En los centros del trazado estratégico estadounidense saben que pasó el tiempo de la potencia única y global. Para enfrentar a la Unión Europea (UE), China y Rusia, Washington quiere asegurarse el control de América Latina. El problema lo tiene en el Sur, por ello pretende acabar con Brasil. Las posibilidades de resistencia con que cuenta la región. El rol de UNASUR y otras iniciativas de integración. Sobre esos puntos se expresaron, en entrevista exclusiva con APM, los politólogos y expertos en geopolítica Marcelo Gullo - autor de los libros “Argentina-Brasil: La gran oportunidad” y “La insubordinación fundante. Breve historia de la construcción del poder de las naciones” - y Carlos Alberto Pereyra Mele, del Centro de Estudios Estratégicos Suramericanos.
El interés geopolítico de Estados Unidos consiste en retrasar el paso de ser una potencia global a una potencia regional”, dijo Gullo.
La crisis que atraviesa Estados Unidos -manifestó- no es coyuntural, sino estructural, porque, por primera vez desde 1970, se han disociado los intereses de la alta burguesía norteamericana con el Estado. A partir de la década del ´80 las industrias estadounidenses, buscando pagar salarios más bajos, se van al Asia para producir con destino al mercado norteamericano, lo cual produjo un lento proceso de desindustrialización dentro del propio territorio.
“Todo ello generó un enorme proceso de gente sin trabajo. Ese sería el eje conceptual de la crisis financiera global, dejando a Estado Unidos desindustrializado, sin empleos suficientes y con 40 millones de pobres”, destacó.
Estados Unidos aspira a mantener un papel protagónico y por consiguiente intenta expulsar a China de África e impedir la alianza entre Rusia y Europa occidental. “Esas dos grandes estrategias están fracasando, por eso tiene la necesidad de que América Latina sea su zona de influencia exclusiva; por tal motivo pone un pie en Colombia”, subrayó Gullo.
Estados Unidos sólo produce el 15 por ciento de la energía que consume y América Latina le provee el 25 por ciento de sus necesidades en materia de recursos.
En tanto, Pereyra Mele precisó que “Colombia es un país bioceánico, es vecino del que le vende el 15 por ciento del petróleo - Venezuela - y además limita con Ecuador, también país petrolero. Desde las bases navales de Málaga y Cartagena de Indias, Washington tiene rápido acceso al mayor punto de comunicación comercial del mundo, el canal de Panamá”.
La importancia geopolítica que tiene Colombia para Estados Unidos se expresa en lo táctico y en lo estratégico, explicó Gullo.
Desde el punto de vista táctico, dijo: el complejo industriar militar necesita crear focos bélicos, para justificar la producción y renovación del material bélico. Sin tal esquema, ese aparato no tiene con que justificar su existencia.
Y desde una mirada estratégica, continuó, el objetivo es lograr la capitulación del poder nacional brasileño, y para ello traza un cerco en su derredor, comenzando en Colombia y con la idea de continuar por Bolivia y Paraguay.
En ese marco, América Latina está obligada a reforzar sus acuerdos regionales, como UNASUR, CAN y MERCOSUR, para evitar fracturas y controlar las turbulencias domesticas (como el golpe de Estado en Honduras), que posibiliten la expansión de las Fuerzas Armadas estadounidenses en el área.
Según Pereyra Mele, la solución al problema que plantea el avance estadounidense sobre América del Sur pasa por la defensa irrestricta de las áreas por donde fluyen y se conectan los tres sistemas hidrográficos más importante: el Orinoco, Amazonia y del Plata.
“Para ello se deben desarrollar políticas internacionales coherentes, dentro de las limitaciones que nos plantea la potencia hegemónica. Es muy importante profundizar el MERCOSUR y ampliarlo, darle mayor presencia a UNASUR y a los organismos de defensa regionales. Es necesaria la creación de un complejo industrial militar argentino-brasilero, para mejorar nuestras capacidades de defensa, sin dependencia externa, incorporando a otros países”, concluyó Pereyra Mele.
Para Marcelo Gullo, América Latina conforma una ecumene cultural única. “Lamentablemente, desde el punto de vista político está partida en dos. Por un lado México, América Central y el Caribe, zona de influencia exclusiva de Estados Unidos, y por el otro América del Sur”, subrayó.
Quizá podría agregarse respecto de esta última reflexión que el odio sistémico de los poderes estadounidenses a la Revolución Cubana quedaría explicado por haber sido ella la única experiencia concreta de freno a la hegemonía de Washington sobre las regiones Norte, Central y Caribe de América Latina.
Ante el desafío hasta aquí expuesto, “la responsabilidad principal es de Brasil, por ser la entidad con mayor poder relativo del área. El problema está en que la clase dirigente brasileña no comprende adecuadamente que para resistir la agresión estadounidense no necesita socios débiles, sino socios fuertes. Deben comprender que lo importante no es su industrialización aislada, sino la industrialización de toda América del Sur”, concluyó Gullo.
Los cambios de políticas militares que Barack Obama prometió en su campaña presidencial hasta ahora no se han cumplido. A menos que alguien crea que lo identitario pasa exclusivamente por la pigmentación de la piel, ni siquiera podemos decir que un afro-americano llegó a la presidencia.
Más allá de las palabras, Obama le solicitó al Congreso de Estados Unidos 83.400 millones de dólares en fondos extras, para financiar las aventuras bélicas en Irak y Afganistán; avanza con la instalación de nuevas bases militares en Colombia y mantuvo una posición más que ambigua respecto del golpe de Estado en Honduras.
Fuente: Rebelion.org
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