Comienzan a construir la primera central nuclear 100% argentina
Más pequeña, representa un nuevo concepto en generación de energía nucleoeléctrica
Por Daniel Arias
En
Lima, provincia de Buenos Aires, al lado de las centrales
nucleoeléctricas Atucha I y II, ya se construyen los cimientos de una
unidad mucho más pequeña pero conceptualmente mucho más avanzada: el
prototipo de una minicentral nuclear llamada Carem 25. Se calcula que
estará terminada en 2014 y podría entrar en línea en 2015.
Carem es el acrónimo de "Central Argentina de Elementos
Modulares". Es una unidad chica, capaz de acoplarse modularmente en
conjuntos mayores que compartan servicios, como quien le suma pilas a
una lamparita. Es una solución ideal para países con grandes territorios
(la Argentina es el noveno del planeta) que necesitan "oasis
eléctricos" en sitios alejados de las líneas de alta tensión,
especialmente en desiertos o islas.
Por su seguridad "inherente", el Carem debería estar al
menos 20 veces menos expuesto a accidentes del núcleo que sus
equivalentes grandes de última generación, porque el núcleo se refrigera
solo, sin bombas, por convección. Además, este primer prototipo tendrá
un 70% de componentes nacionales y un 100% de ingeniería local.
Entre los años 80 y 90, la Argentina se convirtió en un
respetado exportador de pequeños reactores "de investigación", término
genérico que incluye desde laboratorios de nuevos materiales hasta
unidades escuela para formar ingenieros, químicos y físicos nucleares, y
fábricas de radioisótopos de uso médico. Los reactores hacen de todo
excepto generar electricidad. Pero si los reactores cuestan entre 200 y
300 millones de dólares, las centrales salen miles de millones por
unidad. Hay 432 operando, se están construyendo 44, y Yukiya Amano,
director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, dice
que en 2030 habrá entre 190 y 350 más.
El Carem sería una muy pequeña puerta de entrada a este
Coliseo. Pero para un gladiador que "se las trae". Su construcción es un
milagro de tercer grado, porque desde su presentación en congresos, en
1984, la idea debió soportar la indiferencia, la hostilidad y el
escepticismo.
A diferencia de las otras tres centrales, que pueden
iluminar a casi 7 millones de argentinos, el pequeño Carem 25 abastecerá
a sólo 100.000. No vino a resolver la crisis energética, sino que está
pensado para ser el "showroom" de un concepto que se está poniendo de
moda: las minicentrales nucleares con "seguridad inherente", que hoy
están en el centro de interés. Rusia ya construyó una flotante, el barco
Lermontov, de 100 megavatios, para dar potencia a costas remotas. Y
planea otras once más.
Debido a su simplicidad minimalista, el Carem fue
despertando fanatismos. En su tránsito de la CNEA a Invap, y de regreso a
la CNEA, el proyecto fue reclutando una guardia pretoriana de
ingenieros, físicos y decisores que, a lo largo de 27 años, contra
viento y marea, apostaron y aportaron a esta idea no sólo miles de
horas/hombre de diseños y rediseños, sino de construcción y testeo de
modelos físicos de todos sus combustibles, sistemas y subsistemas.
Hasta se construyó un prototipo del prototipo, un
minúsculo reactor nuclear (el RA-8) en Pilcaniyeu, Río Negro, únicamente
para ensayar los combustibles del futuro Carem.
Con la excavación de los cimientos y el presupuesto de
2012 ya aprobados, ahora los problemas son otros. Para la presidenta de
la CNEA, la doctora Norma Boero, vienen de dos tipos: por una parte, hoy
los elencos de la Comisión se componen de sexagenarios que saben mucho y
de treintañeros brillantes, pero poco acostumbrados a trabajar en
equipo.
Por otro lado, hay multinacionales que ofrecen fortunas
por llevarse la tecnología del Carem a casa. (Entre otras, en 2001, la
compañía Hitachi vino a ver si se llevaba el proyecto.) "Si afuera
apostaron a que no lo hacíamos, no los culpo. Pero se van a dar una
sorpresa", gruñe, feliz, Francisco Boado Magan, gerente de proyecto.
En dos años, Boado pasó de dirigir 11 personas a 150
especialistas, a los que se suman otros 150 expertos de otras gerencias.
Hoy se lo ve vigilante, en medio de la polvareda de obra, con sus
enormes brazos en jarras, entre un ir y venir de camiones, topadoras y
grúas.
El segundo Carem, a construirse en Formosa, tal vez
llegue a los 150 megavatios (el consumo de 600.000 argentinos) y arroje
luz sobre cuál será la potencia ideal para la fabricación en serie. La
filosofía de seguridad pasiva (el núcleo se refrigera solo, sin bombas
de agua) impone límites de tamaño que habrá que investigar.
El Carem no es una joya de la abuela: es de los nietos.
Como dijo un prócer de la CNEA, Carlos Aráoz, "el negocio nuclear es de
tecnología. No pasa por iluminar lamparitas, sino empresas y cerebros".
Fuente: lanacion.com.ar


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