¿Qué pasa cuando morimos? Álex Gómez-Marín, científico del CSIC: "Creo que hay un retorno a la unidad"
Segunda entrega de la entrevista a este físico teórico del Instituto de Neurociencias de Alicante tras participar en las XVI Jornadas 'La muerte y el morir'.
por Emilio Martínez
Álex Gómez-Marín, científico del CSIC. |
Segunda entrega de la entrevista a Álex Gómez-Marín (Barcelona, 1981), científico del CSIC en el laboratorio de Comportamiento de Organismos en el Instituto de Neurociencias de Alicante. Tras reflexionar en la primera parte publicada este domingo sobre su experiencia cercana a la muerte, ahora le preguntamos por el papel que juega la religión en su interpretación, la posibilidad real de la reencarnación y los límites de la comundidad científica en su investigación del más allá.
Algunas religiones han realizado una revisión detallada del proceso de morir y del más allá, también diferentes movimientos espirituales. Todo esto, ¿lo ves como aliados o como rémoras para la comunidad científica?
Qué pregunta tan bonita. Por un lado, están las tradiciones, que son muchas y milenarias. Por ejemplo, los budistas, y dentro del budismo hay muchas escuelas como la tibetana, que tienen una gran sofisticación a la hora de describir lo que ellos llaman “los bardos”, detallando minuciosamente todo el proceso del morir, pues lo han explorado minuciosamente desde su propia mente.
Entonces uno se debería acercar, como digo, primero con respeto e incluso con admiración, al ver lo que ellos han sido capaces de saber, hacer y de decir. Lo que pasa es que, como todo en la vida, nos pasamos por exceso o por defecto. Pensando en el dogmatismo científico me viene también a la mente la “New Age”. Se parece a si eres de izquierdas o de derechas. No hay punto medio: o eres un científico que niega tajantemente lo que estábamos hablando, o si no parece que la única alternativa es que seas “New Age” y que te creas que todo es posible, que no sé qué del campo cuántico todo lo explica, que todo depende del poder de tu intención y del secreto, y que todo vale.
En esa cuerda floja estamos. Como digo yo seriamente en broma, hay que tener la mente abierta pero que no se te caiga el cerebro al suelo. Que sí, que abramos la mente, pero tampoco todo vale. De ahí que uno pueda volver a las tradiciones y rescatar de allí, de alguna forma, lo que ellos ya sabían. Creo que el bonito juego ahora es si lo podemos confirmar científicamente. Pero eso no quiere decir que antes no fuera verdad y ahora sí. Solo (que no es poco) que ahora nosotros tenemos otra vía, otra vía para confirmarlo, para explorarlo. Ahí hay una conciliación que considero honesta.
A lo largo de la historia ha habido grandes científicos que han reconocido que creían en Dios. ¿Es compatible las creencias espirituales con trabajar para la ciencia?
Esta es otra, diría yo, falsa dicotomía sobre la que he meditado bastante y necesitaríamos un buen rato para desplegarla. Debajo de lo que se vende como dato científico hay unas premisas filosóficas enquistadas y, dentro de esas premisas filosóficas, viven tozudamente unas mochilas teológicas antiguas y olvidadas. Nos confundimos, como cuando uno funde metales y los confunde. Se confundió ser científico con ser materialista y con ser ateo. Cuando uno tiene huesos cuyas articulaciones se han quedado soldadas, se anda un tanto descompensado.
Pero uno puede ser científico sin ser materialista y uno puede ser científico sin ser ateo. Y de hecho, para no hablar solo de la biología o de neurociencias, hay descubrimientos en cosmología que revelan que las constantes fundamentales de las leyes de la física tienen el valor exacto para que se haya podido dar no solo la vida en el universo sino prácticamente todos los elementos de la tabla periódica. Un decimal arriba o abajo, y estaríamos aquí para contarlo.
Esta es otra encrucijada en la que uno tiene que decidir si postula, por ejemplo, una serie de universos paralelos a los que nunca podremos acceder empíricamente o, dadas las evidencias, uno se atreve a considerar algo así como un principio de intención y agencia cósmico. Lo que pasa es que como tenemos esta alergia tan reactiva a la palabra Dios, la gente se imagina un hombre con barba en las nubes y la discusión acaba estancada en caricaturas.
Pero hay visiones sofisticadas, otra vez, que nos permiten concebir estas grandes preguntas (el origen del universo, el de la vida, el de la muerte) sin tener que dar piruetas intelectuales absurdas y cobardes.
Si yo te hago la siguiente pregunta, qué es lo primero que respondes: ¿Adónde crees que vamos cuando morimos?
Yo creo... no sé, fíjate, lo primero que diría es que no lo sé, pero lo segundo es que algo me dice que volvemos... Volvemos, me da a mí que volvemos… hay un regreso, una especie de retorno a la unidad. Y luego, desde ahí, podemos reconocer para qué hemos venido aquí y luego qué es realmente lo que retorna, qué parte retorna. Yo creo que para algo de mí sobrevivirá, porque lo que nunca ha nacido no puede morir. Otras partes seguramente no, como mi ego o mi apariencia física. Hay cosas que no vuelven en el viaje, que no podemos facturar como equipaje.
Pero bueno, no lo sé. Diría que que es un retorno. Un retorno de regreso a la unidad de la que partimos. Si quieres mi visión así, más metafísica resumida, es que hemos venido a experimentar lo concreto, lo particular, a ser Álex, a ser María, a ser partícipes de esta aventura creativa que es el universo. Un experimento cósmico fascinante, experimentar ser parte para luego volver al todo.
¿Y luego volvemos otra vez a la vida o eso ya es demasiado repreguntar?
Nunca uno pregunta demasiado. Resulta que hay evidencia de la reencarnación, la hay aunque nos joda. Existe, es poca, pero existe y no la deberíamos ningunear simplemente porque nos parezca imposible. Además, muchas tradiciones se lo toman muy en serio. Volviendo al budismo, por ejemplo, sin ir más lejos al Dalai Lama se le escoge como ser reencarnado.
Si esto lo dijera el cristianismo lo detestaríamos, por lo que te decía de la alergia, en parte bien merecida, que muchos tienen hacia la religión local. Sin embargo tan respetuosos que queremos ser con otras religiones y culturas… El budismo así lo afirma, y no lo dicen en broma ni como metáfora o cuento de hadas.
O sea, que yo creo que sí, pero claro, de ahí a imaginarse que uno vuelve siendo el mismo solo con un traje distinto, pues quizás no. Otra vez, una versión muy simplificada (como la de Dios siendo un anciano irascible que vive más allá de las nubes) es que en cada reencarnación vuelve Álex, pero ahora en vez de ser blanco es negro, o en vez de ser del Barça es del Madrid. Obviamente no va a ser así. Todo es más más sofisticado que las caricaturas que al final la hacemos de las cosas. Y probablemente más simple.
¿Y cuántas veces te has preguntado, tras tener tu proceso cercano a la muerte, que había una intencionalidad de alguien o de algo en que tenías que ser tú quien lo experimentara?
Sí que me lo he planteado muchas veces. Tiene que ver con... Bueno, otra vez, una forma exagerada sería decir que estaba destinado a pasar por ello. No lo sé, pero lo que sí que sé es que en ese periplo hay una oportunidad de aprendizaje muy grande. La experiencia puede ser una desgracia que te trastoca familiar y físicamente, y la recuperación, y el miedo que pasó tu pareja y todo el mundo, eso es terrible. Pero a la vez es una gracia. Una extraña bendición.
Es como la luna, que tiene la cara brillante y la cara oculta, la cara sombría. No le deseo a nadie que casi se muera. Pero en sí la experiencia es un regalo. Es maravillosa, es transformadora, incluso visionaria.
¿Crees que la comunidad científica, en algún momento, va a hallar esa respuesta a la gran pregunta de 'qué hay después de la muerte'? O es una de esas preguntas insondables que va a ser imposible descifrar, y sobre todo, que la comunidad científica se ponga de acuerdo.
Yo creo que no va a haber conclusión, pero sí que haber aproximación una aproximación al misterio. Podemos saber más, podemos aprender más, científicamente también, podemos conocer, aprender. Pero el misterio no... Yo no creo que esto sea un gran crucigrama que tarde o temprano vamos a solucionar a base de dinero, tecnología y gente lista. Es un misterio. Es el misterio.
Y yo creo que quizás lo más humano de ser humano es ponerte delante de tu propia mortalidad. Yo creo que no es excluyente que científicamente nos podamos aproximar al “problema” de la muerte. A eso me dedico en mi investigación. Pero pensar que vamos a zanjar de una vez por todas estas cuestiones perennes a golpe de escáner cerebral revela una arrogancia mayúscula y peligrosa.
Mencionas el origen de la vida y la ciencia ficción muchas veces ha representado el más allá con el espacio.
Sí, este “más allá” muchas veces lo vemos como espacial, como ir en busca de nuevos planetas, a otras estrellas, enviar sondas a lugares muy lejanos, etcétera. Sin embargo, el trabajo que yo creo que necesitamos hacer ahora los científicos es ir “más acá”, pero se trata de ir más adentro no solo del cráneo sino de realmente tomarse en serio el viaje interior.
Dentro del cerebro hay mucho que descubrir, sin duda. Pero dentro de nosotros mismos, en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestra alma, también. La metáfora espacial deja de ser excusa. Tanto ir para afuera, no nos olvidemos de seguir también para adentro.
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