Los "indignados" coparon Nueva York
Los manifestantes de "Ocupa Wall Street" recibieron el apoyo de varios sindicatos; fue la protesta más numerosa del movimiento
Días atrás, eran motivo de burlas. Ahora, con casi tres semanas
de vida, la llama encendida por los "indignados" de Wall Street ha
llevado a algunos a creer que pueden hacerle frente al Tea Party, en la
vereda opuesta.
Miles de personas marcharon ayer por las calles del Bajo
Manhattan para descargar su frustración y descontento por la situación
del país y acompañar al movimiento nacido del anhelo de un centenar de
jóvenes, que ayer, con el apoyo de más de una docena de sindicatos,
varias organizaciones civiles y gente de todas las edades, ofreció la
mayor demostración de poder desde su nacimiento.
"¡Somos el 99 por ciento! ¡Somos el 99 por ciento!",
gritaba la multitud, mientras avanzaba, con orden, siempre por las
veredas, contenida por vallas y custodiada por cientos de policías,
hacia la plaza Foley, a unas cuadras del parque Zuccotti, donde los
"indignados" montaron su campamento. En medio de la colorida
muchedumbre, entre los cientos de pancartas, ya no se veían sólo
jóvenes: había padres y abuelos; empresarios y trabajadores. "No somos
parte de un grupo etario. Somos parte del 99 por ciento. No importa la
edad que tengas", disparó Ed Susse, de 67 años, padre de dos hijos,
maestro retirado, antes de que se iniciara la marcha.
Junto a él, Charlie Berg, un empresario que fundó una
compañía dedicada a la alta tecnología, defendía los aumentos de
impuestos a empresarios como él, y recordaba sus días de militancia en
los 60, durante la Guerra de Vietnam y el movimiento por los derechos
civiles, cuando afirmó: "Nosotros salimos a la calle por motivos
políticos, nunca económicos. Esto es nuevo".
Ambos eran una muestra del crecimiento explosivo de lo
que comenzó como una protesta de un centenar de jóvenes, inspirada en el
espíritu revolucionario de la "primavera árabe" y los "indignados" de
Madrid, y terminó por convertirse ayer en un movimiento cuyo potencial,
incalculable por estas horas, asusta a los conservadores y entusiasma a
los progresistas, que comenzaron a encolumnarse decididamente detrás de
él.
"Es muy sencillo: estos jóvenes en Wall Street están
dando voz a muchos de los problemas que la gente trabajadora está
afrontando en Estados Unidos en los últimos años", afirmó ayer Larry
Hanley, presidente del Sindicato de Transportistas Unidos, y miembro del
consejo directivo de la poderosa AFL-CIO, la federación que agrupa a 56
sindicatos.
Para los sindicatos, el movimiento de los "indignados"
abrió una nueva ventana para difundir el mensaje que no lograron
nacionalizar del todo con la pelea que se desató en Wisconsin este año,
luego de que el gobernador Scott Walker suprimió los derechos de
negociación colectiva con el argumento de que necesitaba controlar el
aumento del gasto público.
Durante los primeros días de esa protesta, no fueron
pocos los que creían que podía llegar a convertirse en la "primavera
árabe" de Estados Unidos. Pero con el correr del tiempo, la atención se
alejó de Wisconsin.
Ahora, el mismo razonamiento recae sobre "Ocupa Wall
Street", aunque con una diferencia: esta protesta ya se nacionalizó, y
además se expandió como un virus a gente de distintas edades, orígenes y
realidades, pero que, aun así, se sienten incluidos en el muy
abarcativo "99 por ciento". Y que comparten su frustración y descontento
por el rescate a Wall Street, la concentración de la riqueza, la
desigualdad de oportunidades y el persistente desempleo.
Los sindicatos fueron los primeros grupos de poder en
ponerse al lado de estos jóvenes. "En las últimas semanas, gente joven
ha encendido un movimiento en Wall Street, como lo hicieron en la
«primavera árabe» y en Wisconsin contra Scott Walker", afirma un
comunicado de esta semana de la AFL-CIO.
Así, muchos trabajadores afiliados a un sindicato se
sumaron ayer a una lucha que sienten como propia. "Creo que los
trabajadores no estaban despiertos cuando ocurrió lo de Wisconsin. Pero
ahora sí lo están. Estamos bajo ataque", comentó ayer Peter Foley, un
empleado de la compañía de subtes de Nueva York.
Liderazgos
Pero las almas que encendieron la protesta no quieren
saber nada con el poder tradicional o con sus prácticas. Más bien,
culpan a ese poder por su situación. No quieren unirse a otro grupo
político o convertirse en el contrapeso progresista del ultraconservador
Tea Party, como ya anhelan algunos por estas latitudes.
El movimiento no tiene un líder porque la idea es,
justamente, que no lo tenga. "Todos somos líderes", es el mensaje que se
escucha en el parque Zuccotti, donde todo se decide por consenso, en
asambleas.
"Siempre habrá alguien que quiera capitalizar la
protesta, pero confío en que nos mantengamos independientes. No queremos
que otro grupo tome control. Va en contra de todo lo que defendemos",
sostuvo Tyler Combelic, uno de los voceros del movimiento.
Con todo, semejante erupción popular en la antesala del
año electoral sacudió el escenario político y ya generó las primeras
reacciones entre republicanos y demócratas.
Mientras Mitt Romney, el favorito entre los republicanos
para enfrentar a Barack Obama en las elecciones del año próximo,
calificó la protesta de "peligrosa", al afirmar que era una lucha de
clases, varios legisladores demócratas emitieron ayer comunicados de
apoyo a la marcha. Uno de ellos fue el congresista John B. Larson, uno
de los demócratas de mayor jerarquía en la Cámara de Representantes, que
se refirió al fin de la apatía que el movimiento logró en muchos
norteamericanos. "Las masas silenciosas ya no son tan silenciosas",
advirtió.
Fuente: lanacion.com
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