lunes, 28 de febrero de 2011

Contra el “derecho” de intervención (observaciones sobre el “Estado fallido”)



El uso del concepto “Estado fallido” para referirse a la realidad de ciertos países de la periferia es tentador. Existen Estados que son sistemáticamente incapaces de garantizar de manera adecuada el derecho humano a la vida, condición previa de cualquier otro derecho, a sectores importantes de su población, sea por la violencia, por el hambre u otros males endémicos. 
 
No obstante, hay varios aspectos que molestan del concepto y de los usos que trae aparejados. Cuando se pasa del análisis conceptual (quizás ni siquiera aquí)1 a un análisis del discurso en el que opera, es evidente que se inserta en un discurso que articula intereses políticos y geopolíticos.

Por ejemplo, ¿qué estará pasando para que 37 países (20,9% del total de países evaluados) se hayan clasificado así en el año 2009? ¿Qué estará pasando para que 92 países (51,97%) se hayan clasificado “en peligro”? Y se debe señalar que no es que la situación no sea realmente crítica en la mayoría de los países de la periferia (pues en efecto, son los países periféricos del sistema mundo los que caen en esta clasificación, ¿coincidencia?).2 Son otros los problemas de esta forma de pensar y evaluar la realidad de los Estados nacionales.3

La mayoría está ligada a la posición (ligada a poder e intereses) de quien enuncia tal discurso. Podría ser que en países perífericos, en contextos que resultan altamente desiguales, injustos e inseguros sirva para denunciar la condición en las que viven.4 Pero otra cosa es utilizarlo en el plano geopolítico en el que Estados Unidos también ha utilizado conceptos como “guerra preventiva” o invoca los derechos humanos y la libertad para la intervención en otros países. El título de Estado fallido (al final de cuentas también es una operación del lenguaje) es una candidatura a la intervención “humanitaria”.

Para decirlo claramente, el discurso que utiliza el concepto de Estado fallido no es ingenuo y encierra una posibilidad demasiado seria: la intervención de fuerzas internacionales (y hay que subrayar el significado de las dos palabras) para “normalizar” la situación. La “normalización” que viene inmediatamente a la mente es la que creó Estados Unidos al invadir Irak (por supuesto en nombre de altos ideales y sin intereses económicos o políticos) y que ha significado la muerte de miles de iraquíes.

Al final este discurso legitima la intervención, ni siquiera con demasiado maquillaje. Por ejemplo, en una publicación al respecto, se encuentra esta afirmación inicial:
“Uno de los axiomas de la era moderna es que la distancia física entre los países ha dejado de importar en el momento de tener implicaciones cualquier medida que se tome. El comportamiento errático de un dirigente aislado no sólo hace que sea aún más miserable la vida de los millones de pobres sobre los que gobierna, sino que da señales claras sobre la estabilidad política y las posibilidades de inversión en toda la región que lo circunda. En otras palabras, las amenazas de los Estados débiles tienen una onda expansiva que va mucho más allá de sus fronteras y pone en peligro el desarrollo y la seguridad de países vecinos y lejanos” (FUNDESA, 2009: 1).
Más transparente no se puede ser. El discurso sobre la globalización con vocación imperialista, implícito en esta afirmación, realiza una apreciación desde el centro del sistema mundo hacia la periferia. En este caso el que legitima la intervención. Puede ser que hasta con buenas intenciones. Pero es muy probable que no sea solo con buenas intenciones y los efectos que se advierten debido a las recientes intervenciones son muy malos. Alguien podrá considerar exagerada esta referencia, pero haciendo uso del recurso a la autoridad ya el Che Guevara afirmaba que “no hay que confiar en el imperialismo, ni tantito así”.

Además, un aspecto central y que realmente molesta de esta idea de Estados fallidos es que esconde una visión de los otros (los que se encuentran viviendo en los Estados fallidos) como inferiores y con necesidad de que los tutelen.

¿Un déjà vu histórico? Lo más probable es que sí. Ya hubo discursos muy similares en otros momentos.

Utilizando un ejemplo importante para explicar la configuración de América Latina en tanto que región periférica, es el discurso que legitimó la conquista en torno a la falta de potestas de los indios para gobernarse.
Todo el discurso sobre la legitimidad de la conquista y dominación de los indígenas se sustenta en el argumento de que éstos no tenían potestas, o sea, no estaban habilitados para autogobernarse ni individual ni colectivamente. A causa de ello había que tutelarlos y la tutela exigía su vasallaje y obediencia a aquellos que tenían capacidad de ejercer la potestas, en este caso los españoles y los europeos (Bartolome, C. en Mate, R. 2008: 271).
Está claro que ahora no puede utilizarse la idea de inferioridad de los habitantes de Estados fallidos, pero la lógica es esencialmente la misma. Incapacidad de “un dirigente aislado”, o varios, para dar “estabilidad política” en una región. Es el lenguaje del poder que califica al otro, escondiendo intereses económicos y de dominio político, cultural...5 

Este es el lenguaje que exhibe Ginés de Sepúlveda (apoyándose en La Política de Aristóteles) en sus alegatos a favor de la conquista de América, incluyendo el “ius bellum” (el derecho a la guerra). Según un comentarista:
“Sepúlveda cree que uno tiene el derecho y el deber de imponer el bien al otro. Dicho de otro modo; uno tiene el deber de imponer al otro lo que uno cree superior, sin preocuparse por saber si este bien es un bien desde el punto de vista del otro. El sujeto que manda proyecta un enunciado universal en el que sus valores son los valores de la raza humana” (Bartolomé, C. en Mate, R. 2008: 216).
Además, lo ideológico del asunto se advierte al considerar la contradicción que existe entre el concepto y la realidad a la que alude: una sociedad ingobernable. No hay tal. Ya lo decía Bartolomé de las Casas hace casi cinco siglos en su debate contra Sepúlveda:
“Es imposible que, en cualquier parte del mundo, se pueda encontrar toda una raza, nación, región o provincia necia o insensata; y que, como regla general, careza de la suficiente ciencia o habilidad natural para regirse o gobernarse a sí misma” (APUD 2008: 189).6
El concepto de “Estado fallido”, aunque se sustente en condiciones concretas de diversos países donde existen muerte, inseguridad, injusticia, etc., es un dispositivo del discurso del poder que condensa una vocación imperialista y una forma de encubrimiento (ideología) que impide ver que el problema no es sólo de los Estados periféricos como “Estados fallidos”, sino, precisamente, de la organización política-económica mundial que resulta injusta. Y ésta sí, fallida. 

Nota sobre las revueltas árabes

Las revueltas en la región árabe son altamente esperanzadoras. Permiten ver la capacidad del poder del pueblo organizado para hacer frente a la institucionalidad autoritaria y despótica (el estado de rebelión del que habla E. Dussel). Son un testimonio de rebeldía e insumisión frente a condiciones de opresión política. Son necesarias como ejemplo de humanidad.

Pero también son una puerta para la intervención de los países que se arrogan el derecho a intervenir, especialmente Estados Unidos. Ojalá exista la posibilidad que sean los propios ciudadanos de a pie quienes puedan darse el gobierno que necesiten para organizarse y defenderse. Desde otro lugar de la periferia, el deseo es que ojalá la lucha haga inclinar la balanza hacia el lado de los oprimidos.

NOTAS

1 Dado que el “lugar social condiciona la perspectiva epistemológica del discurso” (Bartolomé, C. en Mate, R. 2008: 279). 

2 Al respecto, vale la pena ojear el mapa que se presenta en la wikipedia sobre Estados fallidos. “Curiosamente”, la periferia del sistema mundo se encuentra en una situación de “Estados en alerta” (Estados fallidos) y “Estados en peligro” (ver http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Failed-states-index-2010.png).

3 Incluyendo la formulación de los indicadores. En efecto, ¿qué se puede pensar de un indicador formulado como “Agravios colectivos y Paranoia social?” (el indicador 4 del índice de Estados Fallidos de Fund for Peace).

4 Lo que también tiene que ver con el colonialismo ideológico y la acriticidad para utilizar categorías elaboradas en otros lugares.

5 Lo que no quita realidad a las dictaduras y autoritarismos como los que se es´tán cuestionando actualmente en el mundo árabe.

6 Otro encubrimiento ideológico que encierra el concepto de “Estados fallidos” es que, en la historia mundial, las guerras más destructivas y los exterminios más grandes han sido llevados a cabo por varios de los Estados que continúan con prácticas de explotación sistemática y comercio injusto, los mismos que utilizan la calificación de Estado fallido, llevando más miseria a millones de personas que los propios “Estados fallidos”. Esto no significa que se justifique la barbarie producida dentro de los “Estados fallidos” o tampoco que no haya acciones de personas, grupos y países “centrales” de ayuda genuina hacia la periferia. Hay también solidaridad internacional. El punto principal es otro.

BIBLIOGRAFIA

FUNDESA (2009) “Índice de Estados Fallidos” Boletín julio 2009, versión electrónica en www.fundesa.org.gt
Mate, R. ed. (2007) Responsabilidad histórica. Preguntas del nuevo al viejo mundo. Barcelona, Anthropos. 

Fuente: Rebelion.org

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