globos de colores patrios y una torta blanca , el ex capitán dijo, haciendo las veces de pastor, "pueden estar seguros, mi fuerza viene de Dios y también de ustedes, solo Dios me quita de aquí"."Pueden estar seguros nuestro Ejército es el verde oliva y también ustedes lo son", arengó al público de donde surgían consignas de exaltación a la dictadura.
Bolsonaro perdió la guerra contra la covid porque es un estratega mediocre: se dejó llevar por la perorata de Trump según la cual éste era inofensivo. Fue así que desdeñó todas las medidas para enfrentarlo. Emitió un decreto contra el uso del barbijo, obstruyó las negociaciones para la compra de decenas de millones de vacunas y emprendió una cruzada contra el aislamiento social.
Derrotado por el virus que está devorando a su país, la opción del exmilitar fue hacer de esta peste una aliada para sus objetivos desestabilizadores, escogiendo como enemigos a los gobernadores que implementaron medidas para impedir la diseminación de la dolencia, potenciada por la alta transmisibilidad de la variante P1, detectada en la Amazonia hace unos tres meses. Estas medidas fueron citadas en los últimos pedidos de impeachment contra el gobernante presentados en el Congreso.
En el acto del domingo tildó a los gobernadores de "tiranos" y prometió luchar contra el aislamiento social movilizando a las Fuerzas Armadas para garantizar la "libertad" y el derecho de ir y venir.
Casi a la misma hora que era lanzada esta arenga en Brasilia un grupo de autoproclamados "reservistas" del Ejército se reunió frente a la residencia de Bolsonaro en Río de Janeiro para amenazar a los "zurdos" que promueven el impeachment. Es difícil creer que esta concentración paramilitar, abiertamente golpista, ocurrió sin la venia del mandatario.
Fuente: pagina12.com.ar y pagina12.com.ar
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