Se está gestando un enfrentamiento con el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas
Los partidos islámicos consiguen el 75% de los escaños en las elecciones egipcias
| Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández |
Desde la caída del
depuesto presidente Hosni Mubarak el pasado 11 de febrero, ha ido
erosionándose lentamente la unidad que el pueblo egipcio había exhibido a
lo largo de los dieciocho días anteriores.
Esta fractura empezó a
incubarse durante el referéndum nacional del 19 de marzo. Poco después
de asumir el poder, el gobernante Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas
(CSFA) formó un comité de expertos constitucionales para que
desarrollara una hoja de ruta de la transición hacia la democracia. En
dos semanas, el comité preparó un referéndum popular por el que se
proponía la celebración de elecciones parlamentarias, dotó de poderes al
nuevo parlamento para que seleccionara una asamblea de cien personas
encargadas de redactar la nueva constitución, que iría seguida de
elecciones presidenciales.
Casi de inmediato, la sociedad egipcia
se dividió de repente en dos campos principales. Uno tenía al frente a
las fuerzas islamistas, especialmente los Hermanos Musulmanes (HM), que
apoyaron este plan. Mientras tanto, las fuerzas liberales y laicas se
opusieron al mismo ante el temor de que sus rivales islamistas
estuvieran mejor organizados y mejor posicionados para dictar la
composición de la asamblea que se encargaría de redactar la
constitución. Ese enfoque entre “primero las elecciones o primero la
constitución” –como lo denominó la prensa- se resolvió cuando los
egipcios votaron abrumadoramente, en un 77%, a favor del referéndum de
marzo. Las fuerzas liberales y laicas, al no haber salido muy bien
paradas en las votaciones, han estado intentando desde entonces eludir
ese proceso presionando al CSFA para que limite la autoridad del futuro
parlamento.
A pesar de su inicial promesa del pasado febrero de
limitar el período transitorio a seis meses, el CSFA ha ido muy
lentamente estableciendo muchos de los pasos necesarios para llevar a
cabo las elecciones, el primer paso para acabar con el régimen militar.
Bajo las presiones de los partidos liberales y laicos, el CSFA intentó
durante todo el verano imponer un conjunto de “principios
supranacionales” que no podrían enmendarse ni siquiera mediante la
voluntad popular. Cuando todo ese esfuerzo fracasó debido a su
naturaleza antidemocrática y a la fuerte oposición popular, el gobierno
designado por el CSFA, a través del ex viceprimer ministro Ali Al-Silmi,
propuso un documento aún más audaz antes de las elecciones de
noviembre. Aunque los grupos islámicos y liberales habían llegado a un
acuerdo anteriormente sobre una serie de principios constitucionales
fundamentales, las negociaciones fracasaron debido a la insistencia del
CSFA en introducir poderes extra-constitucionales para el ejército.
Hablando
claro, las principales fuerzas políticas, tanto religiosas como laicas,
están de acuerdo en que el estado egipcio que surja sea un estado
civil. Pero los partidos islámicos defienden que el pueblo egipcio
quiere que el marco de referencia de ese estado sea la ley islámica o Shari’ah,
mientras que las fuerzas laicas y liberales postulan que esa referencia
socavaría las libertades individuales básicas. Los HM, que rechazan el
concepto de un estado religioso parecido al modelo iraní, defienden que
debe ser el pueblo egipcio quien decida sobre esta opción esencial. Por
otra parte, las fuerzas laicas temen que, debido a la naturaleza
religiosa de la sociedad egipcia, el modelo propugnado por los partidos
islámicos sea el que la mayoría de los egipcios acabe eligiendo y de ahí
que el intento de establecer un estado moderno laico en Egipto penda de
un delgado hilo.
En todo este debate, el CSFA no solo se inclinó
por las fuerzas liberales y laicas, sino que también fue calladamente
presionando para preservar y ampliar sus poderes y privilegios en la
nueva constitución. Por ejemplo, el CSFA apoyó el documento que Al-Silmi
trató de colar a través de varias disposiciones que habrían aumentado
en gran medida los poderes del ejército a expensas de un parlamento y un
presidente democráticamente elegidos.
El proyecto incluía: el
parlamento no tendría control alguno sobre el presupuesto de defensa del
ejército; una disposición en virtud de la cual el parlamento tendría
que conseguir previamente la aprobación del ejército antes de incluir
una ley que pudiera afectar a su presupuesto o funciones; el ejército
tendría poder para remitir la nueva constitución al Tribunal Supremo
Constitucional si pensaba que violaba cualquiera de las declaraciones
constitucionales emitidas por el ejército, en resumen, un poder de veto
sobre la nueva constitución antes siquiera de que el pueblo pueda emitir
un solo voto; una disposición que permitiría que el ejército designara
al 80% de los miembros de la asamblea encargada de redactar la
constitución, convirtiendo así todo el proceso electoral en una farsa;
y, asimismo, poder para designar una nueva asamblea para la redacción de
una nueva constitución si no se llegaba a un acuerdo sobre la primera
en un plazo de seis meses.
Ni que decir tiene que hubo un total
rechazo a ese intento de usurpar el poder, por lo que el 18 de noviembre
hubo protestas masivas exigiendo la retirada del documento y la
dimisión del gobierno. Tras sangrientas confrontaciones con las fuerzas
de seguridad que provocaron al menos 42 muertos y 3.000 heridos, el CSFA
aceptó la dimisión del gobierno, decidió celebrar en la fecha acordada
las elecciones parlamentarias y, por vez primera, prometió celebrar
elecciones presidenciales y poner fin al régimen militar a finales del
próximo mes de julio.
Resulta una ironía que el número
considerable de jóvenes activistas revolucionarios que desafiaron sin
tregua por las calles la autoridad del consejo militar, no logran llegar
a un acuerdo con los partidos islámicos egipcios. Su principal
preocupación era acabar con el régimen militar tras perder la confianza
en su capacidad de llevar el país hasta un régimen democrático.
Convocaron manifestaciones y sentadas contra el ejército en la Plaza
Tahrir hasta que se estableciera un gobierno de salvación nacional.
Mientras tanto, confiando en sus capacidades para ganar las elecciones,
los partidos islámicos se negaron a volver a las calles tras el colapso
del gobierno y la eliminación del documento de Al-Silmi.
La política de EEUU hacia Egipto
Durante
todo este período tumultuoso, el gobierno de EEUU ha sido un actor
silencioso aunque activo. Según el informe del 1 de diciembre, “Campaign and Elections”,
el gobierno de EEUU ha destinado “unos 200 millones de dólares, como
punto de partida, a construir la democracia en Egipto”, en un intento
por “contrarrestar la influencia del Partido por la Justicia y la
Libertad de los Hermanos Musulmanes”. También informaba que grupos tales
como el Instituto Republicano Internacional, de inspiración neocon, “estaba dedicado a impulsar en el país nuevos partidos políticos de línea occidental”.
Tras
conceder a Egipto casi 70.000 millones de dólares a lo largo de las
últimas tres décadas como compensación por su tratado de paz con Israel,
la política estadounidense hacia Egipto se ha mostrado inestable en los
últimos tiempos. Un informe que el Servicio de Investigación del
Congreso sometió a éste el 18 de noviembre, detalla las cuestiones
controvertidas a que se enfrenta el gobierno de EEUU a la hora de
determinar su política hacia Egipto.
Por una parte, EEUU pretende
apoyar la transición a la democracia, aunque desprecia la anticipada
victoria de los partidos islámicos. Quiere preservar sus relaciones
históricas con el ejército egipcio sin que se le vea apoyando
abiertamente las tácticas del CSFA para socavar las transiciones
democráticas. El informe advierte que muchos egipcios son “muy críticos
del anterior apoyo estadounidense al régimen de Mubarak” y que el Egipto
revolucionario muestra “resentimiento hacia Israel”.
Además, las
continuas intromisiones del Congreso, especialmente de la parte
republicana, han estado obstaculizando esta relación debido a su enfoque
unidimensional. Solo es a través del prisma israelí que se contemplan
las relaciones entre Egipto y EEUU. Recientemente, un comité del
Congreso votó para que se aprobara un paquete de ayuda para Egipto de
1.550 millones de dólares para el próximo año, aunque dependiendo de que
el presidente certifique que el gobierno egipcio “no está controlado
directa ni indirectamente por una organización terrorista extranjera” y
que “está aplicando plenamente el Tratado de Paz entre Egipto e Israel”,
así como que “está detectando y destruyendo la red de contrabando de
armas por los túneles entre Egipto y la Franja de Gaza”.
En un
reciente discurso en el Consejo de Relaciones Exteriores en Washington
DC, la congresista Kay Granger (republicana por Texas), presidenta del
Subcomité de Asignaciones para las Operaciones Estatales en el Exterior
en el Congreso, que fue de quien partió ese proyecto, declaró que “se
sentía orgullosa de las disposiciones contenidas en el proyecto de
ayuda” y que “si los HM formaban el futuro gobierno de Egipto, entonces
Egipto iba a estar gobernado por una organización terrorista”. Cuando un
miembro de la audiencia se enfrentó a esa declaración señalando que los
HM no estaban en la “lista de terroristas” del Departamento de Estado,
su respuesta fue que pronto estarían en ella “ya que los HM se oponían
al tratado de paz con Israel”.
En resumen, mientras la política de
EEUU en Egipto y en todo el Oriente Medio siga estando al servicio de
Israel, independientemente de los intereses estadounidenses más amplios y
de sus implicaciones políticas en la región, los egipcios y los árabes
de a pie seguirán percibiendo que esa política es contradictoria,
confusa y sospechosa.
Los egipcios acuden a las urnas
Las
elecciones parlamentarias egipcias son únicas porque
constitucionalmente tienen que ser supervisadas por el sistema judicial
egipcio. Con solo diez mil jueces para supervisar millones de votos, el
CSFA determinó celebrar las elecciones en tres fases, cada una de ellas
cubriría nueve de las veintisiete provincias egipcias. Además, debido al
temor de que los miembros del proscrito Partido Democrático Nacional
(PDN) de Mubarak pudieran dominar las elecciones en un sistema de
representación única de distritos, el CSFA acordó celebrar elecciones
parlamentarias para designar a las dos terceras partes de los 498
miembros de la Asamblea Popular de la cámara baja entre listas de
partido, mientras una tercera parte se designaría entre candidatos
individuales. Además, el CSFA designaría a otros diez miembros que
representaran a minorías como los coptos, hasta un total de 508
miembros. La ley ordena también que al menos la mitad de los miembros
elegidos sean campesinos o trabajadores. De los 270 miembros del Consejo
de la Shura de la cámara alta, 120 se elegirán de entre listas
de partidos, 60 en distritos individuales y 90 se designarán por el
CSFA. Según el decreto constitucional emitido por el CSFA en marzo
pasado, estos 778 miembros (de los cuales, 100 son designados por el
CSFA) serán quienes seleccionen la asamblea de 100 miembros que redacten
la nueva constitución egipcia.
El complicado sistema electoral
está diseñado para que se lleve a cabo a lo largo de un período de
cuatro meses, desde finales de noviembre a primeros de enero para la
cámara baja y desde mediados de enero a primeros de marzo para la cámara
alta. Si el CSFA cumple su promesa de celebrar elecciones
presidenciales en junio, es muy probable que la nueva constitución no
haya entrado en vigor y que las elecciones presidenciales tengan
entonces que celebrarse bajo el antiguo sistema.
El 28 y 29 de
noviembre, los votantes de nueve provincias egipcias, incluidos los
principales centros de población de El Cairo y Alejandría, abarrotaban
los distritos electorales para elegir 168 escaños, 112 reservados para
listas de partido y 56 para miembros individuales. De acuerdo con la
Alta Comisión Electoral egipcia, la participación no tuvo precedentes y
fue la más alta registrada en la historia egipcia. De los 13,6 millones
de votantes registrados en las nueve provincias, más de 9,7 depositaron
sus votos para las listas de partido (71%) y 8,5 millones votaron a
candidatos individuales (62%). Además, hubo más de 90 partidos
disputando las elecciones.
Se formaron muchas coaliciones para
presentarse a las elecciones. Algunos pequeños partidos se unieron en
coalición con el Partido por la Justicia y la Libertad (PJL), el ala
política de los HM, para ampliar su llamamiento. Los HM iniciaron esa
coalición en el mes de abril para formar un frente unido contra los
residuos del antiguo PDN de Mubarak. Finalmente, la mayoría de los
partidos (islámicos y laicos) abandonaron la coalición dirigida por el
PJL para formar la suya propia, acusando a los candidatos de los HM de
dominar las listas en la mayoría de los distritos.
Lista de los principales bloques y partidos que se presentan a las elecciones egipcias:
La Alianza Democrática,
se compone del Partido por la Justicia y la Libertad (el brazo político
de los Hermanos Musulmanes). Establecidos en 1928, los HM es uno de los
movimientos sociales más antiguos del Oriente Medio. Desde su
reconstitución en los primeros años de la década de 1970, se le
considera un movimiento islámico moderado que emplea una política de
pragmatismo a pesar de las acusaciones de tener un pasado radical. Es
también el grupo más organizado y mejor financiado en el país, y se cree
que sus miembros alcanzan la cifra del millón. La alianza incluye
también a partidos más pequeños, como el Partido Karama
(naseristas-socialistas), dirigido por el candidato presidencial Hamdein
Sabbahi, y el Nuevo Partido Ghad, dirigido por el político Ayman Nur.
El PJL quiere un estado civil con la Shari’ah islámica como marco de referencia para la legislación y la gobernanza.
La Alianza Islamista, que
consiste en partidos mayoritariamente salafíes
(literalistas-religiosos) que se escindieron de la Alianza Democrática.
Incluye al Partido Nur, el mayor de la alianza, al Partido Asala
(autenticidad), a la Corriente Salafí y al Partido para la Construcción y
el Desarrollo, que es el brazo político de Al Gamaa Al Islamiya, el
antiguo grupo militante acusado de fomentar la violencia en la década de
1980. La mayoría de estos grupos insiste en la aplicación de las leyes
islámicas en la sociedad sin que importe el paso del tiempo, aunque dan
seguridades de proteger los derechos de las minorías y las libertades
personales.
El Bloque Egipcio, integrado por partidos
liberales y de izquierda dominados por el Partido de los Egipcios Libres
que dirige el empresario multimillonario Naguib Sawiris, el cristiano
copto más influyente en Egipto. También incluye al Partido
Social-Democrático egipcio (liberal) y al Partido Tagammu (uno de los
partidos socialistas más antiguos de Egipto). Aunque la iglesia copta lo
niega, los partidos islámicos afirman que la iglesia instruyó a los
egipcios coptos para que votaran a favor de este bloque. Se considera
esta alianza como la Némesis de los partidos salafíes y rechaza
cualquier alianza con ellos en cualquier futuro gobierno.
La Revolución Continúa, integrada
principalmente por activistas revolucionarios del Partido Socialista de
la Alianza Popular, el Partido Socialista Egipcio, el Partido de Egipto
Libre, Igualdad y Desarrollo, la Corriente Egipcia (una escisión
liberal de las juventudes de los HM) y la Coalición de Jóvenes de la
Revolución. Algunos de estos partidos formaban originalmente parte del
Bloque Egipcio pero lo abandonaron para formar su propia lista.
El Nuevo Wafd, es
una ampliación del partido político más antiguo de Egipto, que se formó
en 1919 en medio de la lucha contra la ocupación británica de Egipto.
Había formado parte de la Alianza Democrática pero se escindió tras
desacuerdos con los HM por la colocación de escaños en su lista
unificada. Como partido establecido, se le considera como uno de los
partidos laicos-liberales más influyentes y que puede competir con los
partidos islámicos, pero su accidentado pasado como oposición simbólica
durante el régimen de Mubarak erosionó su popularidad, especialmente
entre las generaciones más jóvenes.
Otros partidos islámicos
son los Partidos Wasat (Centro) y Adl (Justicia). Estos partidos, mucho
más pequeños, se fundaron recientemente por antiguos miembros de los HM
para promover una política islámica moderada y progresista en un estado
civil moderno.
Los restos del reconstituido Partido Democrático Nacional. Aunque
el CSFA emitió una ley que prohíbe la presencia de quienes corrompieron
la vida política durante el régimen de Mubarak, en referencia a algunos
residuos del PDN, muchos de esos mismos individuos fundaron alrededor
de diez partidos para presentarse a las elecciones, incluido el Partido
de los Ciudadanos Egipcios, el Partido Egipcio Nacionalista y el Partido
por la Libertad.
Así pues, ¿quién ganó la primera fase de las elecciones?
Aunque
la Alta Comisión Electoral anunció resultados sin procesar en las nueve
provincias que celebraron las elecciones, el cómputo por partido está
pendiente de que se concluyan en enero las elecciones para la cámara
baja. Según los datos sin procesar, el PJL ganó casi el 37% de los
votos, consiguiendo casi 3,6 millones de votos, seguidos por la alianza
salafí con 2,4 millones de votos o el 24% de los mismos. El Bloque
Egipcio de los liberales fue el tercero, con 1,3 millones de votos o el
13%, mientras el Partido Wafd consiguió un decepcionante cuarto puesto
con 700.000 votos o el 7%. Los partidos del Wasat y la Revolución
Continúa alcanzaron casi 415.000 votos (4%) y 335.000 votos (3%),
respectivamente.
Los otros veintidós partidos recibieron los votos
restantes, el que más votos recibió, el 2%, fue el Partido para la
Construcción y el Desarrollo (parte de la Alianza Islámica que se
presentó separadamente en una de las provincias). En el distrito número
uno de El Cairo, la Alta Comisión Electoral invalidó los votos que
afectaban a doce escaños (2 individuales y 10 listas de partidos) por
irregularidades de los encargados de los colegios electorales. Se
anunció que se volverían a celebrar las elecciones en ese distrito a
mediados de enero. Por tanto, el número total de escaños asignados en
esta ronda electoral fue de 156.
En cuanto a los escaños de
candidatos individuales, inicialmente solo se asignaron cuatro escaños
mientras que cincuenta tuvieron que presentarse la semana siguiente a
una segunda vuelta. Después de esa segunda vuelta, la victoria de los
partidos islamistas fue aún más impresionante. De un total de 54 escaños
disputados, el PJL ganó 36; el Partido Nur, 5; el Bloque Egipcio, 1; el
Partido del Wafd, 1; el Partido Islámico Adl, 1; el liberal Egipto
Libre, 1; los independientes ganaron 6; y los residuos del PDN
recibieron tres escaños.
Con respecto a las listas de partido, en
cada provincia se asignó cada escaño a cada partido según el total de
votos recibidos (cada escaño es igual al número total de votos recibidos
dividido por el número total de escaños en la provincia). Los escaños
restantes se van asignando al que más votos haya alcanzado hasta que
todos estén cubiertos. Según la creencia popular, los partidos islámicos
han conseguido en estas elecciones un total de escaños que alcanza al
60-65% de los mismos. Pero este autor ha analizado los resultados de los
votos y ha podido establecer que el total de escaños (tanto
individualmente como en listas de partido) que los partidos islámicos
han conseguido fue en realidad del 75% de acuerdo con estos datos:
Partidos
islámicos: PJL (HM): 77 escaños o 50% (36 individuales-41 listas);
partidos salafíes: 33 escaños (5 individuales-28 listas); partidos Wasat
y Adl: 7 escaños (1 individual-6 listas). Total: 117 (75%).
Otros
partidos: Bloque Egipcio: 13 escaños (2 individuales-11 listas);
Partido Wafd: 10 escaños (1 individual-9 listas); la Revolución
Continúa: 2 escaños (listas); residuos del PDN: 8 escaños (3
individuales-5 listas); independientes: 6 escaños (individuales). Total:
39 escaños (25%).
Cuando se anunció el alcance de la victoria de
los partidos islámicos, cundió la alarma entre los partidos liberales y
laicos que hicieron votos de unidad para las próximas rondas
electorales. No está claro que puedan hacerlo ya que las elites laicas y
la mayoría de los coptos viven en zonas urbanas. El Cairo y Alejandría
les habrían aportado sus mejores resultados.
Mientras tanto, el
CSFA ha visto las señales de advertencia. Rápidamente nombró a un nuevo
consejo asesor, compuesto por 30 personas, para que asesorara al CSFA y
al recién nombrado gobierno dirigido por el Dr. Kamal al-Ganzuri, un ex
primer ministro de Mubarak en los últimos años de la década de 1990. La
mayoría de los miembros en este consejo representan a liberales y
laicos. También se incluyeron dos potenciales candidatos presidenciales,
incluidos el ex ministro de asuntos exteriores y ex secretario general
de la Liba Árabe Amr Musa, los jefes de partidos políticos incluidos el
Wafd, el Partido de los Egipcios Libres, Wasat y Al-Nur, así como otros
destacados egipcios. Inicialmente, el PJL se incorporó pero se retiró
rápidamente afirmando que se trata de un intento de esquivar la voluntad
del pueblo egipcio manifestada en las elecciones.
Ese temor no
estaba infundado. Los HM estaban furiosos por el comunicado de una de
las figuras más importantes del consejo militar. Como informó el New York Times,
el general Mujtar Al-Mula, miembro del CSFA, dijo el 7 de diciembre a
los periodistas occidentales que “para limitar el poder del nuevo
parlamento, que podría estar dominado por los partidos islámicos”, el
ejército planeaba “dar papeles de mayor importancia al recién
constituido consejo asesor y al gabinete designado por el ejército para
que eligieran a la asamblea que redactaría la constitución”. Amonestando
la voluntad del pueblo egipcio, manifestada en unas elecciones libres y
justas con una participación sin precedentes, declaró durante la sesión
informativa que “el recién elegido parlamento no representa la voluntad
del pueblo egipcio en sentido amplio”. Mientras tanto, altos dirigentes
de los HM, incluido su guía general, el Dr. Muhammad Badie, y su
adjunto Jairat Al-Shater, declaraban que el próximo gobierno debía estar
integrado por el partido con mayor representación en el elegido
parlamento. Sin embargo, con anterioridad, el jefe del CSFA, el mariscal
de campo Muhammad Hussein Tantawi, manifestaba que el ejército iba a
controlar al gobierno hasta que se celebraran elecciones presidenciales
en junio.
Si una vez que concluyan las elecciones de enero, los
resultados finales se ajustan a lo previsto por los expertos, entonces
es muy posible que se produzca un serio enfrentamiento entre el CSFA y
los partidos revolucionarios e islámicos en las calles egipcias. Si el
ejército usurpa el derecho del parlamento para designar a la asamblea
que redacte la constitución, así como el derecho a formar un nuevo
gobierno en función de lo elegido por el pueblo, entonces, ¿cuál era exactamente el propósito de la celebración de elecciones populares?
Esam Al-Amin es un escritor independiente colaborador de numerosas páginas en Internet. Puede contactarse con él en: alamin1919@gmail.com


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