domingo, 20 de mayo de 2012

Arrojando aviones, no bombas
Un ataque de EE.UU. a Irán con aviones furtivos F-22 sería ridículo


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Los militares iraníes deben de estar disfrutando el reciente espectáculo de derroche y chapucería del Pentágono. 
 
Hace solo unas semanas, EE.UU. intentó aumentar la presión sobre Irán enviando al Golfo Pérsico en la Base Aérea Al Dhafra en los Emiratos Árabes Unidos, precisamente al otro lado del golfo frente a Irán, un escuadrón de flamantes cazabombarderos supersónicos F-22 furtivos de la Fuerza Aérea, nunca probados en batalla.

La tecnología furtiva (stealth) sería clave para cualquier ataque a Irán, porque una doctrina central de la estrategia bélica imperial de EE.UU. es que las pérdidas estadounidenses deben mantenerse a un nivel muy bajo para que el público estadounidense pueda seguir haciendo compras, mirando American Idol e ignorando las interminables guerras. Ya que los iraníes, durante años, han recibido sofisticados radares y misiles antiaéreos rusos y chinos, un ataque convencional podría causar fuertes pérdidas, políticamente peligrosas.

El problema es que esos F-22 Raptors son un fiasco. Podrán volar rápido, incluso puede que sean difíciles de ver en los radares (aunque esta afirmación ha sido ridiculizada por muchos expertos), pero tienen un defecto fatal en su sistema de respiración artificial. Los pilotos que los conducen han sufrido cortes de oxígeno con inquietante regularidad, causando muertes, estrellamientos y aterrizajes forzosos por pilotos que se dieron cuenta de que se estaban mareando o perdiendo la conciencia.

Según una serie de informes noticiosos, los pilotos se han estado negando a volar en esos nuevos ataúdes aéreos. Es un peligro serio. Recordad, estamos hablando de miembros de las fuerzas armadas que dicen no a oficiales superiores que les han ordenado que suban a la cabina del piloto. Lo calificaría de una especie de huelga, hablando funcionalmente.

Ahora bien, si EE.UU. lanzara un ataque contra Irán, la negativa a volar sería algo mucho más serio, y por lo tanto es probable que pocos de los pilotos en el escuadrón condenado de Al Dhafra arriesgarían la corte marcial al negarse a despegar, pero eso presenta la posibilidad de que pueda suceder que aviones sofisticados, fuertemente armados, de un coste de 421 millones de dólares, caigan de los cielos sobre cualquier parte de Irán mientras tratan de alcanzar los objetivos que les han sido asignados.

No es nada bonito para los estadounidenses en sus casas, pero seguramente será entretenido para los iraníes que los vean desde sus porches o en sus televisores.

Según un informe de AP, el secretario de Defensa Leon Panetta ha terminado por reconocer los problemas del F-22, aunque dos investigaciones durante el último año no han logrado encontrar una causa o una solución, y en una “acción poco usual” para un Secretario ha restringido los vuelos en el avión. Por orden de Panetta, los F-22 deben permanecer cerca de su base, para que puedan aterrizar rápidamente si el piloto detecta problemas con su suministro de aire. Eso convertiría en un desafío un vuelo de varios cientos de kilómetros hacia algún objetivo iraní.

Por cierto, el envío de ese escuadrón de aviones defectuosos al Golfo Pérsico probablemente no ha sido otra cosa que un alarde. ¿Por qué querrían el presidente Obama y sus generales iniciar una guerra utilizando un montón de armas no probadas con una historia conocida de muerte de sus pilotos y de caídas de los cielos en misiones rutinarias de entrenamiento?

Puede que ese despliegue de “combate” tenga más que ver con conseguir votos de los trabajadores de instalaciones de Lockheed Martin (productores de este elefante blanco volador) que con asustar a los iraníes.

Dave Lindorff es fundador de This Can’t Be Happening y colaborador de Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion, publicado por AK Press. Hopeless también existe en una edición para Kindle. Vive en Filadelfia.


Fuente: Rebelion.org

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