La herida autoinfligida
Un análisis sobre cómo los argentinos fuimos objeto de una operación de la inteligencia británica y cómo no supimos o no quisimos darnos cuenta.
Ahora que las aguas están más tranquilas,
con relación al spot publicitario que promocionaba a nuestros atletas
para las Olimpíadas 2012, me gustaría hacer algunas reflexiones, siempre
pensando en que los argentinos guardamos alguna capacidad de aprender
de nuestros errores.
La primera es que creo que los ingleses no son mejores sólo por
mérito propio, nosotros tenemos mucho que ver con eso porque no
terminamos de aprender, dado que fueron ellos los que hicieron que
vayamos a la guerra en 1982 y, entre otras cosas más –según creo–, son
los que subliminaron e indirectamente originaron la idea de este spot
publicitario para las próximas Olimpíadas en Inglaterra 2012.
Para adelantarse, introdujeron algo que, en principio, pudo haber
caído bien al nacionalismo romántico e irracional, pero seguro va a
servir para predisponer a la comunidad internacional contra Argentina.
Es sabido que el mundo entero se niega a mezclar el deporte y los Juegos
Olímpicos con cualquier otro interés.
Después de esta primera mala impresión que me causó, me enteré que la
empresa de publicidad que lo realizó era una compañía inglesa, Young
and Rubicam. Quise saber más y, cuanto más supe, mayor fue mi sorpresa.
Me enteré que la empresa había hecho la pieza publicitaria para venderla
a quien quisiera adquirirla –los publicistas muy de vez en cuando hacen
esas cosas–, posiblemente alguna marca de indumentaria deportiva o, tal
vez, la de una de cerveza.
Luego surgieron los detalles más específicos, como que el atleta
argentino que prestó su cuerpo para la grabación de las escenas
desconocía el fin último que el video iba a tener; el detalle de las
pisadas sobre el monumento a los caídos en la Primera Guerra Mundial,
tan caro al sentimiento británico, y la respuesta casi inmediata –a
partir del mismo video en crudo, con un editado diferente– de los
habitantes de las islas.
La forma en que el spot llegó a manos del Gobierno nacional y los
detalles sobre el proceso de toma de decisiones que culminó con la
publicidad en las pantallas de los televisores argentinos son ya un
misterio que creo no podré develar.
Entre la ingenuidad y la astucia
Si las cosas ocurrieron por una suerte de sucesión de hechos
fortuitos es, al menos, llamativo y algo insólito. Si las cosas fueron
obra de una mente brillante, a juzgar por lo que vino después, es
insoportablemente doloroso. Sorprendería la ingenuidad en el primer caso
o sorprendería la astucia en el otro. Cuando alguien se impone por
imperio de la fuerza hay que aceptarlo, pero cuando somos nosotros
mismos los que compramos de buena fe para autoinfligirnos, no podemos
echarle la culpa a nadie.
La segunda reflexión está relacionada a lo que hacemos con nosotros
mismos. Tal vez –y digo “tal vez” sin convicción–, los que hicieron el
spot perseguían la finalidad de profundizar nuestras diferencias. El
resultado se hace evidente cuando asistimos al desfile de voces, de
todos los colores políticos, que se trepan al spot para golpear hacia
adentro, mientras observamos asombrados el envío de un submarino nuclear
británico a Malvinas, anunciado como la “departure” de un crucero de
línea de alta gama. ¿Alguien sabe dónde están los submarinos nucleares
ingleses, norteamericanos, chinos o rusos? Nadie, ese es un secreto
guardado bajo siete llaves porque, justamente, los submarinos son para
eso. Sin embargo, nosotros sabemos el destino de un submarino nuclear
británico. ¿No es asombroso?
La tercera reflexión es que los ingleses siempre fueron muy buenos en
esto que hacen, el problema es que parece que nosotros nunca
aprendemos; siempre nos gana –porque es más pesado– el rencor hacia
adentro. ¿Saben por qué los ingleses peleaban codo a codo con los
españoles en la Península, mientras en América les sublevaban las
colonias? Porque sabían que había dos Españas. Ellos siempre han sabido
sacar el mayor provecho de las contradicciones de sus adversarios.
¿Saben por qué pienso que ellos hicieron el spot? Porque saben que
hay dos Argentinas y la prueba es que nadie, absolutamente nadie, en
Argentina sospecha de una maniobra británica –y si sospecha, se lo
guarda–, porque es mucho más importante el rencor hacia adentro; ni
siquiera queremos pensar en ello porque imaginarse algo así sería un
espanto capaz de unirnos y eso, para los argentinos, es el peor de los
espantos. Los enemigos, los verdaderos enemigos, están dentro del país,
este es nuestro sentimiento y es nuestro mayor problema, y los ingleses
lo saben.
Me cuesta decir esto porque no quiero sumarme al coro de la “cofradía
del santo reproche” –como lo llamaría Sabina– y hacerles el juego a los
británicos. El entendimiento de que podemos ser parte de la maniobra
estratégica de los otros, creyendo que hacemos lo correcto, puede
convertir el “arte” de la estrategia en una “ciencia”, por eso es
preciso medir la crítica, lo que está en juego no es algo de entrecasa,
es un interés nacional.
Grandes estrategas
Sólo los creadores, los verdaderos creadores, de este “ingenio
estratégico de colección” se estarán sonriendo y relamiendo por el éxito
obtenido. Sólo ellos conocen el “efecto” que querían lograr y la
lectura de las opiniones de muchos de mis compatriotas me hace pensar en
que es muy probable que lo hayan logrado.
Los ingleses saben de estrategia, que tiene mucho que ver con la
comunicación pero, fundamentalmente, con la astucia; saben que debe
haber un código de entendimiento entre los contendientes para lograr los
objetivos que se plantean. El otro debe entender el mensaje e
interpretarlo como necesitamos que lo interprete. En esto, los
británicos fueron siempre muy hábiles.
La historia nos da ejemplos en los que los contendientes en conflicto
desarrollaron un diálogo de sordos. La Gran Muralla China, que fue
hecha para contener a los bárbaros, no fue todo lo eficaz que los chinos
creyeron y es que los bárbaros no comprendían que la Gran Muralla
servía para que ellos no pasaran y se cansaron de trasvasarla de un lado
hacia otro.
El ejemplo criollo es la Zanja de Alsina, que se hizo para evitar que
el malón invadiera las poblaciones incipientes de la pampa húmeda. No
tuvo el resultado esperado porque los indios no entendían que servía
para eso y, a pesar del empeño de Alsina y de los ingentes denuedos de
sus constructores, la pasaban de continuo.
La última reflexión que quería compartir es que la recuperación de un
territorio es un gran problema; no es posible simplificarlo al hecho de
hacerle entender al otro, o a los otros, que a uno le asiste la verdad o
la justicia. Se trata de que los otros entiendan que hay una decisión
superior, una convicción de recuperar el control soberano del territorio
irredento que, en este caso, no es sólo Malvinas, es el Atlántico Sur y
sus recursos naturales. Los ingleses también lo saben.
Yo sé que esto no es fácil de digerir en la Argentina actual, en la
que la cuestión de la “soberanía nacional” se ha convertido, apenas, en
una cuestión publicitaria, no mucho más importante que las próximas
Olimpíadas. ¿Habrá sido este el mensaje estratégico de los autores del
spot?
Emilio Magnaghi. Abogado, analista en defensa nacional y empresario.
Fuente: diariouno.com.ar


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