Crónica desde Libia
Los rebeldes preparan el paso de la Yamahiriya al Estado islámico
La nueva Libia será
un Estado democrático e independiente, con Trípoli como capital, el
árabe como idioma oficial y su fuente de derecho será la sharia (ley
islámica)». Mustafá Abdeljalil, líder del Consejo Nacional de Transición
(CNT), describió así hace tres días las bases con las que los rebeldes
planean la estructuración del estado que sustituya a la Yamahiriya, el
sistema político instaurado por Muamar al-Gadafi hace 42 años. Tienen
Trípoli bajo su control y han concentrado a las milicias en torno a
Sirte, uno de los bastiones del coronel. Mientras tanto, elaboran su
hoja de ruta: asamblea constituyente, elecciones y reparto de
concesiones a sus aliados occidentales para la reconstrucción del país.
En la capital, termómetro que mide la autoridad insurgente, tratan de
reforzar su poder reinstaurando unos servicios básicos que siguen
escaseando. Para ello, las mezquitas constituyen un apoyo indispensable.
La
llamada «Declaración de la Victoria», un documento hecho público
recientemente, fija los plazos establecidos por el Gobierno interino
para una transición política. Sin embargo, los rebeldes imponen una
condición. Este plan solo se hará efectivo cuando Gadafi sea capturado.
Si llegase ese momento, el CNT se da a sí mismo un plazo de 30 días para
establecerse en Trípoli y nombrar ministros. Según el texto, el órgano
transitorio elegirá una Asamblea Constituyente, que a su vez convocará
elecciones. En total, pasarán 18 meses hasta que un Gobierno electo tome
las riendas de Libia. Lo que no explica el CNT es cómo seleccionarán a
los miembros de la Asamblea. Aunque también es cierto que nunca quedó
claro quién decidió los nombres de los actuales integrantes del Consejo.
Tampoco han especificado hasta cuándo ampliarán su mandato si Gadafi no
aparece. El coronel sigue en paradero desconocido y mantiene sus
llamadas a la resistencia. «No nos rendiremos, no somos mujeres»,
aseguró en un mensaje de voz el jueves.
La adopción de la sharia o
ley islámica como fuente de derecho ha sido el anuncio que ha generado
mayor polémica en los medios occidentales.
No se puede olvidar
que Libia es un país profundamente tradicional y que los religiosos han
constituido la principal oposición a Gadafi. Un ejemplo: las oraciones
masivas convergen con las manifestaciones políticas tanto en Bengasi
como en Trípoli. Además, algunos de los principales comandantes
militares, como Abdel Hakim al-Hasidi, lucharon en Irak o Afganistán
antes de enrolarse en las filas insurgentes. Lo que está por ver es
hasta dónde podrán permanecer unidos los sectores vinculados a las
mezquitas y aquellos con una vocación más liberal. Hasta ahora,
mantenían la cohesión en el contexto de oposición al régimen. De todos
modos, la referencia islámica en la legislación no es nueva en el mundo
árabe. Otros países, como Egipto, también la incluyen en sus
constituciones. A nadie se le escapa que países del Golfo, como Qatar,
son el espejo en el que se miran muchos sublevados.
La
importancia de los imanes no se reduce a su capacidad para condicionar
el articulado administrativo. Ante la falta de Estado, las mezquitas se
han convertido en los lugares desde donde se llama a la población a
mantener las calles limpias o se reparte el agua, que sigue escaseando.
El servicio de recogida de basuras desapareció en el momento en el que
los rebeldes irrumpieron en Trípoli, por lo que los desperdicios se
acumulan. Son los templos quienes ejercen de autoridad en cuestiones
donde la Administración está ausente.
El segundo foco de poder
son los comités locales, que ya empiezan a establecerse. No está muy
claro cuál es su vínculo orgánico con la estructura de los encorbatados,
pero en él se enrolan los jóvenes opositores. Entre sus cometidos,
registrar las armas que se exhiben sin control. Muchos libios asaltaron
cuarteles o armerías durante la toma de la ciudad y ahora se pasean con
su arsenal. Los comités quieren limitar la cuota a un arma por persona.
«Cogí mi Kalashnikov a principios de mes y quiero conservarlo», explica
Walid Jumah, de 33 años. Llega, enseña el número de serie de su arma y
apunta su filiación. Como él, decenas de hombres desfilan por estas
oficinas para registrarse.
Los leales a Gadafi son la única
excepción a esta permisividad armamentística. Ali al- Milad, miembro del
Consejo, indica que se visita casa por casa a los miembros significados
y se les insta a entregar su arma. «Si se resistiesen, les
combatiríamos, pero hasta ahora no ha ocurrido», indica. Al final,
termina reconociendo que, una vez desarmados, quienes apoyaban al
coronel siempre terminan dejando la ciudad.
Como ocurre desde
hace seis meses, no parece que exista mucha cohesión entre despachos y
comités de base. Todavía existen muchos intereses encontrados. Además,
está la cuestión tribal. En un país que carga con la dificultad añadida
de carecer de tradición política, conjugar todos los intereses será
clave para evitar futuros enfrentamientos.
Fuente: Rebelion.org
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