Editorial
El consumo excesivo de agua potable
Desde la intervención de Obras Sanitarias Mendoza se anunció la intención de implementar el consumo medido de agua potable, con el objetivo de aumentar la recaudación del organismo. La realidad marca que en provincias de zonas semidesérticas como Mendoza, el consumo moderado debería constituir una cultura enraizada en el pueblo, más allá del incremento, o no, del organismo encargado de la prestación del servicio.
jueves, 03 de septiembre de 2009
Por el solo hecho de ser una provincia que creció en un clima semidesértico, donde el agua proveniente de los deshielos es fundamental, tanto para el consumo humano como para la agricultura, es preocupante que no exista en el habitante mendocino una cultura destinada a cuidar el consumo de agua potable.
Un aspecto que sí ha ganado a gran parte de la población mundial, donde se ha tomado conciencia de la situación y que ha llegado inclusive a los gobiernos que alertan permanentemente sobre la posibilidad de una futura escasez de agua potable.
A punto tal ha llegado la situación que ya se habla de una futura “guerra” del agua, en un plano similar a lo que está sucediendo actualmente con el petróleo. No por casualidad las grandes potencias han fijado su mira en los grandes reservorios, como los glaciares o los hielos polares.
En ese marco, mientras en Europa -por señalar sólo un ejemplo- la gente cuida al máximo el consumo de agua potable, aspecto instalado ya como una cuestión cultural, no sucede lo mismo en Mendoza.
Un informe proporcionado por la Asociación de Entes Reguladores de Agua Potable y Saneamiento de las Américas, ubica a nuestra provincia en el primer lugar en el ranking de derroche del vital elemento, entre cuarenta ciudades americanas.
En un escrito paralelo, la Organización Mundial de la Salud recomienda un consumo, bajo todo concepto, de 250 litros por día y por habitante en zonas de características similares a nuestra provincia.
Sin embargo, en Mendoza se consumen entre 500 y 600 litros por persona y por día, cantidad que ha sido calificada como una exageración por las autoridades del ente de control.
A través de los años, especialmente cuando se acerca la época estival, desde los organismos oficiales se implementan campañas de concientización, que no dan los resultados esperados. Tampoco las multas que se aplican a quienes utilizan el agua potable para el riego de jardines, lavado de autos o veredas o riego de calles porque la situación se mantiene.
De acuerdo con la información suministrada desde OSM, entre 2007 y 2008 se confeccionaron 1906 infracciones y, entre enero y marzo de este año se acumularon 2044 sanciones, pero los consumos continúan en los mismos niveles.
Años atrás y para evitar este tipo de situaciones, la Provincia adquirió cien mil medidores de consumo de agua potable, los que fueron pagados por los usuarios, pero alcanzaron a instalarse sólo la mitad, aduciendo que hubo inconvenientes técnicos con las tapas de las cajas.
Sin embargo, en lugar de solucionar el problema, las autoridades decidieron dejar todo como estaba y continuar con el cobro de agua potable a través de una fórmula polinómica similar a la utilizada por la Dirección de Rentas.
De ese modo, el agua se paga de acuerdo con la ubicación de la vivienda o el tipo de construcción, pero no por el consumo. Un sistema que, además de ser injusto, no genera un menor consumo ni tampoco potencia la necesaria cultura en el cuidado de los excesos.
En la mayoría de los países europeos -y en nuestro continente el mejor ejemplo es Chile- la cultura del cuidado del agua potable fue potenciada por el estricto control del consumo a través de medidores.
En nuestra provincia se anunció recientemente que la intervención de Obras Sanitarias Mendoza estudia extender el uso de medidores -que actualmente alcanza a 5 por ciento de su padrón de clientes- y modificar la facturación atándola al consumo real registrado, en un intento de elevar los ingresos del organismo. La intención, según se indicó, es extender la facturación medida a toda la provincia.
La puesta en funcionamiento de ese sistema sería una decisión mucho más justa que lo que se aplica actualmente, porque cada uno pagaría por el agua que consume y sería el propio usuario quien regularía el gasto. Y, si se quiere favorecer a los barrios más carenciados, podría llegar a establecerse una tarifa subsidiada -pero siempre medida- para esos sectores.
Por otra parte, debe considerarse que, por ley, en la provincia se prioriza el consumo humano de agua y el resto se deriva al riego de cultivos. Un aspecto no menos importante si nos atenemos a los últimos informes que hablan de la posibilidad de una reducción en el caudal de los ríos para el próximo verano.
Un consumo moderado favorecerá entonces tanto a la población urbana como a la rural. Pero para ello debe generarse una suficiente cultura en el cuidado del agua en una provincia de clima desértico, que va mucho más allá del incremento, o no, de los ingresos del organismo encargado de la prestación del servicio.
Fuente: Los Andes Online
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