El fantástico Ronald Richter
El científico austríaco convenció al gobierno de Perón de construir un gran complejo en la isla Huemul, ubicada cerca de la costa sur del lago Nahuel Huapi, con la intención de experimentar en energía nuclear. Sólo quedan ruinas.
Enrique Pfaab
epfaab@diariouno.net.ar
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Crédito: magicasruinas.com.ar
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Un gran refugio en la montaña y un edificio en una isla. Los dos
fueron construidos entre fines de los ’40 y principios de los ’50, y los
dos quedaron abandonados y hoy son sólo ruinas, sueños faraónicos
inconclusos.
Están separados por casi 1.000 kilómetros y unidos por una historia
que reúne a científicos austríaco-alemanes llegados al país después de
la Segunda Guerra Mundial y al ex presidente Juan Domingo Perón.
El refugio es el Eva Perón, ubicado sobre una de las laderas del
cerro Laguna, a 4.500 metros sobre el nivel del mar, en zona de la
laguna del Diamante. El objetivo era que allí se instalara el primer
observatorio de rayos cósmicos. Hoy es apenas despojos.
Energía a domicilio
Pero más extraño y curioso fue el proyecto Huemul. Ronald Richter, un
científico austríaco, convenció al gobierno argentino de construir un
gran complejo en la isla Huemul, ubicada cerca de la costa sur del lago
Nahuel Huapi, con la intención de experimentar en energía nuclear.
Tanto se entusiasmó Perón que llegó a anunciar que el proyecto de
Richter permitiría en poco tiempo entregar energía “a domicilio”
envasada en botellas de vidrio de un litro. Allí también sólo quedan
ruinas.
Pero el fracaso de estas dos iniciativas fue relativo, si se tienen
en cuenta que luego se desarrolló el observatorio Pierre Auger, en
Malargüe, y el Centro Atómico y el Instituto Balseiro, en Bariloche, a
escasos tres kilómetros de la bendita isla.
El refugio Eva Perón es una construcción hecha de piedra y cemento,
típica de aquellos años. Andrés, un experimentado montañista y
apasionado buscador de objetos y lugares extraños perdidos en la
cordillera, lo cuenta así: “Descubrí ese lugar hace unos 20 años, cuando
todavía estaba en buenas condiciones. Originalmente fue construido como
centro de atracción e investigación de rayos cósmicos, pero nunca llegó
a funcionar como tal. El dato me lo había dado un capitán retirado del
Ejército, Atilio Ramazi. Hice varias salidas en la zona, que está
surcada por caminos y parapetos que fueron construidos en el año ’78,
cuando se temía un conflicto bélico con Chile por el canal de Beagle.
Finalmente en una de estas salidas, después de rodear el volcán Maipo,
pude divisarlo y llegar hasta el refugio. En los ’70, ya descartado el
proyecto original, fue donado a la UNCuyo para observatorio
meteorológico y después quedó abandonado. Hoy está totalmente
desmantelado ya que después mucha gente fue a conocerlo y todos
quisieron traerse algún recuerdo de ese lugar”.
El vendedor de humo
El caso de la isla Huemul es más curioso todavía y el propulsor del
proyecto Huemul, Ronald Richter es un personaje más extraño aún. Algunos
lo mencionan como un científico austríaco ligado con el nazismo. La
gran mayoría de los que todavía recuerdan su historia lo califican como
un verdadero “vendehumo”.
Richter nació el 11 de octubre de 1909 en Falkenau an der Eger,
Austria, aunque algunas fuentes lo califican directamente como alemán.
Este curioso personaje había asistido a la Universidad Alemana de
Praga, pero no hay constancia de que se haya recibido con ningún título.
Pese a esto durante sus estudios había presentado una tesis en la que
aseguraba que se podían detectar y capturar “rayos delta” emitidos desde
el centro de la Tierra.
Kurt Sitte, quien por esos años era asistente en el Departamento de
Física Experimental de esa Universidad, escribió tiempo después sobre
Richter: “Intentó interesarnos en un proyecto fantástico. Había leído
sobre el descubrimiento de una misteriosa radiación terrestre que
causaba una inmensa variedad de fabulosos efectos. Él quería investigar
este fenómeno, estaba muy excitado con la idea y fue muy difícil
convencerlo de que todas las evidencias sobre ese fenómeno eran
espurias”.
Tras la derrota del Tercer Reich en 1945, Richter hizo contactos con
el gobierno argentino y tentó a sus interlocutores con sus proyectos.
Así ingresó al país con el nombre falso de Pedro Matthies.
Su primer contacto en la Argentina, según algunos historiadores, fue
el industrial Augusto Siebrecht, un ex espía nazi. Pero la confianza que
le dispensó el presidente Perón fue gracias a la recomendación de Kurt
Tank, uno de los ingenieros aeronáuticos alemanes más destacados de la
historia, que ya trabajaba en Córdoba en la Fábrica Militar de Aviones
(FMA).
Richter se instaló en la provincia mediterránea y le propuso a Tank
estudiar la manera de propulsar aviones con energía nuclear. El
ingeniero hizo los contactos y el delirante austríaco se entrevistó con
el presidente Perón , pero no le propuso la idea que le había comentado a
Tank, sino la producción de energía por medio de reacción controlada de
fusión nuclear.
Richter convenció a Perón y en 1949 se comenzaron a construir en la
isla Huemul los laboratorios donde supuestamente se trabajaría este
proyecto. Apenas dos años después el fantástico austríaco le anunció al
presidente que sus estudios habían sido exitosos y el gobierno anunció
formalmente: “El 16 de febrero de 1951 se llevaron a cabo reacciones
termonucleares controladas”. Y se condecoró a Richter con la Medalla
Peronista. Incluso, el mismo Perón anunció en esos días que la energía
de fusión nuclear podría ser distribuida en breve a domicilio en
recipientes similares a las botellas de leche.
Pero Richter no tuvo en cuenta que desde 1950 ya estaba funcionando
la Comisión Nacional de Energía Atómica y que allí sí había científicos
de experiencia. Si bien uno de los objetivos de la CNEA era apoyar el
proyecto Huemul, se comenzó a analizar la real capacidad de Richter y
sus supuestos estudios.
Del engaño al olvido
En setiembre de 1952 las instalaciones de la isla fueron inspeccionadas.
El físico cordobés José Antonio Balseiro fue traído desde Manchester
para encabezar la comisión que, finalmente, descubrió que el proyecto en
el que se había invertido cerca de 300 millones de dólares era un total
engaño.
Ronald Richter fue olvidado y murió en la ciudad de Viedma en 1991.
Las enormes construcciones abandonadas de la isla todavía se ven desde
la costa del Nahuel Huapi.
Fuente: diariouno.com.ar
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