El laberinto de Cameron
El premier hace malabares para mantener su coalición.
Por Graciela Iglesias
Ajústense los cinturones porque se avecina un período de turbulencia:
susurros de rebelión comenzaron a escucharse desde el ala de la
ultraderecha conservadora ante rumores de que el primer ministro
británico, David Cameron, se apresta a hacer concesiones durante la
primera cumbre de mandatarios de la Unión Europea (UE), mañana, desde su
rotundo rechazo a respaldar el plan de rescate del euro.
¿Qué importancia puede tener esto más allá del ámbito de
la interna partidaria? Bastante, porque cada vez que esa belicosa banda
de la tribu tory redobla sus tambores, Cameron sale a aplacarlos con
señales de humo que deletrean promesas de reivindicaciones de tono
nacionalista.
Este ejercicio probó ser eficaz en el corto plazo, pero
también lo colocó en un verdadero laberinto que amenaza en convertirlo
en el primer político en entrar a Downing Street como jefe de gobierno
de Gran Bretaña, un país miembro de pleno de la UE, para salir como
primer ministro de una "Pequeña Bretaña" (Gran Bretaña sin Escocia),
integrante de un grupo de "segunda división" en la UE.
El origen de este dilema hay que buscarlo en la precaria
situación creada por la necesidad de compartir el poder con los
liberales demócratas en un gobierno de coalición desde mayo de 2010.
Cameron debe su liderazgo partidario a un grupo de
correligionarios que, creyéndolo ser la encarnación masculina de "La
Dama de Hierro", interpretaron su opaco rendimiento en las urnas como un
desilusionante fracaso. Desde entonces, no han hecho otra cosa que
pasarle la factura.
Con el fantasma de la recesión golpeando la puerta y la
deuda neta nacional que supera por primera vez el billón de libras
(equivalente al 64,2% del PBI), la disidencia conservadora dio muestras
de no estar dispuesta a soportar por mucho tiempo más las "medias
tintas".
Sus demandas consisten en aplicar un programa de recortes
presupuestarios más radical -pero que no afecte al área de defensa- así
como avances concretos en la línea política que los define: el
euroescepticismo. Pero esto implica tener que deshacerse de los socios
que, ellos creen, ponen freno a la locomotora conservadora. En pocas
palabras: lo que buscan es que Cameron le entregue al viceprimer
ministro liberal demócrata, Nick Clegg, los papeles de divorcio.
Una encuesta publicada recientemente por el diario The
Guardian los alentó a aumentar el tono de su voz al asegurar que, en una
hipotética elección general, los conservadores se llevarían un 40% de
los votos, frente a un 35% de los laboristas y un 16% de los liberales
demócratas.
Cameron sabe, sin embargo, que pronósticos similares
fueron realizados en vísperas de los comicios de 2010 y que hay otras
encuestas que ponen incluso esto en duda, como la encargada por el
tabloide The Sun, que da a los laboristas un punto de ventaja. El riesgo
de convocar a elecciones anticipadas es, por lo tanto, demasiado alto.
Para evitar una rebelión interna que termine por tirar
abajo su gobierno, Cameron apeló una vez más a la táctica de apuntalar
su imagen de defensor de los intereses nacionales a nivel internacional,
al multiplicar esta semana los llamados a "repatriar" poderes perdidos
en el seno de las instituciones europeas y a defender el derecho de
"autodeterminación" de los habitantes de las dependencias británicas.
En Estrasburgo, ante la Asamblea Parlamentaria del
Consejo de Europa, que reúne a representantes de 47 naciones (incluida
Rusia y Turquía), Cameron urgió a la Corte Europea de Derechos Humanos,
último tribunal de apelación en la materia, a que "respete las
decisiones judiciales nacionales" y a que intervenga sólo "en casos
excepcionales".
Ante una pregunta del senador español Pedro Agramunt
sobre la política de descolonización de su país, Cameron respondió: "No
sé si su pregunta tiene que ver con Gibraltar. Tengo un punto de vista
muy claro y es que estamos a favor de la autodeterminación. Este pueblo,
que forma parte del Reino Unido, quiere mantener su estatuto. Yo no
hablaría de descolonización, sino de una recolonización, si actuamos en
contra de sus deseos".
Este tipo de discurso le ofrece a Cameron la ventaja a
nivel doméstico de silenciar a los opositores de los principales
partidos porque no hay laborista o liberal demócrata que se atreva a
criticarlo por temor a que se lo tilde de "vendepatria". Pero esta
retórica también presenta un problema: con ella recoge fácilmente
aplausos en Londres y sus alrededores, pero irrita profundamente los
ánimos en Escocia.
El espíritu de la famosa "Auld Alliance" (Vieja Alianza)
de los escoceses con los países del continente europeo sigue tan
robusto como siempre. Y es por eso que no conciben la idea de verse
arrastrados afuera del gran círculo de decisiones de la UE a raíz de la
negativa de Westminster a firmar el pacto de estabilización del euro.
Una decisión adoptada con el único objetivo de salvar a la City
londinense de un impuesto a las transacciones financieras.
Referéndum escocés
Las declamaciones a favor de la "autodeterminación" en
Malvinas y en Gibraltar fueron denunciadas en Escocia como hipócritas,
al coincidir con amenazas pronunciadas por Cameron de vetar planes del
Parlamento autonómico para llamar a un referéndum sobre la independencia
de este reino si la consulta no se celebra bajo sus condiciones.
El jefe del gobierno autonómico y líder del Partido
Nacional Escocés (SNP), Alex Salmond, quiere que el referéndum se
realice a fines de 2014. Y esto por tres razones. Primero, porque esa
fue la fecha prometida en el manifiesto que le dio al SNP un mayoría
absoluta sin precedente en las últimas elecciones regionales. Segundo,
para impedir que un eventual fracaso trunque su mandato. Tercero, porque
se estima que para entonces el ajuste económico impuesto por Londres se
habrá hecho sentir, generando así apoyo para la causa independentista.
Cameron quiere, por lo tanto, que el referéndum se
realice lo antes posible y que la pregunta sea "¿Quiere permanecer en el
Reino Unido? Sí o No", de modo de hacer resaltar el eventual acto de
abandono de una entidad política a la cual Escocia está ligada desde
1707 y no la frase más positiva propuesta esta semana por Salmond:
"¿Está usted de acuerdo que Escocia debería ser un país independiente?"
Lo más inquietante para el titular de Downing Street es
que Salmond encontró aliados entre sus propios correligionarios. Porque,
por más que se llame oficialmente "Conservador Unionista", la realidad
es que su partido es predominantemente inglés. En Westminster, los
tories tienen una sola bancada de las 59 escocesas y la situación en
Edimburgo es aún peor (16 de 129 asientos en el Parlamento autónomo).
La independencia escocesa apenas se haría sentir en las
filas conservadoras, mientras que crearía caos entre laboristas y
liberal demócratas. Algunos empezaron incluso a verle el lado positivo,
porque les sacaría a los tories el "fardo" de tener que lidiar con la
"república bolchevique", como suelen tildar a Escocia por su tendencia a
favorecer partidos de tendencia socialista.
Las ventajas
- Intereses británicos. Buscando evitar una rebelión interna que ponga en peligro su gobierno, Cameron apeló a la táctica de apuntalar su imagen de defensor de los intereses británicos a nivel internacional. Tanto es así que pidió "repatriar" poderes perdidos en instituciones europeas y llamó a defender el derecho de "autodeterminación" de los habitantes de Malvinas y Gibraltar.
- Encuestas. Pese a la amenaza de recesión de la economía británica y a las tensiones dentro de la coalición de gobierno, una encuesta reciente del diario The Guardian asegura que en una hipotética elección general los conservadores ganarían con el 40% de los votos. En otro sondeo del tabloide The Sun, sólo perderían por un punto frente a los laboristas.
- Pragmatismo. Hasta ahora el primer ministro se manejó con pragmatismo y supo cambiar decisiones cuando era necesario.
Las desventajas
- Un liderazgo muy débil. David Cameron llegó a Downing Street en mayo de 2010 en una precaria situación: se vio obligado a formar un gobierno de coalición y compartir el poder con los liberales demócratas. Tuvo un opaco rendimiento en las urnas y desde ese momento sus correligionarios no hacen más que criticarlo.
- El fantasma de la recesión. Por primera vez en la historia británica, la deuda neta nacional superó el billón de libras, que equivale al 64,2% del PBI. El índice de desempleo está en aumento y se estima que la economía volverá a crecer recién en 2013.
- Diferencias en la coalición. Los ultraconservadores piden aplicar recortes presupuestarios más radicales y alejarse cada vez más de la Unión Europea. Para eso, Cameron debería deshacerse de su vicepremier liberal demócrata Nick Clegg, ya que sus ideas le ponen freno a la "locomotora conservadora".
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