domingo, 28 de abril de 2013

Terrorismo urbanístico en Mendoza: una gran pecera
Después de Buenos Aires, el Gran Mendoza es el mayor conglomerado de urbanizaciones cerradas de Argentina. Lo expone una investigación.
 

Después de Buenos Aires, el Gran Mendoza es el mayor conglomerado con urbanizaciones cerradas de Argentina. Segregación, discriminación, contaminación e intereses. Una “pecera” cada vez más grande.

“El mendocino es muy particular para pensar. ‘Vivo en un barrio privado, soy re top’; eso es lo primero que lo llama a un barrio privado. Te va a decir la seguridad. ¡Mentira! La idiosincrasia del mendocino es aparentar una situación que no es. Le gusta vivir en un barrio privado, es lo que la gente busca, con el hombre en la puerta, que le levante la barrera y les haga sentir que está en la gloria. Eso es lo que la gente busca”, dice solo uno de los testimonios que Alberto Molina (politólogo de la Universidad Nacional de Cuyo y miembro del Consejo Provincial de Ordenamiento Territorial de Mendoza) utilizó como parte de su investigación, la cual concluyó en un libro: “Como una gran pecera. Urbanizaciones cerradas, ciudadanía y subjetivación política en el Gran Mendoza” (Ediunc, 2013).

Recientemente, Revista Veintitrés publicó una completa entrevista a Alberto Molina, autor de la incómoda tesis.

La investigación revela distintos testimonios y situaciones problemáticas desde el punto de vista del ordenamiento territorial, como la adquisición de 130 hectáreas de finca en Luzuriaga –los alrededores de la Bodega Tupungato- por parte de un conglomerado de empresas españolas denominado Tiasta, compuesto por Salvago Inmobiliaria y Tau Promociones, de donde surgió el megaproyecto inmobiliario El Torreón, consistente en cinco barrios privados, o sea, casi un pueblo privado.

Otro de los testimonios sobre fragmentación del territorio en Mendoza, dice: Vinieron con este planteo ¡de un bloque cerrado! y por un tema de vinculación urbana, nosotros no teníamos manera de pasar de un costado de Maipú al otro costado…

La cuestión no en nada sencilla para una Mendoza que es un 3% de oasis en el desierto y con inequidades territoriales más que evidentes, sobre todo en materia de agua, donde hay decenas de barrios que padecen las consecuencias de la desinversión en obras sanitarias y la falta de presión de agua, otros exhiben un potencial desmesurado para mantener el césped circundante a plena luz del día o llenar la piscina.   

Sin embargo, desactivar semejante avance urbanístico no solo es un desafío a las políticas públicas, es que quienes deben actuar -intendentes, funcionarios municipales, ministros del área que debe aplicar la Ley de Uso del Suelo y Ordenamiento Territorial- son los que justamente viven dentro de esas grandes “peceras” que son los barrios privados.

 

“En las urbanizaciones cerradas se está reproduciendo gran parte de la clase dirigente. La cual llega ahí por las mismas motivaciones que cualquier persona: en primer lugar, por el concepto de inseguridad que me hace ver al otro como un distinto y como un peligro, y de ahí la búsqueda de un refugio. En segundo lugar por un concepto de exclusividad y de distinción social. Es decir, ya no sólo es el auto un signo de distinción social, sino el vivir en una urbanización cerrada”, indicó Molina, que propone frenar y desalentar las urbanizaciones cerradas.  

“Aún cuando vivan en barrios privados, el tema es que algunos funcionarios, actores de la política,  quieren empezar a regularlo. Han tomado conciencia de que no deben existir más urbanizaciones cerradas. Al menos me han llegado señales concretas desde Maipú donde van a impulsar el reconocimiento del libro como de interés departamental”, destacó esperanzado a Veintitrés

Pero, ¿qué problema tienen con el ciudadano común este tipo de urbanizaciones?

“Es un problema de mirada. El que vive en un barrio privado tiene una gran tendencia de ver al que vive afuera, de tres formas: como alguien que me presta servicios -mucamas, jardineros-, alguien que es objeto de beneficencia; o bien, alguien que es peligroso y del cual hay que refugiarse. Es notable la pérdida de la mirada hacia el otro como un ciudadano”, consideró el autor de Como una gran pecera.

Luego, vienen otros fenómenos, como es la dificultad para entrelazarse unos y otros, y el cerco de campo abierto al resto de la sociedad.
“Esta ciudadanía que busca refugio, cuando lo único que hace es usufructuar del pueblo en sí, va cerrando los campos abiertos lo diverso y heterogéneo. Esto, en un país como la Argentina, que desde 1945 hacia adelante ha conquistado una gran heterogeneidad social, donde en una misma calle o en la misma escuela vos tenías al juez, al chatarrero y al zapatero, o sea, toda una circulación de bienes, es un gran retroceso”, indicó Molina.

Según el autor, los barrios privados no están respondiendo a una demanda genuina.

“Estamos comprobando que en realidad acá en Mendoza estamos siendo presas de los capitales especulativos internacionales. Sobre todo a partir de la crisis  financiera, ya que ahí empezaron a invertir en bienes tangibles y seguros, como lo es la compra de tierra. Uno de sus objetivos fue la soja, el otro, los barrios privados”, agregó el autor.

Y, ¿a qué pertenece al habitante de un barrio privado?

“El ciudadano es aquel que se siente parte de un territorio, de una comunidad y  a partir de ello es que participa, reclama sus derechos, lucha por ellos y goza de sus beneficios además de ejercer sus deberes. Pero alguien que pertenece a un barrio privado, ¿a quién pertenece?, ¿a Maipú, a Luzuriaga o al Torreón?", se pregunta Molina. 

¿Qué vamos a tener dentro de unos años, la candidata a reina de la vendimia por el Torreón?”, ironizó Molina.
Segregación, problemas de presión de agua, plaga de mosquitos y basura por doquier. ¿Estamos frente a una suerte de terrorismo urbanístico?

“Cuando los vecinos vean que gran parte de sus problemas de agua, de infraestructura y de trabajo, tienen que ver con este avance del capital privado…no sé qué va a resultar. Porque acá hay otro punto que distingue a Mendoza de Nordelta, y es que allá  el fenómeno de los barrios privados compite con las villas miserias.  En el caso de Mendoza, la convivencia del barrio privado también es con zonas urbano-marginales pero con la particularidad de competir con la tierra productiva. Dicho de otro modo, aquí los countries nos están quitando mucha tierra productiva”, describió Molina. 

Mientras tanto, se haba de una iniciativa de ley nacional para cerrar los barrios privados, pero al autor de la investigación sobre estas prestigiosas “peceras”, no la convence.

“No sé hasta qué punto una medida así podría prosperar, o bajo qué condiciones. Pienso que un requisito previo es estudiar qué barrios pueden abrirse o en cuáles habría posibilidad de, en breve, ser abiertos. Hay que pensar que hay barrios privados que dan a callejones sin salida con lo cual su apertura sería imposible y además otros han producido cortes con el entorno que deben ser resueltos según sus particularidades. Desde ya, considero que tiene haber una regulación, si se los va a autorizar debe exigírseles una previsión para que el diseño inicial contemple la posibilidad de ser abiertos en algún momento”, expresó el investigador.

Fuente: MDZ Online

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