Arrojando aviones, no bombas
Un ataque de EE.UU. a Irán con aviones furtivos F-22 sería ridículo
| Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Los militares iraníes deben de estar disfrutando el reciente espectáculo de derroche y chapucería del Pentágono.
Hace
solo unas semanas, EE.UU. intentó aumentar la presión sobre Irán
enviando al Golfo Pérsico en la Base Aérea Al Dhafra en los Emiratos
Árabes Unidos, precisamente al otro lado del golfo frente a Irán, un
escuadrón de flamantes cazabombarderos supersónicos F-22 furtivos de la
Fuerza Aérea, nunca probados en batalla.
La tecnología furtiva
(stealth) sería clave para cualquier ataque a Irán, porque una doctrina
central de la estrategia bélica imperial de EE.UU. es que las pérdidas
estadounidenses deben mantenerse a un nivel muy bajo para que el público
estadounidense pueda seguir haciendo compras, mirando American Idol
e ignorando las interminables guerras. Ya que los iraníes, durante
años, han recibido sofisticados radares y misiles antiaéreos rusos y
chinos, un ataque convencional podría causar fuertes pérdidas,
políticamente peligrosas.
El problema es que esos F-22 Raptors
son un fiasco. Podrán volar rápido, incluso puede que sean difíciles de
ver en los radares (aunque esta afirmación ha sido ridiculizada por
muchos expertos), pero tienen un defecto fatal en su sistema de
respiración artificial. Los pilotos que los conducen han sufrido cortes
de oxígeno con inquietante regularidad, causando muertes,
estrellamientos y aterrizajes forzosos por pilotos que se dieron cuenta
de que se estaban mareando o perdiendo la conciencia.
Según una
serie de informes noticiosos, los pilotos se han estado negando a volar
en esos nuevos ataúdes aéreos. Es un peligro serio. Recordad, estamos
hablando de miembros de las fuerzas armadas que dicen no a oficiales
superiores que les han ordenado que suban a la cabina del piloto. Lo
calificaría de una especie de huelga, hablando funcionalmente.
Ahora
bien, si EE.UU. lanzara un ataque contra Irán, la negativa a volar
sería algo mucho más serio, y por lo tanto es probable que pocos de los
pilotos en el escuadrón condenado de Al Dhafra arriesgarían la corte
marcial al negarse a despegar, pero eso presenta la posibilidad de que
pueda suceder que aviones sofisticados, fuertemente armados, de un coste
de 421 millones de dólares, caigan de los cielos sobre cualquier parte
de Irán mientras tratan de alcanzar los objetivos que les han sido
asignados.
No es nada bonito para los estadounidenses en sus
casas, pero seguramente será entretenido para los iraníes que los vean
desde sus porches o en sus televisores.
Según un informe de AP,
el secretario de Defensa Leon Panetta ha terminado por reconocer los
problemas del F-22, aunque dos investigaciones durante el último año no
han logrado encontrar una causa o una solución, y en una “acción poco
usual” para un Secretario ha restringido los vuelos en el avión. Por
orden de Panetta, los F-22 deben permanecer cerca de su base, para que
puedan aterrizar rápidamente si el piloto detecta problemas con su
suministro de aire. Eso convertiría en un desafío un vuelo de varios
cientos de kilómetros hacia algún objetivo iraní.
Por cierto, el
envío de ese escuadrón de aviones defectuosos al Golfo Pérsico
probablemente no ha sido otra cosa que un alarde. ¿Por qué querrían el
presidente Obama y sus generales iniciar una guerra utilizando un montón
de armas no probadas con una historia conocida de muerte de sus pilotos
y de caídas de los cielos en misiones rutinarias de entrenamiento?
Puede
que ese despliegue de “combate” tenga más que ver con conseguir votos
de los trabajadores de instalaciones de Lockheed Martin (productores de
este elefante blanco volador) que con asustar a los iraníes.
Dave
Lindorff es fundador de This Can’t Be Happening y colaborador de
Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion, publicado por AK
Press. Hopeless también existe en una edición para Kindle. Vive en
Filadelfia.
Fuente: Rebelion.org


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