La Esfinge de Egipto mira hacia Siria
Asia Times Online
Traducido para Rebelión por Germán Leyens |
Cada vez parece más
que la solución del acertijo egipcio nos llevará a todos a Siria. La
gran pregunta es en qué medida el golpe del ejército en Egipto reajusta
la geopolítica de Medio Oriente, o, al contrario, si el propio golpe
representa el comienzo de un cambio tectónico en toda la región que se
va a materializar con el pasar del tiempo, esta es la gran pregunta.
La
serie de eventos de esta semana indica que lo último podría ser el
caso. Sin duda, incluso según los estándares de Medio Oriente, la semana
pasada ha sido extraordinaria.
Ha habido una fuerte
expresión de apoyo de EE.UU. y de sus aliados del Golfo Pérsico a los
militares egipcios, que por su parte suministra el fundamento político
para una brutal represión por parte de la junta contra los Hermanos
Musulmanes, que tiene implicaciones para el conjunto de la “Primavera
Árabe”.
El intento de acercamiento de Rusia a la junta
egipcia en un momento semejante puede ser una sorpresa pero forma parte
integral de la estrategia rusa respecto a Siria y el escepticismo ruso
ante la “Primavera Árabe”.
El aislamiento de Catar,
Turquía e Irán en el tablero de ajedrez regional se ha acentuado durante
la semana pasada cuando la junta en El Cairo regañó a esos países por
sus pretensiones de ser árbitros o líderes de opinión en los asuntos
internos de Egipto. Ocurre que esos tres países también han estado
profundamente involucrados en la situación siria.
Mientras
tanto, la apertura de Israel a la aceptación de mantenedores de la paz
rusos en las Alturas del Golán no podría haber surgido a la superficie
esta semana sin la aquiescencia –o incluso aprobación– estadounidense y
la oportunidad de los cambios de dirigencia en el gobernante Partido
Baas y la Coalición Nacional Siria podría ser más que una coincidencia.
Todo
esto tiene un trasfondo, a menos que sea olvidado en medio de la
cacofonía del golpe en Egipto – la descomunal victoria de Hassan Rouhani
en la elección presidencial iraní y la promesa de un inminente deshielo
en la relación saudí-iraní.
Un evento fundamental
Si
un evento fundamental ha de ser identificado en el torrencial flujo de
eventos en la política regional, tiene que ser la visita del Secretario
de Estado de EE.UU., John Kerry, a Arabia Saudí el 25 de junio, que
formó parte de una gira regional por Medio Oriente y fue una iniciativa
diplomática respecto a Siria.
A posteriori es evidente que
el golpe a cámara lenta en Egipto estaba avanzado en esos días de fines
de junio y que EE.UU. ya estaba en profundas consultas con la
dirigencia militar en El Cairo respecto a una transición política en
Egipto. Sin duda, las conversaciones de Kerry con los dirigentes saudíes
no podrían haber ignorado la tormenta en ciernes en Egipto.
Si
fuera así, por supuesto, el rey Abdalá de Arabia Saudí se convirtió en
el primer dirigente mundial en felicitar por el derrocamiento del
gobierno de los Hermanos Musulmanes el 2 de julio –horas después del
desarrollo del golpe– como si Riad lo hubiera preparado todo con
anticipación.
De nuevo, la prontitud con la cual Arabia
Saudí y los Emiratos Árabes Unidos anunciaron simultáneamente el
miércoles un paquete de ayuda de 8.000 millones de dólares para Egipto
sugiere que un anteproyecto había sido preparado en consulta con EE.UU.
Washington
filtró a la prensa inmediatamente después que también iba a proceder
con la entrega planificada de aviones de caza F-16 a los militares
egipcios, lo que significa que a pesar de la falsa pose del gobierno de
Obama, la suspensión de la ayuda militar a Egipto estaba lejos de formar
parte de sus planes.
Curiosamente, otro líder regional
que pronto saludó –junto al rey Abdalá– la expulsión del poder de la
Hermandad en Egipto fue el presidente sirio Bacher al-Asad.
Tampoco
fue un acto aislado. El lunes, Asad anunció el reemplazo de toda la
dirigencia del partido Baas, todos los 16 miembros que habían estado en
el alto comando desde 2005, abriendo el paso para gente nueva. Una
generación más joven de dirigentes, incluyendo a ex diplomáticos, fueron
introducidos como reemplazos. El presidente del parlamento Jihad
al-Laham y el primer ministro Wael al-Halqi estaban entre ellos.
En
una entrevista con el vocero del partido Baas, Asad trató de explicar
que los dirigentes fueron removidos del alto comando porque cometieron
errores en sus puestos. “Cuando un dirigente no repara una serie de
errores, ese dirigente tiene que ser responsabilizado”, dijo. Por
supuesto, Asad sigue siendo secretario general del partido, por ser el
único dirigente que no cometió ningún error.
En la misma
entrevista con el órgano del partido Baas, Asad también renovó su
crítica de la Hermandad Musulmana, diciendo que “aprovecha la religión y
la utiliza como máscara… y piensa que si no se está de acuerdo
políticamente con ella, significa que no se está al servicio de Dios”.
Asad
se esfuerza por transmitir el mensaje al pueblo de que responde a sus
motivos de queja por problemas sociales como la inflación y el
empeoramiento de la seguridad pública. Pero sigue existiendo el hecho de
que está fortaleciendo su control del partido gobernante en
circunstancias que la situación siria se está desarrollando en términos
políticos, en vista del impasse militar, y todos los protagonistas
–sirios así como potencias extranjeras– anticipan la inevitabilidad de
un diálogo político en los próximos meses.
Igualmente, hay
que tomar nota de que la purga del Partido Baas coincide con un cambio
de dirigencia en la opositora Coalición Nacional Siria (CNS). El nuevo
presidente de la CNS Ahmad Jarba es un candidato de los saudíes y de
EE.UU. y tiene la reputación de ser un dirigente tribal de “orientación
secular”. Después de la elección de Jarba, Ghassan Hitto, primer
ministro y empresario estadounidense, que había tenido el respaldo de
Catar, Turquía y EE.UU. cuando fue nombrado en marzo pasado, presentó su
renuncia.
Esencialmente los cambios en la CNS significan –como
en Egipto– una supremacía de la influencia saudí y el eclipse del eje
catarí-turco. La influencia de la Hermandad dentro de la CNS también ha
sufrido un revés. Evidentemente, EE.UU. está respaldando la supremacía
de la influencia saudí dentro de la CNS – como sucede en Egipto.
Pérdida de importancia del islamismo
¿Cuáles
son los planes saudíes-estadounidenses? Según el mensaje de Ramadán del
miércoles del Rey saudí y del Príncipe Heredero, Arabia Saudí “no
permitirá que la religión sea explotada por extremistas quienes solo
trabajan por sus intereses personales, y quienes dañan la reputación del
Islam”. El mensaje dijo que Arabia Saudí “seguirá, con ayuda de Dios,
siendo la defensora del Islam… y continuará manteniendo nuestra actitud
centrista, moderada”.
Evidentemente, se trata de pullas
que apuntan a la Hermandad Musulmana en el contexto prevaleciente de
Egipto y Siria, y a los principales patrocinadores del movimiento en la
región; es decir, Catar y Turquía.
Por otra parte, Asad
considerará que el mensaje de Ramadán del Rey saudí es bastante
agradable. No puede sino compartir la perspectiva saudí (que también es
compartida por EE.UU. y Rusia) de que el espectro de los islamistas
radicales que atormenta el destino de su país es el tema crucial en la
actualidad.
Sin duda, estas corrientes transversales en la
política regional no han dejado de ser apercibidas en Moscú, y han
llevado al Kremlin a no perder más tiempo al hacer una apertura a la
junta egipcia. El ministro de exteriores Sergey Lavrov dijo el jueves: Esperamos
que todas las iniciativas [de la junta] con el propósito de lanzar el
dialogo nacional, estabilizar la situación y realizar elecciones libres,
tendrán éxito.
Lavrov ignoró el hecho de que estaba
hablando mientras los militares egipcios lanzaban una violenta represión
contra la Hermandad. Propuso a continuación que podían continuar como
si tal cosa los negocios entre Rusia y Egipto y, además, que la
prioridad de Rusia es el impacto de los eventos en Egipto sobre la
estabilidad regional y la política en el mundo islámico. Lavrov dijo: En
cuanto a los proyectos de cooperación [con Egipto], esos proyectos
apuntan al desarrollo de la cooperación entre los países y los pueblos.
Su implementación beneficiará a los países y los pueblos.
Nosotros
[Rusia] queremos que se asegure la estabilidad en Egipto y en toda la
región, que crea serios riesgos para las relaciones internacionales.
Egipto es el país clave en la región. El desarrollo de los eventos en la
región y en el mundo islámico dependerá de la situación en Egipto.
Esto es realpolitik
en su mejor expresión. Dicho simplemente, sin provocar afirmaciones de
interferencia en los asuntos internos de Egipto, Lavrov ha hecho saber a
la nueva dirigencia en El Cairo, y a una serie de Estados regionales
–Arabia Saudí, Irán, Catar, Turquía e Israel en particular– así como a
la “comunidad internacional” en su conjunto que Rusia está lejos de de
sentirse contrariada por el desarrollo de los eventos en Egipto y sus
probables repercusiones para la seguridad y la estabilidad regional.
Es
concebible que Moscú, que nunca abandonó sus profundas sospechas sobre
la Hermandad Musulmana, puede estar sintiendo que los vientos de cambio
pueden ser bastante positivos para satisfacer sus propios intereses en
armonía con sus propias evaluaciones de la “Primavera Árabe”.
Mientras tanto el periódico Asarq Al-Awsat
del establishment saudí informó el miércoles que ha tenido lugar una
reunión entre Lavrov y la ministra de justicia de Israel Tzipi Livni
durante la cual esta última dijo que Israel puede permitir soldados
rusos mantenedores de la paz bajo la bandera de las Naciones Unidas en
las Alturas del Golán siempre que Moscú detenga la transferencia de
misiles antiaéreos de última tecnología S-300 a Siria.
El
presidente Vladimir Putin había propuesto el mes pasado que Rusia está
dispuesta a reemplazar el contingente de 380 soldados austríacos en la
Fuerza de Observación de Desconexión de la ONU de 1.100 soldados en
Golán.
Ni Moscú ni Tel Aviv han contradicho la información
del periódico saudí. Si es verdad, como parece probable, no solo está
sincronizada con el amplio desarrollo de los eventos antes mencionados,
sino revela un seductor nuevo modelo de alineamientos regionales que
involucran a Israel y Siria, con EE.UU. y Rusia como los protagonistas –
algo impensable hasta ahora.
Evidentemente, los eventos
en Egipto colocan cada vez más a EE.UU., Arabia Saudí, Israel y Rusia en
la misma página. Todos estos cuatros principales protagonistas están
dispuestos a apostar a que el controvertido golpe en Egipto pueda
terminar por estabilizar la situación en ese país e incluso fortalecer
el régimen democrático.
Todos estos protagonistas estarán
de acuerdo en que el Islam político resultó ser el beneficiario
inoportuno de la “Primavera Árabe”. Por cierto, por la analogía de
Egipto, como lo sugiere el mensaje de Ramadán del Rey saudí, parece que
los movimientos islamistas en la región en su conjunto, incluidos los
grupos rebeldes sirios, pueden verse frente a grandes problemas.
Como resumió un ex embajador israelí en EE.UU., Zalman Shoval, en un artículo titulado “Nueva alborada en el Nilo” en Jerusalem Post: Teniendo
todo en cuenta, el posible fin del islamismo como la principal fuerza
política en por lo menos partes del mundo árabe podría llegar a conducir
a una actitud más secular, más sensata y menos dogmática e intolerante
por parte de nuestros vecinos [de Israel].
Con todo, la
lucha que se avecina en Egipto y los cambios que la situación siria
podría enfrentar en los próximos meses no solo muestran algunos
impresionantes paralelos, sino podrían estar interrelacionados.
El
embajador M. K. Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio
Exterior de la India. Ejerció sus funciones en la extinta Unión
Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka, Alemania, Afganistán, Pakistán,
Uzbekistán, Kuwait y Turquía.
Fuente: Rebelion.org
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