Seis enfrentamientos y conflictos recientes en un planeta que va hacia la hiperactividad energética
Las guerras por la energía se calientan
Tom Dispatch
| Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
El conflicto y la intriga por los suministros valiosos de energía han sido características del paisaje internacional desde hace mucho tiempo. En cada década desde la Primera Guerra mundial se han librado grandes guerras por el petróleo y han estallado enfrentamientos más pequeños cada pocos años; un estallido o dos en 2012, entonces, formarían parte de una situación normal. En su lugar, vemos ahora todo un cúmulo de choques relacionados con el petróleo que se propagan por todo el globo, involucrando a una docena de países, y cada vez aparecen más. Consideremos esos puntos de inflamación como señales de que entramos a una era de conflictos intensificados por la energía.
Desde el Atlántico hasta el Pacífico,
desde Argentina a las Filipinas, hay seis áreas de conflicto –todas
vinculadas a los suministros de energía– que han creado noticias solo en
los primeros meses de 2012:
* Una guerra en gestación entre
Sudán y Sudán del Sur: El 19 de abril, fuerzas del recientemente
independizado Estado de Sudán del Sur ocuparon el centro petrolero de
Heglig, una ciudad otorgada a Sudán como parte de un acuerdo de paz que
permitió que los sureños se independizaran en 2011. Los norteños,
basados en Jartum, movilizaron sus propias fuerzas y expulsaron a los
sudaneses del sur de Heglig. Desde entonces han estallado combates a lo
largo de la frontera en disputa entre los dos país, acompañados por
ataques aéreos contra ciudades en Sudán del Sur. Aunque los combates
todavía no han llegado al nivel de una guerra hecha y derecha, los
esfuerzos internacionales por negociar un alto el fuego y una solución
pacífica de la disputa aún no han tenido éxito.
Este conflicto es
suscitado por numerosos factores, incluyendo disparidades económicas
entre los dos Sudanes y una permanente animosidad entre los sureños (que
son en su mayoría africanos negros y cristianos o animistas) y los
norteños (en su mayoría árabes y musulmanes). Pero el petróleo –y los
ingresos producidos por el petróleo– sigue siendo lo más importante.
Cuando Sudán fue dividido en 2011, los más prolíficos campos petroleros
terminaron en el sur, mientras el único oleoducto capaz de transportar
el petróleo del sur a los mercados internacionales (generando ingresos)
permaneció en manos de los norteños. Han estado exigiendo “aranceles de
tránsito” excepcionalmente elevados –entre 32 y 36 dólares por barril en
comparación con una tasa común de 1 dólar por barril– por el privilegio
de llevar el petróleo del Sur al mercado. Cuando los sureños se negaron
a aceptar tasas semejantes, los norteños confiscaron dinero que ya
habían cobrado por las exportaciones de petróleo del sur, su única
fuente significativa de fondos. Como reacción, los sureños detuvieron
por completo la producción de petróleo y, al parecer, lanzaron su acción
militar contra el norte. La situación sigue siendo explosiva.
*
Enfrentamiento naval en el Mar del Sur de China: El 7 de abril, un buque
de guerra filipino, el Gregorio del Pilar, de 115 metros, llegó a
Scarborough Shoal, una pequeña isla en el Mar del Sur de China, y detuvo
a ocho barcos pesqueros chinos que estaban anclados, acusándolos de
actividades ilegales de pesca en aguas soberanas filipinas. China envió
rápidamente dos de sus propios barcos de la marina al área, afirmando
que el Gregorio del Pilar estaba acosando barcos chinos en aguas chinas,
no filipinas. Finalmente se permitió que los barcos pesqueros partieran
sin más incidentes y las tensiones han disminuido algo. Sin embargo,
ninguna de las partes ha mostrado alguna inclinación a abandonar su
pretensión a la isla, y ambas partes siguen enviando barcos de guerra al
área en disputa.
Como en Sudán, múltiples factores impulsan este
enfrentamiento, pero la energía es el motivo dominante. Se piensa que
el Mar del Sur de China contiene grandes depósitos de petróleo y gas
natural, y todos los países que lo rodean, incluyendo China y las
Filipinas, quieren explotar esas reservas. Manila reivindica una “zona
económica exclusiva” de 200 millas náuticas que va desde el Mar del Sur
de China hasta sus costas occidentales, un área que llama Mar Filipino
Occidental; las compañías filipinas dicen que han encontrado grandes
reservas de gas natural en el área y han anunciado planes de iniciar su
explotación. Reclamando como propias las numerosas pequeñas islas
dispersas por el Mar del Sur de China (incluida Scarborough Shoal) Pekín
ha reivindicado la soberanía sobre toda la región, incluidas las aguas
reclamadas por Manila; también ha anunciado planes de perforar en el
área. A pesar de años de conversaciones, todavía no se ha encontrado
ninguna solución a la disputa y es probable que haya más
enfrentamientos.
*Egipto corta el flujo de gas natural a Israel:
El 22 de abril la Corporación General de Petróleo egipcia y la Compañía
Propietaria de Gas Natural egipcia informaron a funcionarios energéticos
israelíes que “ponían fin al acuerdo de gas y compra” bajo el cual
Egipto había estado suministrando gas a Israel. Esto tuvo lugar después
de meses de manifestaciones en El Cairo por los jóvenes manifestantes
que lograron deponer al autócrata Hosni Mubarak y que ahora buscan una
política exterior egipcia más independiente, menos obligada hacia EE.UU.
e Israel. También sucedió después de numerosos ataques contra los
gasoductos que transportan el gas a través del Desierto del Néguev a
Israel, que los militares egipcios han parecido incapaces de impedir.
Ostensiblemente,
la decisión fue adoptada como reacción a una disputa de los pagos
israelíes por gas egipcio, pero todas las partes involucradas la han
interpretado como parte de un esfuerzo del nuevo gobierno de Egipto por
demostrar más distancia del régimen depuesto de Mubarak y su política de
cooperación con Israel (alentada por EE.UU.). La conexión de gas fue
uno de los más significativos resultados del tratado de paz de 1979
entre los dos países, y su anulación señala claramente un período de
mayor discordia; también puede causar escasez de energía en Israel,
especialmente durante los períodos máximos de demanda en el verano. En
mayor escala, el corte sugiere una nueva inclinación a utilizar la
energía (o negarla) como una forma de guerra política y coerción.
*
Argentina expropia YPF: El 16 de abril, la presidenta de Argentina,
Cristina Fernández de Kirchner, anunció que su gobierno expropiará un
51% de las acciones de YPF, la mayor compañía petrolera de la nación,
que estaba en poder de la corporación española Repsol YPF. La
expropiación de su subsidiaria argentina se ve en Madrid (y otras
capitales europeas) como una importante amenaza que hay que combatir. El
ministro de Exteriores español, José Manuel García Margallo, dijo que
la acción de Kirchner “rompe el clima de cordialidad y amistad que ha
presidido las relaciones entre España y Argentina”. Varios días después,
en lo que se informa constituye solo el primero de varios pasos de
represalia, España anunció que dejará de importar biocombustibles de
Argentina, su principal proveedor, lo que significa casi 1.000 millones
de dólares al año para los argentinos.
Como en los otros
conflictos, este choque está impulsado por numerosas necesidades,
incluida una poderosa línea nacionalista proveniente de la era
peronista, junto al aparente deseo de Kirchner de reforzar su posición
en los sondeos. Igual de importante es la necesidad de Argentina de
derivar más beneficios económicos y políticos de sus reservas de
energía, que incluyen los mayores depósitos del mundo de gas pizarra.
Mientras su antiguo rival Brasil consigue inmenso poder y prestigio por
el desarrollo de sus reservas de petróleo del presal, la producción de
energía argentina ha languidecido. Puede que Repsol no sea la culpable,
pero evidentemente muchos argentinos creen que, con YPF bajo control
gubernamental, ahora será posible acelerar el desarrollo del patrimonio
energético del país, posiblemente en colaboración con un socio
extranjero más agresivo como BP o ExxonMobil.
* Argentina
revitaliza la crisis de las Malvinas (Falklands): En una Cumbre de las
Américas en Cartagena, Colombia, del 15 y 16 de abril, Argentina
solicitó una nueva condena del hemisferio de la continua ocupación
británica de las islas Malvinas (llamadas Falklands por los británicos).
Logró un fuerte apoyo de todos los países presentes, con la excepción
(previsible) de Canadá y EE.UU. Argentina, que dice que las islas forman
parte de su territorio soberano, ha estado planteando este tema desde
que perdió una guerra por las Malvinas en 1982, pero ha acelerado
recientemente su campaña en diversos frentes denunciando a Londres en
eventos internacionales e impidiendo que los cruceros británicos que
visitan las Malvinas se detengan en puertos argentinos. Los británicos
han respondido reforzando sus fuerzas militares en la región y
advirtiendo a los argentinos de que eviten acciones apresuradas.
Cuando
Argentina y el Reino Unido libraron su guerra por las Malvinas, había
poco en juego con la excepción del orgullo nacional, la posición de los
respectivos dirigentes de los países (la primera ministra Margaret
Thatcher contra una junta militar impopular), y unas pocas islas con
escasa población. Desde entonces, las apuestas han aumentado
inconmensurablemente como resultado de recientes estudios sísmicos de
las aguas que rodean las islas que indican la existencia de masivos
depósitos de petróleo y gas natural. Varias firmas energéticas basadas
en el Reino Unido, incluyendo Desire Petroleum y Rockhopper Exploration,
han iniciado perforaciones mar adentro en el área y han informado de
descubrimientos promisorios. Argentina afirma que los descubrimientos se
encuentran en su territorio soberano y que las perforaciones en el
lugar son ilegales; los británicos, evidentemente, insisten en que es su
territorio. Nadie sabe cómo se desarrollará esta crisis potencial, pero
no se puede excluir una reedición de la guerra de 1982, esta vez por la
energía.
* Las fuerzas de EE.UU. se movilizan para la guerra
contra Irán: Durante todo el invierno y principios de la primavera,
pareció que un choque armado entre Irán e Israel y/o EE.UU. era casi
inevitable. Ninguna de las partes parecía dispuesta a ceder en las
demandas cruciales, especialmente respecto al programa nuclear de Irán, y
se consideraba poco realista cualquier sugerencia de una solución de
compromiso. Hoy, sin embargo, el riesgo de guerra ha disminuido un poco,
por lo menos durante este año electoral en EE.UU., mientras finalmente
se han iniciado conversaciones entre las principales potencias e Irán, y
porque ambas partes han adoptado posiciones (ligeramente) más
flexibles. Además, los funcionarios estadounidenses han estado limitando
el discurso bélico y personalidades en las comunidades militar y de
inteligencia israelíes se han pronunciado contra acciones militares
impulsivas. Sin embargo, los iraníes siguen enriqueciendo uranio, y
dirigentes de todas partes dicen que están totalmente dispuestos a
emplear la fuerza si las conversaciones de paz fracasan.
Para los
iraníes, esto significa bloquear el Estrecho de Ormuz, el estrecho
canal por el cual pasa cada día un tercio del petróleo que se
comercializa en el mundo. EE.UU., por su parte, ha insistido en que
mantendrá abierto el Estrecho y, si fuera necesario, eliminará las
capacidades nucleares iraníes. Sea para intimidar a Irán, prepararse
para un evento real, o posiblemente las dos cosas, EE.UU. ha estado
aumentando sus capacidades militares en el área del Golfo Pérsico,
colocando dos grupos de batalla de portaaviones en el vecindario junto
con una variedad de capacidades de ataque aéreo y anfibio.
Se
puede discutir la medida en la cual la antigua enemistad de Washington
con Irán está motivada por el petróleo, pero no cabe duda de que la
actual crisis afecta fuertemente las perspectivas de suministro global
de petróleo, a través de las amenazas de Irán de cerrar el Estrecho de
Ormuz en represalia por futuras sanciones contra las exportaciones
iraníes de petróleo, y la probabilidad de que cualquier ataque aéreo
contra instalaciones iraníes llevará al mismo resultado. En todo caso,
es indudable que los militares estadounidenses asumirían el papel
principal en la destrucción de las capacidades militares iraníes y la
restauración del tráfico de petróleo por el Estrecho de Ormuz. Es la
crisis impulsada por la energía que no desaparecerá.
La energía impulsa al mundo
Todas
estas disputas tienen una cosa en común: la convicción de las elites
gobernantes en todo el mundo de que la posesión de activos energéticos
–especialmente depósitos de petróleo y gas– es esencial para sostener la
riqueza, el poder, y el prestigio nacionales.
No se puede decir
que sea un fenómeno nuevo. A principios del siglo pasado, Winston
Churchill fue posiblemente el primer líder destacado en apreciar la
importancia estratégica del petróleo. Como Primer Lord del Almirantazgo,
convirtió los barcos de guerra británicos del carbón al petróleo y
luego persuadió al gabinete para que nacionalizara la Anglo-Persian Oil
Company, predecesora de British Petroleum (ahora BP). La busca de
suministros de energía para la industria y la guerra jugó un rol
importante en la diplomacia del período entre las Guerras Mundiales, así
como en la planificación estratégica de las potencias del Eje durante
la Segunda Guerra Mundial. También explica el impulso a largo plazo de
EE.UU. para seguir siendo la potencia dominante en el Golfo Pérsico que
culminó en la primera Guerra del Golfo de 1990-91 y su inevitable
secuela, la invasión de Iraq en 2003.
Los años desde la Segunda
Guerra Mundial han visto una variedad de cambios en la industria
energética, incluido un cambio en muchas áreas de la propiedad privada a
la propiedad estatal de las reservas de petróleo y de gas natural. En
general, sin embargo, la industria ha logrado entregar cada vez más
combustible para satisfacer las necesidades en permanente crecimiento de
una economía que se globaliza y una población mundial en expansión y en
rápida urbanización. Mientras los suministros fueron abundantes y los
precios se mantuvieron relativamente asequibles, los consumidores de
energía en todo el mundo, incluidos la mayoría de los gobiernos,
estuvieron generalmente satisfechos con el sistema existente de
colaboración entre leviatanes energéticos privados y de propiedad
estatal.
Pero esa ecuación energética cambia ominosamente a
medida que el desafío de abastecer de combustible el planeta se hace más
difícil. Muchos de los gigantes yacimientos petrolíferos y de gas que
calmaron la sed de energía del mundo en el pasado se están agotando
rápidamente. Los nuevos campos que son incorporados para tomar su lugar
son, en promedio, más pequeños y más difíciles de explotar. Muchas de
las fuentes más promisorias de energía –como las reservas de petróleo
“presal” de Brasil en lo profundo bajo el Océano Atlántico, las arenas
bituminosas de Canadá, y el gas pizarra estadounidense– requieren la
utilización de tecnologías sofisticadas y costosas. Aunque los
suministros globales de energía siguen creciendo, lo hacen a un ritmo
más lento que en el pasado y continuamente no logran satisfacer la
demanda. Todo esto lleva a la presión ascendente sobre los precios,
causando ansiedad en los países que carecen de reservas interiores
adecuadas (y alegría en los que las tienen en abundancia).
Hace
tiempo que el mundo se ha bifurcado entre Estados con exceso de energía y
los que tienen un déficit de energía; los primeros tienen enormes
ventajas políticas y económicas por su condición privilegiada y los
segundos se esfuerzan considerablemente por escapar de su posición
subordinada. Ahora, esa bifurcación parece más bien un precipicio. En un
entorno global semejante, es probable que aumenten la fricción y el
conflicto por reservas de petróleo y gas que conducen a conflictos
energéticos de todo tipo.
Volviendo a considerar las seis
disputas por energía en abril, se puede ver en cada caso una clara
evidencia de esas fuerzas subyacentes. Sudán del Sur está desesperado
por vender su petróleo a fin de adquirir el ingreso necesario para hacer
partir su economía; Sudán, por otra parte, resiente la pérdida de los
ingresos del petróleo que controlaba cuando la nación seguía unida, y
parece estar no menos determinado a mantener todo el dinero del petróleo
del Sur que pueda en sus manos. China y las Filipinas quieren ambos el
derecho de desarrollar reservas en el Mar del Sur de China, e incluso si
los depósitos alrededor de Scarborough Shoal resultan limitados, China
no está dispuesta a ceder en cualquier disputa localizada que pueda
debilitar su reivindicación de la soberanía sobre toda la región.
Egipto,
aunque no es un gran productor de energía, busca evidentemente el
empleo de sus suministros de petróleo y gas para una máxima ventaja
política y económica, una actitud que seguramente será copiada por otros
proveedores pequeños o medianos. Israel, muy dependiente de
importaciones de energía, debe volverse ahora a otros sitios para
obtener esos suministros vitales o acelerar el desarrollo de yacimientos
de gas mar adentro en disputa, recientemente descubiertos, una acción
que podría provocar nuevos conflictos con el Líbano, que dice que se
encuentran en sus aguas territoriales. Y Argentina, celosa de la
creciente influencia de Brasil, parece determinada a extraer más
ventajas de sus propios recursos energéticos, incluso si eso significa
el aumento de las tensiones con España y Gran Bretaña.
Estos son
solo algunos de los países involucrados en importantes disputas por la
energía. Cualquier enfrentamiento con Irán –sea cual sea la motivación–
llevará a poner en peligro el suministro de petróleo de todos los países
importadores, provocando una importante crisis internacional de
consecuencias imprevisibles. La determinación china de controlar sus
reservas de hidrocarburos mar adentro ha llevado a conflictos con otros
países con pretensiones en el Mar del Sur de China, y a una disputa
similar con Japón en el Mar Chino del Este. Disputas semejantes
relacionadas con la energía también se pueden encontrar en el Mar Caspio
y cada vez más en regiones del Ártico libres de hielo, debido al
calentamiento global
Las semillas de conflictos energéticos y el
riesgo de guerra simultáneo en tantos sitios sugieren que entramos a un
nuevo período en el cual protagonistas estatales clave se sentirán más
inclinados a utilizar la fuerza –o la amenaza de fuerza– para lograr el
control sobre depósitos valiosos de petróleo y gas natural. En otras
palabras, nos encontramos en un planeta que se dirige hacia
hiperactividad energética.
Michael T. Klare es profesor
de estudios por la paz y la seguridad mundial en el Hampshire College y
colaborador habitual de TomDispatch. Acaba de publicar The Race for What's Left: The Global Scramble for the World's Last Resources (Metropolitan Books).
Fuente: Rebelion.org


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