Los productos químicos tóxicos se prohiben frecuentemente en zonas de guerra, pero se permiten para controlar a los ciudadanos
Gas lacrimógeno o el Estado "atmo-terrorista"
Al-Jazeera
| Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
“Gas lacrimógeno y neurotóxico y munición de guerra se están utilizando contra los civiles en Tahrir. Es una masacre”. Mohammed El Baradei en Twitter, 23 de noviembre de 2011 “El terrorismo, desde una perspectiva medioambiental, anula la distinción entre la violencia contra las personas y la violencia contra las cosas: incluye una forma de violencia contra las ‘cosas’ del propio ambiente humano, sin las cuales las personas no pueden seguir siendo personas”. Peter Sloterdijk, Terror from the Air (p.25), 2009
La extensa utilización de “gas lacrimógeno” en las
manifestaciones de resistencia civil en diversos sistios de todo el mundo
fue posiblemente la característica más omnipresente y de la que menos
informaron los Estados.
Por cierto, es difícil encontrar un
continente en la tierra en el que por lo menos un Estado no haya atacado
a sus ciudadanos disidentes –no importa si practican una resistencia
violenta o no violenta– con algún tipo de agente químico. La Primavera
Árabe, por ejemplo, coincidió con protestas a gran escala en Israel e
Irán en las cuales también se utilizaron gases lacrimógenos contra
poblaciones civiles.
Según la Federación de Científicos Estadounidenses, semejantes “agentes de control de disturbios” son “armas no-letales” que:
“[...] producen molestias y obligan a cerrar los ojos para hacer que el afectado sea temporariamente incapaz de luchar o de resistirse. Las agencias de mantenimiento del orden las utilizan para controlar disturbios y las fuerzas militares para entrenamiento y en combate […] Su principal efecto es causar dolor, quemazón o malestar en membranas mucosas y piel; esos efectos son inmediatos a los pocos segundos de la exposición, pero pocas veces persisten más de unos minutos”.
El
verdadero efecto de productos químicos semejantes sobre la atmósfera –y
por extensión sobre la gente– depende de la forma de gas lacrimógeno
utilizado (se dice que los rusos utilizaron una composición más letal en
2002 de lo que es común en otros sitios, por ejemplo), así como de las
condiciones biofísicas en las cuales se liberan (es decir, una granada
de gas lacrimógeno se comporta de modo diferente en un campo expuesto al
viento que en un espacio cerrado).
Esto se puede ilustar de un
modo muy general si se reflexiona sobre dos declaraciones no
relacionadas que se emitieron al mismo grupo de manifestantes en los
momentos inmediatamente anteriores al “Incidente de la nebulización de pimienta” en UC Davis el 18 de noviembre de 2011.
En una declaración [PDF]
a los manifestantes los administradores de la universidad transmitieron
la grave urgencia con la cual se debe encarar una “situación química
peligrosa” en un ambiente cerrado:
“El Departamento de Incendios responde a una situación química peligrosa en el Edificio de Química… No responde aquí. No van a dañaros… Pero solo quiero advertiros de que probablemente oiréis pronto las sirenas”.
En
otra declaración a los manifestantes, el uso intencional de agentes
químicos contra ellos por parte de la administración de la universidad
se ve como un medio para alentar a los manifestantes a que se abstengan
de ciertos tipos de conducta violenta:
“La policía no utilizará violencia – una vez que marchéis – si no sois violentos – considera la unión de brazos – como resistencia pasiva – solo utilizará armas químicas – si usáis fuerza – contra ellos – alentaría – una posición de no violencia”.
Sin
consideración a su relativa letalidad, la simple yuxtaposición es útil
para demostrar la noción de que las armas químicas alteran el entorno
biofísico y psicológico.
Semejante despliegue de agentes no
letales contra ciudadanos que se considera que están “creando
disturbios” se realiza de un modo tan rutinario que pocas veces atrae un
nivel audible de debate público. Siguen existiendo problemas
fundamentales sobre por qué el uso de agentes tóxicos se somete a reglas
más estrictas en el campo de batalla que en el control de los
ciudadanos de un Estado.
¿No son ilegales las armas químicas?
Sí y no, depende de la circunstancia.
Sí, la
Convención de Armas Químicas de 1993 prohíbe el uso de ciertos agentes
con “propiedades tóxicas” en tiempos de conflicto armado, incluido el
agente de control de disturbios CS, más comúnmente utilizado. Los
motivos son complejos, pero debido en gran parte a efectos previsibles
del gas lacrimógeno cuando se utiliza combinado con armas convencionales
como metralletas, así como a la incapacidad de los combatientes de
distinguir el gas lacrimógeno de gases tóxicos más dañinos durante la
batalla.
No, en ese aspecto sin embargo, el texto no pone
límites a los agentes del Estado (de mantenimiento del orden) para que
desplieguen gas lacrimógeno y otros productos químicos tóxicos para
controlar a los ciudadanos en el territorio soberano del Estado en
tiempo de paz.
Dicho simplemente, el gas lacrimógeno es un arma
química según las leyes de la guerra, pero un instrumento viable del
orden social en tiempos de paz.
Como resultado, es común que los
Estados firmantes de la Convención de Armas Químicas almacenen,
desarrollen y produzcan “agentes de control de disturbios” como el gas
lacrimógeno, mientras:
“[…] pueda producir rápidamente en seres humanos irritación sensorial o efectos físicos de incapacidad que desaparecen en poco tiempo después del fin de la exposición”.
Uso legal más allá de la cobertura de la soberanía del Estado
Adicionalmente,
hay una serie de provisiones específicas que permiten al Estado una
interpretación aún más amplia de la convención.
Por ejemplo,
EE.UU. ha creado dos brechas jurídicas que permiten un empleo mucho
mayor de agentes de control de disturbios. Primero, EE.UU. renunció por
una Orden Ejecutiva en 1975 a la prohibición de gas lacrimógeno durante
un conflicto armado cuando se considere necesario para “salvar vidas”.
Esto incluye esencialmente situaciones en las cuales:
“(a) Uso de agentes de control de disturbios en situaciones de control de disturbios en áreas bajo directo y evidente control militar de EE.UU., lo que incluye disturbios de prisioneros de guerra.
(b) Uso de agentes de control de disturbios en situaciones en las cuales se utiliza a civiles para disimular u ocultar ataques y se puedan reducir o evitar víctimas civiles.
(c) Uso de agentes de control de disturbios en misiones de rescate en áreas remotas o aisladas, de tripulaciones aéreas y pasajeros derribados y en la evasión de prisioneros.
(d) Uso de agentes de control de disturbios en áreas de retaguardia fuera de la zona de combate inmediato para proteger convoyes contra disturbios civiles, terroristas y organizaciones paramilitares”.
Segundo,
EE.UU. es conocido por el despliegue de vastos acopios de gas
lacrimógeno en los terrenos de sus misiones extranjeras en todo el
globo. Esencialmente, esto es posible por el estatuto “inviolable”
especial de las misiones extranjeras, su personal y residencia según la
Convención de Viena de 1961 sobre Relaciones Diplomáticas, en la cual se
declara en parte:
“Las premisas de la misión serán inviolables. Los agentes del Estado receptor no entrarán en ellas, excepto con el consentimiento del jefe de la misión”. [Artículo 22 (1)]
“Las premisas de la misión, sus enseres, sus demás propiedades y los medios de transporte de la misión serán inmunes a indagación, requisa, embargo o ejecución”. [Artículo 22 (3)]
Como resultado, EE.UU. pudo responder a los
ataques a su embajada durante el comienzo de la Revolución Iraní tomando
provisiones para el armamento de todas sus embajadas con acopios de gas
lacrimógeno para que las “turbas que intenten invadir las embajadas de
EE.UU. sean recibidas con ataques de gas lacrimógeno desde boquillas
ocultas en puertas y antecámaras”.
Por lo tanto, en combinación
con la Orden Ejecutiva de 1975, el presidente de EE.UU. está equipado
con dos mecanismos mediante los cuales la seguridad nacional puede
mantenerse de manera justificada mediante el despliegue de armas
químicas contra ciudadanos no solo de EE.UU., sino contra ciudadanos no
estadounidenses en el territorio soberano de otros Estados.
Sin
embargo, no solo EE.UU. amplía fácilmente las fronteras de la
prohibición global de armas químicas. Condiciones similares permitieron
que Gadafi almacenara cantidades importantes de armas pequeñas y ligeras
(SALW) en las embajadas libias de África, Asia y Europa. Por ejemplo,
según los informes, la reserva oculta descubierta solo en Grecia
incluía: “40 pistolas, dos metralletas, 15 kg de explosivos plásticos,
detonadores, dos granadas de mano, silenciadores y equipamiento de
escuchas telefónicas”, así como “no armas químicas… [pero] material
químico… para fabricar ciertos tipos de granadas hechas a mano”.
Se
sabe que otros Estados, incluidos en especial Rusia y Siria, han
desarrollado formas mucho más tóxicas de gas lacrimógeno que el
comúnmente utilizado CS para usarlo contra las poblaciones civiles. Se
afirma que se han utilizado gases más dañinos en El Cairo, aunque no se
ha confirmado.
Por lo tanto, las condiciones en las cuales los
Estados pueden desplegar legalmente gases lacrimógenos, son tan
complejas como variadas.
La práctica del "atmo-terrorismo"
La
forma y el amplio período en los que algunos Estados en particular han
utilizado gas lacrimógeno durante la Primavera Árabe apoyan la notición
de “atmo-terrorismo” de Peter Sloterdijk que explora detalladamente en
su monografía Terror from the Air [Terror desde el aire].
Aunque
Sloterdijk no menciona especialmente el problema del gas lacrimógeno,
escribe detalladamente la forma en la cual la alteración de ciertos
entornos constituye “acondicionamiento negativo del aire”, como cuando
“[…] el ataque al aire de los terroristas del gas induce desesperación
en los atacados, quienes, incapaces de dejar de respirar, se ven
obligados a participar en la aniquilación de su propia vida”.
En
pocas palabras, la continua contaminación del entorno natural con gases
tóxicos –especialmente en espacios cerrados, que son de por sí
atmósferas artificiales– producirá lo que se conoce “tiempo de
concentración letal”.
De esta manera, los informes de Bahréin del
grupo activista internacional Médicos por los Derechos Humanos señalan
que por lo menos 34 ciudadanos han muerto como resultado directo del gas
lacrimógeno desde que comenzó la agitación en marzo de 2011. Los
sucesos de Bahréin durante el año pasado se han convertido en uno de los
pocos casos de la historia en los cuales se ha utilizado gas
lacrimógeno durante un período tan prolongado, a pesar de que el Estado
forma parte de la Convención de Armas Químicas que prohíbe efectivamente
el uso de armas químicas en tiempos de guerra.
También es
alarmante la situación en la que supuestamente las fuerza de
mantenimiento del orden de Barhéin utilizan el gas lacrimógeno:
“Varios destacados bahreiníes –incluidos Nabeel Rajab, jefe del Centro Bahreiní por los Derechos Humanos, y Ali Salman, líder de Al Wefaq, el mayor partido opositor– han sufrido ataques contra sus hogares de esa manera”.
Parece que el Estado de Bahréin no solo ataca las
casas de individuos con gas lacrimógeno sin la debida precaución por el
efecto de los agentes químicos en espacios cerrados, sino además durante
un período tan largo que el aire y la atmósfera –a lo que Sloterdijk se
refiere como “el medio primordial para la vida, en el sentido físico y
metafórico"– se está alterando.
Dicho en los términos más
corteses del administrador de UC Davis mencionado anteriormente: se está
sometiendo a los bahreiníes a una “peligrosa situación química”.
Trágicamente,
en vísperas del Gran Prix de Bahréin que se celebró el fin de semana
pasado, un jardinero de 37 años resultó muerto, según se informa,
después de que lo persiguiera y golpera la policía.
Aunque la imagen de la víctima es ciertamente impresionante, echad una mirada a lo que lleva atado alrededor del cuello: una careta antigás.
NAJ
Taylor es investigador doctoral en la Universidad de Queensland.
Escribe sobre la práctica del daño medioambiental y humanitario en la
guerra moderna. Está en Twitter: @najtaylor, en Facebook y en su web.
Fuente: Rebelion.org


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