Argentina, de espaldas al mar y directo al colapso
Desde la Universidad Nacional de Mar del Plata, un grupo interdisciplinario de investigadores sociales (con geógrafos, sociólogos, antropólogos e historiadores, principalmente) lleva adelante la tarea de “intentar comprender la problemática de los recursos naturales en relación a lo económico y social”, principalmente en el vínculo con el mar. Para difundir sus trabajos y otros aportes orientados en esa dirección, el GESMar dio vida a una publicación científica, la Revista de Estudios Marítimos y Sociales. La conflictividad social es el tema con el que se lanzaron a la escena, ya que según ellos “el conflicto aparece de modo recurrente porque está en directa relación con un modelo económico pesquero de imposible sustentabilidad”.
Agustín Nieto ya estaba involucrado con las luchas portuarias desde el centro de estudiantes de la Universidad. “Ingresamos a esta problemática en función de participar solidariamente como estudiantes en las luchas de los obreros del pescado. Generalmente las luchas de los trabajadores cooperativizados tienen un arco de apoyo y solidaridad de agrupaciones de todo tipo”, cuenta quien ahora integra el comité editorial de esta revista científico social.
¿Qué lugar ocupa en la agenda pública el mar argentino? José Mateo, en la presentación de la revista, tiene un párrafo que pone de cabeza la vieja idea de Ezequiel Martínez Estrada en relación a la tierra pampeana. Para Mateo, en cambio, “los argentinos hemos vivido de espaldas al mar y a sus problemas. Un mar incorporado tardíamente a la Nación, que prácticamente fue ajeno a los procesos de la ocupación colonial y que por siglos no fue más que el vehículo por el cual circulaban las naves que transportaban personas y mercancías entre un puerto, el de Buenos Aires y un extenso mercado exterior”[1].
Los resultados de ese destino son graves en varios sentidos: “nunca se intentó transformar la industria pesquera, siempre asociada al mercado externo. El Estado nunca pensó en el pescado como un producto de consumo masivo en Argentina y con el cual saciar las deficiencias alimentarias del pueblo argentino”, es por ejemplo una de las consecuencias que destaca Agustín Nieto.
El modo en que se fue configurando el sector económico pesquero, sobre todo a partir de la década del 90, determina la pauperización y exclusión laboral de esta industria, la extranjerización del negocio y una creciente y acelerada depredación de los recursos del mar. Agencia de Noticias Biodiversidadla trató estos ejes de análisis en una charla con Agustín Nieto.
- Ustedes plantean que la industria pesquera es una actividad fundamentalmente extractiva y poco desarrollada en su proceso de trabajo. ¿Han desarrollado ese concepto de “actividad extractiva” , y por qué el proceso de trabajo tiene estas características tan elementales?
- Hay un artículo de José María Cóccaro, geógrafo, en el que se compara la pesca con la minería. La idea es que lo que se hace en el mar es similar a lo que se hace con la minería. Pero en este caso se extrae materia prima orgánica y viva. Cuando decimos que es extractiva estamos apuntando a eso. Respecto al poco proceso de trabajo en la elaboración apuntamos a que la pesca en nuestro país siempre estuvo muy asociada al mercado externo y poco al interno. Las oscilaciones en la demanda internacional influyen directamente en la pesca. Esto generó que en un comienzo la industria de la pesca en Argentina estuviera vinculada a la conserva de pescados, a los conocidos “enlatados”. Ahí sí había un proceso de trabajo más intensivo, como en La Campagnola, que sigue existiendo pero absorbida por el grupo ARCOR. La conserva desarrolla todo un proceso que implica, además del descabezado y eviscerado, el cocinado y envasado de especies como la anchoíta y la caballa. En cambio, en la actualidad, lo más elaborado dentro de la industria fresquera es el filet.
- ¿En qué consiste la denominada “extranjerización de la flota pesquera”?
- Es un tema muy complejo. Hay que partir de considerar los permisos que otorga el Estado argentino a partir de acuerdos marco con Europa que facilitaron la importación de barcos. Se trataba de una flota obsoleta para el caladero del norte [un caladero es la existencia biológica de determinada especie en el océano y sus condiciones de reproducción], particularmente para España que ya había agotado los caladeros de las costas africanas. Los españoles desarrollaron unos barcos con autonomía para llegar al sur de África, pescar ahí, elaborarlo en el trayecto de vuelta y llegar a tierra con el producto procesado. Argentina no tenía ese problema porque su caladero no estaba en malas condiciones o sobreexplotado. En el libro de Eduardo “Maro” Pradas, Una introducción a la problemática pesquera marplatense, que editamos con Guillermo Colombo, se plantea que este tema está vinculado con las relaciones imperialistas, la relación de España con Argentina.
La salida para España -cuando colapsó el caladero del sur de África- era retirar los barcos y hacerlos chatarra o intentar hacer algún tipo de convenio similar al que hicieron con Sudáfrica (el mismo tipo de convenio que llevó al colapso del caladero). Esos convenios funcionan con la figura jurídica del Joint Venture, empresas mixtas con capital español y capital nacional, con la cual empezaron a entrar estos barcos. Ya habían empezado a ingresar en los 70 con la dictadura militar y se profundiza en los 90 con el menemismo, que es cuando España presiona más (en el marco de la inserción de capitales españoles en otros sectores de la economía). Algunos empresarios locales protestaron y otros pensaron que lo que les convenía era asociarse.
- ¿Esto fue durante la gestión de Felipe Solá en la secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca?
- Sí, además de ser el que tuvo la responsabilidad de habilitar el ingreso de la soja transgénica. Solá y Menem son los que permiten el ingreso de estos barcos obsoletos desde España. Fue una medida en función de las necesidades de España y no de las de Argentina. Pero atención, esto tampoco quiere decir que los empresarios locales tuvieran en cuenta las necesidades locales, porque nunca hubo una política pesquera en función de las necesidades del pueblo argentino. Tampoco el Estado pensó jamás en el pescado como un producto de consumo masivo en Argentina y con el cual saciar las deficiencias alimentarias de la población.
- Hoy está significativamente ausente de la dieta popular.
- Salvo en fechas puntuales como Semana Santa. La relación en algún momento entre consumo de carne de vaca y pescado era 15 a 1. Además está lo cultural, y algo que no facilita cambiar esas costumbres es el precio. A diferencia de la explotación ganadera, el pescado no tiene ningún costo de crianza, ni de vigilancia ni de nada. Las vacas están delimitadas por alambrados, los peces y el mar son un recurso de acceso libre mediado por los permisos. A diferencia de las vacas, nadie puede arrogarse la propiedad privada de los peces, y los peces tampoco lo respetarían porque pueden circular libremente por el mar. Pese a esto, nunca se planteó una política para saciar las deficiencias alimentarias del pueblo argentino mediante el pescado.
- Es decir que siempre se piensa la política pesquera en términos de exportación.
- Sí, en beneficio del capital nacional o como en esta última etapa del capital extranjero, pero nunca asociado a una política alimentaria. Hay antecedentes importantes al menemismo, que se dan durante el tercer gobierno de Perón, que en 1974 firma un convenio con la ex República Popular de Polonia, y durante el gobierno de Alfonsín, que en 1986 firma un convenio con la URSS y Bulgaria. Ambos acuerdos permitían a barcos extranjeros entrar a las 200 millas de mar Argentino. Les cobraban un canon para permitirles entrar al “coto de pesca”. Sin embargo, no tenían ningún control real y podían sacar más de lo que estaba estipulado porque no tenían obligación de entrar a ningún puerto.
Para ver el estado de la relación imperialista también es interesante analizar cómo el Estado argentino permite, mediante acuerdos, que otros barcos ingresen a pescar pero le prohíbe a los barcos con bandera argentina salir a pescar más allá de las 200 millas, es decir que los encarcela. Algo que supuestamente es de acceso libre, el océano por fuera de los límites nacionales, está cerrado para los barcos de bandera argentina. Esa legislación sigue vigente. Como el recurso no respeta las líneas imaginarias que establecen los estados, ésto es un problema en lo económico pero también en lo referido a la protección de los caladeros.
- ¿Y cómo está el mapa de situación de los caladeros?
- La naturaleza tiene una defensa que a veces funciona y otras no. Hay registros del INIDEP [Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero] que notan que los ciclos reproductivos de las especies se aceleran, es decir que se acortan. Y otro dato es que la cantidad de la reproducción es mayor, o sea que el número de huevos y de sobrevivientes de esos huevos es mayor. Es posible considerar que es debido a la gran presión extractiva que se genera este cambio, por la propia lógica de supervivencia de la especie. De todos modos eso no los pone a salvo, porque ante este hecho las empresas se ven legitimadas y aumentan la presión sobre el caladero. La protección es más enunciada que practicada. Hay una ley federal que se discutió y elaboró en 1997 [Ley Federal de Pesca, sancionada en 1998]. Está aprobada pero no es aplicada. El Consejo Federal Pesquero, que es el organismo de aplicación, no puede hacerlo por los intereses encontrados que hay dentro del mismo.
La ley federal que no se aplica establece cupos. Esto es algo que se está rediscutiendo ahora, con una tendencia a privatizar algo que no se puede privatizar, que es el mar Argentino. En la actualidad el INIDEP establece un cupo general, esto es, un máximo de pesca, por lo cual todos salen a la pesca de lo que pueden hasta que se llega al tope. En cambio estas cuotas que pretenden implementar son transferibles, son como un título de propiedad que le dan a un empresario por un potencial de pesca. El problema de esto es cómo se establece la cuota. Y la otra discusión a la que llevó este tema es el problema del monopolio. Si a un empresario le va mal con la cuota que le dieron, por el tamaño de la empresa, va a terminar vendiendo su cupo. Lo que no se establece es la imposibilidad de compra venta entre la empresa mayor y las que se van fundiendo. Entonces algunos plantean que si un particular se funde la cuota tiene que volver al Estado para que la reasigne.
- Si con las cuotas generales se ha caído en la permanente sobreexplotación lo que sucederá con el avance de la privatización. ¿Cómo varía la masa de peces extraída y en qué porcentaje interviene cada sector económico?
- Eso fue cambiando con el tiempo. Históricamente el total nunca superó las 300 mil toneladas. En la década del 90, con la incorporación de los buques factorías, se llega a pescar el doble y un poco más también (oficialmente, a lo que hay que sumar lo que no se declara). Esta sobreexplotación del recurso entre los años 1995 y 2000 se produce en gran medida por la pesca de los buques congeladores.
A partir del 2000 se conforma una alianza obrero patronal marplatense que enfrenta esta situación de depredación. Gana el sector que representa a los fresqueros y logran replegar a los congeladores. Si uno lo mira así parecería que hay fresqueros y congeladores enfrentados, pero en realidad también hay una integración económica de ambos sectores, aunque los fresqueros están principalmente en Mar del Plata.
- ¿Y qué pasa con los barquitos amarillos de los pescadores artesanales, esos que se ven cuando vas al puerto?
- Esos son más chicos que los fresqueros y representan muy poco dentro del porcentaje de las capturas. Antes eran lo principal, eran los que salían y volvían en el día y asociados al momento en que era hegemónica la conserva, salían a capturar anchoa y caballa, entre otras. Luego vinieron los fresqueros, con más autonomía y capacidad de bodega, que es cuando el objetivo comenzó a ser la merluza, que es una especie más dispersa, que viaja mucho más y habita en profundidades. Al ser técnicas de pesca más complejas implican más inversión y más tripulación. Un barco amarillo (de pesca artesanal) varía entre 5 y 10 personas, generalmente vinculados a lo familiar. Estos barcos han conformado una cooperativa que les compra el producto para competir en el mercado, es una cooperativa de capitales, entonces no sólo pescan sino que también procesan el pescado con una cooperativa real.
- ¿Y en qué consisten las pseudocooperativas o cooperativas truchas que ustedes mencionan en el artículo “Lucha de calles en la industria de la pesca”? [2]
- Se trata de un modo entre dantesco y bizarro de precarización laboral. Por ejemplo, una empresa crea una cooperativa que funciona dentro de su misma fábrica. Juntan cinco mesas y un grupo de trabajadores y eso es una cooperativa. El empresario elige de ese grupo a un trabajador para presidente, que cumple la función de capataz.
- ¿Y qué pasa con el control estatal?¿Legalmente funcionan como cooperativas?
- Legalmente están funcionando como cooperativas porque dibujan las asambleas, las memorias y balances y sin la participación de nadie. También obligan a los trabajadores a anotarse como monotributistas, lo que hace que muchas veces terminen con deudas con el Estado. Lo paradójico es que los trabajadores que son totalmente vulnerables terminen siendo los deudores de un Estado que los tendría que estar protegiendo.
- Ustedes abarcan el período 1997-2007 para las luchas obreras en la industria de la pesca, ¿por qué 1997?
- En el 97 empiezan los piquetes, eran manifestaciones aisladas y pequeñas, pero estaban en sintonía con lo que pasaba a nivel nacional. Gran cantidad de trabajadores en negro y desocupados, junto a muchos militantes que estaban en esta industria y que pasaron a listas negras de las empresas. Con anterioridad a los 90 algunos obreros trabajaban en lo que se llamaban “cuevas”, una modalidad anterior a las pseudocooperativas, un lugar no habilitado que contrataba trabajadores en función de la demanda y totalmente en negro.
Muchas empresas quebraron al inicio de los 90 y dejaron en la calle a casi 6 mil trabajadores sólo en Mar del Plata. Esos trabajadores quedan disponibles para ingresar a esta nueva estrategia empresaria de la cooperativa trucha. En el 2000 se produce la primer gran protesta obrera, donde se queman fábricas, se dan vuelta autos y se los prende fuego. Es el momento en que entra en crisis la alianza obrero empresaria que tenía como programa que se mantenga la cuota para los fresqueros de Mar del Plata, blanqueo de personal y aumento de salarios. Estos dos últimos puntos no se respetaron y ahí se desata el conflicto, principalmente con el eslabón más débil, que son los trabajadores en negro y los desocupados. Y en Mar del Plata, que es la capital nacional de la desocupación, no había otra salida que la lucha, porque no había forma de meterse en otro mercado laboral que el pesquero.
En el 2007 pasa lo mismo, toma del sindicato y quema de fábricas, una regularidad en las dos protestas. Lo que nosotros intentamos explicar es una regularidad de la protesta que tiene que ver no con la dirección del gremio sino con una división al interior de la clase: los que están en blanco cuando tienen trabajo no dejan de trabajar para apoyar a los que están en negro, y los que están en negro cuando hay empleo dejan de protestar y van a trabajar. Hay una competencia hacia el interior de la clase. La patronal logró romper los lazos de solidaridad al interior de la clase y eso se expresa en cada una de las protestas. Aunque hay marcos de solidaridad con otros sectores sociales, no los hay al interior del sector, en el que rápidamente se pasa a conflictos aislados, lo que lleva a acciones más violentas y no porque sean más radicalizados en sus objetivos, sino porque no tienen otra forma de hacerse oír.
- Esa repetición marca también una regularidad en la estructura económica, que permanece intacta desde la transformación menemista.
- Exacto.
- Hay una frase interesante de un dirigente del sindicato de los marineros, que dice “lo poco que haya de todas las especies que lo pesquen los fresqueros argentinos”. A partir de esto me preguntaba si los sectores obreros antiburocráticos y emergentes están pensando en una explotación del recurso de una manera no extractiva, si se imaginan otro tipo de relación con el mar.
- Siempre está flotando la idea ecológica en los trabajadores, pero eso se materializa en organizaciones por fuera de los trabajadores, como El Grito del Caladero, una organización que plantea todo esto. No hay ninguna organización obrera del pescado que tenga un programa claro y específico para resolver el problema de la sobreexplotación. Verbalmente se expresan en ese sentido durante los conflictos, porque también es una fuente de legitimidad. Muchas veces en el conflicto, y esto que voy a decir es políticamente incorrecto, cuando hay un reclamo social se legitima en un reclamo más amplio, como pasa en educación o en salud. La realidad es que cuando aumentan el salario, el paro termina y las otras reivindicaciones se dejan de lado. El reclamo real es que haya trabajo, el secundario es que sea en blanco, y más lejos está que se cuide el recurso.
- ¿Qué escenario ven a futuro en relación a la industria pesquera?
- Tenemos una visión pesimista, se va a profundizar el grado de sobreexplotación. Este instinto de supervivencia de los peces que acelera los ciclos de reproducción lo que hace es avivar el ansia de captura y no frenarlo. Mientras el Estado no intervenga decididamente con una política y mientras siga como hasta ahora, la única política real es la de los empresarios. De hecho si uno ve los nombres de los funcionarios de las secretarías de pesca -a nivel nacional y de la provincia de Buenos Aires- se da cuenta que se repiten dentro de las cámaras empresariales. Si el Estado no cambia su política en función de los intereses de la población argentina, en función de terminar con el hambre y la desnutrición -un objetivo en el que la pesca puede colaborar rápidamente- no creo que cambie la situación. Aparte de cuidar los caladeros sobreexplotados puede darse una política de explotar otras especies que están subexplotadas, que tienen los mismos nutrientes pero que no tienen mercado externo. Con barcos del Estado y con muy bajo costo se pueden pescar otras especies más nutritivas que la merluza y llevarlas a los comedores populares, por ejemplo. Mientras el Estado no cambie su política y siga asociado a esta política empresaria no creo que cambie esta situación de recurrencia de explotación de la mano de obra, de sobreexplotación en el recurso, de concentración de la riqueza pesquera en pocas manos y de estallidos sociales.
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Notas:
[1] Presentación de José Antonio Mateo, director de la Revista de Estudios Marítimos y Sociales.
[2] Lucha de calles en la industria de la pesca. Una interpretación del porqué de su regularidad (1997-2007). Agustín Nieto y Guillermo Colombo. Artículo aparecido en la Revista del Programa de Investigaciones sobre Conflicto Social, Instituto de Investigaciones Gino Germani.
http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/51436
Fuente: Rebelion.org
Agustín Nieto ya estaba involucrado con las luchas portuarias desde el centro de estudiantes de la Universidad. “Ingresamos a esta problemática en función de participar solidariamente como estudiantes en las luchas de los obreros del pescado. Generalmente las luchas de los trabajadores cooperativizados tienen un arco de apoyo y solidaridad de agrupaciones de todo tipo”, cuenta quien ahora integra el comité editorial de esta revista científico social.
¿Qué lugar ocupa en la agenda pública el mar argentino? José Mateo, en la presentación de la revista, tiene un párrafo que pone de cabeza la vieja idea de Ezequiel Martínez Estrada en relación a la tierra pampeana. Para Mateo, en cambio, “los argentinos hemos vivido de espaldas al mar y a sus problemas. Un mar incorporado tardíamente a la Nación, que prácticamente fue ajeno a los procesos de la ocupación colonial y que por siglos no fue más que el vehículo por el cual circulaban las naves que transportaban personas y mercancías entre un puerto, el de Buenos Aires y un extenso mercado exterior”[1].
Los resultados de ese destino son graves en varios sentidos: “nunca se intentó transformar la industria pesquera, siempre asociada al mercado externo. El Estado nunca pensó en el pescado como un producto de consumo masivo en Argentina y con el cual saciar las deficiencias alimentarias del pueblo argentino”, es por ejemplo una de las consecuencias que destaca Agustín Nieto.
El modo en que se fue configurando el sector económico pesquero, sobre todo a partir de la década del 90, determina la pauperización y exclusión laboral de esta industria, la extranjerización del negocio y una creciente y acelerada depredación de los recursos del mar. Agencia de Noticias Biodiversidadla trató estos ejes de análisis en una charla con Agustín Nieto.
- Ustedes plantean que la industria pesquera es una actividad fundamentalmente extractiva y poco desarrollada en su proceso de trabajo. ¿Han desarrollado ese concepto de “actividad extractiva” , y por qué el proceso de trabajo tiene estas características tan elementales?
- Hay un artículo de José María Cóccaro, geógrafo, en el que se compara la pesca con la minería. La idea es que lo que se hace en el mar es similar a lo que se hace con la minería. Pero en este caso se extrae materia prima orgánica y viva. Cuando decimos que es extractiva estamos apuntando a eso. Respecto al poco proceso de trabajo en la elaboración apuntamos a que la pesca en nuestro país siempre estuvo muy asociada al mercado externo y poco al interno. Las oscilaciones en la demanda internacional influyen directamente en la pesca. Esto generó que en un comienzo la industria de la pesca en Argentina estuviera vinculada a la conserva de pescados, a los conocidos “enlatados”. Ahí sí había un proceso de trabajo más intensivo, como en La Campagnola, que sigue existiendo pero absorbida por el grupo ARCOR. La conserva desarrolla todo un proceso que implica, además del descabezado y eviscerado, el cocinado y envasado de especies como la anchoíta y la caballa. En cambio, en la actualidad, lo más elaborado dentro de la industria fresquera es el filet.
- ¿En qué consiste la denominada “extranjerización de la flota pesquera”?
- Es un tema muy complejo. Hay que partir de considerar los permisos que otorga el Estado argentino a partir de acuerdos marco con Europa que facilitaron la importación de barcos. Se trataba de una flota obsoleta para el caladero del norte [un caladero es la existencia biológica de determinada especie en el océano y sus condiciones de reproducción], particularmente para España que ya había agotado los caladeros de las costas africanas. Los españoles desarrollaron unos barcos con autonomía para llegar al sur de África, pescar ahí, elaborarlo en el trayecto de vuelta y llegar a tierra con el producto procesado. Argentina no tenía ese problema porque su caladero no estaba en malas condiciones o sobreexplotado. En el libro de Eduardo “Maro” Pradas, Una introducción a la problemática pesquera marplatense, que editamos con Guillermo Colombo, se plantea que este tema está vinculado con las relaciones imperialistas, la relación de España con Argentina.
La salida para España -cuando colapsó el caladero del sur de África- era retirar los barcos y hacerlos chatarra o intentar hacer algún tipo de convenio similar al que hicieron con Sudáfrica (el mismo tipo de convenio que llevó al colapso del caladero). Esos convenios funcionan con la figura jurídica del Joint Venture, empresas mixtas con capital español y capital nacional, con la cual empezaron a entrar estos barcos. Ya habían empezado a ingresar en los 70 con la dictadura militar y se profundiza en los 90 con el menemismo, que es cuando España presiona más (en el marco de la inserción de capitales españoles en otros sectores de la economía). Algunos empresarios locales protestaron y otros pensaron que lo que les convenía era asociarse.
- ¿Esto fue durante la gestión de Felipe Solá en la secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca?
- Sí, además de ser el que tuvo la responsabilidad de habilitar el ingreso de la soja transgénica. Solá y Menem son los que permiten el ingreso de estos barcos obsoletos desde España. Fue una medida en función de las necesidades de España y no de las de Argentina. Pero atención, esto tampoco quiere decir que los empresarios locales tuvieran en cuenta las necesidades locales, porque nunca hubo una política pesquera en función de las necesidades del pueblo argentino. Tampoco el Estado pensó jamás en el pescado como un producto de consumo masivo en Argentina y con el cual saciar las deficiencias alimentarias de la población.
- Hoy está significativamente ausente de la dieta popular.
- Salvo en fechas puntuales como Semana Santa. La relación en algún momento entre consumo de carne de vaca y pescado era 15 a 1. Además está lo cultural, y algo que no facilita cambiar esas costumbres es el precio. A diferencia de la explotación ganadera, el pescado no tiene ningún costo de crianza, ni de vigilancia ni de nada. Las vacas están delimitadas por alambrados, los peces y el mar son un recurso de acceso libre mediado por los permisos. A diferencia de las vacas, nadie puede arrogarse la propiedad privada de los peces, y los peces tampoco lo respetarían porque pueden circular libremente por el mar. Pese a esto, nunca se planteó una política para saciar las deficiencias alimentarias del pueblo argentino mediante el pescado.
- Es decir que siempre se piensa la política pesquera en términos de exportación.
- Sí, en beneficio del capital nacional o como en esta última etapa del capital extranjero, pero nunca asociado a una política alimentaria. Hay antecedentes importantes al menemismo, que se dan durante el tercer gobierno de Perón, que en 1974 firma un convenio con la ex República Popular de Polonia, y durante el gobierno de Alfonsín, que en 1986 firma un convenio con la URSS y Bulgaria. Ambos acuerdos permitían a barcos extranjeros entrar a las 200 millas de mar Argentino. Les cobraban un canon para permitirles entrar al “coto de pesca”. Sin embargo, no tenían ningún control real y podían sacar más de lo que estaba estipulado porque no tenían obligación de entrar a ningún puerto.
Para ver el estado de la relación imperialista también es interesante analizar cómo el Estado argentino permite, mediante acuerdos, que otros barcos ingresen a pescar pero le prohíbe a los barcos con bandera argentina salir a pescar más allá de las 200 millas, es decir que los encarcela. Algo que supuestamente es de acceso libre, el océano por fuera de los límites nacionales, está cerrado para los barcos de bandera argentina. Esa legislación sigue vigente. Como el recurso no respeta las líneas imaginarias que establecen los estados, ésto es un problema en lo económico pero también en lo referido a la protección de los caladeros.
- ¿Y cómo está el mapa de situación de los caladeros?
- La naturaleza tiene una defensa que a veces funciona y otras no. Hay registros del INIDEP [Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero] que notan que los ciclos reproductivos de las especies se aceleran, es decir que se acortan. Y otro dato es que la cantidad de la reproducción es mayor, o sea que el número de huevos y de sobrevivientes de esos huevos es mayor. Es posible considerar que es debido a la gran presión extractiva que se genera este cambio, por la propia lógica de supervivencia de la especie. De todos modos eso no los pone a salvo, porque ante este hecho las empresas se ven legitimadas y aumentan la presión sobre el caladero. La protección es más enunciada que practicada. Hay una ley federal que se discutió y elaboró en 1997 [Ley Federal de Pesca, sancionada en 1998]. Está aprobada pero no es aplicada. El Consejo Federal Pesquero, que es el organismo de aplicación, no puede hacerlo por los intereses encontrados que hay dentro del mismo.
La ley federal que no se aplica establece cupos. Esto es algo que se está rediscutiendo ahora, con una tendencia a privatizar algo que no se puede privatizar, que es el mar Argentino. En la actualidad el INIDEP establece un cupo general, esto es, un máximo de pesca, por lo cual todos salen a la pesca de lo que pueden hasta que se llega al tope. En cambio estas cuotas que pretenden implementar son transferibles, son como un título de propiedad que le dan a un empresario por un potencial de pesca. El problema de esto es cómo se establece la cuota. Y la otra discusión a la que llevó este tema es el problema del monopolio. Si a un empresario le va mal con la cuota que le dieron, por el tamaño de la empresa, va a terminar vendiendo su cupo. Lo que no se establece es la imposibilidad de compra venta entre la empresa mayor y las que se van fundiendo. Entonces algunos plantean que si un particular se funde la cuota tiene que volver al Estado para que la reasigne.
- Si con las cuotas generales se ha caído en la permanente sobreexplotación lo que sucederá con el avance de la privatización. ¿Cómo varía la masa de peces extraída y en qué porcentaje interviene cada sector económico?
- Eso fue cambiando con el tiempo. Históricamente el total nunca superó las 300 mil toneladas. En la década del 90, con la incorporación de los buques factorías, se llega a pescar el doble y un poco más también (oficialmente, a lo que hay que sumar lo que no se declara). Esta sobreexplotación del recurso entre los años 1995 y 2000 se produce en gran medida por la pesca de los buques congeladores.
A partir del 2000 se conforma una alianza obrero patronal marplatense que enfrenta esta situación de depredación. Gana el sector que representa a los fresqueros y logran replegar a los congeladores. Si uno lo mira así parecería que hay fresqueros y congeladores enfrentados, pero en realidad también hay una integración económica de ambos sectores, aunque los fresqueros están principalmente en Mar del Plata.
- ¿Y qué pasa con los barquitos amarillos de los pescadores artesanales, esos que se ven cuando vas al puerto?
- Esos son más chicos que los fresqueros y representan muy poco dentro del porcentaje de las capturas. Antes eran lo principal, eran los que salían y volvían en el día y asociados al momento en que era hegemónica la conserva, salían a capturar anchoa y caballa, entre otras. Luego vinieron los fresqueros, con más autonomía y capacidad de bodega, que es cuando el objetivo comenzó a ser la merluza, que es una especie más dispersa, que viaja mucho más y habita en profundidades. Al ser técnicas de pesca más complejas implican más inversión y más tripulación. Un barco amarillo (de pesca artesanal) varía entre 5 y 10 personas, generalmente vinculados a lo familiar. Estos barcos han conformado una cooperativa que les compra el producto para competir en el mercado, es una cooperativa de capitales, entonces no sólo pescan sino que también procesan el pescado con una cooperativa real.
- ¿Y en qué consisten las pseudocooperativas o cooperativas truchas que ustedes mencionan en el artículo “Lucha de calles en la industria de la pesca”? [2]
- Se trata de un modo entre dantesco y bizarro de precarización laboral. Por ejemplo, una empresa crea una cooperativa que funciona dentro de su misma fábrica. Juntan cinco mesas y un grupo de trabajadores y eso es una cooperativa. El empresario elige de ese grupo a un trabajador para presidente, que cumple la función de capataz.
- ¿Y qué pasa con el control estatal?¿Legalmente funcionan como cooperativas?
- Legalmente están funcionando como cooperativas porque dibujan las asambleas, las memorias y balances y sin la participación de nadie. También obligan a los trabajadores a anotarse como monotributistas, lo que hace que muchas veces terminen con deudas con el Estado. Lo paradójico es que los trabajadores que son totalmente vulnerables terminen siendo los deudores de un Estado que los tendría que estar protegiendo.
- Ustedes abarcan el período 1997-2007 para las luchas obreras en la industria de la pesca, ¿por qué 1997?
- En el 97 empiezan los piquetes, eran manifestaciones aisladas y pequeñas, pero estaban en sintonía con lo que pasaba a nivel nacional. Gran cantidad de trabajadores en negro y desocupados, junto a muchos militantes que estaban en esta industria y que pasaron a listas negras de las empresas. Con anterioridad a los 90 algunos obreros trabajaban en lo que se llamaban “cuevas”, una modalidad anterior a las pseudocooperativas, un lugar no habilitado que contrataba trabajadores en función de la demanda y totalmente en negro.
Muchas empresas quebraron al inicio de los 90 y dejaron en la calle a casi 6 mil trabajadores sólo en Mar del Plata. Esos trabajadores quedan disponibles para ingresar a esta nueva estrategia empresaria de la cooperativa trucha. En el 2000 se produce la primer gran protesta obrera, donde se queman fábricas, se dan vuelta autos y se los prende fuego. Es el momento en que entra en crisis la alianza obrero empresaria que tenía como programa que se mantenga la cuota para los fresqueros de Mar del Plata, blanqueo de personal y aumento de salarios. Estos dos últimos puntos no se respetaron y ahí se desata el conflicto, principalmente con el eslabón más débil, que son los trabajadores en negro y los desocupados. Y en Mar del Plata, que es la capital nacional de la desocupación, no había otra salida que la lucha, porque no había forma de meterse en otro mercado laboral que el pesquero.
En el 2007 pasa lo mismo, toma del sindicato y quema de fábricas, una regularidad en las dos protestas. Lo que nosotros intentamos explicar es una regularidad de la protesta que tiene que ver no con la dirección del gremio sino con una división al interior de la clase: los que están en blanco cuando tienen trabajo no dejan de trabajar para apoyar a los que están en negro, y los que están en negro cuando hay empleo dejan de protestar y van a trabajar. Hay una competencia hacia el interior de la clase. La patronal logró romper los lazos de solidaridad al interior de la clase y eso se expresa en cada una de las protestas. Aunque hay marcos de solidaridad con otros sectores sociales, no los hay al interior del sector, en el que rápidamente se pasa a conflictos aislados, lo que lleva a acciones más violentas y no porque sean más radicalizados en sus objetivos, sino porque no tienen otra forma de hacerse oír.
- Esa repetición marca también una regularidad en la estructura económica, que permanece intacta desde la transformación menemista.
- Exacto.
- Hay una frase interesante de un dirigente del sindicato de los marineros, que dice “lo poco que haya de todas las especies que lo pesquen los fresqueros argentinos”. A partir de esto me preguntaba si los sectores obreros antiburocráticos y emergentes están pensando en una explotación del recurso de una manera no extractiva, si se imaginan otro tipo de relación con el mar.
- Siempre está flotando la idea ecológica en los trabajadores, pero eso se materializa en organizaciones por fuera de los trabajadores, como El Grito del Caladero, una organización que plantea todo esto. No hay ninguna organización obrera del pescado que tenga un programa claro y específico para resolver el problema de la sobreexplotación. Verbalmente se expresan en ese sentido durante los conflictos, porque también es una fuente de legitimidad. Muchas veces en el conflicto, y esto que voy a decir es políticamente incorrecto, cuando hay un reclamo social se legitima en un reclamo más amplio, como pasa en educación o en salud. La realidad es que cuando aumentan el salario, el paro termina y las otras reivindicaciones se dejan de lado. El reclamo real es que haya trabajo, el secundario es que sea en blanco, y más lejos está que se cuide el recurso.
- ¿Qué escenario ven a futuro en relación a la industria pesquera?
- Tenemos una visión pesimista, se va a profundizar el grado de sobreexplotación. Este instinto de supervivencia de los peces que acelera los ciclos de reproducción lo que hace es avivar el ansia de captura y no frenarlo. Mientras el Estado no intervenga decididamente con una política y mientras siga como hasta ahora, la única política real es la de los empresarios. De hecho si uno ve los nombres de los funcionarios de las secretarías de pesca -a nivel nacional y de la provincia de Buenos Aires- se da cuenta que se repiten dentro de las cámaras empresariales. Si el Estado no cambia su política en función de los intereses de la población argentina, en función de terminar con el hambre y la desnutrición -un objetivo en el que la pesca puede colaborar rápidamente- no creo que cambie la situación. Aparte de cuidar los caladeros sobreexplotados puede darse una política de explotar otras especies que están subexplotadas, que tienen los mismos nutrientes pero que no tienen mercado externo. Con barcos del Estado y con muy bajo costo se pueden pescar otras especies más nutritivas que la merluza y llevarlas a los comedores populares, por ejemplo. Mientras el Estado no cambie su política y siga asociado a esta política empresaria no creo que cambie esta situación de recurrencia de explotación de la mano de obra, de sobreexplotación en el recurso, de concentración de la riqueza pesquera en pocas manos y de estallidos sociales.
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Notas:
[1] Presentación de José Antonio Mateo, director de la Revista de Estudios Marítimos y Sociales.
[2] Lucha de calles en la industria de la pesca. Una interpretación del porqué de su regularidad (1997-2007). Agustín Nieto y Guillermo Colombo. Artículo aparecido en la Revista del Programa de Investigaciones sobre Conflicto Social, Instituto de Investigaciones Gino Germani.
http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/51436
Fuente: Rebelion.org
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