Crónicas desde el Mekong (y IV)
Tailandia: un complicado escenario político, disputas regionales y movimientos secesionistas
Gara/Rebelión
Los disturbios y tensiones que han caracterizado el panorama político tailandés en los últimos años parece que comienza a disiparse en cierta medida tras el triunfo electoral de Yingluck Shinawatra, hermana del poderoso Thaksin Shinawatra, aunque todavía sobrevuela sobre el país muchas incógnitas. A ello además se le une a la disputa, que en el pasado reciente ha desembocado en enfrentamiento armado abierto, con la vecina Camboya en torno a la propiedad de un templo, así como el movimiento secesionista del sur del país que en los últimos años a activado una acción armada contra el gobierno de Bangkok que se ha saldado con la muerte de miles de personas en ese periodo.
Cuando llegas a la capital del país te
encuentras de inmediato sumido en el caos y en el ruido que caracteriza a
esta ciudad, una de las más importantes del continente asiático, donde
el ritmo de vida parece frenético. Como dice un taxista local con la
sonrisa en los labios, “el ritmo de vida aquí es acelerado y frenético”,
al tiempo que da un brusco frenazo para que no acabemos empotrados en
el coche que se encuentra delante de nosotros. Los templos y monumentos
que salpican los rincones de la ciudad comparten protagonismo también
con los cientos de mercados llenos de vida y movimiento que encuentras
en la misma. Y sobre todo, la imagen que uno percibe queda lejos de
aquellas semanas de barricadas y enfrentamientos que durante muchos
meses paralizaron buen aparte de la actividad de Tailandia y situaron al
país al borde de una especie de guerra civil.
El triunfo electoral de Yingluck Shinawatra ha supuesto un importante cambio en la situación.
Durante la campaña electoral, el discurso de ésta y los llamados
partidarios del antiguo primer ministro Thaksin, ha intentado tender
puentes hacia una supuesta reconciliación, moderando su discurso y
buscando evitar un enfrentamiento que ahonde aún más la grieta política
del país. También desde el bando monárquico se ha querido, en un
principio al menos, responder de manera distendida, y en esa clave se
interpreta la disposición del monarca a publicar las fotografías de una
reunión de él con la nueva primera ministra recientemente. Los analistas
remarcan esos movimientos en ambas partas y lo presentan como una
búsqueda de una especie de consenso y reconciliación, aunque todavía
quedan dudas sobre la respuesta que finalmente darán los sectores
monárquicos en esta nueva fase política.
De momento, el nuevo
gobierno, con la sombra del todopoderoso Thaksin, ha comenzado a
sustituir altos cargos de la burocracia y la policía, colocando a sus
partidarios en esos puestos, antes dominados por los defensores del
status quo realista. No parece que hagan lo propio con el estamento
militar, temerosos tal vez del peso y la reacción de ese poder fáctico
en Tailandia.
Ahora, los esfuerzos del nuevo gobierno parecen
centrarse en el relevo de la cúpula judicial, punta de lanza de los
partidarios del actual régimen contra Thaksin y los suyos. Por su parte,
el llamado campo de las camisas amarillas, aparece fragmentado, la
derrota electoral les está pasando factura, y son muchos los que
reconocen que su capacidad de movilización se ha reducido
considerablemente.
Un reputado periodista en Bangkok nos
señalaba que tal vez todas las partes están moviendo los hilos en busca
de un acuerdo de cara a la futura sucesión monárquica. La incógnita está
en saber si todos esos actores serán capaces de llegar a una especie de
“transición pactada” o cada uno de ellos tensará la cuerda hacia su
lado, lo que probablemente contribuiría a enrarecer aún más el ya de por
sí complejo panorama político tailandés.
Además, habrá que ver
el encaje que el discurso de Yingluck Shinawatra tiene en todo ello.
Las promesas populistas, la reconciliación nacional y el peso del nombre
d e su familia (e intereses) tienen que compartir espacio con aquellos
que hace tiempo señalan la necesidad de un cambio más radical, y que la
institución de la monarquía es cosa de un pasado del que conviene
olvidarse ya.
Otro foco de tensión es el enfrentamiento con Camboya,
y que algunos afirman que también tiene relación con la situación
política que se vive en ambos estados. El conflicto gira en torno a la
propiedad de un templo hindú del siglo XI, Preah Vihear, situado en
territorio camboyano y que Bangkok reclama también como suyo. Hasta hace
poco era muy complicado acceder al mismo desde Camboya, lo que provocó
que Tailandia intentase en varias ocasiones hacerse con su control, a
pesar de contra con el rechazo de la comunidad internacional y de
diferentes organismos transnacionales que han reconocido la propiedad
camboyana del mismo.
Desde 2008 se ha recrudecido el
conflicto, produciéndose en estos años diferentes enfrentamientos
armados de mayor o menos peso, que han provocado la muerte de decenas de
personas y el desplazamiento de varios miles más. Más allá de las
pugnas bélicas, en este contexto son muchos los que observan la
presencia de otros intereses domésticos en ambos estados que pueden
aprovecharse de esa coyuntura.
Desde Camboya se recuerda los
constantes ataques y ocupaciones que desde el reino tailandés ha
soportado el país en el pasado, o la ocupación tailandesa durante la
Segunda Guerra Mundial. También se utiliza como arma propagandística el
trato peyorativo que los militares tailandeses han venido dando durante
años a los refugiados camboyanos que huyeron del país en las décadas de
los setenta y ochenta.
Pero también hay otros intereses, como
nos apuntó Son, un joven universitario en Phnom Penh, el primer ministro
camboyano Hun Sen estaría ondeando el sentimiento nacionalista para
desviar la atención de los problemas domésticos que hace frente el país
(expropiaciones forzosas de tierra, desplazamientos de personas, medidas
que “limitan los derechos y libertades civiles”…), e incluso los hay
que apuntan a que estos enfrentamientos armados refuerzan el
protagonismo en alza que estaría adquiriendo su hijo, el general Hun
Manet, al que su padre desea como relevo al frente de Camboya en el
futuro. En este contexto también hay que recordad la maniobra de Hun Sen
que en el pasado acogió al prófugo Thaksin, y que le nombró asesor, lo
que obviamente disgustó a los dirigentes tailandeses.
Por su
parte, Tailandia también ha intentado aprovecharse coyunturalmente del
escenario de enfrentamiento militar con sus vecinos. No es casualidad
que los militares tailandeses activen esas operaciones en momentos
claves en la política doméstica de su país. La reciente campaña
electoral ha servido para que se reproduzcan los ataques, tal vez fruto
del pulso que dentro del estamento militar tailandés se está dando, o
incluso para desviar también la atención ante la grave crisis del propio
status quo, con cada día más voces solicitando el final de la
monarquía, e incluso de la compleja situación en las provincias del sur,
donde las guerrillas separatistas siguen operando.
A comienzos del 2004 la insurgencia en le sur de Tailandia pareció resurgir de sus cenizas.
Muchas voces reconocen que la intensa lucha que se mantiene en la zona
desde que en 1909 el reino de Patani fue incorporado a Siam (actual
Tailandia) nunca había conocido un grado tan alto como el que se vive en
estos últimos años. Esta nueva fase de enfrentamientos entre las
guerrillas separatistas y los diferentes gobiernos de Bangkok, ha
causado cerca de cinco mil muertos y miles de desplazados en estos
últimos siete años.
Bajo el primer gobierno de Thaksin, la
represión y la campaña de asimilación étnica y religiosa se acentúo, lo
que a su vez trajo consigo una reactivación de la resistencia armada por
parte de los grupos que operaban el la región, que defienden la
recuperación de su soberanía, diferenciada étnica y religiosamente
además de la mayoría de Tailandia. (musulmanes y malayos, frente a
budistas y tailandeses).
El pasado mes de marzo, un alto
general tailandés reconoció que se estaban dando “diferentes procesos de
diálogo con cinco o seis grupos armados”, a pesar de no contar con la
autorización oficial del gobierno. Y es que las negociaciones y
conversaciones entre rebeldes y Bangkok se han venido dando durante
todos estos años, aunque siempre son negadas desde la capital
tailandesa.
Otro factor importante se produjo a comienzos de
2010, cuando un importante dirigente en el exilio de la Organización de
Liberación Unida de Patani (PULO), la más prestigiosa de las
organizaciones que operan el la región, y que demandan entre otras cosas
el logro de “Patani libre e independiente”, anunció su convergencia con
el Frente Nacional Revolucionario-Coordinado (BRN-C), una facción del
BRN, y al mismo tiempo la organización más poderosa en estos momentos
del panorama armado, para formar el Movimiento de Liberación Malayo
Patani (PMLM), donde le primero sería su voz y rostro político.
Este
movimiento intentará además atraer a una agenda común a otros grupos y
organizaciones que también siguen enfrentándose a Bangkok, como el BRN o
los grupos autónomos que operan militarmente bajo la bandera del RKK, e
incluso a los militantes del Movimiento Mujahiden Islámico de Patani
(GMIP).
A día de hoy, con la capacidad operativa y organizativa
del BRN-C intacta, ya que de momento Tailandia ha sido incapaz de
golpear su estructura y desconoce en buena medida quienes conforman su
dirección, y con el impulso político que pueda conferirle el PULO, la
divisiones internas en la resistencia podrían acabarse, lo que
permitiría tal vez, dependiendo de la voluntad del gobierno central,
enfocar la solución hacia unas vías alejadas de la represión actual.
Tras
las elecciones de este verano las incógnitas siguen presentes. Las
diferentes interlocuciones rebeldes, el tradicional rechazo que tanto
los partidarios de Thaksin como los monárquicos tienen hacia las
demandas de la población local, el peso de la institución budista, y
sobre todo, la presencia de un ejército, “garante de la unidad de la
patria”, anticipan un panorama incierto de cara a una resolución del
conflicto a corto plazo.
Tailandia sigue teniendo muchos
frentes abiertos, y parece que buena parte de ellos están fuertemente
intercomunicados. La delicada situación de salud del actual monarca y su
posible sucesión puede también desencadenar una lucha sin cuartel entre
diferentes fuerzas, e incluso de manera transversal en esos actores que
a día de hoy protagonizan la situación.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
Fuente: Rebelion.org
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