La red fundada por Zuckerberg es un auténtico servicio de inteligencia
Facebook, el gran predador
Página 12
La empresa se sirve de cada huella dejada por los usuarios para hacer dinero con ellas. La asociación Internet sin Fronteras propone la creación de un e-sindicato con la meta de defender los derechos de quienes usan esa red virtual.
¿Cuál es el tercer
país del mundo en términos de población y el que más espía a sus
ciudadanos? La respuesta cabe en un territorio virtual: Facebook. Con
sus 900 millones de usuarios registrados, si Facebook fuera un país
sería el tercero del mundo, justo después de China (1340 millones de
habitantes) y la India (1170 millones). Esta demografía virtual hace de
Facebook un territorio de participación voluntaria en el cual los
usuarios entregan su intimidad con toda inocencia sin tener plena
conciencia de a lo que están expuestos, ni tampoco el gigantesco capital
que los utilizadores aportan a la empresa fundada por Marc Zuckerberg.
Creada
hace apenas ocho años, Facebook pretende cotizar a un valor bursátil de
104.000 millones de dólares. Es más grande que Amazon, 98.000 millones
de dólares, vale casi tres veces más que Ford Motors, 38.000 millones de
dólares, pero menos que Google, 203.000 millones, y que Apple, 495.000
millones. Al igual que Google y otros gigantes de la red, Facebook ha
dejado de ser la muy simpática Satart-Up creada en el campus de Harvard.
Es un predador de datos, una aspiradora universal de publicidad, un
auténtico servicio de inteligencia que se sirve de cada huella dejada
por los usuarios para hacer dinero con ellas.
Todas las cifras que
tienen que ver con Facebook son imperiales: con 169 millones de
usuarios, Estados Unidos cuenta con el mayor número de miembros. Le
siguen la India, con 51 millones; Brasil, con 45 millones, y México, con
20. Más de 300 millones de fotos se suben cada día a Facebook y cerca
de 500 millones de personas acceden a la red social utilizando
dispositivos móviles. Sin embargo, el calificativo de “red social” está
lejos de coincidir con la realidad. Como lo resalta Archippe Yepmou,
presidente de la asociación Internet sin Fronteras
(www.internetsansfrontieres.com), ISF, el valor bursátil de Facebook
“está indexado sobre el abuso de nuestro derecho al control de nuestros
datos personales”.
El peso de Facebook es proporcional al grado de
intimidad que revelamos con nuestras conexiones. Facebook y Google se
apoyan en casi el mismo modelo económico: cuanto más se sabe sobre los
gustos e inclinaciones de los usuarios, más dinero se puede hacer con
esos datos sin que el utilizador haya dado su acuerdo. Es en este
contexto que la asociación Internet sin Fronteras propone la creación de
un e-sindicato con la meta de defender los derechos de los usuarios de
Facebook y otros mastodontes numéricos que espían cada uno de nuestros
clics para convertirlos en oro. Antonin Moulart, miembro de Internet sin
Fronteras, explica que la “idea de un sindicato electrónico apunta a
imponer una relación de fuerza con la empresa del señor Zuckerberg para
que entienda que tenemos derecho a decidir sobre nuestras informaciones
personales”. La paradoja Facebook es inmensa: se ha vuelto un útil de
intercambio mayor, con alcance planetario, pero su aparente inocencia
atrae adeptos que se prestan voluntariamente a una violación impensable
de su vida privada. Archippe Yepmou revela, por ejemplo, que “nuestras
agendas están scaneadas por Facebook a través de nuestro teléfono móvil y
nuestro web mail. La empresa procede también a una identificación
biométrica que le permite a Facebook reconocer logos y rostros de las
fotos sin que el contribuyente haya dado su autorización explícita”. La
idea del e-sindicato viene a imponer un mediador entre las personas y
este robo de la intimidad. Desde luego, la solución más simple
consistiría en no inscribirse en Facebook, pero su necesidad, real o
imaginaria, ya es un hecho consumado. En este sentido, la asociación
Internet sin Fronteras reconoce que “la posición monopólica de Facebook
hizo de la empresa un espacio de socialización obligatorio para toda o
una parte de la población”.
Hemos ingresado en ese espacio
virtual-social como ovejas mansas mientras el lobo estaba al acecho.
Reparar el error requiere una conciencia universal del valor estratégico
y comercial de nuestros datos personales, así como de nuestro derecho a
oponernos a que sean comercializados. Pero esa conciencia está lejos,
muy lejos de haberse plasmado. La capitalización de los datos personales
está perfectamente cifrada en el valor de Facebook. No son sus máquinas
o su programa lo que han hecho su riqueza, sino nuestra intimidad. El
ingreso en la Bolsa de Facebook inaugura otra fase peligrosa: “El modelo
económico de la empresa basado en la explotación comercial de la vida
privada va a empujar a Facebook hacia una dirección todavía más
intrusiva y liberticida”, afirma la ISF.
Facebook es un auténtico
estómago de datos cuyo destino, en gran parte, desconocemos. El
contrapoder frente a Facebook y otros traga-datos planetarios existe:
es, por ahora, tímido pero real. Electronic Frontier Foundation,
Internet sin Fronteras, las muy oficial CNIL (Comisión Nacional de
Informática y Libertades, Francia), el Controlador Europeo de Protección
de Datos, CEPD, o Europe versus Facebook son algunos de los organismos
oficiales o no gubernamentales que se plantean la manera de tejer un
cerco legal entre los ciudadanos y empresas como Facebook o Google que
lucran con nuestra vida. Harán falta, sin embargo, muchos años para que
los usuarios pasen a la acción y tomen conciencia de los niveles de
exposición a los que están sometidos cuando, sin ninguna garantía de
privacidad, suben una foto, manifiestan un gusto musical o la
preferencia por una u otra marca.
Fuente: Rebelion.org
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