viernes, 4 de septiembre de 2009

Hallan en la Puna un ecosistema único en el mundo

Se encuentra a 4 mil metros de altura en la puna salteña y fue descubierto por un grupo de científicos tucumanos. Son estromatolitos: microbios y bacterias como los que había en la Tierra hace 3.500 millones de años.

viernes, 04 de septiembre de 2009

Hallan en la Puna un ecosistema único en el mundo
Un ojo de agua a 3.600 metros. Alli, en la puna salteña, se desarrolló toda la investigacion.

Para cualquier persona pueden ser formaciones salinas, a la vera de increíbles lagunas turquesas en medio de la Puna salteña, a 4.000 metros de altura.

Para los científicos de Tucumán que los descubrieron, son fósiles vivientes en un ecosistema único: microbios y bacterias que forman rocas orgánicas, como las que poblaban la Tierra hace 3.500 millones de años.

El Laboratorio de Investigaciones Microbiológicas de Lagunas Andinas (LIMLA) del CCT Tucumán-PROIMI, que depende del Conicet, inició su tarea hace seis años, para estudiar los microorganismos en ecosistemas extremos de la Puna: lagunas, humedales y salares. Son bacterias, por ejemplo, que soportan una altísima radiación solar ultravioleta; que se desarrollan en ambientes de gran salinidad; que viven en medio del arsénico.

Muchas de esas condiciones se daban hace 3.500 millones de años en el planeta. Y como las lagunas y ojos de mar de la Puna conservan características similares, el equipo de la doctora María Eugenia Farías, directora del LIMLA, comenzó a “rastrillarlos” en busca de ecosistemas arcaicos.

Los encontró en la laguna Socompa, a 4.000 metros sobre el nivel del mar, y en los seis ojos de mar cercanos al pueblito de Tolar Grande, a unos 3.600 metros, ambos en Salta. Se trata de estromatolitos, agrupaciones de microorganismos con algas, vinculadas a formaciones calcáreas, que permitieron cambiar la atmósfera de la Tierra.

“Las algas se encargan de producir fotosíntesis, y las otras bacterias reciclan los nutrientes minerales -explica Farías-. Como la vida, al inicio del planeta, era muy difícil, porque no había oxígeno ni capa de ozono, estos tipos diferentes de bacterias formaron colonias, comenzaron a captar el dióxido de carbono y a transformarlo en oxígeno. Al haber oxígeno se formó la capa de ozono y la vida se tornó aeróbica. A partir de eso empezó a evolucionar y diversificarse la vida”.

A medida que la Tierra se volvió más estable, los estromatolitos fueron desapareciendo. “Todos son fósiles: forman montañas, por todos lados -los hay en el Valle de la Luna-; son como piedras con capas”, describe la bióloga.

En muy pocos lugares del mundo existen estromatolitos vivos, por lo general en ambientes marinos o salados: Yellowstone (EE. UU.), Australia, México, Chile (salar de Llamara, cerca de Iquique).

Esta es la primera vez que se encuentran estromatolitos vivos en altura. “Se dieron condiciones muy parecidas a la Tierra primitiva como para que vuelvan a aparecer: bajo aporte de nutrientes, ambiente desértico, mucha sal, alta radiación UV, y la presencia de carbonato de calcio, para que se formen las piedras”, precisa Farías.

Este descubrimiento abre una puerta al estudio de la vida en otros planetas: “Si se piensa que en Marte hubo algún tipo de vida, el lugar más parecido en la Tierra es el desierto de Atacama y la Puna”, observa la científica. De hecho, el Departamento de Astrobiología de la NASA ha invitado al LIMLA a trabajar en conjunto.

Si bien los integrantes del equipo han hecho varias publicaciones, esta vez los primeros en enterarse fueron los 140 habitantes de Tolar Grande. Antes de la expedición de febrero, Farías se lo comunicó al intendente y al cacique, y realizaron la correspondiente ofrenda a la Pachamama. Tras el hallazgo, los científicos se lo comunicaron al pueblo y, de inmediato, a las autoridades salteñas, para pedirles que protejan estos ecosistemas.

Seis horas de viaje hay hasta Tolar Grande y tres más hasta Socompa, en medio de paisajes magníficos. Farías aspira a que el hecho de conocer que allí existen ecosistemas primitivos le da un valor agregado al potencial turístico, a ser aprovechado por los lugareños, quienes deberían ser formados como guías.

Esas magníficas lagunas tienen otro atractivo: la bióloga nunca imaginó que su bautismo de buceo en el Arrecife de Coral, siendo turista, le serviría para sumergirse -trabajosamente, a causa de la sal- en un ojo de mar a 3.600 metros de altura.

Fuente: Los Andes Online

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